Una de las escenas más hilarantes de ‘La vida de Brian’, la célebre 
comedia de Monty Python, tiene lugar al pie del cadalso cuando los 
romanos huyen despavoridos al ver aproximarse a la carrera a trece 
miembros del autodenominado ‘Frente del Pueblo Judaico’. Para 
desesperación de Brian, resultaron ser miembros de un escuadrón suicida 
que, al grito de «así aprenderán esos romanos», se apuñalaron en el 
corazón para dar un escarmiento a los invasores. 
En el terreno de la 
política regional sucedió algo parecido hace pocos años cuando el 
entonces portavoz de UPyD en Caravaca, el hoy líder regional de 
Ciudadanos Miguel Sánchez, anunció que renunciaría a su acta de concejal
 si en diez días no dimitía el alcalde Domingo Aranda, recién imputado 
por el caso ‘Roblecillo’. El primer edil no dimitió y Miguel Sánchez se 
inmoló: «Me voy más que en un gesto de generosidad, en un gesto de 
dignidad». Como en ‘La vida de Brian’, ese ‘suicidio’ político tuvo su 
punto teatral porque Sánchez resucitó al cabo de un mes en Ciudadanos, 
aunque las escrituras no apócrifas oficializan que se cayó del caballo, 
como Pablo de Tarso, cuando en ese ínterin vio la luz en un mitin de 
Albert Rivera. 
De lo que no hay duda es de que Miguel Sánchez es un 
político que cumple su palabra y se esfuerza por estar a la altura del 
éxito sobrevenido de un partido formado con una precipitada leva de 
disidentes de uno y otro lado para hacer frente al ‘imperio’ popular, 
unidos todos bajo la bandera de la regeneración democrática. Ciudadanos 
sabe que se juega hoy el ser o no ser en la Región, si lo firmado en el 
pacto de investidura de Pedro Antonio Sánchez no se lleva a término por 
el cauce que sea, ahora que empiezan a mostrar también fortalezas con su
 trabajo en las instituciones regionales. 
Por eso Albert Rivera no 
apunta otra solución que la dimisión del presidente regional desde que 
fue citado a declarar el 6 de marzo como investigado, antes imputado, 
por el ‘caso Auditorio’. En su estrategia de defensa de PAS, el Gobierno
 de Rajoy y Génova han hecho todo lo posible en estos días para 
debilitar el empuje de Ciudadanos mostrando sus ambigüedades: el apoyo 
al alcalde socialista de Granada (investigado por varios delitos), su 
apuesta por fijar en una ley la línea roja para las dimisiones por 
corrupción en la apertura de juicio oral, la obviedad compartida de que 
no es lo mismo meter la pata que meter la mano… 
Finalmente, los líderes 
nacionales de C’s y PP pactaron una tregua que expira el día 6 si PAS no
 ofrece el próximo jueves a Miguel Sánchez un candidato alternativo del 
PP para la presidencia. Y es que unos y otros saben que una moción de 
censura implica un acuerdo con Podemos y posiblemente la elección de un 
presidente del PSOE, lo que no entenderían los votantes de la formación 
naranja. A estas alturas, el asunto huele a muerto, pero está por ver 
quién actuará como escuadrón suicida por mor de un pacto de investidura 
que entraña riesgos para ambas partes en función de cómo acabe la 
historia. Como medida disuasoria, Pedro Antonio Sánchez ya ha hecho 
saber, por vía indirecta, que como está convencido de que el caso será 
archivado rápidamente, podría ser él quien convocara elecciones 
anticipadas después, con previsible resultado arrollador. 
     Es obvio que el peor pronóstico de partida es para PAS, pese a 
que ha logrado interiorizar en el Gobierno de Rajoy y en Génova, ambos 
todavía afectados por lo sucedido con Rita Barberá, que este caso se 
archivará como los anteriores. Lo ha conseguido sobre la base de una 
clara convicción en su inocencia pero también de un relato trufado de 
fantasías sobre el número de querellas penales recibidas (en realidad ha
 tenido dos en Murcia y solo una impulsada por el fiscal), de juegos 
florales de naturaleza semántica sobre los presuntos delitos 
investigados (que son contra la Administración pública y catalogados de 
corrupción por el CGPJ) y una interpretación jurídica de un pacto de 
investidura que está muy claro.
 Nada de eso se dirimirá en el TSJ porque
 forma parte del ámbito de la política y no tendrá ningún peso, ni a 
favor ni en contra, en la verdad judicial que terminará por emerger. 
Pese a que ha generado un colosal problema añadido al Gobierno con su 
indiscreción sobre el dictamen de la Fiscalía Anticorrupción, PAS sigue 
teniendo hoy el respaldo de Madrid porque confían en su inocencia, 
valoran su acción de gobierno, creen que representa el futuro del 
partido y el propio presidente ha dejado en evidencia, con esos más de 
5.000 avales, que su liderazgo regional es incuestionable. Por tanto, 
entienden que tiene el derecho a defenderse ante el TSJ, más aún si 
asegura por activa y por pasiva que quedará demostrado que los «errores 
administrativos» en la tramitación del Auditorio no son ilícitos 
penales. 
    Los problemas internos vendrán si después de su declaración la 
instrucción se alarga durante muchos días o algunas semanas, lo que es 
muy probable. Y no lo digo porque ponga en cuestión su inocencia, sino 
porque sería impensable desde el punto de vista procesal que se 
produjera un hipotético sobreseimiento nada más terminar de declarar o 
que tanto el fiscal y las acusaciones particulares no lo recurrieran, 
entonces o en días posteriores, para que se pronunciara la Sala de lo 
Civil y lo Penal compuesta por tres magistrados. El instructor del caso,
 Pérez Templado, ha demostrado ser un magistrado que no marea las 
causas, pero se tomará sus tiempos, que son distintos a los de la 
política, para dar todas las garantías procesales y porque su resolución
 será mirada con lupa, cualquiera que sean sus conclusiones.
    El pacto de investidura que firmaron voluntariamente PP y 
Ciudadanos fue un acuerdo político que hoy nos afecta a todos, tanto a 
quienes consideran que la imputación indiciaria de un delito debe llevar
 aparejada la dimisión como a quienes creemos que debe ser en el momento
 previo a la apertura de juicio oral. Lo menos que cabe exigirles a los 
partidos es que actúen con responsabilidad, sin menoscabar la presunción
 de inocencia de nadie ni someter a la ciudadanía a relatos y debates 
carentes de veracidad. Esta crisis de descrédito nacional e 
inestabilidad política debe cerrarse cuanto antes sin perder de vista el
 interés general y sin renunciar a despejar toda duda sobre la actuación
 ajustada a la legalidad de quien representa institucionalmente a todos 
los murcianos. Lo contrario sería suicida para todos.
(*) Periodista y director de La Verdad