MADRID.- Por primera vez en muchos años de activismo, el partido animalista Pacma ha
 logrado agitar el avispero lejos de las grandes ciudades, en pueblos de
 provincias donde sus siglas sonaban hasta hoy como algo exótico. A 
finales de febrero, el Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León 
(TSJCyL) suspendió cautelarmente la actividad cinegética en toda la comunidad autónoma en
 base a un recurso interpuesto por el Pacma contra el Reglamento de 
Caza, el decreto que regula la actividad, recuerda El Confidencial.  
Este miércoles, ese mismo 
tribunal apuntaló el ataque de los animalistas paralizando también la 
Orden de Caza, documento que especifica qué especies y cuántos 
ejemplares se pueden cazar, un hecho que obstaculiza la reanudación 
inmediata que preveía la Junta de Castilla y León. El Pacma califica 
ambas decisiones de históricas y advierte de que repetirá la operación en más autonomías hasta lograr la "extinción" de la caza.
Estas decisiones judiciales 
han levantado una enorme polvareda y no precisamente entre los cazadores. Alcaldes, agricultores y ganaderos se echan las manos a la cabeza ante lo que consideran "la ruina más absoluta" para sus pueblos y sus negocios si la jueza Ana María Martínez Olaya,
 presidenta de la Sala de lo Contencioso Administrativo del TSJCyL, 
prolonga esta suspensión. 
En una autonomía mayoritariamente rural y 
empobrecida, los cotos de caza suponen un ingreso de dinero fundamental 
para los municipios, en algunos casos llegando a alcanzar el 50% del presupuesto anual.
 Para los agricultores y ganaderos la caza también es importante. A los 
primeros, les permite mantener a raya a la fauna salvaje, evitando que 
la superpoblación arrase sus cultivos. A los segundos, les permite 
controlar el posible contagio de enfermedades a su cabaña ganadera.
"Mi pueblo se está jugando la mitad del presupuesto con esto. Si se 
alarga y perdemos la actual campaña de caza el municipio va a quebrar, 
así de claro. Ya veremos si podemos pagar al secretario municipal", 
reacciona Susana Pardo, agricultora y alcaldesa pedánea
 de Mazuelo de Muñó, municipio de Estépar (Burgos), 643 habitantes. 
"Mazuelo tiene 42.000 euros de presupuesto más las subvenciones. El coto
 nos da 22.000 euros. Habrá que pensar en dejar de prestar servicios o 
arreglar las averías. Estamos ante un problema muy gordo, un ataque frontal a los pueblos. Están buscando nuestra ruina".
La Junta estima en 506 millones de euros el volumen de negocio que genera la actividad cinegética en la comunidad, con 8.000 empleos vinculados a ella.
 Los pocos hostales, bares y restaurantes que resisten en los montes y 
llanuras castellanoleonesas dependen fuertemente de la visita de 
cazadores los fines de semana para sostener sus negocios de octubre a 
febrero y de abril a junio.
Las conclusiones son unánimes. "Si esto se prolongase tres o cuatro años, veríamos un éxodo masivo del mundo rural.
 Ya estamos sufriendo problemas de saneamiento ganadero porque se nos 
comen los cultivos. Una sola temporada sin caza es algo catastrófico", 
sostiene Aurelio Pérez, coordinador general del 
sindicato agrario COAG en Castilla y León. 
"Estamos preocupadísimos, el 
tribunal ha cometido un error de bulto. Ya hay ayuntamientos que no 
saben cómo harán frente a los gastos de personal y cómo mantendrán los 
servicios mínimos", subraya Jesús Manuel González Palacín, coordinador de la Unión de Campesinos de Castilla y León.
Una
 consecuencia inmediata ha sido la suspensión de la subasta de animales 
prevista para este sábado en la Reserva de Caza de la Sierra de la 
Culebra, en Zamora. La decisión se toma "a la espera de tener una 
solución definitiva y de garantía que permita la práctica de la caza ya 
en la presente campaña". 
Eso supone la devolución de 65.000 euros de cupos de caza de lobo asignados en la anterior subasta. Solo en Zamora se estima en 200.000 euros directos lo que hay en juego. Hay ciertos cotos, como los de cabra montesa, donde se llega a pagar 30.000 euros por el aprovechamiento.
Laura Duarte, portavoz del Pacma, 
considera estos miedos exagerados. "No dudamos del impacto económico en 
determinados lugares de Castilla y León, pero la caza no es el sustento económico del mundo rural,
 sino la base del negocio de algunas personas que tienen intereses en 
esta actividad". 
 Es más, Duarte rechaza de plano la tesis sostenida por 
alcaldes y agricultores porque lo realmente importante de cara al futuro
 es proteger el medio ambiente, no el problema inmediato del dinero no 
ingresado para el cual se deben estudiar alternativas. 
"No
 se puede abordar esto como un problema económico cuando lo que está en 
riesgo es el medio ambiente", sostiene. "Las consecuencias futuras de 
seguir permitiendo la caza pueden ser irreparables. 
El auto aprecia que por encima de todo están los intereses ecológicos.
 La caza no solo mata animales, también contamina los acuíferos por 
culpa del plomo, crea desequilibrios entre especies y genera cambios en 
los ecosistemas por el movimiento de las poblaciones. Hay que actuar de 
inmediato. Es mentira que la economía rural se vaya a hundir si no hay 
caza".
El 
Pacma ha sabido aprovecharse de una ley anticuada
 y poco precisa para dar este golpe de efecto. Primero tuvo éxito 
recurriendo el Reglamento de Caza por falta de información clara sobre 
cómo se conservan las especies cinegéticas, cómo se controla su 
población y cuál es su distribución geográfica. 
Ahora ha logrado 
suspender la Orden de Caza, que especifica qué especies y cuántos 
ejemplares se pueden cazar. Hace varios años que no se efectúa un censo en Castilla y León,
 y ante la duda razonable de cuántos ejemplares hay y qué especies 
podrían encontrarse en peligro, la jueza Martínez Olalla ha paralizado 
cautelarmente la actividad. Este fallo es recurrible y en ningún caso 
firme.
"Esperamos que todo quede resuelto este mes", adelanta el coordinador de COAG. "Afortunadamente todos los partidos políticos y la Junta han reaccionado en el mismo sentido,
 todos entienden que la caza es fundamental para la supervivencia del 
mundo rural. Esperamos que se redacte y se presente una propuesta de ley
 clara y concisa que recoja las especies cinegéticas y regule la caza 
con claridad. La ley actual está mal hecha y es normal que si alguien la
 recurre el juez le dé la razón". 
La Junta le ha dado prioridad a la 
confección de esta nueva ley, que actualiza la de 1996 y ha de quedar 
aprobada antes de la disolución de las cortes autonómicas.
Para el Pacma, este frente común para tumbar su acción 
judicial y ganar la batalla es un mal síntoma. "Prefieren proteger al 
cazador en lugar de a la fauna silvestre", se lamenta su portavoz. 
"Aunque yo no daría por seguro que esa ley implique la vuelta de la 
caza, porque el reglamento está suspendido por orden judicial". La clave
 estará en si el TSJCyL aprueba el recurso presentado por la Junta para 
levantar la suspensión. De lo contrario, el problema puede enquistarse mucho más.
La
 situación es, en realidad, muy tensa desde hace tiempo. En abril de 
2018, una concentración de agricultores damnificados por la plaga de 
conejos en Castilla-La Mancha terminó con tensión y un herido por la acción policial cuando los manifestantes trataban de irrumpir en el Parlamento autonómico en 
Toledo.
Animalistas y gente del mundo rural se echan los trastos a la cabeza 
sobre quién es el responsable del actual desequilibrio de especies 
salvajes. 
Agricultores y ganaderos insisten en que el descenso de 
cazadores en los montes, producido en buena medida por el abandono de 
los pueblos, hace que especies como el jabalí, el conejo y el corzo
 campen a sus anchas. Incluso el lobo, que ya alcanza 2.000 ejemplares 
en Castilla y León. 
Por contra, los animalistas aseguran que la culpa es
 de los cazadores, que realizan sueltas incontroladas de ejemplares para luego poder darles muerte en los cotos.
En efecto, existen las sueltas y 
hay un negocio regulado en torno a ellas.
 Los animalistas también señalan la degradación de los hábitats 
naturales para argumentar que en realidad no hay superpoblación, sino un
 desplazamiento masivo de ejemplares hacia zonas donde pueden encontrar 
comida, entre ellas los núcleos urbanos que tantas alarmas está 
provocando.
Lorenzo Jiménez es alcalde de 
Villardeciervos, en la Sierra de la Culebra de Zamora, y es de los pocos
 alcaldes que se encuentra dividido. Por un lado, se reconoce 
conservacionista y poco amigo de la caza, pero por el otro entiende que 
es un negocio fundamental para la supervivencia de muchos municipios y 
familias al que es complicado encontrarle una alternativa.
 "Esto es más complejo que si unos tienen razón o no. 
En los pueblos 
tampoco podemos decir que seamos unos grandes gestores de la fauna 
silvestre. Cuando se autoriza una batida de zorros, por ejemplo, a los 
tres meses salen los sindicatos diciendo que hay demasiados conejos. Es 
lógico que si matas los zorros se disparen los conejos. Necesitamos 
regular mejor todo esto".
En Villardeciervos, en la zamorana Sierra de la Culebra, dependen poco de la caza.
 El municipio ingresa 7.000 euros por su coto, una cifra modesta, y el 
alcalde asegura que las visitas de turistas para observar la naturaleza 
dan más dinero a los negocios locales que la caza. No obstante, la 
tónica general en municipios menos atractivos para el turismo es que la 
caza copa un porcentaje muy elevado de pernoctaciones y gasto en 
restaurantes, bares y tiendas locales.
Javier Faúndez es presidente de la mancomunidad Tierras
 de Aliste, alcalde de Trabazos y senador del Partido Popular por 
Zamora. Los cotos de su municipio, que engloba a cinco pueblos y 967 
habitantes, generan 30.000 euros. En su caso, como en otros muchos 
ayuntamientos, los derechos cinegéticos están cedidos a las juntas 
vecinales, que lo revierten en labores de siembra, desbroce y plantación de árboles
 o mantenimiento de caminos. "Prolongar esta suspensión sería demoledor 
para el comercio. 
Hablamos de algo tan sencillo como un apicultor que 
por culpa del odio que cierta gente tiene a la caza no puede vender su 
miel y no tiene dinero para vivir. El Pacma es un conglomerado de 
personas idealistas que no tienen contacto ninguno con el mundo rural, y
 piensan que es un paraíso venir 15 días al año a ver animalitos correr 
por los campos sin pensar en quién les alimenta todo el año, que son los
 agricultores perdiendo miles de euros en cosechas".
Faúndez va más allá y asegura que "ya hay agricultores en muchas zonas de Castilla y León que tiran la toalla y no siembran
 porque es tal el censo de caza mayor y de conejos que es inviable 
cultivar nada".
 La alcaldesa de Mazuelo de Muñó también es muy crítica: 
"Una cosa son los documentales en la tele y otra la realidad. Hay que 
vivir en el medio rural y ver los animales para opinar. En mi pueblo ahora hay corzos cuando nunca los ha habido.
 Hay gente vallando las viñas porque los animales se las comen. ¿Saben 
en el Pacma que los animales salvajes también comen? Yo soy agricultora y
 puedo decir que, si no se controla, la población de jabalíes o conejos 
arrasan tu trabajo. Es muy bonito querer ver a los animales corretear 
por el campo con el dinero de otros".
Desde el Pacma 
rechazan la acusación de urbanitas sin conocimiento rural. "Yo misma he 
vivido muchos años en un pueblo y conozco cuáles son los problemas de 
los entornos rurales, y no son justamente los que dicen los cazadores. 
No entiendo que nos ataquen cuando somos quienes más nos preocupamos del mundo rural", se defiende Duarte.
Más allá del peligro para los cultivos, en Castilla y León todos temen por la expansión del jabalí,
 que ya es plaga en varios lugares de la península, animal que se 
convierte en perfecto portador de la fiebre porcina africana, capaz de 
arruinar la potente cabaña porcina castellanoleonesa. 
"Hablamos de un 
negocio de 7.000 millones de euros. Si sale un caso de 
peste porcina africana nos cargamos todo sector porque no podremos 
exportar", advierte el coordinador de COAG. Alemania y Francia ya han 
creado cordones sanitarios para protegerse de esa enfermedad que en 
Europa afecta a ejemplares principalmente de Rusia y Rumanía.
El gran problema de base en la guerra entre el Pacma y los representantes del mundo rural es que no existe posibilidad de entendimiento. Empresarios y algunos ecologistas están dispuestos a negociar un cupo de especies y ejemplares aptos
 para la actividad cinegética, pero los animalistas, con el Pacma a la 
cabeza, rechazan cualquier diálogo que entrañe matar un solo animal. 
"Tenemos capacidad de encontrar soluciones más fáciles e inmediatas que 
abatir animales para controlar las poblaciones, como es la 
esterilización, la devolución de especies a su hábitat o el vallado de 
carreteras para no poner en peligro vidas humanas", sostiene el partido.
 En el otro lado, la reacción vuelve a ser la misma: el Pacma no ha 
entendido nada.