MADRID.- Una buena parte de las comunidades autónomas cerrará 2019 en 
equilibrio presupuestario. Han pasado ocho años para eliminar el déficit
 del 5,1% del PIB que llegaron a acumular en 2011, en el peor momento 
para las cuentas públicas españolas, pero finalmente lo han logrado. En 
este periodo han realizado un gran esfuerzo presupuestario para 
completar este ajuste, pero no todo son buenas noticias. En los últimos 
años, la reducción del déficit maquilla un peligroso incremento del gasto corriente estructural.
 Este fue precisamente el causante del agujero de las cuentas públicas 
durante la burbuja inmobiliaria: el aumento del gasto operativo 
financiado con ingresos cíclicos, según publica hoy El Confidencial.
En
 los cuatro últimos años, entre 2014 y 2018, el gasto corriente no 
financiero de las comunidades autónomas se ha incrementado un 10,4%, 
esto es, en 15.500 millones de euros, según los datos de la IGAE. 
Y de 
este aumento, algo más de dos tercios (11.000 millones de euros) se ha 
concentrado solo en los dos últimos años. 
Esto significa que las 
comunidades autónomas han acelerado su gasto público 
apoyándose en los ingresos generados por el crecimiento económico. Desde
 2014 los ingresos corrientes de las regiones se han disparado un 23% 
(31.000 millones de euros). 
El problema es que este aumento se ha 
producido prácticamente sin subidas de impuestos, lo que significa que 
la mayor parte es cíclico.
El peso del gasto operativo de las comunidades sobre el PIB se ha 
mantenido inalterado en el 13,7% del PIB desde 2016, lo que significa 
que las comunidades han acelerado el gasto hasta equipararlo al ritmo del PIB nominal
 (que es la suma del PIB real y la inflación). 
Este desempeño de las 
cuentas públicas, prolongado durante años, fue el que provocó el enorme 
déficit estructural que llegó a tener España al final de la burbuja 
inmobiliaria y que se reveló cuando se perdieron todos los ingresos 
cíclicos del ‘ladrillo’.
El problema es que este incremento del gasto es estructural. Por ejemplo, la nómina de los trabajadores públicos
 se ha incrementado un 13% desde 2014 (8.800 millones de euros), una 
partida que se convierte en estructural y que es muy difícil recortar si
 llega una crisis de ingresos. 
Otra partida que ha crecido con fuerza es
 la de transferencias sociales en especie (básicamente bienes y servicios públicos), que se han incrementado un 10,7% desde 2014 (2.700 millones de euros).
La agencia de calificación S&P ha alertado en un informe de este 
peligro que están acumulando las comunidades en sus cuentas públicas. 
“Estamos empezando a ver señales de que los presupuestos regionales se 
están volviendo cada vez más rígidos”, señala la agencia. “La continua 
expansión de los gastos operativos significa que, si el crecimiento de 
los ingresos se detuviera, podríamos ver nuevamente desequilibrios 
presupuestarios”.
La 
regla de gasto
 se ideó precisamente para evitar que las administraciones tuviesen la 
tentación de elevar su gasto público al ritmo que marcan los ingresos 
cíclicos durante las fases de expansión. 
Sin embargo, las comunidades 
autónomas han superado dicho límite en numerosas ocasiones. La Autoridad
 Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF) teme que las regiones 
volverán a superar este año la regla de gasto. El límite de crecimiento 
del gasto está establecido en el 2,7%, pero la AIReF estima que se irá hasta el 3,7% después de estudiar los presupuestos de todas las autonomías. 
La Autoridad Fiscal ve riesgo de incumplimiento de la regla de gasto
 en todas y cada una de las regiones, especialmente en la Comunidad 
Valenciana, para quien ha solicitado un control especial por parte del 
Ministerio de Hacienda. Ahora que las regiones han eliminado su déficit,
 los políticos, sean del color que sean, vuelven a tener la tentación de
 gastar cada euro que entre.
El ajuste del déficit también descansa en el gran ahorro generado en la factura de intereses. La puesta en marcha de los mecanismos extraordinarios de financiación
 (fundamentalmente el FLA) del Estado a las regiones, unido al 
hundimiento de los tipos de interés en el mercado, ha permitido a las 
regiones ahorrarse 3.600 millones de euros al año. 
Sin embargo, dado el 
montante de la deuda
 de las regiones, en algún momento volverá a subir esta factura y las 
regiones se verán obligadas a hacerle un hueco en sus cuentas.
La deuda de las comunidades está todavía en niveles históricamente altos.
 Al cierre de 2018 las regiones acumulaban una deuda de 318.400 
millones, casi 5.000 millones más que en 2017 y el equivalente al 26,4% 
del PIB. 
En vez de aprovechar esta fase expansiva del ciclo para reducir
 la deuda, las regiones están elevando el gasto corriente, lo que reduce
 drásticamente el margen fiscal de cara a la próxima crisis.
Las regiones se descapitalizan
Además
 del ajuste del déficit gracias a los ingresos cíclicos, S&P apunta 
otra gran debilidad de las cuentas de las regiones: el hundimiento de la inversión pública.
 “España se beneficia de una muy buena dotación de infraestructuras que 
ha permitido a las comunidades contener los gastos de capital en los 
últimos años”, explica la agencia.
Las comunidades 
invirtieron en 2018 un 53% menos que en 2008.
 La red de infraestructuras que se creó durante la burbuja inmobiliaria 
ha permitido vivir durante una década del capital existente, pero en 
algún momento será necesario volver a invertir. S&P lo explica así: 
“El reducido gasto en capital mantenido puede restringir los presupuestos regionales en los próximos años a medida que la infraestructura comience a envejecer y necesite mantenimiento o reemplazo”.
Si se compara con el nivel de inversión de 2008, las comunidades se están ahorrando cada año algo más de 12.000 millones de euros.
 La Formación de Capital Fijo (FBCF) en 2018 cayó hasta el 0,9% del PIB,
 el mínimo histórico. Estos números condenan al país a la 
descapitalización, de modo que difícilmente se podrán mantener en los 
próximos años. ¿Cómo se financiará si no queda espacio fiscal?