Suele decirse que una buena campaña de 
comunicación política es aquella que consigue transmitir de modo rápido,
 sencillo, claro y masivo el mensaje del candidato o candidatos, cuando 
el electorado capta el contenido de su discurso, la verdad de sus 
intenciones y no hay confusión ni enredo. Los mejores asesores de 
comunicación (esos pájaros que reclaman siempre para sí los créditos de 
la victoria y desaparecen misteriosamente en la derrota) son los que 
consiguen convencer a la gente de la sinceridad y la veracidad de quien 
les paga.
Mentira. Eso es lo que dicen, pero no lo que hacen.
La
 mejor comunicación política -una actividad en la que el embuste es 
consubstancial a casi todos los discursos- es la que vende como verdad 
una mentira, la que mejor oculta las auténticas intenciones de los 
candidatos, la que los ayuda a engañar a la gente, a falsear sus 
propósitos y tergiversar sus términos. Gana el que más miente. 
Tómese
 un ejemplo cercano y sencillo: ¿cuántos de los partidos que se 
presentan a las elecciones del 24 de mayo reflejan en sus nombres, 
títulos, marcas o siglas sus programas o intenciones? Solo dos y medio: 
el Partido Socialista Obrero Español, el Partido Nacionalista Vasco y, 
en parte (por eso lo considero medio) Esquerra Republicana de Catalunya.
 Curiosamente, tres de los cuatro partidos más antiguos del país. El 
otro, el Partido Comunista de España, que yo sepa, no se presenta a las 
elecciones bajo sus propias siglas, sino camuflado con otras. 
Para
 la sana mentalidad burguesa reformada, la base del negocio comercial es
 que las marcas digan la verdad, no engañen ni confundan con malas artes
 y peor fe la confianza de los clientes y consumidores. ¿Qué sucede en 
España hoy? Que salvas las dos excepciones y media citadas, todas las 
ofertas, partidos, coaliciones que se presentan a las elecciones, tratan
 de engañar, de mentir a la gente, de presentarse como lo que no son. 
Los ejemplos:
El partido popular
 lleva su afición al embuste y la patraña al extremo de que, al 
principio, ni siquiera se llamaba "partido", término que horrorizaba a 
los franquistas que lo fundaron. Así se llamaron "Alianza", que trae 
siempre buenas connotaciones a la derecha, al estilo de la "Santa 
Alianza". Viendo que con esta triquiñuela no ganaba elecciones aceptó 
ser partido y, como adjetivo, "popular". Exactamente ¿qué quiere decir 
"popular"? Nada, cosa que sus miembros saben de sobra. Es un truco 
populista de cuarta regional que no puede ocultar el ridículo de que 
siga llamándose "popular"un partido que no tiene nada de popular. El 
éxito, sin embargo, de la campaña de comunicación, es decir, de embustes
 y mentiras, consiste en convencer a la gente de que es "popular" un 
partido literalmente cuajado de aristócratas como Aguirre, Morenés, 
Becerril, etc que, además, de engañar a la gente, la desprecian.
El Partido Socialista Obrero Español
 no oculta sus señas de identidad ni su título. Cuando menos, no miente.
 Es más, es tal el éxito de su marca "socialista" que sus adversarios, 
cuando le niegan esa condición, lo que hacen es reprocharle haber 
traicionado el significado del término,  no ser verdaderamente socialista,
 atributo que se autoadjudican con desparpajo, pero sin motivo porque, 
se pongan como se pongan la marca será siempre del que la puso en 
circulación.
 
La
 izquierda no socialista hoy canta la copla habitual, la de 
la "traición" al auténtico socialismo, la patraña de redefinir 
la "izquierda", apropiarse el término y negárselo a los otros. El 
término "izquierda" sustituye hoy al que verdaderamente la 
identificaba: el de comunista. En la comunicación política de la antigua
 constelación comunista, Izquierda Unida en todas sus fracciones, Podemos y
 demás derivados, la única palabra que no aparece es la de su razón  
ser, esto es, el comunismo que, como sabe todo el mundo, no sirve para 
ganar elecciones. O sea, dicho con claridad, apuestan por mentir y 
engañar. El intento de llevar la mixtificación al extremo de cuestionar 
la legitimidad del concepto mismo de izquierda cuando se es de 
izquierda eleva el propósito embustero y engañador a una demagogia casi 
neurótica. La propia de burgueses privilegiados apacentando al "pueblo" 
al que, obviamente, hay que engañar por su bien. E igual que con el 
Partido Popular, muchos anhelan que, en efecto, los engañen.
 
En Unión, Progreso y Democracia,
 una historia de éxito seguro, según algunos analistas políticos de ojo 
clínico qur los dioses les conserven, debido a las connotaciones 
positivas de los términos, la mentira era la de patas más cortas en toda
 esta historia: tres conceptos ampulosos para vestir y dotar de dignidad
 a un proyecto personal de supervivencia de una política, Rosa Díez, que
 no tenía literalmente nada que decir ni aportar a los problemas de la 
gente.
 
Ciudadanos
 es ya quintaesencia misma de la mentira y el engaño, muy al estilo de 
Podemos. Exactamente, ¿qué deben entender los votantes que propone 
Ciudadanos? Del nombre no se deduce nada. Igual podrían llamarse 
Caminantes o Seminaristas. ¿Y qué propugna? En realidad, nada: solo no 
hacer lo que se ha hecho hasta ahora y hacer lo que no se ha hecho. Puro
 embeleco 
 
Al lado de este coro de mentiras y falsedades, el Partido Nacionalista Vasco no
 engaña a nadie. El nacionalismo ha significado muchas cosas a lo largo 
de tiempo, pero siempre ha sido nacionalismo y el PNV su adalid. No se 
ha vestido de otra cosa, como Convergència i Unió, cuyo carácter independentista es una manifestación relativamente reciente.
 
La
 mentira y la mala fe son evidentes. De todos los partidos y formaciones
 que concurren a las elecciones, todos menos dos y medio, el PSOE, el 
PNV y, en parte, ERC, se presentan ocultando lo que son, mintiendo y  
tratando de hacerse pasar por lo que no son. 
 
Buen momento para los de comunicación política. 
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED