
 
 Los jueces tienen encarcelada a multitud
 de cargos públicos del PP. Algunos llevan ya cuatro años y lo que les 
queda y otros andan de juzgado en juzgado como almas en pena, en espera 
de largas condenas. Son una imagen de cuerda de presos, sinvergüenzas y 
ladrones que ostentaron cargos y honores públicos, fueron y vinieron en 
coches oficiales y se dieron pisto en familia con sus cargos en los 
gobiernos, diputaciones, alcaldías. Es tal la proliferación de granujas 
en este partido que muchos jueces lo consideran una asociación de 
malhechores y, como se ve,planean procesarlo a su su vez por ser una 
muestra de crimen organizado, una asociación de ladrones.
Pero
 el PP, esa asociación de presuntos chorizos, es el partido de gobierno 
en España, su presidente es el Presidente del gobierno que, a su vez, no
 es otra cosa que un puñado de corruptos. Pero ni por un momento se le 
pasa por la cabeza al tal presidente -contumaz cobrador de sobresueldos 
él mismo- dimitir por su evidente responsabilidad política en este 
gatuperio de latrocinios. Al contrario, espera que se lo felicite por su
 gran ejecutoria de llevar cuatro años de recortes y sacrificios 
mientras consigue que siga aumentando el desempleo y el paro.Tomarse en 
serio a esta asociación de mangantes es casi un acto de complicidad.
De
 arriba abajo, España es un lugar de tunantes. Aquí no hay política, ni 
apenas vida civil: hay ladrones y sinvergüenzas campando por sus 
respetos protegidos por las autoridades o, habiendo caído en desgracia 
al descubrirse sus fechorías, cumpliendo condena. Así están en este 
momento Bernard, Pineda, Conde y Díaz Fernández, todos ellos honrados 
ciudadanos por encima de toda sospecha, banqueros modélicos, doctores honoris causa empresarios ejemplares, implacables perseguidores del crimen. Hasta que se supo que no eran otra cosa que malhechores.
Todas
 las instituciones están desprestigiadas algunas a nivel bajísimo. Ese 
Tribunal supemo que impone una multa de 90.000 euros al Tribunal de 
Cuentas por un oscurso asunto de enchufe del vicepresidente del tal 
tribunal que pagaremos todos de nuestr bolsillo.
Pero
 el rizo de la corrupción y la mangancia se la lleva la ex-ministra de 
Sanidad, Ana Mato, obligada a dimitir por la corrupción gurteliana y 
analfabeta funcional a todos los efectos, nombrada directora de la 
Universidad Europea, un chiriguito del PP en Europa por hacer lo único 
que sabe hacer bien, esto es, nada, pero a precio de oro. De oro del 
común, del que pagamos todos con nuestro impuestos. Como oro del común 
es el que lleva seis meses gastándose alegremente el exministro de 
Educación, Wert, en compañía de su esposa en un enchufe por todo lo alto
 en París como recompensa por haber reventado el sistema educativo en 
España. 
Un sistema de expolio generalizado, de a ver quién se lo
 lleva antes, al que esta banda de ladrones llama administración del 
Estado.
 
 
 
 
 
El medio era hostil, pero me 
entrevistaba a mi solo y tenía garantías de que no habría censura, así 
que accedí hace unos días y el resultado no está del todo mal. Al final 
de la entrevista hay un par de intentos de hacerme hablar de Venezuela, 
pero no se consiguió porque conozco algo del país, pero no lo suficiente
 para pronunciarme sobre él. Y de lo que no sé, no hablo. Quedaba así 
también salvaguardada mi prevención respecto  a los medios 
reaccionarios: no soy partidario de participar en ellos. Si te llaman es
 para instrumentalizarte para sus fines. Y para eso ya tienen una legión
 de antiguos izquierdistas, muchas veces resentidos con sus antiguas 
organizaciones y dispuestos a ir a estos medios a largar contra 
aquellas, generalmente pago mediante. No es mi caso.
Esto
 de los medios está de gran actualidad, debido a los últimos 
acontecimientos. Los medios son empresas y se rigen por la lógica del 
beneficio privado. Esto tiene unas consecuencias evidentes. Luego están 
los medios públicos. Lo ideal sería que todos fueran ecuánimes, justos e
 imparciales. Pero eso es imposible en el caso de las empresas privadas 
que en muchos casos basan su negocio en su falta de imparcialidad y 
objetividad y están en su derecho. Decir la verdad solo es jurídicamente
 obligatorio para los testigos en los procesos judiciales. Los demás 
pueden mentir descaradamente y es lo que muchos hacen para enriquecerse.
 A su vez, los medios públicos debieran ser de gestión democrática pero 
lo frecuente es que no lo sean y, al contrario solo sirven de centros de
 agitprop de los partidos de la derecha. 
Y
 ¿de qué manera se consigue democratizar los medios? En el caso de los 
públicos, obligando a decisiones de consenso para el nombramiento de 
cargos directivos. Se trata de un criterio poco firme porque los 
enemigos de la libertad de expresión harán como hizo el PP al comienzo 
de su legislatura, esto es, reformar la ley de RTVE para nombrar un 
comisario político de su estricta obediencia como director, comisario 
que cumplió su tarea de convertir la RTVE en una basura y que su 
audiencia cayera en picado.
En
 el caso de los medios privados, Podemos propone democratizarlos 
fraccionando sus capitales y forzando que estén divididos en varias 
manos. No está claro que esto sea viable o si nos pondremos de acuerdo 
en cómo se arbitra y cómo se ejecuta el proyecto. Asimismo conviene 
recordar que ya los primeros socialistas habían legislado en un sentido 
similar, esto es, limitando la propiedad de los medios y forzando la  
creación de alianzas que funcionaran como checks and balances, 
para la garantía del pluralismo, lo que es algo equivalente. Fraccionar 
los capitals es lo mismo que limitar el acceso a la propiedad (siempre 
con la intención de hacerlos más plurales) y presenta sus mismos 
inconvenientes: el capital dispone de mil medios para burlar las 
regulaciones, desde testaferros a sociedades ficticias.
Realmente,
 la única posibilidad de democratizar los medios, como pasa siempre, es 
la educación de las audiencias. Justo lo que nadie toca. ¿Por qué los 
medios de los países escandinavos son mejores, menos agresivos, 
estúpidos y detestables que los españoles? Pues, como sabemos todos, 
porque el nivel eduactivo y la capacidad crítica consiguiente de los 
lectores nórdicos son superiores a los de los españoles, lo que hace que
 el público nórdico no compre ni vea ñordas. Y, mientras eso no pase en 
España, no habrá gran cosa que hacer. Estas medidas que se proponen son 
puramente cosméticas. Nadie se atreve a propiciar el comienzo del cambio
 que sería, sí, eficaz, porque es una inversión y una medida a muy largo
 plazo y a los izquierdistas de salón les consume el mismo deseo que 
consume  los demás políticos: el de obtener réditos rápido, en menos de 
cuatro años, para lucir un espíritu reformista que, en el fondo, no 
tienen. Porque, también en el fondo (y sin que se nos oiga mucho) ellos 
son tan público como el público para el que legislan, ven los mismos 
programas y leen la misma basura. No hay más que oírlos a todos, a 
absolutamente todos, hablando de fútbol.
Bueno, en realidad, el vídeo va de otra cosa. 
 
 
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED