No,
no es posible la tranquilidad sanitaria, climática o ambiental en la
comarca murciana del Noroeste. De pronto, a una ristra de desgracias
acumuladas en los últimos años, se ha de añadir una amenaza nueva
y novedosa, que un pardillo de la prensa regional ya ha saludado,
según usos y costumbres, con evidente aire de satisfacción: “la
Región de Murcia puede convertirse en territorio pionero en el
almacenamiento geológico de CO2”.
Tenemos delante un
proyecto que, como tantos otros, cae sobre una región de pronunciado
subdesarrollo social y político, abierta siempre a cualquier globito
de colores que le ofrezcan pillos u oportunistas nacionales o
extranjeros a cambio de extraerle, entre el jolgorio general de sus
élites, sus valores naturales más sagrados, sus territorios más
valorados o su futuro más sensible.
El
proyecto -sigo en cuanto a descripción del proyecto los datos que
aporta el diario La Verdad del 28 de septiembre de 2025-
consiste en habilitar un almacén subterráneo para acumular, por
inyección, CO2 en ingentes cantidades, “hasta 366,4
millones de toneladas”, en un área de 46 kilómetros cuadrados y a
profundidades de entre 640 y 850 metros, recurriendo a una estructura
porosa y bajo una capa de materiales suficientemente impermeables
para que el gas no pueda ascender a la superficie.
La zona
contemplada, que se sitúa en el municipio de Moratalla en forma de
triángulo irregular entre los ríos Benámor y Argos, en la
vertiente septentrional de la sierra de la Puerta, fue descrita en su
día como adecuada para este tipo de depósito por el Instituto
Geológico y Minero (IGME), y ahora señalada por Nexwell, un fondo
de inversión norteamericano, como objetivo empresarial.
Para
encarar este proyecto, aunque sea con carácter de urgencia, conviene
organizar los argumentos críticos en cuestiones de principio y en
aspectos concretos, no sin antes aludir a una “cuestión de
procedimiento” que es el hecho de que, como de costumbre, estas
cosas se conocen de pronto y por la prensa, sin que las
administraciones implicadas informen oportunamente, haciéndolo
generalmente siguiendo las indicaciones de las empresas interesadas e
incurriendo en deslealtad para con sus conciudadanos.
Y así, nos
encontramos con que el IGM ya había designado esta zona,
secretamente, como apta para el almacenamiento de carbono, pero -más
indignante todavía- la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia
no ha informado a la opinión pública de ningún movimiento de la
empresa interesada, que viene gozando de un “primer permiso de
exploración para realizar pequeñas catas superficiales”
prorrogado sucesivamente y que ahora amplía para realizar “un
sondeo de monitorización preliminar de investigación”.
Supongo
que el Ayuntamiento de Moratalla no ha tenido conocimiento de esos
permisos e intervenciones en su propio municipio, pero en cualquier
caso hay que recordarle que cualquier cata o trabajos en el suelo
deben someterse a licencia municipal, digamos urbanística, así como
al asentimiento de sus propietarios.
El
primer “principio general” que surge al abordar este proyecto,
que se incluye en el nuevo paradigma de la “descarbonización”,
se ampara en las políticas comunitarias y, al parecer, se atribuye a
un “retraso” de España en sus iniciativas de retención del CO2,
debe inscribirse en esa filosofía -estúpida, fatalista,
inaceptable- de “adaptación al cambio climático” que no debe de
ser aceptado por una opinión pública informada y consciente, que
siempre habrá de exigir que se reduzcan esas emisiones en origen, no
“atrapándolas” una vez producidas ni “adaptándose” a ellas.
El
segundo es que no se debe aceptar ni dar por hecho que la sociedad
desarrollada sea incapaz de resolver sus problemas ambientales, sino
que siga empeñada en producirlos, jugando la baza de los depósitos
o vertederos de agentes contaminantes, sean residuos urbanos,
tóxicos, radiactivos o -como en este caso- químicos de gases de
invernadero.
El
tercero es que esta iniciativa -de inmenso coste económico y
ambiental- se inscribe en la “Feria de la descarbonización”, en
la que el capitalismo más voraz y contaminante se pone las botas
haciendo de salvador y de solución de sus propias inmundicias,
creando para políticos y científicos esa farsa de la “Economía
verde” (que nunca quiere ser “ecológica”), como insaciable
generadora de “negocios verdes”: con seguridad que el fondo de
inversión interesado (hay que indagar, ya, si es de capital
judío-israelí, por si hay que redoblar la ofensiva) participa en
numerosas empresas gran productoras de contaminación, incluido el
CO2, dedicándose -como es habitual en fondos y finanzas-
a una cosa y su contraria, a generar contaminación y a sofocarla, a
un contendiente bélico y a su enemigo… con esa amoralidad tan
propia de los negocios internacionales.
El
cuarto sería que hay que vetar la manipulación del
subsuelo para su comercialización, de parecida forma (pero, a ser
posible, con más éxito) a como habría que prohibir las
manipulaciones climatológicas, mirando en primer lugar por la
conservación de los acuíferos y su estabilidad general, tanto
geológica como físico-química e incluso biológica.
En
el conjunto de los principios generales a plantear hay que incluir
una consideración que no por necesidad de matices debe de ser
ocultada: como otras instalaciones de impacto, preocupación e
inseguridad generadas por ciertas industrias y en ciertas zonas,
estos depósitos, en realidad “basureros” molestos o peligrosos,
deben de planificarse en las áreas que los producen, dado que hay
que tener muy en cuenta que el mundo industrial-productivo no tiene
la menor intención de reducir la producción de estos residuos o
contaminantes, siendo tradicional la actitud de desplazar a áreas
lejanas estos perjuicios.
Porque las áreas bien conservadas con
recursos naturales cada vez más escasos deben de quedar excluidas
terminantemente de estas instalaciones abusivas e injustas,
anteponiendo las razones éticas y ambientales a las técnicas o
políticas; esto tiene carácter casi de ficción, por eso es la
opinión pública y la sociedad organizada las que deben imponer el
equilibrio y la sensatez en este tipo de alternativas o dilemas.
El
conflictivo NIMBY (not in my backyard, no en mi patrio
trasero) debe teñirse, pues, de estas dos consideraciones vigorosas:
que el riesgo lo soporten quienes lo producen y que la resistencia se
extienda, también, a quienes participan, aunque sea
involuntariamente, en esas actividades de impacto, tanto las
poblaciones inmediatas como los sindicatos industriales.
En nuestro
caso, si hay que habilitar un depósito de almacenamiento del dióxido
-aunque debe quedar claro que como principio se trata de una
iniciativa rechazable-, este debiera de planearse para el subsuelo de
Escombreras o Cartagena, que es donde más CO2 se emite de
la Región, y que la ciudadanía “beneficiada” por la industria
se enfrente a las contradicciones ambientales del desarrollo
industrial, así como a las suyas propias. Solo así se trabaja por
un medio ambiente mejor, a través del debate y el conflicto.
Dentro de las cuestiones concretas a valorar frente a este proyecto,
la primera debe ser que el Noroeste es la comarca de mayores valores
ambientales de la Región de Murcia; sin embargo, cada día se cierne
sobre ella alguna agresión nueva o la agravación de las ya
existentes, a las que su gente ha de enfrentarse con todos los
instrumentos a su disposición.
Y
de esos valores naturales, directamente amenazados por el depósito
de CO2, son los acuíferos los que hay que defender a capa
y espada, porque ya están sometidos a una odiosa explotación, en
buena parte ilegal, y ya muestran su declinación con la ruina de
algunas fuentes y manantiales.
De ahí que la comarca entera debe
impedir que su subsuelo se trajine, y menos por un proyecto que es
contradictorio con cualquier política ambiental de alcance, que es
osado por la alteración sustancial que hace del subsuelo e injusto
por someter a un territorio y unas poblaciones a riesgos y amenazas
de cuya generación no son responsables.
No
deja de ser llamativo que el depósito para retener el CO2
se quiera construir precisamente en la zona más boscosa de la
región, como es el municipio de Moratalla, y por lo tanto gran
absorbente de ese gas, lo que no es ninguna broma ni tomadura de
pelo, sino un gesto grotesco que debe reforzar el rechazo.
Hay
que recordar que cuando se trabajó en los depósitos submarinos
frente a Vinaroz y el Delta del Ebro, para habilitarlos para
almacenamiento estratégico de gas natural, se desencadenó una
sucesión alarmante de movimientos sísmicos que se atribuyeron a
estos manejos imprudentes del subsuelo (abandonándose finalmente el
proyecto).
Nuestro
Noroeste está en apuros y le crecen los enanos. Ahora sufre la
agresiva y expansiva enfermedad de la “lengua azul” en su cabaña
ovina, precisamente en un territorio donde la calidad de esa cabaña
ha generado valores y esperanzas, siempre vinculados al secano y sus
potencialidades.
Y lleva años soportando la invasión de granjas
porcinas insidiosas y pretenciosas, que ya han disparado, sin rubor
alguno, esa nueva plaga de las plantas de producción de biogás con
origen en los purines de cerdo.
Sin que cesen, sino todo lo
contrario, las extracciones de agua del acuífero, ilegales o
irresponsables, con ampliación constante de nuevos cultivos de
regadío y nuevos golpes al territorio y al subsuelo. Con, por
añadidura, una persistente acción aérea anti granizo que altera
sistemáticamente el ciclo hidrológico.
Afortunadamente,
el otro gran proyecto de almacenamiento subterráneo de CO2
en España, previsto en el Maestrazgo turolense, se viene enfrentando
desde que se dio a conocer a un firme rechazo municipal y social.
Es
el camino que debe seguir el proyecto de Moratalla con sus absurdos
“climáticos”, sus agresiones ambientales y sus codicias
económicas: un rotundo rechazo y una movilización social amplia, no
solo moratallense o del Noroeste, sino de toda la sociedad murciana.
https://alteridadperiodicocultural.blogspot.com/2025/09/aquella-brisa-de-los-veranos-de-antes_29.html?m=1
(*) Ingeniero técnico de Telecomunicación, licenciado en Ciencias Políticas, ex profesor en la UPM, activista ambiental y Premio Nacional de Medio Ambiente.