CARAVACA DE LA CRUZ.- La ciudad de la Cruz, Caravaca, tiene una estrecha vinculación con 
Santa Teresa de Jesús, porque en el año 1576 fundó el Monasterio de San 
José de las Madres Carmelitas Descalzas, ubicado en la calle Mayor, cosa que tuvo sus más y sus menos y que tiene una interesante 
historia que contar. 
Pero sobre todo, su directa vinculación con San 
Juan de la Cruz, que también fundó en Caravaca, la cual visitó hasta 
en siete ocasiones datadas, siendo de esta manera una de las dos únicas 
ciudades de España que cuentan con fundación directa de los dos santos 
más Ilustres de la Iglesia Católica, que también profesaron una gran 
devoción a la Vera Cruz de Caravaca. 
La reforma del Carmelo promovida por la Madre Teresa y la fundación 
de varios monasterios produjo un considerable impacto entre algunos 
sectores sociales y eclesiásticos. La renovación religiosa y la fuerza 
que transmitía la Santa en sus actos llegó a oídos de algunas doncellas 
caravaqueñas pertenecientes a las principales familias quienes, 
dirigidas por doña Catalina de Otálora y don Rodrigo de Moya, decidieron
 encerrarse juntas en una casa y no salir de allí hasta que la Madre 
Teresa aceptase fundar en Caravaca de la Cruz.
En la primavera de 1575 la Santa de Ávila, desde Beas de Segura, 
envió a fray Juan de Ávila y Antonio Gaytán a la villa de Caravaca de la
 Cruz para concertar las condiciones de la posible fundación. Ambos se 
mostraron impresionados "por ver una cosa tan extraña y tan nueva como 
ellas habían hecho" y destacaron la favorable disposición encontrada 
entre los vecinos que "era la mejor que se ha visto en ninguna de las 
demás fundaciones".
Acordada la cesión de rentas y censos con las familias de las 
doncellas recluidas y conseguida la preceptiva licencia por parte del 
Consejo de Órdenes Militares, Santa Teresa manifestó su firme intención 
de realizar personalmente la fundación de Caravaca de la Cruz pero 
obligaciones surgidas en Sevilla aconsejaron su repentina marcha a la 
ciudad andaluza. Desde allí, a finales de noviembre de 1575, envió a la 
madre Ana de San Alberto, primera priora de la ciudad de la Cruz, con 
otras tres profesas haciéndoles entrega de una "Memoria" de su puño y 
letra que contiene las primeras instrucciones para hacer realidad el 
nuevo establecimiento de las Descalzas, carta que afortunadamente se 
conserva en el Archivo Municipal de Caravaca de la Cruz.
Provisionalmente, a la espera de construir monasterio e iglesia, las 
religiosas con las novicias caravaqueñas se instalaron en una casa 
cedida por Rodrigo de Moya en la calle Mayor, germen del futuro 
convento. Constituida la escritura de dotación, el primer día del año 
1576 se puso el Santísimo en una pequeña capilla habilitada al efecto, 
dedicándose esta incipiente fundación, la número 12, al glorioso 
patriarca San José como era habitual en los establecimientos de la Santa
 Madre. Pronto comenzarían a llegar pequeñas cruces de Caravaca, el 
símbolo por antonomasia de la ciudad, a diversos benefactores, prioras 
de otros monasterios y hasta la misma Teresa de Jesús, que agradeció el 
esfuerzo de sus monjas en Caravaca de la Cruz por las cruces de madera 
que ellas mismas tallaban. La propia Santa portó en vida una cruz de 
doble brazo en madera que, tras su muerte, sería llevada por su 
enfermera Ana de San Bartolomé a la fundación que realizó Ana de Jesús 
en la ciudad de Bruselas, donde todavía se conserva como apreciada 
reliquia.
Entre los siglos XVI y XVIII fue construido el monasterio y la nueva 
iglesia de San José de Caravaca de la Cruz dotándose de capillas, 
retablos e imágenes con el patronazgo de destacados personajes y las 
limosnas que dieron muchos vecinos de la villa. Aunque las religiosas 
marcharon de Caravaca de la Cruz en el año 2004 y el monasterio 
permanece deshabitado, al día de hoy todavía se conservan bellas 
imágenes, cuadros, azulejos, rejerías y un excelente órgano en el coro 
de la magnífica iglesia barroca que constituyen algunos de los 
principales recursos patrimoniales que ofrece Caravaca de la Cruz.
Además, por el antiguo monasterio de San José de Caravaca de la Cruz 
pasó hasta en siete ocasiones fray Juan de la Cruz, el otro gran 
protagonista de la reforma del Carmen, durante el periodo que ostentó 
los cargos de definidor, rector de Baeza y vicario provincial de 
Andalucía. En junio de 1581, durante su segunda visita a Caravaca de la 
Cruz, las religiosas pidieron al Santo que procurase fundar un 
monasterio de frailes en esta ciudad, pues se encontraban desasistidas 
de religiosos de la Orden. Y así fue como en 1587 se estableció el 
convento de Nuestra Señora del Carmen de Carmelitas Descalzos de 
Caravaca de la Cruz, convirtiéndose la ciudad de la Cruz en uno de los 
escasos ejemplos que a la vez gozan de fundación teresiana y 
sanjuanista.
Sobre la fundación
     Según las memorias de la Santa, un día de marzo de 1575,
 entre los fieles que escuchaban el sermón de un padre jesuita, en la 
Iglesia de la Compañía, se hallaban cuatro doncellas de noble abolengo. 
Tras el oficio religioso, y durante un cambio de impresiones, deciden no
 volver a sus respectivos domicilios hasta tanto no consigan que la 
Madre Teresa se decidiera a fundar un monasterio de su reformada Orden 
Carmelita en Caravaca de la Cruz. Lo que en nuestros días podríamos 
considerar como un «encierro voluntario» tuvo lugar en casa de una viuda: Dª Catalina de Otálora,
 quien se avino a albergarlas y mantenerlas hasta tanto consiguiesen sus
 propósitos, facilitándoles los medios para llegar a la Reformadora en 
demanda de sus aspiraciones. 
La santa recibió las primeras noticias de 
Caravaca en su primer convento reformado: S. José de Avila. Su primera 
intención fue la de venir en persona a Caravaca como acostumbraba a 
hacer en la mayoría de sus fundaciones. Sin embargo, la inesperada 
fundación de Sevilla y las noticias que tuvo sobre lo alejado de 
Caravaca y el mal estado de los caminos que hasta aquí conducían, fue lo
 que motivó su decisión de enviar a dos colaboradores.
     El informe de éstos fue lo que hizo decidir definitivamente a Santa Teresa de Ávila la fundación en Caravaca.
 La misma santa comenta que se debe a ellos la fundación en esta ciudad,
 ya que sin licencia de la Fundadora hicieron las correspondientes escrituras
 de una posesión en la ya mencionada calle Mayor, junto a una ermita 
dedicada a San José. Ellos y la viuda Catalina de Otálora, junto a 
Rodrigo de Moya, padre de una de las doncellas novicias que aportó parte
 del dinero necesario, son los verdaderos artífices de lo que hoy es un 
monasterio de cuatrocientos años de antigüedad.
Inauguración
     La fundación no fue fácil. El permiso que el Gobierno del Rey Felipe II
 había de conceder para tal empresa fue otorgado, sin embargo, en una de
 las cláusulas, se especificaba que el nuevo monasterio estaría sujeto 
al mandato del Comendador de Caravaca, entonces 
perteneciente a la Orden de Santiago. La santa, conocedora de lo que 
ello podría reportar en orden a la independencia del convento y a la 
política del momento, no vio con buenos ojos esta dependencia y volvió a
 solicitarse de nuevo, en junio de 1575, exigiendo que el monasterio dependiese directamente de la Orden del Carmen. 
Al fin el Rey otorgó la licencia, se subsanaron dificultades con el 
Obispado de Cartagena para poder decir misa en la casa y se envió 
priora: la madre Ana de San Alberto, inaugurándose oficialmente el monasterio, con la traslación del Santísimo Sacramento, el día 1 de enero de 1576.
 A partir de este momento comienza a erigirse el actual edificio, 
primero con la anexión de unas casas que estaban junto al convento, cuya
 compra autoriza la santa el 30 de septiembre de 1589, y después con la 
de la ermita de San José, anexa a las mismas.