El hecho se produjo el viernes, 12 de marzo de 2021, momentos antes de anunciar la constitución del nuevo Gobierno con
 tres de ellos (el cuarto se mantuvo como presidente de la Asamblea 
Regional), y prácticamente a la misma hora en que los entonces 
secretario general del PSOE, Diego Conesa, y coordinadora regional de C's, Ana Martínez Vidal,
 firmaban en el Palacio de Guevara, en Lorca, el acuerdo de Gobierno que
 habría de surgir de la moción de censura presentada por ambas 
formaciones y que debía presidir la dirigente naranja. 
        
        
        
                                
        
        
        
                            
        La televisión autonómica, La 7, mantuvo durante un largo e insólito tiempo un plano general de la sala de San Esteban en que se anunciaría el nuevo Gobierno del PP, una vez desactivada la moción por
 la retracción de los diputados tránsfugas. La tele, los periodistas y 
algunos invitados tuvieron que esperar más de lo habitual en este tipo 
de comparecencias. 
Y es que desde las nueve de la mañana, y en sucesivas
 visitas, el presidente, López Miras; la vicepresidenta, Isabel Franco; el presidente de la Asamblea, Alberto Castillo, y los diputados Valle Miguélez y Francisco Álvarez acudían a la oficina del notario José Miguel Orenes Barquero,
 domiciliada en Alfonso X el Sabio, 8, entresuelo, para firmar un acta 
de manifestación por la que el primero se comprometía a incorporar a los
 demás a las listas electorales del PP para la siguiente legislatura, 
que se iniciaría dos años después. Por supuesto, este acuerdo nunca se 
hizo público. 
        No es posible detallar si accedieron a la notaría de uno en uno o
 por parejas, pero es seguro que no lo hicieron en grupo, y muy 
posiblemente el presidente y la vicepresidenta acudieron juntos. La redacción del documento
 fue aportada, al parecer, por el PP, aunque los de C's contaron con el 
asesoramiento del abogado Antonio Sánchez Lorente, hombre de confianza 
de Franco, de cuya consejería era secretario general y que más tarde fue
 nombrado consejero de Transparencia y Emergencias, cargo del que 
dimitió cuando se vio desbordado por el conflicto de los bomberos. 
        
        
        
                                
        
        
        
                            
        La iniciativa de condicionar al presidente a firmar este documento
 fue, al parecer, de Valle Miguélez. Recordemos que el grupo de C's en la
 Asamblea estaba fraccionado por parejas: Martínez Vidal y Juanjo 
Molina, quienes se mantuvieron leales al partido; Franco y Álvarez, que 
formaban tándem, y Miguélez y Castillo, que tenían mejor entendimiento 
entre ellos que con los demás. Desde luego, Franco y Miguélez no 
compartían muchas cosas aparte del saludo, si acaso. 
        
        
        
                                
        
        
        
                            
        Quien desactivó en la práctica la moción de censura fue Franco, pues la misma noche en que la firmó en la sede de Ciudadanos, en Centrofama, advirtió telefónicamente a López Miras y al alcalde de Murcia, José Ballesta, de lo que se les venía encima. (El relato pormenorizado de lo que sucedió entonces puede recuperarse en mi artículo «Albert Rivera hizo fracasar la moción de Arrimadas en Murcia y puso la puntilla a Ciudadanos», La Opinión, 6 de marzo de 2022). 
Por tanto, desde la misma noche en que firmaron la moción, Franco y Álvarez necesitaban del acuerdo de Miguélez y Castillo
 para que Martínez Vidal no fuera presidenta del Gobierno. Miguélez, con
 el presidente de la Asamblea, se unió a ellos, pero exigió, al parecer,
 que López Miras se comprometiera a mantener en la vida política a 
quienes lo salvaban de la moción más allá de los dos años que restaban 
de legislatura. 
        
        
        
                                
        
        
        
                            
        En las distintas confidencias a terceros, algunas involuntarias,
 que hemos cruzado para confirmar el contenido de este artículo, se 
coincide en que Franco quedó insatisfecha del acuerdo, ya que parecía 
sospechar de que Miguélez, además de garantizarse un puesto en la 
candidatura del PP hubiera precisado el número de orden en la lista, 
pues no es lo mismo ir en el puesto siete que en el veintisiete. Pero, 
al parecer, el documento firmado por los cinco es idéntico, aunque lo 
hicieran por separado. 
        
        
        
                                
        
        
        
                            
        Como es notorio, el presidente no cumplió lo firmado en el 
ecuador de la anterior legislatura. Llegado el plazo electoral para el 
28 de mayo de 2023, anunció unas listas en las que no aparecía ninguno 
de los diputados tránsfugas. ¿Cómo es, entonces, que 
éstos no hicieron valer el compromiso? Pueden aventurarse diversas 
hipótesis.
 Una, que hacerlo habría devaluado la opción del PP por una 
‘mayoría necesaria’ ante un Vox creciente, y les habría
 emplazado para cargos en el Gobierno, aunque esto último es improbable.
 Otra y principal: los diputados tránsfugas carecen de autoridad moral 
para hacer valer una firma cuando ellos mismos tardaron tres días en 
desdecirse de la suya, con la que rubricaron la moción de censura. 
Y una
 tercera: no podían admitir públicamente que quisieron forzar su 
continuidad en política, ahora de la mano del PP, cuando argumentaron 
que se bajaron del pacto PSOE/Cs, que precisaba del apoyo parlamentario de Podemos, para que no gobernara la izquierda y para mantener la estabilidad. 
        
        
        
                                
        
        
        
                            
        Es posible que López Miras, conocedor de estas contradicciones, se haya desentendido de lo acordado con los tránsfugas
 al sobreentender que ellos son los primeros interesados en no hacer 
público el pacto. 
Y porque es probable que algunos mantuvieran la 
esperanza de que el presidente, más tarde o más temprano, los 
recuperaría para algún cargo, pues ya dio buena prueba de agradecimiento
 cuando en la última remodelación de la anterior 
legislatura, en el sprint final de ésta, retuvo en el Gobierno a Franco y
 Miguélez a pesar de que no las necesitaba como diputadas.
 Se limitó a 
descargar de las competencias de Política Social a la vicepresidenta para evitar que siguieran creciendo peligrosamente las críticas soterradas del sector.
        
        
        
                                
        
        
        
                            
        En este sentido, la incorporación hace unos días de Francisco 
Álvarez como asesor de la consejería de Economía podría significarlo 
como el primero de la fila. ¿Detrás de él vendrán los demás? Se rumorea 
desde hace algún tiempo que Franco o Castillo podrían ir a la dirección de RTVMUR
 o que habría un puesto en la oficina de Bruselas para Miguélez.
 Álvarez
 ha sustituido en Economía al hermano del portavoz parlamentario del PP,
 Quino Segado, Domingo, quien se ha hecho cargo de una fundación o algo 
así. Pero el que fuera portavoz del Grupo Parlamentario de ex C's tiene 
perfil propio. En realidad es un veterano militante del PP que, por 
conflictos internos en Alcantarilla, fue uno de los primeros fundadores 
de C's con una candidatura local, y cuando concluyó la anterior 
legislatura volvió a solicitar el carné de la gaviota. 
Tiene buen predicamento en la cúpula del PP y su inserción en la 
Administración no parece el pegado postizo de los remates de C's. Por 
otro lado, no precisaría de amparo alguno, pues siempre ha presumido de 
que su función de agente comercial de una gran empresa, de la que está 
en excedencia, le proporciona unos ingresos superiores a los que obtiene
 de la vida política, a la que se dedica, según declara, por una pasión 
personal. 
        
        
        
                                
        
        
        
                            
        Digo lo anterior porque el fichaje de Álvarez no es 
necesariamente un indicio de la repesca de los otros tres. O sí, quién 
sabe. Pero por mecanismo intuitivo sería mejor no apostar por esto. Lo cierto es que, sin duda, su recuperación habrá revuelto el avispero donde anidan los otros.
        
        
        
                                
        
        
        
                            
        Los tránsfugas de C's son muñecos políticamente rotos que ganaron
 dos años en el poder sin calcular que esto era pan para hoy y hambre 
para mañana. Y cuando calcularon lo hicieron mal, aspirando a prolongar 
cuatro años más de sueldo parlamentario a la sombra del partido al que 
habían prometido en campaña sacar del poder. Y olvidando la máxima de 
que Roma no paga a traidores. ¿Quién en su sano juicio metería en un Parlamento a cuatro tránsfugas? El que la hizo una vez...
        
        
        
                                
        
        
        
                            
        Tiene un papel particular en esta historia el que fuera presidente tránsfuga
 de la Asamblea, Alberto Castillo. Por la suma de votos que hacían 
decaer con suficiencia la moción de censura, se permitió el lujo de 
jugar a la abstención, y encima presumiendo de que lo hacía por atender a
 la imparcialidad que se le suponía a su cargo, obtenido por el largo 
dedo de la dirección central de C's contra la que se rebeló después. 
Detrás de aquella abstención tan institucional había un papelito, que 
consta en la oficina del notario, que le garantizaba un sillón en la 
Asamblea hasta 2026. Garantía caducada, claro, en el momento de 
activarla.
        
        
        
                                
        
        
        
                            
        Y una duda legítima. ¿Existe también algún acuerdo oculto, 
cumplido o no, con los otros colaboradores necesarios, los ex de Vox. Liarte y Carrera?
 Ellos también jugaron un papel decisivo en la anulación de aquella 
moción de censura, en su caso ideológicamente más consecuente, pero ¿se 
limitaron a exigir y obtener una consejería en el Gobierno o también 
pretendieron aviarse el porvenir para después de concluida la fiesta?
        
        
        
                                
        
        
        
                            
        Y lo último y no menos importante, sino lo más: ¿qué hace el 
presidente de la Comunidad prometiendo cargos para el futuro ante un 
notario? ¿Hacer esto es más o menos grave que incumplir lo firmado? El 
hecho de que el incumplimiento, en este caso, constituya un alivio, no resta gravedad al compromiso. 
        
        
        
                                
        
        
        
                            
        No es la única vez: ahí están los WhatsApp que intercambió con Patricia Fernández,
 publicados en su día por La Opinión, en la antesala del congreso 
regional del PP, en los que aceptaba una lista cremallera para las 
autonómicas con los partidarios de uno y otra. Aquella vez no fue al 
notario, como le reclamaba la alcaldesa de Archena, 
pero para el caso habría sido lo mismo. 
Podríamos jugar a la sopa de 
letras (¡y qué sopa!) imaginando unas listas electorales en que se 
entrelazaran los candidatos de López Miras, de Fernández y los 
tránsfugas de C's. 
        
        
        
                                
        
        
        
                            
        Si el PP reprocha a Pedro Sánchez que es capaz 
de firmar cualquier cosa para mantenerse en el poder, ¿a quién tenemos 
más a mano, después de este relato, para poner en el espejo? 
        
        
        
                                
        
        
        
                            
        Lo que no he podido saber es quién pagó al notario. Qué más da, si es papel mojado. 
 
(*) Columnista
 
https://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2024/01/28/lopez-miras-firmo-notario-transfugas-97432469.html