MADRID.- Al periodista Francesc Arabí le cogió la detención de Eduardo Zaplana
 en el momento que acababa un libro sobre este “empresario de la 
política”. Conocedor de todos los desfalcos en que el expresident se ha 
visto salpicado, su obra reconstruye la historia de poder de una de las 
figuras más insignes de la corrupción, según recoge hoy Público.
                                                                
“Parecía que nunca pasaría”, se escuchaba aquellos días en ciertos 
corrillos por tierras valencianas, donde ya hacía tiempo se había visto 
caer a muchos de los personajes secundarios de aquella gran trama que 
empezó a organizarse con la llegada del cartagenero al Palau.
Caía Zaplana el impune, el que siempre salía indemne e incluso 
reforzado, aquel que consiguió sobrevivir a todas las pruebas de estrés:
 Naseiro, el caso Ivex-Julio Iglesias, el caso Terra Mítica y tantas 
otras sospechas con “comisioncita”. 
Aquel que en las grabaciones pronunciaba que se tenía que hacer rico porque estaba arruinado.
 El caso Erial vino motivado por un giro de guión que bien podría 
confundirse con la sinopsis de un thriller de alto voltaje. Un imán 
sirio habría encontrado en un falso techo de la vivienda donde 
anteriormente había vivido el expresident unos papeles que recogerían 
los movimientos ilícitos de dinero. 
El imán, en una sucesión de 
casualidades y causalidades, entregó estos documentos a su amigo Marcos 
Benavent, exgerente de Imelsa, conocido como el “yonki del dinero”, quien a su vez los hizo llegar al juzgado. Jaque mate.
¿Cómo podía ser que Zaplana, con toda la habilidad, tiento y pericia 
demostrados a lo largo de su trayectoria, pudiese cometer tal error? O, 
dicho de otra manera, ¿cuántos papeles incriminatorios no se dejó en 
aquella vivienda? Eso mismo se pregunta Francesc Arabí, periodista 
valenciano que ha seguido la pista del personaje desde su irrupción en 
la política como alcalde de Benidorm en 1991 a merced de una tránsfuga 
del PSPV (el episodio conocido como el “marujazo”) hasta el momento 
actual en el que el mito caído afronta un agrio horizonte judicial. 
Ciudadano Zaplana. La construcción de un régimen corrupto (Ediciones
 Akal, 2019) es mucho más que un manual de los desfalcos y los desmanes 
de un imperio; es una fotografía estremecedora de un tiempo devastador 
que forma parte de la historia viva del País Valenciano.
Precisamente, uno de los objetivos de Arabí era romper la barrera del
 silencio y llegar más allá de las latitudes valencianas. En Madrid, de 
hecho, hasta la aparición de su nombre en los casos de Lezo y Púnica, a Zaplana quizás solo se le conocía por su controvertida gestión de los atentados del 11-M.
 Este libro descubre qué hay detrás de esa vida ejemplar proyectada por 
el que también fue ejecutivo de Telefónica. 
Esta es una historia de 
reclasificación de terrenos, sobrecostes, fraude fiscal, estafa, saqueo,
 compra de voluntades, mordidas, hiperactividad societaria, sobrinísimos
 que hacen las Américas y hedor de alcantarilla. De relojes de alta 
gama, vehículos de lujo, pisazo en la Castellana… y todo a cargo del 
contribuyente valenciano.
El periodista describe la “zaplanología” como una religión 
neopopulista y una ciencia de escalada de puestos y devolución de 
favores sin escrúpulos. “Estamos ante la aplicación valenciana del 
maquiavelismo”, apunta Arabí. 
Lemas como el insigne “Agua para todos” u 
otras consignas atávicas y sentimentales que apelaban a la recuperación 
de la autoestima como pueblo se popularizaron bajo su hegemonía, a la par que cimentaba su poder en un control férreo de todos y cada uno de los engranajes de la vida política y social. 
“Es un grandísimo estratega. No tiene solamente un estilo; hoy se 
adaptaría a cualquier marca, incluidas Compromís o Podemos. No tiene 
problemas de registro. Ha sabido buscar alianzas y complicidades”, 
relata el periodista.
Alianzas y complicidades que llegaban también a Ferraz, con amistades
 trabadas con pesos como José Blanco, José Bono o Alfredo Pérez 
Rubalcaba. Según explica Arabí, en el PSPV se llegaron a ver sugeridos 
por cargos nacionales de su partido de no remover judicialmente nada que
 pudiera complicarle las cosas al expresident. 
El culto a su figura, 
labrado durante años de intervencionismo sobre su imagen, ha conseguido 
que todos aquellos en que invirtió le hayan seguido rentando a largo 
plazo. Todos, a excepción de los que han acabado imputados y 
entrando en prisión. 
Arabí se muestra convencido de que, sin la campaña 
de presión que se ha ejercido sobre la jueza del caso Erial, la UCO y la
 Fiscalía, el exministro no hubiera conseguido la libertad provisional 
tras el bloqueo del dinero de procedencia supuestamente delictiva.
El periodista describe la “zaplanología” como una religión 
neopopulista y una ciencia de escalada de puestos y devolución de 
favores sin escrúpulos
A día de hoy, la herencia del zaplanismo la recoge Ciudadanos y otra 
parte se ha quedado en la clandestinidad. Pero el último mapa electoral 
dibujado tras las elecciones autonómicas del pasado mes de abril ha 
vuelto a resucitar los viejos fantasmas del desgarro interno del PP 
valenciano, dividido en las parcelas del zaplanismo y el campsismo. 
Es 
en las comarcas alicantinas donde el PP ha conseguido amortiguar el 
embate de las fuerzas progresistas del Botànic y donde ha construido su 
bastión con el apoyo de Ciudadanos. 
Precisamente, el pasado zaplanista 
de Carlos Mazón, aspirante a presidir la Diputación de Alicante, y los 
pactos alcanzados con un Ciudadanos nutrido de antiguos afines al 
zaplanismo, habrían precipitado la dimisión esta semana de José Císcar, 
hombre que representa el oficialismo de Isabel Bonig, en la presidencia 
provincial del partido. ¿Estamos ante la reconstrucción zaplanista desde
 el sur?
Reventón de las cajas
"Hemos perdido mucha credibilidad y legitimidad"
Una de las preguntas recurrentes cuando se aborda la cuestión de la 
corrupción y el despilfarro en tierras valencianas tiene que ver con el 
coste al erario público. El periodista Sergi Castillo, autor de Yonkis 
del dinero (Lectio, 2016), calculó en unos 15.000 millones de euros el 
montante resultante después del ciclo de los Zaplana y los Camps. 
Por su
 parte, la vicepresidenta Mónica Oltra anunció hace unos años que el 
Consell disponía de informes que elevaban al 4% del PIB el agujero. Para
 Arabí, más allá de lo cuantitativo, está el coste cualitativo: “Es el 
peor de todos: la hipoteca reputacional. Hemos perdido mucha 
credibilidad y legitimidad. La imagen dada crea desconfianza y ello 
tiene consecuencias, por ejemplo, cuando se reivindica una mejor 
financiación para el País Valenciano. Estoy seguro que, sin la corrupción, ya se hubiera podido conseguir estar mejor financiados”.
Capítulo fundamental de esta historia de saqueo es el de la 
desaparición de la mayor parte del sistema financiero valenciano. Arabí 
recuerda que fue Zaplana quien cambió la ley de cajas en 1997 para 
subyugar aún más los consejos de administración a los designios del 
Consell. 
El asalto a las cajas fue decisivo para la financiación de 
todos los eventos y proyectos ruinosos de los que se beneficiaron 
políticos y empresarios, a costa de la pérdida de poder adquisitivo de 
los ciudadanos. “No fue algo improvisado, fue una construcción 
absolutamente planificada, ejecutada al milímetro”, dice Arabí.
Tormenta perfecta
"Han fallado todos los mecanismos de control. Y, cuando digo todos, 
son todos. Hemos fallado los periodistas a la hora de crear contrapoder,
 ha fallado la judicatura, el sistema de control de la Administración, 
auditores, interventores, Tribunal de Cuentas, gobierno y oposición. Y, 
en última instancia, ha fallado la ciudadanía, que miró hacia otro lado y
 dimitió”. 
En su diagnóstico, Arabí es contundente en señalar la 
narcotización ciudadana en una época de estómagos saciados y 
triunfalismo por imitación. Fue una tormenta perfecta de factores 
alineados. Con la crisis se hundió el espejismo.
"Canal 9 hizo todos los papeles posibles. Entre ellos, servir a las cloacas del Estado"
Y se hundió, como consecuencia, Canal 9. En el final de la hegemonía 
popular, el cierre de la televisión pública fue el símbolo de una 
derrota colectiva para el pueblo valenciano. Sin embargo, Canal 9 ya 
había perdido toda credibilidad desde que Zaplana puso sus garras sobre 
ella y la convirtió en un pesebre de corruptelas y clientelismo. No 
tanto como aparato de propaganda del régimen, sino como altavoz de 
silencios (valga como ejemplo el infame trato informativo que recibió el
 accidente de metro de València). 
“A excepción del papel de televisión 
pública, Canal 9 hizo todos los papeles posibles: servir a las cloacas 
del Estado, convertirse en No-Do, parir la telebasura, dar pie a 
comisiones, cobijar abusos sexuales…”, enumera el periodista. Junto con 
la compra de voluntades en los medios privados, Zaplana convirtió las 
redacciones en un cuartel general de afectos a su régimen.
                                                                                
No todos le siguieron el juego. Francesc Arabí es ese ejemplo de 
periodismo bien entendido. Hubo un tiempo, eso sí, que estuvo solo en la
 travesía. Muy pocas fueron las incursiones periodísticas en el inicio 
de las sospechas por los desmanes perpetrados en el Instituto Valenciano
 de Exportación, que fichó a Julio Iglesias como imagen promocional del 
País Valenciano en el exterior, y que derivó en una estafa millonaria 
alrededor del mundo. 
Arabí publicó centenares de piezas en las páginas 
de Levante y puso ante la opinión pública todas las pruebas 
incriminatorias de la fiesta en las “embajadas” valencianas. De todo 
aquel episodio con banda sonora truhana, Zaplana también se escapó. 
Arabí bromea: “Si sale indemne del caso Erial, se le debería conceder la
 Alta Distinción de la Generalitat por los méritos acreditados”.