Marbella.  Menorca. Lanzarote. Tres modelos de desarrollo  urbanístico diferentes y  tres modelos de corrupción diferentes. El  primero de ellos, Marbella,  máximo exponente de los abusos de poder por  parte de los representantes  públicos, con un partido, el GIL, que llegó a  poner la ciudad entera a  su servicio. El segundo, Menorca, ejemplo de  crecimiento sostenible y  de respeto medioambiental. Y, por último,  Lanzarote, que lo tenía todo  para convertirse en un paraíso (la  declaración de Reserva de la  Biosfera, la labor de la Fundación César  Manrique...) y donde  proliferan los atentados urbanísticos. ¿Qué  distingue unos lugares de  otros? ¿Por qué la corrupción campa a sus  anchas en un sitio y no en  otro? Fernando Jiménez Sánchez, profesor  titular de Ciencia Política y  de la Administración de la Universidad de  Murcia y evaluador del  programa GRECO (Grupo de Estados contra la  Corrupción) del Consejo de  Europa, lleva años estudiando el fenómeno y  tratando de hallar  respuestas. Aquí ofrece algunas de ellas.
-¿Hay alguna fórmula para atajar los comportamientos desviados?  
-La  literatura sobre corrupción se dirige en último  término a tratar de  ofrecer respuestas prácticas. No hay una solución  única, porque las  causas de la corrupción son siempre complejas y la  lucha debe abarcar  un abanico amplio de medidas. Lo esencial es empezar  por cortar el  clima de impunidad. Cuando uno estudia los sumarios  judiciales y  escucha las conversaciones grabadas a los dirigentes de  estas redes, te  das cuenta de la absoluta sensación de impunidad que  tienen.
-Habla, pues, de medidas policiales y judiciales...  
-Sí,  judiciales, procesales... Hay que mejorar mucho la  Ley de  Enjuiciamiento Criminal, con medidas como dejar la instrucción de  los  casos a los fiscales, que creo que sería algo clave. El juez debe   quedarse para garantizar el respeto de los derechos fundamentales. Pero   las investigaciones deben ir orientadas a un fin, y eso debe hacerlo el   fiscal, contando con más medios técnicos y humanos. Lo primero ,   insisto, es romper la sensación de impunidad, que es lo que ha hecho   crecer la ola de la corrupción.
-Es que estos delitos, en un enorme porcentaje, salen gratis.  
-Exacto.  Eso hay que cortarlo de manera radical. Pero  otro problema es que en  España tenemos un clima social bastante  particular, y en algunos  territorios bastante preocupante, que es de  tolerancia hacia la  corrupción y hasta de emulación picaresca: 'Ya me  gustaría estar a mí  en ese cargo para hacer lo mismo'.
-Además  se está dando la paradoja de que aquellos  cargos públicos sospechosos  de corrupción no sólo no acaban pagándolo  en las urnas, sino que encima  obtienen un mayor respaldo popular.  
-El  propio Jesús Gil tuvo cuatro mayorías absolutas  consecutivas. Las  causas de esto son muy diversas. Muchos de estos  corruptos establecen  relaciones clientelares muy sólidas y el sindicato  de beneficiarios de  la corrupción suele ser muy amplio. Por ejemplo, Gil  convirtió Marbella  en el tercer ayuntamiento con más plantilla de  personal de toda  Andalucía: 3.500 familias vivían de eso. Lo cual, unido  a políticas muy  populistas, como sacar la prostitución del casco  urbano, da buen  resultado. Los corruptos que juegan bien a esto son muy  populistas y  eso les da una gran base social.
-Y si encima se le suma la justificación, por parte de muchos ciudadanos, de esos abusos de poder...  
-Esa  tolerancia tiene una razón muy a largo plazo, que se  explica por  nuestra reciente historia política, por nuestro enorme  recelo hacia las  instituciones públicas... Parece que lo público no sea  nuestro.
-Es  realmente curioso, porque nadie consentiría  que en su casa o en su  empresa alguien metiera la mano en la caja. Y,  sin embargo, no preocupa  en absoluto que se esquilmen las arcas  públicas.  
-Es que no las consideramos nuestras. Nunca nos hemos identificado con las instituciones públicas.
-Lo cual supone una diferencia brutal con otros países, como los del norte de Europa.  
-Exacto.  Los países nórdicos tienen una cultura política  totalmente distinta.  Está el protestantismo, la cultura de la  responsabilidad individual, de  la transparencia... Como miembro del  GRECO, cuando hemos ido a hacer  evaluaciones a estos países vemos que  apenas tienen mecanismos contra  la corrupción. ¡Pero es que no los han  necesitado! Allí los  funcionarios tienen un sentido de la ética pública y  del interés  general muy fuerte. Y los países anglosajones son los que  más han  desarrollado políticas anticorrupción; han tenido problemas,  pero han  puesto instrumentos para atajarlos. El que la hace la paga,  vamos. Han  reaccionado bien.
-Y, en cambio, los mediterráneos...  
-...pues  hemos tenido muchos problemas de corrupción y no  hemos sacado  lecciones de ello. Hemos hecho algunas cosas, como la  reestructuración  de la Fiscalía, que ha dado un giro importante y ha  hecho aumentar  exponencialmente las diligencias de investigación  abiertas, incluso las  condenas por corrupción.
-¿Pero  no cree que responde más a la voluntad de  algunos fiscales que a una  política general de la Fiscalía? Porque la  persecución de esos delitos  varía mucho por zonas...  
-Sí.  Efectivamente. No hay dos provincias iguales. Aquí  tenemos suerte de  contar con un grupo de fiscales que se mueve mucho y  que está muy bien  valorado a nivel nacional.
-Y, sin embargo, está siendo la institución más castigada y con ataques más serios dirigidos a desacreditarla.  
-Claro,  porque es la que está moviendo el árbol. Por otro  lado, esa estrategia  para desacreditarla no es nada tonta; es eficaz. Y  es así porque la  valoración que los españoles tienen de la Justicia ya  era muy mala de  entrada. De ahí que si dejas caer que los fiscales o los  jueces de  instrucción no son imparciales, sino que están condicionados  por  alguien, eso cae en terreno abonado.
-¿No  ocurre que la relación de muchos ciudadanos  con los partidos políticos  es de llevar puesta la camiseta, como si se  tratara de un equipo de  fútbol, y así se justifica todo lo que hagan:  hemos perdido por el  árbitro, han detenido a este alcalde porque el  fiscal actúa  condicionado...?  
-La  reacción del grupo mayoritario de votantes es  propia..., no de  'hooligans', que sería un término excesivo, pero sí de  hinchas. Es ahí  donde calan esos mensajes, del tipo Cospedal o Trillo.  Pero hay un  porcentaje de personas con más capacidad de crítica y de   distanciamiento.
-Este  tipo de reacciones por parte de los  partidos políticos, tratando de  desacreditar la acción de las fuerzas de  seguridad, de los fiscales, de  los jueces..., ¿no supone estar minando  los cimientos del Estado de  Derecho? ¿No se está cuestionando la  actuación de unas instituciones  que son básicas para nuestro sistema  democrático?  
-Por  supuesto. Absolutamente. Es una estrategia suicida,  peligrosísima,  para el sostenimiento del Estado de Derecho y de la  democracia. Socava  sus cimientos. Es peligrosísimo, insisto. Cuando un  partido mayoritario  dice sentirse maltratado por la Administración de  Justicia, en este  caso es el PP, pero que antes era el PSOE, con el  'caso Filesa', el que  se decía perseguido..., eso es muy peligroso. Son  ellos, como  legisladores, los que tienen la mayor responsabilidad en que  una  institución como la Justicia funcione bien. Si están convencidos de  que  no funciona bien, que no hagan una campaña de ello, ya que supone  un  descrédito absoluto para nuestras instituciones; y, en segundo lugar,   habrá que preguntarles por qué cuando gobernaron no pusieron las   medidas para garantizar que fuera imparcial. ¡Es que todos han estado   antes en el gobierno! Llevan una estrategia suicida y equivocada.
Responsabilidad política 
  
-Estos  partidos mayoritarios, el PP y el PSOE,  ¿están sabiendo asumir sus  responsabilidades política ante estos casos  de corrupción?  
-No  todos están reaccionando igual; unos actúan un poco  más, y otros un  poco menos. Hay un problema general, que tiene un  formato de dilema, y  es que, si vas contra tus militantes, te puedes  quedar sin partido en  esa localidad: el alcalde expulsado forma su  propio partido y acaba  sacando mejores resultados. Por eso no se toman  decisiones drásticas:  no tanto por proteger a sus afiliados, sino por  estrategia electoral. Y  es que tenemos unos partidos que para existir  necesitan tener el poder  en las instituciones. Pero hay una última  razón, que consiste en que  en muchos de estos asuntos de corrupción ha  acabado saliendo la  financiación...
-...la  financiación ilegal del propio partido,  ¿verdad? Quería llegar ahí.  Nos encontramos con militantes que están  pidiendo dinero para su  partido, que incluso son premiados con cargos  públicos por esa labor  recaudatoria, y a los que, claro está,  difícilmente se les podrá  convencer de que es lícito pedir dinero para  el partido, y que no lo es  pedirlo para ellos mismos.  
-Este  ha sido uno de los grandes problemas y de las  grandes coartadas de la  corrupción. La necesidad de contar con esas  líneas irregulares de  financiación ha llevado a desactivar mecanismos de  control que  existían. En gran medida, los escándalos de principios de  los 90...,  aunque el primero fue el de la adjudicación de los contratos  de las  basuras en Madrid, aquel caso de Alonso Puerta en 1982 o 1983, y  luego  el 'caso Flick'..., pues de ahí se pasó a escándalos como el de  Juan  Guerra, que causaron gran rechazo entre los propios militantes del  PSOE  porque se dieron cuenta de que se estaba quedando para sí mismo con  el  dinero. No se pueden hacer distinciones sobre si es más moral  recaudar  para el partido o para uno mismo. Es totalmente rechazable  siempre.
-Pues  seguimos sin aprender mucho al respecto,  porque en los actuales casos  de corrupción siguen estando presentes la  financiación ilegal de los  partidos y la 'financiación' personal.  
-Efectivamente.  Los circuitos que se crearon para  financiar irregularmente a los  partidos han ido haciéndose cada vez más  autónomos y se ha ido  compatibilizando la 'alimentación' del partido y  la propia. Y se han  llegado a dar redes totalmente autónomas, que  aparentaban recaudar para  el partido cuando en realidad lo hacían para  esas propias personas.
-¿Está el urbanismo en la base de todos estos grandes escándalos?  
-Casi  todos giran en torno a la contratación  administrativa y, más  recientemente, en los años del 'boom'  inmobiliario, entre 1995 y 2006,  en torno al urbanismo, que es la gran  fuente de corrupción.
Plusvalías millonarias 
  
-Debe  ser muy difícil sustraerse al hecho de que,  por una simple decisión  política, se generan unas plusvalías  millonarias. Muchos de esos  políticos pedirán 'su' parte.  
-Las  conversaciones de los sumarios de corrupción  desvelan cómo el alcalde o  los concejales, o redes de funcionarios, o  redes mixtas..., plantean a  los promotores que se están llevando muchos  millones gracias a su  decisión, y que algo deben repartir..., para el  partido o para ellos.
-¿Por qué aparece tanto Murcia? ¿Por el empeño de los fiscales, porque hay más corrupción que en ningún otro sitio...?  
-No  sólo Murcia. También Comunidad Valenciana, Baleares,  Costa del Sol,  Canarias... Tenemos una de las mejores fiscalías y además  compartimos  muchas cosas con Alicante, la Costa del Sol... Y teníamos  mucho  territorio virgen y con un gran atractivo turístico. Creció mucho  el  parque de viviendas turísticas y por eso había más ocasiones para la   corrupción.
-¿La corrupción responde a una crisis de valores?  
-No  exclusivamente. Por supuesto, los valores influyen en  el  comportamiento. La integridad debe venir puesta de casa, como me  decía  un alto cargo andaluz. Pero, por si acaso fallan los valores,  deben  existir instrumentos de control eficaces.
-Los mecanismos de control de los propios partidos...  
-Eso es un desastre (se ríe).
-...¿se están aplicando?  
-Se  presentan medidas, y documentos, y decálogos hechos  'ad hoc', como  estrategia electoral o política, pero nunca como  aplicación real de un  código moral o de conducta. Los códigos son de  risa en el caso de los  dos grandes partidos, y la aplicación a sus  militantes es también de  risa. No hay ningún órgano independiente que  haga la investigación y  decida si corresponde imponer una sanción;  finalmente es la propia  ejecutiva la que toma las decisiones. Hay un  desprecio absoluto... Los  partidos podían haber hecho mucho para atajar  la corrupción, porque ese  fenómeno va más allá del Código Penal. Por  ejemplo, con los conflictos  de interés y las incompatibilidades.
-El  otro día decía el presidente del PP murciano,  Ramón Luis valcárcel,  que a la hora de exigir responsabilidades a los  afiliados sospechosos  de corrupción sólo se fiaba de su pálpito  personal, de su olfato...  
-Es  ridículo. Eso es ridículo. Pero en estos casos no  existen diferencias  entre el PP y el PSOE. Hace un tiempo hice un  estudio sobre los  mecanismos internos de control de la integridad en el  PSOE y en el PP y  me costó horrores encontrar sus códigos de conducta.  ¡Es que ni los  tenían en su web, cuando tendría que ser su catecismo!  Eso te da una  idea de la voluntad real que tienen de erradicar esos  comportamientos.