Semana negra de Sánchez Pérez-Castejón. Semana en la que el PSOE nos ha ofrecido el espectáculo de miseria que merecemos
 por haber consentido la toma del poder por un personaje menor, un 
psicópata devenido en pequeño capo mafioso con banda propia y el apoyo 
de casi 8 millones de votos, dispuestos todos a repartirse el país. Un 
Gobierno de delincuentes para un país de idiotas. 
Remedando a Cioran,
 una civilización exhausta rendida a su bárbaro. Un socialista honrado 
explicaba días atrás la secuencia de lo ocurrido: todos sabemos, decía, 
que el “pinyol” del que Sánchez se rodeó tras su destierro de Ferraz en 
2016 era gente sin oficio ni beneficio, los Ábalos, los Cerdán, las Lastra, los Koldo…
 meros oportunistas dispuestos a jugárselo todo a una carta. 
Salió cara y
 desde ese momento solo pensaron en enriquecerse, y lo hacen a las 
primeras de cambio, no pueden esperar, se atiborran a la primera 
oportunidad, la pandemia, el maldito Covid, mientras la gente moría a miles en residencias y hospitales… 
Un drama que retrata a Sánchez,
 nos da su dimensión política pero sobre todo humana, un tipo arrojado 
al arroyo por su propio partido que se lo juega todo a cara o cruz, que 
reconquista la plaza a base de populismo barato con el apoyo en una 
militancia arriscada, y que cuando llega a Moncloa se comporta como un 
vulgar bandolero porque se siente el amo del cortijo y sabe que su 
sillón descansa sobre la fidelidad de una gente a la que tiene que 
recompensar, tiene que premiar, llenar de cargos, atiborrar de nóminas, 
incluso ahora quiere recrear el INI franquista porque con la SEPI y el 
sector público le siguen faltando canonjías con las que pagar los 
favores del ruin ejercito de estómagos agradecidos que le acompaña.
Un olor pútrido procedente de la escombrera de Moncloa se extiende 
por España como una mancha de estiércol. Como esas tormentas de arena 
procedentes del Sahara que de vez en cuando nublan el sol madrileño. 
Todo está podrido en este PSOE. Todo enfangado en este Gobierno. Es 
Ábalos, por supuesto, pero es Armengol, es Illa, es Marlaska, es Torres, es Cerdán, es Begoña,
 la mujer del “bárbaro” de Cioran. Es el secretario de organización, es 
la presidenta del Congreso, es el ministro del Interior, es el líder del
 PSC, es el ex presidente canario, es el tipo que negocia la rendición 
de España en el extranjero con un delincuente, es la esposa del 
presidente del Gobierno… Es Pedro Sánchez, la cabeza de la hidra. Todo 
podrido. 
Es el “poder reflejo” del que hablaba aquí el viernes Jorge Sáinz:
 “Koldo usaba el poder reflejo de Ábalos y Begoña Gómez, el de Sánchez. 
Para ellos, verse con Gómez era como reunirse directamente con el 
presidente”. Ni en los momentos más apurados del felipismo, dramática 
última legislatura de 1993 a 1996, la corrupción alcanzó los niveles que
 ahora anegan el país y agotan el crédito de un Gobierno que apenas ha 
cumplido sus primeros 100 días de ejercicio, un Gobierno que ni siquiera
 tiene garantizada la legislatura. 
Siempre he pensado que a Sánchez no 
le interesaba el dinero, sino el poder, pero lo que esta semana hemos 
conocido de su “santa” pone esa idea en entredicho y nos aboca a 
redimensionar la tipología de un personaje a medio camino entre el palio
 y la pasta.
Esta es la verdadera cloaca, el sumidero al que ha ido a parar un 
partido con 140 años de polémica historia, 40 de los cuales ocupados en 
cobarde silencio durante la dictadura, y a quien le acaba de estallar 
una bomba fétida con múltiples ramificaciones, porque esto no es el “caso Roldán”,
 un hombre y su circunstancia, sino el caso de todos los hombres, todos 
los nombres, las ramas enteras del árbol que cobija el sanchismo, el 
tronco podrido del principal responsable, un jefe de Gobierno que desde 
el principio renunció a serlo de todos los españoles para dedicarse a 
amamantar únicamente a su grey, premiar a los capos de su banda y colmar
 de regalías a sus fieles. 
Decía el jueves el joven Patxi López que el problema del PSOE con
 Ábalos es que el ex de Fomento “tiene un club de fans muy potente 
dentro del partido, gente que no entiende que lo hayamos defenestrado de
 esta manera después de decir que había que dejar trabajar a los jueces,
 y sin una acusación concreta…” Por primera vez a Sánchez empiezan a 
cuestionarle dentro de la capilla socialista, empiezan a fallarle los 
apoyos internos y le quiebran también los externos, tentados los Puchimones
 a apretarle aún más las tuercas de la exigencia, menos obligados a 
defenderle quienes lo vienen haciendo por conveniencia. Dispuestos todos
 a aumentar la cifra del chantaje.
El Gobierno Sánchez ha saltado por los aires. La legislatura está 
agotada cuando apenas ha echado a andar. Pero, ¿está muerto el caimán? 
“Ni mucho menos”, se oye a derecha e izquierda. Hemos llegado a aceptar 
con tanta mansedumbre, con tan cristiana resignación, las mentiras del 
personaje y sus tropelías que le hemos dotado de ese aura que rodea lo 
rocoso, lo inamovible, la sensación de desesperanza que durante el 
franquismo sentíamos quienes militábamos en agónica espera de un cambio 
democrático. 
Pero esta vez el Caudillito Wapo ha traspaso 
líneas rojas muy por encima de sus posibilidades, porque ya no es su 
Gobierno, prácticamente al completo, el que está con un pie en el 
banquillo, sino él mismo quien se encuentra en el disparadero. Lo ha 
puesto la señora que se acuesta en su cama. Sabemos, en efecto, que Air Europa financió una cátedra en la Complutense a Begoña Gómez poco después de la llegada del señorito a Moncloa. 
Sabemos que la doña mantuvo reuniones con Víctor de Aldama, comisionista de la trama de corrupción y en nómina de la aerolínea, y con el CEO y dueño de la misma, Javier Hidalgo,
 para “hablar de negocios”. Y sabemos también que el Consejo de 
Ministros acordó el rescate de Air Europa (créditos y avales por importe
 de 1.100 millones), en sesión presidida por el presidente del Gobierno,
 que, punto clave, no se abstuvo como hubiera sido su obligación a tenor
 de la ley Ley 3/2015 que regula los conflictos de interés para altos 
cargos de la Administración.
Sánchez, que ayer sábado seguía en paradero desconocido, está tocado,
 y la llamada del juez a la gentil Begoña para prestar declaración 
debería terminar de hundirlo. Es evidente que un escándalo de esta 
magnitud -la mujer del presidente reuniéndose con notorios 
“conseguidores” dispuestos a proponerle negocios nada menos que en 
Marruecos, país que encierra el gran misterio de corrupción que envuelve
 a su marido-, hubiera hecho ya saltar por los aires al Gobierno de 
cualquier país democrático, algo que hace tiempo dejó de ser España. Mi 
opinión es que el caimán se irá muy pronto para Barranquilla. Cuestión 
de tiempo. De poco tiempo. 
Abrochado a su manual de resistencia, el 
gaznápiro se embarcará sin la menor duda en una huida hacia adelante (lo
 contrario nos decepcionaría) intentando hacer aprobar una ley de amnistía a cualquier precio, enfrentándose
 a la roca del Tribunal Supremo y regalando lo que le pidan para sacar 
adelante unos PGE que le permitan seguir en el alambre algún tiempo más,
 todo ello a un coste inasumible para un país tan machacado como es 
ahora España. Mi opinión, insisto, es que el circo Sánchez se ha venido 
abajo y los españoles seremos convocados a las urnas este mismo año, 
probablemente después del verano.
Mucho dependerá de la labor de la oposición, de su determinación y 
acierto a la hora de enfocar los disparos. Si comete el error de centrar
 el tiro en Ábalos y su sanchopanza Koldo, dando gusto a un 
PSOE que sueña con la posibilidad de apagar el incendio con ese 
cortafuego, entonces el asunto quedará circunscrito a un caso más de 
corrupción, por importante que sea. 
El PP debe elevar el tiro e ir aguas
 arriba de un problema cuyo origen está en la incapacidad para gestionar
 cualquier cosa de este Gobierno de gañanes, tal que la contratación y 
compra de las mascarillas y los test, un proceso que se acomete sin 
publicidad y sin controles, y que se otorga a empresas desconocidas o de
 reciente creación.
 Se deja en manos amigas. Es ahí donde surge la 
responsabilidad política clara del ministro de Sanidad, Salvador Illa, y de su jefe superior, el presidente del Gobierno, así como también de los presidentes de CC.AA. (caso de Armengol,
 una mujer absolutamente chamuscada) y de los ministros que contrataron 
con la empresa de Koldo y similares. Es ahí donde anida la corrupción 
que permite el enriquecimiento de gente situada en el cogollo del 
Gobierno y del partido.  
En Ábalos, en Armengol, en Marlaska, en Cerdán, en Begoña, en Sánchez, capo di tutti capi,
 está retratado el fracaso histórico de nuestras élites a la hora de 
reformar desde dentro un sistema, el del 78, que ha llegado hasta aquí 
arrastrándose por el barro de una corrupción generalizada –quizá peor la
 corrupción moral de quienes asumen en silencio la situación para no 
correr riesgos-, ante la indiferencia de una sociedad anestesiada que ha
 bajado los brazos. 
Como escribiera Bastiat, un teórico
 del primer liberalismo, “Cuando el saqueo se convierte en una forma de 
vida para un grupo de hombres en una sociedad, con el tiempo se crea un 
sistema legal que lo autoriza y un código moral que lo glorifica”. 
La 
explosión del sanchismo coloca a los demócratas españoles ante el espejo
 de las miserias del sistema y los interpela para acometer su reforma 
radical, porque, como ayer escribía aquí Agustín Valladolid,
 España seguirá siendo un paraíso para los corruptos mientras no actúe 
sobre la raíz del problema: la voracidad de unos partidos que se han 
apropiado del Estado desactivando sus mecanismos de control. 
Koldo, por 
eso, es el producto inevitable de un modelo fallido. Es ahí donde una 
derecha democrática merecedora de tal calificativo tendría que actuar a 
corazón abierto y sin miramientos, una vez desalojado del poder el 
bandolero que lo detenta.    
Y un apunte final: ¿Qué va a hacer ahora ese dechado de honorabilidad
 que es el PNV? ¿Qué hará ese miembro de una raza superior apellidado Esteban Bravo, aúpa Luis Aitor? ¿Qué harán los señores de la boina que plantaron al estulto Rajoy
 con el argumento de que “el partido no puede aguantar la presión de 
nuestra gente, hemos hecho una encuesta interna y ha salido que no 
acepta que sigamos apoyando a un Gobierno corrupto como el tuyo, Mariano, porque sois unos corruptos, entiéndeme, lo acaba de decir una sentencia judicial…” 
La sentencia (manipulada) por el juez De Prada. Y,
 ¿qué van a hacer ahora esos ángeles de luz, esos dechados de virtud, 
esa traición de siglos que se refugia bajo las siglas PNV? ¿Va el PNV a 
seguir apoyando la gran cloaca sanchista sin rechistar?
 
(*) Columnista
 
https://www.vozpopuli.com/opinion/esta-muerto-caiman.html