La
 Fèdèration pro Europa Christiana informa que en 2015 hubo en Francia 
810 ataques contra lugares de culto cristiano y cementerios, 
incluyendo incendios y robo de objetos litúrgicos. En 2016 
siguen los ataques: contra una parroquia de Martigues, una iglesia 
de Saint-Genest, el cementerio de La Chappelle-du-Bard, etc. Y 
ataques cibernéticos contra instituciones religiosas: cien 
debidos a una sola célula, encabezada por tunecinos.
La 
insuficiencia de información se da también en torno a un número 
infinitamente mayor de crímenes contra cristianos, cometidos en
 Oriente Medio por los mismos grupos ideológico-religiosos 
conocidos como ‘yiahdistas’. Respecto de sus actos en aquellas 
lejanías, la información es pobre, o busca no ser alarmante, o no
 existe.
Sin embargo, la eliminación de las comunidades 
cristianas de Iraq y Siria, sea a través de asesinatos masivos, 
expulsiones de sus hogares, o reducción a la esclavitud de sus 
mujeres y niñas, han sido constantes desde que en 2014 se instituyó 
el llamado Estado Islámico. Apenas en el año actual empieza a 
adquirir grosor la información sobre sus crímenes a gran escala.
Un
 dossier documental recién publicado por el Hudson Institute, de 
Washington (“The ISIS Genocide of Middle Eastern Christian Minorities 
and its Jizya Propaganda Ploy”, por Nina Shea, del Center for Religious 
Freedom, que el Hudson Institute hace suyo) permite que a través suyo 
se tenga acceso a varios más, de los que resalto los siguientes: 1)
 “Genocide against Christians in the Middle East Report”, por los 
Knights of Columbus; 2) “Religious Persecution in the Midddle East and 
its Effect on the UK”, de la biblioteca de la Cámara de los Comunes 
británica, y 3) el documento de la Independent Commission of Inquiry
 on Syria, titulado “They came to destroy: ISIS Crimes against the 
Yazidis”, que se centra en esta minoría religiosa sometida a 
tratamientos genocidas particulares, como secta supuestamente
 hereje del Islam.
El documento principal del Hudson Institute
 dirige una acerba crítica contra el último de esos documentos. 
Este es el producto de una comisión formada en la órbita de la 
Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. La crítica se 
funda en que el informe da por supuesto que en las áreas ocupadas por
 el EI los pueblos no musulmanes pueden acogerse al principio legal
 de la ‘Jizya’, por el cual pueden vivir libremente junto a la 
comunidad de fieles con sólo pagar un tributo a la autoridad 
islámica.
Según Nina Shea, la aplicación de la‘Jizya’ a los 
no creyentes por parte del EI no es más que un engaño 
propagandístico, que se lanza a la población ‘infiel’ antes de 
ocupar sus poblaciones, para que se sometan de buen grado para, a 
continuación, extorsionarlas en sus bienes, esclavizarlas, 
desplazarlas o, simplemente, eliminarlas físicamente. Esta 
argucia sirve tanto contra los cristianos católicos o 
protestantes, como contra los yazidis, y también contra otras 
minorías menos notorias, como los sabeos, mandeos y kakais.
La
 autora del informe aporta una larga lista de testimonios. Éstos, 
básicamente, constituyen la base documental sobre la que la 
Cámara de Representantes y el Senado del Congreso de los Estados Unidos 
determinaron que las acciones del EI contra las minorías 
religiosas constituían actos de “genocidio”. Esta es también la 
actitud oficial adoptada por el secretario de Estado, John Kerry, 
en referencia a los cristianos de la provincia de Nínive y las 
partes de Siria ocupadas por el EI.
El informe aporta una larga 
lista de testimonios de ataques producidos desde 2010, aunque 
advierte de que el inicio de los ataques sectarios contra otras 
religiones puede datarse en 2004, cuando las iglesias de Bagdad 
fueron blanco de acciones terroristas perpetradas por Al-Qaida en 
Iraq, el Estado Islámico de Iraq y milicias chiitas.
La
 ‘jizya’ tuvo largos periodos de vigencia legal bajo los diferentes 
califas, reyes y sultanes del Islam, alternando con periodos de 
represión y suspensión de sus provisiones. El sultán turco 
suspendió la ‘jizya’ definitivamente, bastantes años antes de la 
caída de su imperio, producido en el segundo decenio del siglo 
pasado. Los arreglos coloniales posteriores a la primera guerra 
mundial, bajo la hegemonía de potencias occidentales, 
protegieron las minorías cristianas de Oriente Medio frente a las 
mayorías musulmanas, asegurándoles, bajo ciertas condiciones 
políticas ofrecidas por gobernantes occidentalizados en mayor o
 menor medida, papeles significativos en los ámbitos de la 
cultura y los negocios. El hecho de que su status jurídico 
estuviese garantizado por autócratas laicos, como al-Assad padre
 e hijo y Sadam Hussein, no les ha favorecido en las nuevas 
circunstancias geopolíticas de Oriente Medio.
Este 
dramático giro de la historia viene representado en el informe de
 Nina Shea: “No hay pruebas de que ISIS haya satisfecho las 
obligaciones del califato bajo un acuerdo de ‘jizya’. De hecho, 
independientemente de cualquier pago hecho por los cristianos, 
el ISIS prohíbe y castiga el culto cristiano, ataca a los cristianos y
 a sus familias, y roba sus propiedades… Lo que el ISIS llama 
’jizya’ – sigue diciendo Shea - es simplemente extorsión y dinero 
de rescate, que en el mejor de los casos asegura una protección 
pasajera contra los ataques del ISIS”.
La falsedad de las 
supuestas garantías ofrecidas por el EI queda probada, según el 
documento, por el hecho de que Abu Omar al-Bagdadí, el 
autoproclamado ‘califa’ de los musulmanes, declaró en marzo de 
2007 que el pacto bajo la ‘jizya’ era “nulo y sin contenido”, y que 
los “pueblos del Libro son (ahora) pueblos de la guerra, y por lo 
tanto sin derecho a protección”.
Si los cristianos, añadía, 
desean paz y seguridad, “deben iniciar una nueva era bajo el Estado 
del Islam, de acuerdo con las estipulaciones de Omar (el califa 
Omar de la historia), que ellos han anulado”.
El juicio que a 
la autora del informe le merece la promesa de Omar se resume en el 
siguiente párrafo: “Tal como la entiende el ISIS, (la ‘jizya’) es 
casi siempre equivalente a la extorsión, y preludio o secuela de 
violencia contra los cristianos. En Nínive, la exigencia de la 
‘jizya’ fue el paso previo a las matanzas, secuestros, violaciones
 y la expropiación de la población cristiana… En Raqqa la oferta 
fue hecha después de que el ISIS hubiese cerrado las iglesias, 
quemado las biblias y secuestrado los sacerdotes”.
Los 
hechos expuestos en los anteriores documentos muestran que las 
religiones poseen una naturaleza intrínseca que las dota de un 
enorme alcance geopolítico, insospechado en tiempos de paz pero 
en carne viva en tiempos de crisis religiosa. Dado que en Oriente 
Medio se cruzan guerras de variada naturaleza (política, 
geopolítica, sectaria, social, etc.), para los contendientes se 
trata de una guerra total dentro del ámbito de su propia dimensión. Y
 dado que el EI tiene planteada esa guerra total en nombre de un 
califato universal, su consecuencia inexorable es la extensión 
de la guerra a los territorios donde dominan las religiones 
abrazadas por los “pueblos del libro”. Bajo esa visión, Europa, el 
territorio cristiano por antonomasia, es en consecuencia ‘un 
pueblo de la guerra’.
(*) Periodista