 El  10 de mayo de 2010, tranquilizados por una nueva  inyección de 750.000  millones de euros en la caldera de la  especulación, los tenedores de  títulos de Société Générale ganaron un  23,89%. Ese mismo día, el  presidente francés, Nicolas Sarkozy, anunció  que, por razones de rigor  presupuestario, no se prorrogaría una ayuda  excepcional de 150 euros a  las familias en dificultades.
El  10 de mayo de 2010, tranquilizados por una nueva  inyección de 750.000  millones de euros en la caldera de la  especulación, los tenedores de  títulos de Société Générale ganaron un  23,89%. Ese mismo día, el  presidente francés, Nicolas Sarkozy, anunció  que, por razones de rigor  presupuestario, no se prorrogaría una ayuda  excepcional de 150 euros a  las familias en dificultades.
Así, de crisis  financiera en  crisis financiera, crece la convicción de que el poder  político ajusta  su conducta a la voluntad de los accionistas.  Periódicamente,  democracia obliga, los representantes electos convocan a  la población a  privilegiar a aquellos partidos que los "mercados"  preseleccionaron  por su inocuidad.
La sospecha de  prevaricación socava poco a  poco la confianza en cada invocación al bien  público. Cuando Barack  Obama reprende al banco Goldman Sachs para  justificar mejor sus medidas  de regulación financiera, los republicanos  difunden inmediatamente un   spot  (1) que recuerda la lista de donaciones que el  Presidente y sus  amigos políticos recibieron de "La Firma" en las  elecciones de 2008:  "Demócratas: 4,5 millones de dólares. Republicanos:  1,5 millones de  dólares. Los políticos arremeten contra la industria  financiera, pero  aceptan los millones que les aporta Wall Street".
Cuando,  fingiendo su  preocupación por proteger el presupuesto de las familias  pobres, los  conservadores británicos se oponen a que se fije un precio  mínimo a las  bebidas alcohólicas, los laboristas responden que se trata  más bien de  complacer a los dueños de los supermercados, hostiles a  una medida  semejante desde que convirtieron el precio de las bebidas  alcohólicas en  un producto gancho destinado a adolescentes fascinados  por el hecho de  que la cerveza pueda costar menos que el agua.
Finalmente,  cuando  Sarkozy elimina la publicidad de los canales públicos, todos  imaginan  las ganancias que la televisión privada dirigida por sus  amigos Vincent  Bolloré, Martin Bouygues, etc. obtendrá de una situación  que los exime  de cualquier competencia en el reparto del botín de los  anunciantes. 
                 Este tipo de sospechas se remonta lejos en  la  historia. Ahora bien, muchos hechos que deberían escandalizar pero a  los  cuales uno se resigna se ven minimizados por un "Eso siempre ha   existido". Ciertamente, en 1887 el yerno del presidente francés Jules   Grévy sacaba partido de sus parientes en el Elíseo para negociar   condecoraciones oficiales; a comienzos del siglo pasado, la Standard Oil   daba órdenes a muchos gobernadores de Estados Unidos.
Y en lo  que  respecta a la dictadura de las finanzas, ya en 1924 se hacía  referencia  al "plebiscito cotidiano de los tenedores de bonos" -los  acreedores de  la deuda pública de la época-, también llamados el "muro  de dinero". No  obstante, con el tiempo, algunas leyes regularon el  papel del capital en  la vida política. Incluso en Estados Unidos: a lo  largo de la "era  progresista" (1880-1920) y después del escándalo  Watergate (1974),  siempre como consecuencia de movilizaciones  políticas. En cuanto al  "muro de dinero", las finanzas se colocaron  bajo tutela en Francia tras  la Liberación. En suma, eso "siempre ha  existido", pero eso también  puede cambiar.
Y volver a cambiar...  pero en el sentido contrario. El 30 de  enero de 1976, la Corte Suprema  de Estados Unidos anulaba varias  disposiciones clave votadas por el  Congreso que limitaban el papel del  dinero en la política (fallo  Buckley contra Valeo). ¿Razones invocadas  por los jueces? "La libertad  de expresión no puede depender de la  capacidad financiera de los  individuos para involucrarse en el debate  público". Dicho de otro modo,  regular el gasto es coartar la  expresión... En enero último, este  fallo se amplió hasta el extremo de  autorizar a las empresas a gastar  lo que quisieran para impulsar (o  combatir) a un candidato.
En  otros lugares, desde hace unos veinte años, entre los  antiguos  aparatchiks soviéticos metamorfoseados en oligarcas  industriales, los  empresarios chinos que ocupan un lugar destacado en el  seno del Partido  Comunista, los jefes del Ejecutivo, ministros y  diputados europeos que  preparan, a la manera estadounidense, su  reconversión en el "sector  privado", un clero iraní y militares  paquistaníes embriagados por los  negocios (2), el derrape venal se ha  sistematizado. Esto influye en la  vida política del planeta.
En la primavera de 1996, al término de  un primer mandato muy  mediocre, el presidente William Clinton  preparaba su campaña de  reelección. Necesitaba dinero. Para  conseguirlo, tuvo la idea de ofrecer  a los donantes más generosos de su  partido pasar una noche en la Casa  Blanca, por ejemplo en la  "habitación de Lincoln". Puesto que acercarse  al sueño del "Gran  Emancipador" no estaba ni al alcance de los bolsillos  más pequeños ni  era la fantasía obligada de los más grandes, se  subastaron otros  placeres. Como el de "tomar un café" en la Casa Blanca  con el  presidente de Estados Unidos.
Por lo tanto, los potenciales   donantes de fondos del Partido Demócrata se encontraron con numerosos   miembros del Ejecutivo encargados de regular su actividad. El portavoz   del presidente Clinton, Lanny Davis, explicó ingenuamente que se trataba   de "permitir a los miembros de los organismos de regulación conocer   mejor los asuntos de la industria en cuestión" (3). Uno de esos "cafés   de trabajo" puede haber costado miles de millones de dólares a la   economía mundial, favorecido el crecimiento de la deuda de los Estados, y   provocado la pérdida de decenas de millones de empleos.
"Los  pobres no hacen donaciones  públicas" 
Así, el 13 de  mayo de 1996, algunos de los  principales banqueros de Estados Unidos  fueron recibidos durante noventa  minutos en la Casa Blanca por los  principales miembros de la  Administración. Junto al presidente Clinton,  el secretario del Tesoro,  Robert Rubin, su adjunto encargado de  Asuntos Monetarios, John Hawke, y  el responsable de la regulación de  los bancos, Eugene Ludwig.
Por una  casualidad seguramente  providencial, el tesorero del Partido Demócrata,  Marvin Rosen, también  participaba en la reunión. Según el portavoz de  Ludwig, "los banqueros  discutieron la legislación futura, incluidas las  ideas que permitirían  quebrar la barrera que separa a los bancos de las  demás instituciones  financieras".
Aleccionado por el crac bursátil de 1929, el New  Deal había  prohibido a los bancos de depósitos arriesgar  imprudentemente el dinero  de sus clientes, lo que obligaba luego al  Estado a rescatar a esas  instituciones por temor a que su eventual  quiebra provocara la ruina de  sus numerosos depositantes.
Firmada  por el presidente Franklin Roosevelt  en 1933, la reglamentación, aún  vigente en 1996 (ley Glass-Steagall),  disgustaba fuertemente a los  banqueros, preocupados por ser parte de los  beneficiarios de los  milagros de la "nueva economía". El "café de  trabajo" tenía como  objetivo recordarle ese desagrado al jefe del  Ejecutivo estadounidense  en momentos en que éste se preocupaba por  lograr que los bancos  financiaran su reelección.
Unas semanas después del encuentro,  los teletipos de agencia  informaron que el Departamento del Tesoro  enviaría al Congreso un  paquete de leyes "que cuestionaba las normas  bancarias establecidas seis  décadas atrás, lo que permitiría a los  bancos lanzarse ampliamente en  el mercado de seguros y en el sector de  los bancos de negocios e  inversiones". Lo que siguió es de público  conocimiento.
La derogación de  la ley Glass-Steagall fue firmada  en 1999 por un presidente Clinton  reelecto tres años antes, en parte  gracias a su botín de guerra  electoral (4). Esta derogación atizó la  orgía especulativa de los años  2000 (sofisticación cada vez mayor de  los productos financieros, del  tipo de créditos hipotecarios  subprime  , etc.) y precipitó el crac económico de septiembre de 2008.
En  realidad, el "café de trabajo" de 1996 (hubo 103 del mismo  tipo en el  mismo periodo y en el mismo lugar) no hizo más que confirmar  la fuerza  de gravedad que inclinaba la balanza en el sentido de los  intereses de  las finanzas. Porque fue un Congreso de mayoría republicana  el que  enterró la ley Glass-Steagall, conforme a su ideología liberal y  a los  deseos de sus "mecenas"; los congresistas republicanos también   recibieron dólares de los bancos.
En cuanto a la Administración  de  Clinton, con o sin "café de trabajo", no hubiera resistido mucho  tiempo a  las preferencias de Wall Street: su secretario del Tesoro,  Robert  Rubin, había dirigido Goldman Sachs. Al igual que Henry Paulson,  a cargo  del Tesoro estadounidense durante el crac de septiembre de  2008. Tras  haber dejado morir a los bancos Bear Stearns y Merryl Lynch  -dos  competidoras de Goldman Sachs- Paulson rescató a American  Insurance  Group (AIG), una aseguradora cuya quiebra habría afectado a  su mayor  acreedor... Goldman Sachs.
¿Por qué una población que  no está compuesta en su mayoría por  ricos acepta que sus representantes  satisfagan prioritariamente las  demandas de los industriales, de los  abogados de negocios, de los  banqueros, al punto que la política  termina consolidando las relaciones  de fuerza económicas en lugar de  oponerles la legitimidad democrática?  ¿Por qué cuando esos mismos ricos  son elegidos, se creen autorizados a  exhibir su fortuna? ¿Y a  proclamar que el interés general requiere  satisfacer los intereses  particulares de las clases privilegiadas, las  únicas con el poder de  hacer (invertir) o impedir (deslocalizar), y a  las que por lo tanto es  necesario seducir ("tranquilizar a los  mercados") o contener (lógica  del "escudo fiscal")?
Estas preguntas llevan a evocar el caso de  Italia. En ese país,  uno de los hombres más ricos del planeta no se  sumó a un partido con la  esperanza de influir en él, sino que creó el  suyo, Forza Italia, para  defender sus intereses empresariales. De  hecho, el 23 de noviembre de  2009,  La Repubblica  publicó la  lista de las dieciocho leyes que favorecieron al  imperio comercial de  Silvio Berlusconi desde 1994, o que le permitieron  escapar a las  acciones judiciales.
Por su parte, el ministro de Justicia  de  Costa Rica, Francisco Dall'Anase, ya advierte sobre una etapa   posterior. La que verá en ciertos países un Estado, ya no sólo al   servicio de los bancos, sino de grupos criminales: "Los carteles de la   droga se apoderarán de los partidos políticos, financiarán las campañas   electorales, y tomarán luego el control del Ejecutivo" (5).
A  propósito, ¿qué impacto tuvo la (nueva) revelación de  La Reppublica   en el destino electoral de la derecha italiana? A juzgar por su   éxito en las elecciones regionales de marzo último, ninguno. Todo sucede   pues como si el relajamiento habitual de la moral pública hubiera   inmunizado a poblaciones resignadas a la corrupción de la vida política.
¿Por qué indignarse entonces cuando los representantes se  preocupan  continuamente por satisfacer a los nuevos oligarcas, o por  alcanzarlos  en la cima de la pirámide de los ingresos? "Los pobres no  hacen  donaciones públicas", señalaba con bastante razón el ex candidato   republicano a la presidencia John McCain, quien se convirtió en  lobbista   de la industria financiera.
Un mes después de su partida  de la Casa Blanca, William Clinton  ganó tanto dinero como en sus  cincuenta y tres años de vida. Goldman  Sachs le pagó 650.000 dólares  por cuatro discursos. Por otro,  pronunciado en Francia, cobró 250.000  dólares; esta vez, el que pagó fue  el Citigroup. En el último año del  mandato de Clinton, el matrimonio  había declarado ingresos por 357.000  dólares; entre 2001 y 2007, sumó un  total de 109 millones de dólares.
Actualmente,  la celebridad y los  contactos adquiridos a lo largo de una carrera  política se canjean sobre  todo una vez que ésta carrera ha terminado.  Los puestos de  administradores en el sector privado o de asesor de  bancos reemplazan  ventajosamente un mandato popular que acaba de  concluir. Y, como  gobernar es prever...
Pero el "pantouflage"  (6) ya no se explica únicamente por la  exigencia de permanecer miembro  vitalicio de la oligarquía. La empresa  privada, las instituciones  financieras internacionales y las  organizaciones no gubernamentales  conectadas a las multinacionales se  convirtieron, a veces más que el  Estado, en lugares de poder y de  hegemonía intelectual. En Francia, el  prestigio de las finanzas así como  el deseo de forjarse un futuro  dorado desviaron a muchos egresados de  la Escuela Nacional de  Administración (ENA), de la Escuela Normal  Superior (ENS) o de la  Escuela Politécnica de su vocación de servidores  del bien público.
El  ex alumno de la ENA y de la ENS y ex primer  ministro Alain Juppé  confesó haber experimentado una tentación  semejante: "Todos hemos  estado fascinados, e incluso, perdón, los medios  de comunicación. Los  golden  boys , ¡era formidable! Esos jóvenes que llegaban a Londres y que   estaban allí frente a sus ordenadores y transferían miles de millones  de  dólares en unos instantes, que ganaban cientos de millones de euros   todos los meses, ¡todo el mundo estaba fascinado! (...) No sería del   todo sincero si negara que yo mismo cada tanto me decía: ‘caramba, si   hubiera hecho eso tal vez hoy estaría en una situación diferente'" (7).
"Ningún  arrepentimiento" en cambio para Yves Galland, ex  ministro de Comercio  francés, convertido en presidente de Boeing France,  una empresa  competidora de Airbus. Ningún arrepentimiento tampoco para  Clara  Gaymard, esposa de Hervé Gaymard, ex ministro de Economía,  Finanzas e  Industria: tras haber sido funcionaria en Bercy (sede del  ministerio), y  luego embajadora itinerante delegada de la Agencia  Francesa de  Inversiones Internacionales, se convirtió en presidenta de  General  Electric France. Conciencia tranquila también para Christine  Albanel,  que durante tres años ocupó el Ministerio de Cultura y  Comunicación.  Desde abril de 2010, sigue a cargo de la comunicación...  pero de France  Télécom.
La mitad de los ex senadores estadounidenses se  convierten en  lobbistas , a menudo al servicio de las empresas  que habían regulado. Lo  mismo sucedió con 283 ex miembros de la  Administración de Clinton y 310  ex miembros de la Administración de  Bush. En Estados Unidos, el volumen  de negocios anual del lobbying  rondaría los 8.000 millones de dólares.  Suma enorme, ¡pero con un  rendimiento excepcional!
En 2003, por ejemplo,  el impuesto sobre  las ganancias obtenidas en el extranjero por  Citigroup, JP Morgan  Chase, Morgan Stanley y Merril Lynch se redujo del  35% al 5,25%. Precio  del  lobbying : 8,5 millones de dólares. Beneficio fiscal:  2.000 millones de  dólares. Nombre de la norma en cuestión: "Ley para la  creación de  empleos estadounidenses" (8)...
"En las sociedades  modernas -resume  Alain Minc, egresado de la ENA, asesor (a d  honorem ) de Sarkozy y (asalariado) de varios grandes empresarios   franceses-, se puede servir al interés general en otro lugar que no sea   el Estado, como en las empresas" (9). El interés general, todo está  ahí.
Esta atracción por las "empresas" (y sus remuneraciones) no  ha  dejado de hacer estragos en la izquierda. "Una alta burguesía se  renovó  -explicaba en 2006 François Hollande, entonces primer secretario  del  Partido Socialista francés-, en momentos en que la izquierda  asumía  responsabilidades, en 1981. (...) Es el aparato del Estado el  que  proveyó al capitalismo de sus nuevos dirigentes. (...) Provenientes  de  una cultura del servicio público, accedieron al estatus de nuevos  ricos,  dando cátedra a los políticos que los habían designado" (10). Y  que  fueron tentados a seguirlos.
El mal les parece tanto menor  cuanto que a través de los fondos  de pensiones, los fondos de  inversión, etc., un sector creciente de la  población encadenó, a veces  sin quererlo, su destino al de las finanzas.  Actualmente, es posible  defender a los bancos y a la Bolsa fingiendo  preocuparse por la viuda  sin recursos, por el empleado que compró  acciones para mejorar su  salario o garantizar su jubilación. En 2004, el  ex presidente George W.  Bush basó su campaña de reelección en esa  "clase de inversores".  
The  Wall Street Journal  explicaba: "Cuanto más accionistas son los  electores, más apoyan  las políticas económicas liberales asociadas a  los republicanos. (...)  El 58% de los estadounidenses tiene una  inversión directa o indirecta en  los mercados financieros, frente al  44% hace seis años. Ahora bien, en  todos los niveles de ingresos, los  inversores directos son más proclives  a declararse republicanos que los  no inversores" (11). Se entiende que  Bush haya soñado con privatizar  las jubilaciones.
"Esclavos de las finanzas desde hace dos  décadas, los Gobiernos  sólo se volverán contra éstas si los agreden  directamente hasta el punto  de que les parezca intolerable", anunciaba  el mes pasado el economista  Frédéric Lordon (12). El alcance de las  medidas que Alemania, Francia,  Estados Unidos y el G-20 tomarán contra  la especulación en las próximas  semanas dirá si la humillación  cotidiana que "los mercados" infligen a  los Estados, y la cólera  popular que aviva el cinismo de los bancos,  despiertan en los  gobernantes, cansados de ser tratados como lacayos, la  poca dignidad  que les queda.
        Notas:      (1) Vídeo disponible en:  
www.monde-diplomatique.fr/19172  (2) Serge Halimi, "El dinero"; Behrouz Arefi y Behrouz  Farahany,  "El imperio económico de los ‘pasdaran' "; y Ayesha Siddiqa,   "Elecciones y negocios militares en Pakistán",  
Le Monde  diplomatique en español , enero de 2009, marzo de 2010 y enero de  2008 respectivamente.
(3) Esta cita, al igual que las dos siguientes,  han sido extraídas  de "Guess Who's Coming for Coffee?",  
The  Washington Post , National Weekly Edition, 3 de febrero de 1997.
(4)  Thomas Ferguson, "Le trésor de guerre du président Clinton",  
Le  Monde diplomatique , París, agosto de 1996.
(5) Citado por  
London  Review of Books , Londres, 25 de febrero de 2010.
(6) Término  que designa en Francia la migración de altos  funcionarios de la  Administración pública a confortables puestos del  sector privado  
(N.  del T.). (7) "Parlons Net", radio France Info, París, 27 de  marzo de  2009.
(8) Dan Eggen, "Lobbying pays",  
The Washington  Post , 12 de abril de 2009.
(9) Radio France Inter, París, 14 de  abril de 2010.
(10) François Hollande,  
Devoirs de vérité ,  Stock, París, 2006, págs. 159-161.
(11) Claudia Deane y Dan Balz,  "‘Investor Class' Gains Political  Clout",  
The Wall Street Journal  Europe , 28 de octubre de 2003.
(12) "La pompe à phynance", en  
http://blog.mondediplo.net  , 7 de mayo de 2010.      
     Director de  
Le Monde  diplomatique .