
Viene de lejos la acerada crítica a “la politización” de los  organismos  rectores de las cajas. Sustentándose en que con frecuencia condonaban   los créditos concedidos a partidos, y añadiendo ciertos escándalos de   corrupción, se postulaba que la presencia de representantes de los  organismos  políticos en los consejos conducía a una desastrosa gestión.  De aquí,  inevitablemente, se deducía que la politización era la causa  principal de sus  problemas y debía eliminarse. Según la nueva ley, los  representantes políticos  actuales tienen que desaparecer y los nuevos  deberán estar siempre en minoría.
La politización ha podido dar lugar a episodios de corrupción. Pero  ¿acaso  no hay corrupción en los entes privados? Además, ¿no hay un  sistema judicial (es  verdad que sin gran credibilidad) ante el que  exigir responsabilidades? Volvemos  a encontrar aquí, y en manos de los  dirigentes del sector público nada menos, la  idea de que los  planteamientos políticos en las instituciones públicas son  negativos.  Si las cajas fueron creadas por iniciativas y criterios sociales,  ¿por  qué se ha de rechazar la presencia política en sus rectores? Revisémoslo  si  funcionan mal, pero ahora más que nunca son necesarias las  consideraciones  sociales y políticas en el actuar de las cajas.
Al avanzar la crisis, han ido desvelándose graves problemas financieros en algunas cajas debido a su amplia vinculación con el sector de la construcción y a las dificultades de algunas como CajaSur. Sobre estos problemas, desde los órganos públicos, especialmente desde el Banco de España, se ha insistido en la necesidad de recapitalización y se ha estimulado, si no forzado, un proceso de fusiones. Y se ha decidido que estas inyecciones de capital deben ser proporcionadas por el capital privado, pudiendo las cajas ser incluso bancarizadas de hecho.
No todas muestran  problemas. No les va tan mal a La Caixa, ni a  CajaAstur, Unicaja o a las cajas  vascas. Además, existen soluciones  técnicas que permiten sanearlas sin necesidad  de facilitar su  capitalización privada. ¿Qué garantías existen de que las cajas   privatizadas, en su mayoría con años de gestión relativamente adecuada,  van a  mantenerse a salvo de nuevas crisis? Si hay que sanearlas y  depurar los órganos  gestores de algunas, ¿es la privatización la vía  adecuada?
Es increíble y escandaloso que, como remedio para los pretendidos problemas de los entes financieros parapúblicos, se recurra a su privatización y se estimule su absorción por los bancos cuando son precisamente los entes financieros privados, en todo el mundo, los agentes principales de la crisis. ¿Quién se atreve a afirmar la bondad y la eficiencia de los sistemas privados? Privatizar supone permitir que los capitales privados se conviertan en los gestores principales y manejen todo el patrimonio acumulado durante décadas por los ahorradores modestos. ¿Con qué derecho se pone en manos privadas este enorme patrimonio (45% del sistema financiero español)?
Se aduce que el sector público no tiene  fondos para la necesaria  recapitalización, pero ¿no es el Fondo de  Reestructuración Ordenada  Bancaria (FROB), público, el que va a poner la mayor  parte de los  fondos para las fusiones? Si el Gobierno no escatima para acudir al   rescate de los bancos y hacerse responsable de su deuda externa, ¿por  qué no  puede recapitalizar las cajas en dificultades? ¿Se ha estudiado  alguna otra  manera de absorber capital que no suponga su privatización?
La privatización  implicará la intensificación del criterio de obtención  de beneficios, que ya  guiaba en exceso la actuación de las cajas, y el  abandono total del criterio de  desarrollo regional y apoyo a las  pequeñas iniciativas que estaba en sus  orígenes. ¿Cuál será su criterio  de inversión, de concesión de préstamos?  ¿Concederán las caja-bancos  créditos a las pequeñas empresas, a las familias, a  las regiones más  pobres? ¿Qué sucursales quedarán en pueblos pequeños? Sin  mencionar el  impacto negativo que tendrá en una ya muy devaluada y reducida obra   social, convertida por la nueva ley en una fundación independiente.
¿Y el  empleo? Uno de los ahorros de las fusiones reside en la  disminución de  sucursales y plantillas. ¿Es que no tiene importancia en  un momento en que se  dice que la máxima prioridad es la creación de  empleo?
Cuando algunos países  se han visto obligados a nacionalizar sus bancos y  el sistema financiero mundial  se sostiene con el recurso a los fondos  públicos, en este país –España es  diferente– se usan situaciones  coyunturales para traspasar grandes instituciones  sociales, que se han  establecido y mantenido con criterios más o menos sociales  durante dos  siglos, a manos privadas que sólo garantizan que operarán siguiendo   criterios de obtención de beneficios, con argumentos que son sólo  verdades a  medias, cuando no son totalmente falaces. Modernizar sí,  pero en otra dirección.
(*) Miren Etxezarreta es catedrática emérita de Economia Aplicada de la Universitat Autònoma de Barcelona
 
 



