MADRID.- Uno de los pilares de las cajas de ahorros españolas, la obra social, 
está corrompido. Entre 1996 y 2006, cuando el llamado milagro económico 
español asombraba al mundo y las cajas amasaban dinero, cuanto mayor fue
 la rentabilidad económica y financiera de las cajas, menor fue su 
inversión en obra social. Al contrario de lo que sucede en otros países,
 en España se cumplió al dedillo la llamada “hipótesis del oportunismo 
de los directivos”, según explican en un nuevo estudio investigadores de
 la Universidad de León.
Esta hipótesis sostiene que los directivos de las empresas pueden 
perseguir sus intereses privados al margen de los del resto de 
accionistas de la compañía. En el caso de las cajas de ahorros, el 
sueldo de los altos cargos está vinculado a los beneficios a corto 
plazo, por lo que “los directivos podrían reducir las actividades de 
responsabilidad social corporativa para maximizar sus ingresos 
personales a corto plazo”, sostiene el trabajo, firmado por 
los economistas Almudena Martínez, Laura Cabeza y Federico Marbella.
Los recursos económicos destinados a obra social por el conjunto de 
cajas de ahorros españolas pasaron de 515 millones de euros en 1996 a 
casi 1.693 millones en 2006, un 229% de crecimiento acumulado. Sin 
embargo, estas cifras son un espejismo. En términos relativos sobre el 
beneficio neto de las cajas, la inversión en obra social cayó un 7,4% en
 plena época de vacas gordas.
Más recortes
Los autores creen que con la crisis y el actual proceso de 
reestructuración de las cajas siguen los recortes en la dotación a obra 
social, como constata 
el último informe de la Fundación Empresa y Sociedad, y “parece razonable esperar que tales recortes se potencien todavía más” en el futuro inmediato.
Los economistas de la Universidad de León hacen un llamamiento a “la 
adopción de medidas oportunas por parte de las instituciones públicas a 
fin de evitar o, al menos, controlar el posible oportunismo directivo en
 este sector”. Las cajas de ahorros 
se definen a sí mismas
 como “fundaciones de carácter privado que combinan dos funciones, una 
financiera y otra social”. No tienen obligación legal de invertir en 
obra social, pero es una tradición y su 
marketing se basa en 
proclamar que “el carácter social orienta cualquier actividad de las 
cajas”. Además, obtienen beneficios fiscales por ello.
La primera autora del trabajo, Almudena Martínez, subraya que ese descenso del 7,4% en la inversión en pleno 
boom
 económico “no es una caída sutil, porque aplicando la técnica 
estadística a las bases de datos hemos visto que las relaciones 
negativas entre obra social y rentabilidad económica y financiera son 
relevantes y se sostienen en el tiempo”. Martínez cree que la evolución 
del porcentaje de los beneficios dedicados a obra social “ha ido a peor 
desde 2006″, a medida que el pinchazo de la burbuja inmobiliaria ha 
dejado a las cajas con menos ingresos. Ayer,  la Confederación Española 
de Cajas de Ahorros reconoció que 
invirtieron un 23% menos en obra social en 2011,
 solo 1.125 millones de euros, sin hablar de términos relativos sobre su
 beneficio neto. Esta cifra tan baja de inversión no se veía desde 2003.
Los investigadores han manejado datos del periodo entre 1996 y 2006, 
año en el que en España había 47 cajas de ahorros. Ahora, tras las 
fusiones, 
son 15 grupos.
 “El panorama ya no tiene nada que ver, pero nuestros resultados sirven 
para ayudar a explicar cómo hemos llegado a la situación económica 
actual”, añade Martínez. El saneamiento de la banca española puede 
generar unas pérdidas de 41.000 millones de euros para los ciudadanos, 
unos 868 euros por persona, 
según un reciente estudio de la Fundación Ideas.
Dinero para el ladrillo
Martínez recuerda que la teoría más aceptada dice que la 
responsabilidad social corporativa mejora el resultado financiero de una
 empresa. La sorpresa saltó al aplicar este marco teórico general al 
marco concreto de las cajas de ahorros españolas. “Pensábamos que nos 
íbamos a encontrar una relación positiva, pero salió todo lo contrario. 
Luego, indagando en la peculiaridad del sector, tiene sentido”, explica 
Martínez.
El trabajo, que 
se publica en Cuadernos de Economía y Dirección de la Empresa,
 asegura que “ante unos buenos resultados económicos, los órganos de 
gobierno de las cajas optarán por reducir los gastos en obra social a 
fin de optimizar su función de utilidad particular”, sin dar muchos más 
detalles. Por teléfono, Martínez es más clara. “A los directivos les 
compensaba más invertir en otro tipo de actividades, como el sector 
inmobiliario, con más beneficios a corto plazo y réditos políticos”, 
explica.
Así ocurrió, por ejemplo, con la Caja de Ahorros del Mediterráneo, 
que financió los megaproyectos del Gobierno de la Comunidad Valenciana 
de Francisco Camps, como la Ciudad de las Artes, Terra Mítica y la 
Ciudad de la Luz. Ahora la Comunidad Valenciana ha sido 
la primera autonomía en pedir el rescate al Gobierno central y la Caja de Ahorros del Mediterráneo ha sido intervenida y cinco de sus directivos 
están imputados por estafa. En Madrid, 33 directivos de Bankia, tanto del PP como del PSOE e IU, están imputados en el juicio a la entidad. Entre todos, 
ganaron 14 millones de euros en 2011.
Una “madeja de relaciones”
El economista 
Félix López Iturriaga,
 de la Universidad de Valladolid, da la bienvenida al trabajo de sus 
colegas. “Este análisis muestra que se puede llegar a una situación en 
la que los directivos gestionan una entidad en beneficio personal”, 
señala. López Iturriaga, autor de 
un análisis sobre la obra social de las cajas de ahorros, recuerda la “madeja de relaciones” que aparece en los órganos de gobierno de estas entidades financieras.
Estos órganos rectores funcionan como un “coto cerrado de intereses 
políticos y económicos” dejando de lado a las personas que ingresan 
dinero en las cajas, según llevan años denunciando grupos como la 
Asociación de Usuarios de Bancos, Cajas y Seguros.
 Así ocurrió por ejemplo en Caja Madrid, donde el exvicepresidente 
económico de Aznar, Rodrigo Rato, alcanzó la presidencia en 2010 tras 
una guerra interna en el PP. En el caso de Caja Castilla-La Mancha, 
primera caja intervenida por el Banco de España, su presidente, Juan 
Pedro Hernández Moltó, era un exdiputado del PSOE. Ahora 
es investigado por la Fiscalía Anticorrupción.
Francisco Abad, uno de los padres de la 
Fundación Empresa y Sociedad, admite que los nuevos datos son “bastante lamentables”, pero llama a “no generalizar”. A su juicio, 
La Caixa y 
Kutxabank
 son ejemplos de entidades que sí lo han hecho bien. “Otras cajas de 
ahorros prefirieron dedicar menos a obra social y más al sector 
inmobiliario o a grandes eventos con mucho retorno político. Hay que 
hacer borrón y cuenta nueva”, propone.
Un círculo vicioso
Los economistas de
 la Universidad de León no sólo culpan a los directivos de las cajas. En
 España, un país con poca tradición en el consumo responsable, un mayor 
gasto en obra social no se tradujo en un mayor número de clientes para 
las cajas de ahorros, así que se produjo un círculo vicioso. “Un menor 
gasto en obra social conduce a un mejor resultado financiero de las 
cajas, lo que a su vez incentiva a sus directivos a abordar una menor 
inversión en obra social en pro de la función financiera”, resumen los 
autores.
Los estudios internacionales muestran que debería ocurrir al 
revés.  La mayor parte de estos trabajos concluye que la responsabilidad
 social corporativa y el resultado financiero se relacionan en un 
círculo virtuoso: más obra social, mejor imagen, más dinero y así 
sucesivamente. 
Un metaanálisis de investigadores de las universidades de Iowa (EEUU) y Sídney (Australia) ya sugería este círculo virtuoso en 2003.