Hay alcaldes que tienen un concepto peregrino de la 
relación con sus vecinos, con los que lo votan y con los que no. Y, por 
ejemplo, creen que una vez elegidos sus obligaciones en cuanto al buen 
gobierno de su municipio quedan en un limbo político que excluye la 
relación vecinal constante y la respuesta política adecuada ante lo que 
va surgiendo, tanto si está previsto como si aparece de forma 
sorpresiva; rigiendo el territorio que la democracia les ha adjudicado, y
 hasta la siguiente cita electoral, a su capricho y su santa voluntad. 
Y
 cuando se trata de proyectos industriales conflictivos que pretenden su
 municipio se sienten instintivamente alineados con los promotores y sus
 intereses declarados o espurios, y no quieren ni oír hablar de las 
críticas o sospechas de sus vecinos más inquietos, optando abiertamente 
por ningunearlos e incluso por declararse en contra de los intereses más
 generales. 
Tal, el alcalde de Las Torres de Cotillas, Pedro José 
Noguera, del PP.
El ciudadano Noguera, en cuyo 
comportamiento parece pesar el estigma de no haber sido elegido 
directamente por los torreños, sino que está donde está como resultado 
de un incidente con “corrimiento” en la lista de su partido, se la está 
jugando con la deportividad que solo una incompetencia política de libro
 puede explicar, ya que está llevando con singular impericia y 
demostrada mala fe el asunto que le ha tocado lidiar: la proyectada 
planta de biogás, que tratará diversos residuos para producir metano.
La primera autoridad de Las Torres no 
parece estar en las condiciones idóneas para torear este astado sin 
afeitar, ciertamente peligroso, y está perdiendo su gran oportunidad 
para mostrarse como primer edil con redaños, que es lo que le gusta a la
 gente. 
Quizás contribuya a ello otra desventaja con la que se enfrenta 
al trance, y es que se trata de un alcalde absentista, que no vive en el
 pueblo y que, de esta forma, se pierde ese ejercicio, tan altamente 
recomendable, de pulsar el sentir de los suyos cuando estos mejor saben 
expresarlo, que es con el paseo del crepúsculo, el chateo callejero 
(chateo de vinos y tal, no de cháchara en las redes) y el descanso común
 y ordenado.
Y como no está al loro y además tira un pelín a déspota y desmañado, 
está enfocando el problema con la peor de las ocurrencias, que es 
entregándose con armas y bagajes a la empresa y sus comerciales, que son
 los que le suministran los -imperfectos, interesados, pervertidos- 
argumentos para decidir sin más información, ayuda o resguardo, 
boicoteando los soberanos derechos del pueblo a saber y, en definitiva, 
jugándoselas al lacayuno modo.
Recordaremos que el proyecto del 
conflicto consiste en una planta de biogás que, propiedad de la sociedad
 Bioenergy Las Torres, filial de Enagás (que un día, ay, fuera pública),
 pretende instalarse en las Torres, junto con otras dos plantas, en 
Santomera y San Javier, y dentro de un abultado plan (exagerado, abusivo
 y digno de ser torpedeado oportunamente) que tiene en perspectiva, solo
 para la Región de Murcia, más de una docena de proyectos, con visible 
tendencia al aumento.
 El proceso tratará diversidad de residuos -purines
 de las granjas intensivas de cerdos, fangos de depuradora, residuos 
agrícolas, basura orgánica urbana…-, cada uno de ellos con sus 
características y dificultades de tratamiento, por lo que la tecnología a
 emplear, que se basa en una reacción anaerobia con ayuda de bacterias 
especiales y otros aditamentos de inquietantes mecanismos, queda lejos 
de la perfección que se le debe exigir, y es ajena a cualquier confianza
 ambiental. 
Del biogás producido, el objeto final es extraer metano, CH4,
 un gas de manejo peligroso y, por cierto, ferozmente agresivo en cuanto
 al efecto invernadero, multiplicando por 30/50 veces la “eficacia” del 
CO2 en el agravamiento del cambio climático.
Cabe decir, y así lo quiere hacer 
constar este cronista, que no puede haber aprovechamiento limpio de una 
generación de residuos sucios y tóxicos como son, muy particularmente, 
los purines de cerdos estabulados y sometidos a una alimentación y unas 
condiciones de vida execrables. 
Aunque esto, que trasciende la lógica 
bioquímica de la producción industrial de carne de cerdo, alcanza sin 
duda a la reflexión filosófica, asunto al que hay que renunciar en un 
mundo de tan escasos contenidos metafísicos como es el negocio del 
cerdo.
 Ha de considerarse, por lo demás y si descendemos o profundizamos
 en el terreno mucho más manejable de la física y la termodinámica, que 
la operación industrial-energética que se nos presenta, resulta un 
insulto a la entropía y una mirada vejatoria a la naturaleza en general. 
O sea, que esas plantas que pretenden resolver problemas acuciantes, 
generan a su vez nuevos y a veces más graves impactos ambientales.
También en este caso la insolencia de 
los industriales -que en materia energética desde siempre vienen siendo 
cazados como embusteros y manipuladores- lanza sobre el pueblo, la 
opinión pública y los políticos ignorantes (como nuestro alcalde 
Noguera) especies que demuestran una inagotable capacidad del sector 
para la burla o el disparate. 
No puedo dejar en la sombra el brillante 
hallazgo que nada menos que nuestra primera autoridad política regional,
 Fernando López Miras, ha creído encontrar en esta operación energética 
de las tres plantas de Enagás: la “transformación de los biorresiduos 
del sector primario en un gas renovable”. 
Ese hallazgo, aparentemente 
murciano, pero mucho más probablemente alóctono, de que el biogás 
procedente de los purines incesantes ha de considerarse un recurso 
renovable, nos sitúa ante una especie de “cuadratura del metano”, ya que
 solo se entiende si aceptamos que la producción de purines de cerdo va a
 continuar ad infinitum y nuestra sociedad del desperdicio 
proseguirá su alocada producción de basuras. 
Pero ya digo que dudo mucho
 que ese descubrimiento haya surgido de los niveles intelectuales de un 
gobierno autonómico tan inepto y carente de imaginación en lo ambiental:
 se lo tienen que haber escrito los de Bioenergy/Enagás a nuestro 
presidente desprevenido.
(Nuestro presidente, en la creciente 
comparecencia pública en San Javier promocionando el negocio del 
biometano de Enagás, no ha dudado, ya puesto, en declarar que estas 
plantas “nos colocarán a la cabeza de España en sostenibilidad 
ambiental, en seguridad y en independencia energéticas… 
Hablamos de un 
claro ejemplo de economía circular en el que los residuos se convierten 
en recursos útiles”, entre otros pronunciamientos de género ridículo, 
entre los que no ha faltado alguna amenaza adicional: “Estamos 
comprometidos a mejorar aún más, y lo vamos a hacer continuando nuestra 
apuesta por la simplificación administrativa, por la reducción de la 
burocracia y por aplicar los máximos controles con la máxima celeridad”. 
Este discurso presidencial contiene todas las alusiones tópicas, 
falaces y aburridas a sostenibilidad, circularidad y renovabilidad, 
viniéndose arriba nuestro líder supremo desde la bien conocida ruina 
ambiental de nuestra tierra con un “estamos dando pasos hacia un futuro 
más sostenible, próspero e innovador”.)
Más llamativo que esa imprudente 
tontería del gas natural como recurso renovable (que incluso hay quien 
considera “combustible verde”) es que estas plantas indeseables 
contradicen nítidamente el discurso oficial sobre la sustitución de los 
combustibles fósiles cuya combustión genera CO2 y cuyos 
efectos en el clima son tremendos, de modo que sólo por poner en 
evidencia esa intención antiecológica cualquier ciudadano de a pie, 
mínimamente informado y suficientemente alarmado por la perspectiva 
climática, debiera sentirse obligado a decir que no, echando en
 cara a los responsables políticos aliados al estropicio (entre ellos, 
nuestro Pedro José de autos) su hipocresía y su proceder indigno.
El panorama que nos ofrece este plan 
súbito y traicionero de plantas de gas contaminante y peligroso, 
encomiado y bendecido por este hatajo de cínicos en el poder a quienes 
importa un pito el cambio climático y sus consecuencias, encaja 
perfectamente con la realidad atosigante (en gran medida recreada en los
 años de mando de López Miras) de las ya innumerables granjas porcinas 
erigidas en fuentes de una contaminación que se ha ido escapando de las 
manos de nuestros cantamañanas ambientales. 
La cínica “solución” de la 
generación de biogás desde esos purines tóxicos -prodigio de la 
“economía circular”- prevé extender por toda la región esos perjuicios 
al separar, en lo territorial y de forma oportunista y aviesa, las 
fuentes contaminantes y sus perjuicios ambientales y de salud pública.
Pues no. Aquí y ahora se trata, más 
bien, de una solución mucho más justa y equitativa, que obligue a los 
productores de (valiosa) carne de cerdo y de (apestosos y tóxicos) 
purines, a que pechen con su pecado ya que lo rentabilizan, instalando in situ las
 plantas correspondientes de tratamiento y neutralización, olvidándose 
del (conflictivo) negocio energético. 
Que a un problema convertido ya en
 intolerable, el de los purines de cerdo, se le quiera dar solución con 
el expediente de las plantas de biogás no deja de ser consistente tanto 
con la fechoría de consentir esa multitud de granjas odiosas como con el
 piadoso intento de liberar a las mismas de su obligación de resolver la
 intolerable contaminación que producen, dejando el aire tan limpio como
 estaba antes de su irrupción avasalladora. 
Esta solución que se quiere 
imponer conlleva la elusión de responsabilidades contaminantes de las 
granjas y, como es evidente, la extensión de problemas socioambientales 
por toda la región.
 Al igual que se planteó la negativa ecologista a 
rechazar un depósito de residuos radiactivos centralizado mientras no se
 fijase, y se cumpliera, un programa de cierre de las centrales 
nucleares en funcionamiento, la iniciativa de construir decenas de 
plantas de obtención de metano mientras las granjas intensivas de cerdos
 siguen invadiendo y atufando nuestra tierra, ha de rechazarse frontal y
 decididamente.
Este problema, pues, ha de 
contemplarse en todas sus dimensiones, tanto energéticas y ambientales 
como sociales y políticas; y tanto a escala local como regional, e 
incluso nacional: demasiado, es evidente, para nuestro alcalde Pedro 
José Noguera, que demuestra cada día que el asunto lo sobrepasa. 
Pese a 
lo cual, y en lugar de pedir ayuda, convocar a los vecinos, etcétera, 
este político de carambola no se ha dignado recibir todavía a la 
plataforma “Stop Biogás de Las Torres”, creada ad hoc para 
rechazar la planta dichosa, que agrupa a muy responsables ciudadanos 
torreños y que tiene mucho que decir; y cree que es forma de tratarla 
remitiendo a sus dirigentes a la información de la empresa y sus 
comerciales… que de momento son su principal y, probablemente, única 
fuente de información. 
Así que queda de momento muy lejos la oportunidad
 de que el alcalde oiga a los críticos y no digamos el momento de que se
 produzca el debate necesario, en el que los dirigentes de la plataforma
 y sus asesores quieren enfrentar sus puntos de vista con el alcalde y 
sus asesores de la empresa, a lo que debiera seguir una consulta popular
 con la que Noguera se cubriría las espaldas y evitaría males mayores.
A cambio de estas previsiones, tan 
democráticas y recomendables, el primer edil ha inventado una figura 
impropia del debido respeto a los ciudadanos, que llama honorablemente 
“participación pública” pero que envenena con estas intenciones 
tramposas: “para valorar que la mayoría de los torreños tenemos la 
seguridad y convicción de que este proyecto es conveniente para nuestro 
pueblo y que nos permitirá avanzar a todos de forma conjunta”… que es la
 mejor definición que se puede hacer de un alcalde anti-democrático, 
inepto y, pese a ello, provocador, que considera medio tontos a sus 
vecinos. 
Expresada así, esta iniciativa define con nitidez desafiante la
 catadura socio-política del imprudente Noguera, cuya idea de la 
democracia local se resume en hacer participar a la gente en lo que él 
quiere y para lo que él quiere, a fin de que resulte lo que él quiere. 
Sí, señor.
Pues tome nota don Pedro José: empiece
 a enmendar su conflictiva conducta y vaya rechazando la petición de 
Declaración de Interés Público para la dichosa planta, ya que este 
trámite (que como abogado que es reconocerá que constituye tantas veces 
un típico producto de la perversidad intrínseca de las burocracias 
administrativas y de su mala fe) ni viene a cuento ni mejorará el 
ambiente social, encaminando a la administración autonómica por el 
pleito y a la municipal por la infamia.
Así que el pueblo de Las Torres tiene 
un problema con su alcalde, vaya que sí. Se trata de uno más de los 
casos en que inocentes (por necios) alcaldes de pueblo se convierten de 
la noche a la mañana, sin mediar reflexión inteligente alguna, en 
enemigos de su pueblo, de la tierra y de la humanidad. 
Y añaden a la 
historia desgraciada de esta tierra murciana continuos y en gran medida 
repetitivos conflictos socio-ambientales que acaban traduciéndose en 
crisis locales que pueden exacerbarse y romper la cohesión y la paz de 
la comunidad vecinal.
 Y digo bien socio-ambientales, porque esta oleada de
 plantas industriales contra natura tiene que remover, 
necesariamente, los ánimos de los murcianos menos contentadizos e 
ingenuos, generalizando el rechazo, coordinando esfuerzos y obligando a 
su reconsideración por los (irresponsables) representantes políticos; y a
 la retirada de las (oportunistas) empresas que acuden, sin gran riesgo 
por su parte, al panal de rica subvención.
Ya que, una vez más, oponerse a este 
despliegue de agresiones y desatinos es contribuir a la sensatez 
ambiental y social en una región que se ha entregado a una economía 
agraria enloquecida, arrastrando como consecuencia una serie 
interminable de abusos, golpes y amenazas. 
En Las Torres se viene 
gestando una verdadera crisis social a cuenta de la planta de biogás y 
del empecinamiento del alcalde y su mayoría, del PP y de Vox que, de 
momento, forman una auténtica falange macedónica dispuesta a defenderse 
de cualquier asechanza enemiga… 
Y todo por consentir y alimentar un 
proyecto, y sus circunstancias, cuyos beneficios cacareados son en buena
 medida míticos y falseados, y sus perjuicios, netos y demostrables.
 
(*) Ingeniero técnico de Telecomunicación, licenciado en Ciencias 
Políticas y Sociología (UCM) y licenciado en Periodismo (UCM). Fue 
consultor del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y 
Premio Nacional de Medio Ambiente.