Ya en pleno verano profundo –con las temperaturas más altas desde que
 hay registros térmicos en las estaciones meteorológicas—, escribo este 
artículo  a propósito de la conferencia que dicté hoy en la mañana, en la Feria industrial china de ultramar, que se celebra estos días en Shenzhen, a la que fui invitado por el Gobierno de Guandong.
Esa circunscripción provincial china, compone, con sus alrededores, 
la mayor aglomeración demográfica del planeta, con una población algo 
mayor de 60 millones de personas; es decir, un equivalente a toda la 
magnitud demográfica de Italia, en una superficie de sólo una décima 
parte de ese país mediterráneo y, por consiguiente, con las densidades 
más altas de toda Asia, y ciudades archimillonarias como Hong Kong, la 
propia Shenzhen, Guangzhou, y Macao, por no citar sino las cuatro 
principales.
Debiendo destacarse que Shenzhen, una impresionante ciudad de arquitectura superavanzada, fue la primera zona económica especial de China, promovida para impulsar la economía del país más poblado del planeta, en tiempos de Den Xiaoping, el pequeño timonel,
 que cambió la faz de la República Popular, pasando del maoísmo 
igualatorio en la pobreza, al capitalismo de estado y de nuevos 
empresarios, con sus formidables efectos de crecimiento, y también de 
mayor desigualdad.
En la conferencia a que estoy refiriéndome, en la que inauguró la 
jornada sobre España nuestro Cónsul General, Manuel Pombo, Marqués de 
Casa Pombo, me correspondió hacer una revisión general de nuestra 
economía a la hora presente. Que es precisamente la materia principal 
del presente artículo, en lo que es una especie de análisis en busca de 
una síntesis. Y personalmente dedico este escrito a las hermanas Lidan, 
que están realizando una actividad extraordinaria para reforzar los 
lazos económicos y culturales entre China y España, desde su empresa 
Qimeng, con sede en España, en Barcelona, y en la propia China.
En mi intervención en Shenzhen, comencé recordando que la Unión 
Europea, integrada actualmente por 28 países –con algo más de 500 
millones de habitantes y un PIB comparable al de EE.UU. y China—, sufrió
 muy considerablemente la crisis económica mundial de 2008 a 2013. Que 
ya se conoce en la jerga de los economistas como la Gran Recesión (GR), en comparativa histórica con la Gran Depresión
 (GD) de 1929-39. Aunque las consecuencias económicas y políticas de la 
GR no han sido tan dramáticas como las de la GD del siglo XX. Debido, 
sin duda, al mayor grado de cooperación que existe actualmente en una 
economía mundial altamente globalizada; con instituciones como el G-20, 
IMF, OECD, WTO, etc.
Para ir superando las dificultades de esa fuerte caída en el ciclo 
económico de largo plazo, la UE creó nuevas instituciones de ayuda 
mutua, como los fondos de rescate; para hacer posible la ayuda a
 los Estados miembros con mayores dificultades. Como fue el caso de 
Grecia (por tres veces), Portugal, República de Irlanda y Chipre. Con la
 particularidad de un programa especial de ayuda a España para la 
reestructuración de su sistema de bancos y sobre todo de cajas de 
ahorros.
Actualmente, nos encontramos ya en una notoria recuperación 
económica, que en la Eurozona se sitúa en algo más del 1 por 100 de 
expansión del PIB global en 2015. Con el caso particular de España, ya 
en una tendencia de crecer al 4 por 100 en su PIB; lo que convierte al 
país en el más rápido en recuperación. Después de haber sufrido, 
especialmente en términos de empleo, por el estallido de las burbujas de
 la industria de la construcción y de la banca. Lo que explicó el mucho 
máximo volumen de paro de España dentro de la UE. Y lo que también se 
traduce, actualmente, en la más rápida creación de empleo de toda la 
Eurozona.
La recuperación económica española se aprecia hoy en toda una serie 
de aspectos. Y si hubiera que mencionar los de mayor potencia, cabría 
citar el aumento del consumo por la referida mejora del empleo, la 
disminución del precio de los hidrocarburos, el crecimiento de las 
inversiones nacionales y extranjeras, la expansión de las exportaciones 
de bienes y servicios (en buena medida por la política de depreciación 
del euro), la mayor facilidad de obtención de créditos por las nuevas 
operativas del Banco Central Europeo (BCE), etc.
Esos indudables progresos han permitido que la prima de riesgo haya 
bajado a niveles ya inferiores a 100 puntos en varias ocasiones, y que 
los tipos de interés, correlativamente, permitan hoy la emisión de bonos
 españoles a diez años con tipos muy bajos, del orden del 1,5 por 100. 
Lo que es reflejo de un reconocimiento de la mejora de la economía 
española por los mercados de capitales.
En síntesis, puede decirse que el crecimiento español de los últimos 
años ya no se debe a un sector construcción que llegó a representar el 
13 por 100 del PIB (ahora menos del 6), sino que hay que atribuirlo, 
sobre todo, a la internacionalización de la economía española. Que ha 
conseguido en los últimos años superávit en su balanza por cuenta 
corriente de bienes y servicios. Y aunque tal vez aún es demasiado 
pronto, cabe intuir que el modelo de desarrollo está 
internacionalizándose de manera decisiva.
Todo lo anterior, se ha producido en el contexto de un mercado 
mundial en el que todavía EE.UU. no tiene garantizado un crecimiento 
sostenido, y en el que China está en una fase de desaceleración (slowdown),
 en la cota del 7/7,5 por 100 de expansión de su PIB. De modo que dentro
 de la recuperación económica española han influido de manera importante
 las reformas introducidas en el sistema bancario, en el mercado 
laboral, y en algunos aspectos de la propia organización de la 
administración pública. Reformas que deben seguir haciéndose para 
conseguir una economía más flexible y en mejores condiciones para los 
emprendedores y las inversiones foráneas.
Hemos hecho, pues, una síntesis de cómo ha evolucionado la economía 
española en los últimos años, para llegar a la conclusión de que estamos
 en una fase recuperativa de nuestra estructura económica, con elementos
 muy alentadores en cuanto a la continuidad de ese proceso. Algo que 
muchos no aprecian por su miopismo acientífico, o por su pretensión de 
que el adversario político está perdido en la selva obscura de la 
recesión y de la crisis. Cuando lo cierto es que la primera ha sido ya 
superada, y la segunda está siendo ya muy minorada.
(*) Catedrático emérito de Estructura Económica en la Universidad Autónoma de Madrid