Mi artículo de ayer en elMón.cat, titulado, Los falsos amigos.
 Versa sobre los reiterados intentos de conseguir qu el independentismo 
ceda en sus reivindicaciones y se avenga a salvar los presupuestos del 
PSOE, un partido tan catalanófobo como el PP. La excusa que se invoca es
 que es interés de los catalanes hacerlo para impedir el gobierno de los
 franquistas en España.  
En eso coinciden todos los "progres" y 
socialistas. Iceta y sus compadres catalanes presionan sin parar para 
ganarse una sonrisa de Sánchez, trayendo a los hoscos independentistas 
del ronzal, a aprobar los presupuestos y seguir aguantando la represión,
 apuntalada por el PSOE. Este disimula su política anticatalana con 
algumos abalorios, como si en la colonia fuéramos tontos. 
Rosa María 
Mateo, musa del PSOE promete más horas de catalán en la tele y Sánchez 
inundar de nuevo Catalunya de inversiones. Como siempre: manejan como 
mercedes y gracias que niegan o dan lo que son los derechos de los 
demás. Lo mismo que hace el PP. Guárdense sus abalorios y déjennos 
decidir nuestra vida por nuestra cuenta,
Que
 los socialistas no son freno alguno al fascismo se demuestra 
fehacientemente en Andalucía y se demostrará en breve en España. Si el 
PSOE fuera un partido  de izquierda de verdad y no una agrupación de 
burócratas al servicio de la monarquía y el régimen del 78, ya habrían 
autorizado un referéndum de autodeterminación en Cataluña y continuarían
 gobernando, de momento, con Podemos y los independentistas.
Pero, para eso, a Sánchez le sobra miedo y le falta inteligencia.
Los falsos amigos
En
 el Estado español hay una realidad de hecho. Guste o no guste, se da 
una dualidad de poderes que rivalizan entre sí por el control del 
territorio: el gobierno español y el de la Generalitat. Muy desiguales, 
por cierto, o asimétricos, pero reales y enfrentados. Solo coinciden al
 modo en que sarcásticamente decía Carlos I que coincidía con su primo 
Francisco I: los dos querían Milán. 
Los dos gobiernos, el español y el 
catalán, quieren mandar en Catalunya. En teoría, el poder último es el 
español; pero, en la práctica, se ve cortocicuitado permanentemente por 
el otro. Toma este sus decisiones según sus objetivos y, en la medida en
 que puede, solo deja al poder español una posición ceremonial o de 
representación que este ejerce en una repetida versión del dilema del 
fuero y el huevo.
Los
 españoles están ya tan acostumbrados a este trato de menoscabo en las 
relaciones exteriores que ni lo notan. España no cuenta en el orden 
internacional salvo como figura y no muy decorativa. El problema es que 
esta irrelevancia del poder político español se produce ahora en el 
interior del Estado con respecto a Catalunya. El del Estado sigue siendo
 el poder supremo en todo el territorio, incluido el catalán, pero la 
realidad se obstina en hablar otro lenguaje. En el fondo, la política 
española está determinada toda ella por Catalunya. 
Exagerando,
 aunque no mucho, podría decirse que Catalunya gobierna España. Su poder
 no reside en su capacidad coerctiva, pues no tiene ninguna, sino en su 
ejemplo o imagen, en el efecto que causaría en el exterior una 
repetición de la barbarie policial del 1-O. Y también en el hecho de que
 la crisis del régimen de 1978 convierte paradójicamente al 
independentismo catalán en clave para la gobernación de España . 
La 
pertenencia al país a la UE y a la OTAN hace que el viejo recurso a la 
fuerza militar sea hoy impracticable. La oligarquía ha intentado 
sustituir a los militares por los jueces para someter a los catalanes y 
ha vuelto a fracasar. La perspectiva de la farsa judicial del 1-O, que 
acaba de empezar, no puede ser más sombría. 
Para
 el nuevo año, todos los gestos del Estado parecen tratar de apaciguar 
los ánimos, rebajar la tensión, tratar de inducir algún tipo de 
normalidad. Sánchez vuelve a Catalunya a seguir presionando en pro de 
unos presupuestos que él mismo condena al fracaso al negarse a hacer 
gesto alguno que suscite un cambio de actitud del independentismo. 
En un
 acto solemne, el rey vuelve a invocar la Constitución, no ya ante los 
militares, sino ante los jueces y lo hace para recordar que el texto no 
solo garantiza el poder político, sino que también lo limita. Otro gesto
 tratando de congraciarse con los independentistas a base insinuar a los
 jueces serviles loss límites del poder político. 
Los
 sectores más catalanófobos del gobierno del PSOE, los medios más 
franquistas (casi todos), los socialistas más reaccionarios y 
nacional-españoles, estilo Fernández Vara, García Page, Lambán o Díaz, 
todos reclaman a Sánchez lo mismo que el PP y C's: mano dura con 
Catalunya, un 155 sin límite, intervención de la Generalitat. 
Y dicen 
hacerlo por el bien de Sánchez, porque son sus amigos y no quieren que 
se lo coma VOX, que trae un discurso más duro y amenazador que la gente 
acabará votando si no ve otra alternativa firme.
A
 su vez, los sectores más conservadores del independentismo, las fuerzas
 más pactistas y moderadas, aconsejan a Torra que se frene, que tenga 
tacto, haga concesiones y hasta que vea la conveniencia de aprobar los 
presupuestos para evitar nuevas elecciones y cerrar el paso a los 
energúmenos de VOX. También estos son los amigos de Torra, los que 
quieren su bien y se preocupan por el objetivo independentista. 
En
 los dos casos se esgrime el fantasma de VOX para justificar lo 
injustificable: de un lado, mayor dureza en Catalunya, más represión, 
opresión e injusticia; de otro, moderació, incluso abandono de los 
postulados independentistas, olvido del mandato del 1-O para no 
acarrearnos la destrucción a manos de estos nuevos/viejos bárbaros.
Tanto
 los falsos amigos de los unos como de los otros persiguen fines propios
 inconfesables, los de los quintacolumnistas. La exigencia de mayor 
represión en Catalunya trata de intensificar el conflicto para dar al 
traste con el gobierno de Sanchez, aspiración hoy de la derecha y ayer 
de Podemos. La de calmarse, pactar con los españoles para moderar el 
enfrentamiento, pretende enterrar el proceso independentista y volver a 
alguna forma de autonomismo. 
El pretexto que emplean, la regurgitación 
del fascismo español en las figuras de estos matones de opereta es 
ridículo. Estos de VOX no son otra cosa que una banda de maníacos 
querulantes de mucho ladrar (o rebuznar) y poco morder.
El 24 de julio de 2015, Felipe VI viajó a Catalunya a algún chundarata de los que le gustan y, en un acto público en presencia del entonces presidente Mas, soltó una de sus habituales sinsorgadas sobre la democracia. Me animé a convertirla en un vídeo que alcanzó gran difusión, cincuenta y tantas mil visitas, o sea, más o menos, lo que los medios llaman "viral". 
Pasaron más de tres años. Estos días, Felipe VI ha vuelto a prodigarse en público con sus hueras necedades sobre la Constitución y sus amenazas a los catalanes. Eso me ha hecho recordar la carta abierta. 
He ido a You Tube y me he encontrado que ya totaliza 220.000 visitas. "Será", me dije, "que interesa." Pues nada, a reproducirla aquí, porque entiendo que ilustra a la perfección que este pájaro soberbio, arrogante, autoritario y tan corto de luces como su padre, carece de la manor talla humana y política. 
Su odioso comportamiento con Catalunya deja en claro que hemos hecho muy bien proclamando nuestra república y haremos mejor consolidándola y saliendo de este marasmo secular de España.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED