"Estimamos que la pesca ilegal mueve 
entre 15.500 millones y 36.400 millones de dólares al año, y supone un 
peligro mayúsculo para la gestión sostenible", explicó en una ponencia 
la portavoz del Consejo de Defensa de los Recursos Naturales de EEUU, 
Sandy Aylesworth.
Aylesworth, que participó en una conferencia organizada 
por la Fundación Nacional de la Prensa de EEUU en Monterrey (California),
 aseguró que los principales compradores (EEUU, la Unión Europea y 
Japón) se encuentran en una posición "sin igual para fomentar el cambio 
en la industria pesquera de todo el mundo".
Estos tres
 mercados constituyen el destino del 64 % de todas las importaciones de 
pescado que se producen en el planeta y, según la experta, es necesario 
que haya coordinación entre ellos para poder afrontar el problema 
seriamente, algo que a su juicio ahora no ocurre en el caso de EEUU.
"No
 estamos impidiendo de forma efectiva la entrada de pescado capturado de
 forma ilegal y ello tiene un coste para los pescadores estadounidenses 
de aproximadamente 1.000 millones de dólares al año, ya que estos 
trabajan en entornos mucho más regulados, por lo que les supone 
competencia desleal", explicó.
Entre el 20 % y el 32 %
 de todo el pescado importado no proveniente de piscifactorías que llega
 a EEUU es capturado de forma irregular, ante lo cual varias 
organizaciones han puesto en marcha programas de control de origen, como
 certificados y puntuaciones dirigidos a que los consumidores tomen 
elecciones informadas.
Uno de estos sistemas es la 
guía nacional del consumidor impulsada por el Acuario de la Bahía de 
Monterey, disponible tanto en papel como online, en la cual la 
prestigiosa institución científica clasifica los distintos pescados que 
se pueden comprar en el mercado según la sostenibilidad del proceso de 
pesca de cada uno.
Así, por ejemplo, la langosta 
procedente de México o la tilapia pescada en Perú y Ecuador reciben la 
clasificación verde (mejor elección), mientras que el pulpo con origen 
en España y Portugal o la trucha de piscifactorías chilenas son 
clasificadas en amarillo (buenas alternativas), un peldaño por debajo 
del verde.
El bacalao pescado en EEUU, Canadá, Japón y
 Rusia consta en rojo como compra a "evitar" por la poca sostenibilidad 
de su proceso de captura, igual que ocurre con la sardina mediterránea, 
el calamar argentino y chino y los tiburones y atunes rojos provengan de
 donde provengan.
El acuario promueve esta lista no 
sólo entre consumidores, sino también entre restaurantes, para informar a
 los chefs sobre cuáles son las mejores opciones si quieren poder 
presentarse ante sus clientes como un negocio medioambientalmente 
responsable y comprometido con el futuro de los océanos.
Otro
 sistema de información para el consumidor es el promovido por el 
Consejo de Administración Marina (MSC por sus siglas en inglés), 
impulsado desde hace 20 años por la propia industria alimentaria como 
organización independiente sin ánimo de lucro.
"Somos 
una etiqueta ecológica y una certificación de pesca que, además de 
proteger la fauna de los océanos, potencia el interés de los productores
 en mejorar sus prácticas para lograr el certificado", explicó el 
directo regional para las Américas de MSC, Brian Perkins.
El
 Consejo fija estándares de pesca sostenible y bien gestionada y uno de 
los criterios usados, por ejemplo, es que se minimice o se elimine por 
completo la captura accesoria, es decir, las especies que se pescan 
accidentalmente cuando el objetivo que se persigue es otro pez.
Los
 certificados que emite son válidos durante cinco años con una auditoría
 anual y la escala es del 0 al 100, siendo considerado todo aquello de 
80 para arriba como "mejor práctica", lo que puntúe entre 60 y 80 como 
"mínimo aceptable" y lo que está por debajo de 60 se considera que no 
pasa el estándar.
Perkins explicó que una encuesta 
interna de la organización mostró que el 54 % de los consumidores de 
pescado del mundo están dispuestos a pagar más por un producto con 
certificación de sostenibilidad.