Hace ya mucho tiempo, largos años, que 
la izquierda no pasa por su mejor momento y lánguida como una novicia 
mística, arrastra su desconcierto y perplejidad de problema en problema.
 Aproximadamente desde la caída del muro de Berlín, cuando el 
neoliberalismo triunfante se hizo con la hegemonía del pensamiento 
político y social en nuestro tiempo, el panorama se ha vuelto confuso. 
 
 En lugar de los viejos y rotundos dogmas de las dos vertientes de la 
izquierda, la economía planificada del modelo comunista y la economía 
social de mercado de la socialdemocracia, aparecen ahora titubeos, 
ambigüedades, mezcolanzas ideológicas que, como las "terceras vías" 
inglesas, los "nuevos centros" alemanes y el "republicanismo cívico" 
español, carecen de toda proyección teórica y no son más que consignas 
electorales ayunas de toda reflexión. Por no hablar del "socialismo del 
siglo XXI" o el "empoderamiento de los de abajo". Pura palabrería huera.
Así
 las cosas era fatal que, ante el frustrante resultado de las elecciones
 del 20 de diciembre, las distintas fuerzas de la izquierda española se 
llamaran a sí mismas a capítulo para entender en qué habían fallado y 
cómo poner remedio. Y así ha sido. Con la llegada de la primavera en que
 los cristianos celebran la muerte y resurrección de su dios en un 
lejano eco del mito de Osiris y los paganos festejamos con los misterios
 eleusinos, cuando Perséfone es devuelta a su madre, Démeter, para traer
 de nuevo la vida a la tierra, las tres principales fuerzas de la 
izquierda estatal se han embarcado en sendos proyectos de refundación.
En primer lugar, el joven e incansable Garzón quiere que 
IU supere a IU,
 algo que la federación hace una o dos veces al año, cada vez que se 
embarca en alguna de sus interminables peloteras que acaba siempre como 
el rosario de la aurora. No hay expulsión, escisión, purga o 
extrañamiento que no se haya hecho en nombre de la unidad y con el fin 
de convertir a IU verdaderamente en el alma y la voz de esas mayorías 
sociales que dice representar con la misma autoridad con que Palinuro 
podría representar un cuerpo de la guardia civil. Sin duda, sobre el 
papel, la propuesta de Garzón es plausible y muy oportuna: un reformismo
 radical, cierto prudente anticapitalismo, un keynesianismo inconfeso, 
el ecologismo y el feminismo. Cualquier demócrata de izquierda firmaría 
eso. Incluso Palinuro si se le añade la reivindicación de la República y
 la necesidad de poner a los curas en su sitio.
Pero,
 por desgracia para Garzón, IU no es solamente una federación de 
partidos, grupos y gentes más o menos razonable. También es, sobre todo,
 una pantalla del Partido Comunista de España (PCE) que no se atreve a 
presentarse a las elecciones con su propio nombre porque teme, con 
razón, que no lo vote nadie. Y si superar o trascender a IU que es un 
ente magmático parece tarea fácil, la cosa se pone chunga cuando se 
trata de que el  PCE pierda relevancia ante las nuevas realidades. 
 
Los 
viejos comunistas que vigilan de cerca el flirteo con IU no están 
dispuestos a abandonar sus dogmáticas creencias que dan sentido a sus 
vidas. Hace unos días, el camarada Centella, secretario general del PCE 
publicaba 
una carta en la prensa dirigida a la militancia,
 un texto que venía del frío de Siberia y de la apelmazada mentalidad 
estalinista. Por fortuna para IU es de suponer que este escrito carezca 
de todo efecto porque, de tener alguno, acabará consiguiendo que a IU no
 la voten ya ni sus dirigentes.
A
 su vez, Podemos, igualmente afligido por sus magros resultados en las 
elecciones del 20 de diciembre, quiere recuperar la iniciativa y 
reafirmar su propuesta con una ambiciosa campaña de refundación que 
podría llamarse Vista Alegre Revival. A diferencia de lo que 
sucede con IU, el problema de Podemos es la inexistencia de una columna 
vertebradora orgánica o de pensamiento y el riesgo de que la 
organización se diluya en una impreciso régimen de confluencias, 
articulaciones y asambleas. 
 
Una vez que la organización morada se haya 
librado de los elementos que ha ido plagiando de aquí y alla, empezando 
por el nombre del partido y terminando por las opciones de unidad 
popular, copiadas de la CUP catalana, parce bastante claro que no le 
quedará gran cosa. La lucha entre partidarios de la estructura 
jerárquica y los de la asamblearia no lleva a ningún sitio porque es 
ficticia. A Podemos no le queda otro remedio que terminar de integrarse 
en el sistema qe venía a combatir como un partido más y esos 
llamamientos a los círculos inevitablemente traen a la memoria los 
círculos viciosos.
Si
 los dos anteriores, IU y Podemos presentan síntomas de agotamiento, del
 PSOE puede decirse que está en la UVI. Los debates de las otras dos 
fuerzas pueden ser más o menos pertinentes y razonables, pero son. En el
 PSOE no hay debates sobre teorías, formulaciones estrategias sino 
exclusivamente sobre asuntos de poder e influencia, sobre maniobras 
orgánicas para controlar tal comité o tal otra comisión, sobre la 
influencia de un barón o la de otro, sobre acuerdos de las dirigentes 
entre bambalinas de los que el pueblo se entera  a toro pasado, como 
dicen los amantes de las corridas. 
 
Aquí solo se habla de intereses, 
enchufes, baronías y ambiciones personales. Esta señora Díaz que, al 
parecer, quiere reñir el puesto a Sánchez, una cagacirios, amante de las
 corridas de toros y nada competente y eficaz en la lucha contra la 
corrupción, revela hasta qué punto el PSOE se encuentra en una deriva 
hacia la derecha, que solo se podrá atajar si el conjunto de la 
oposición, formando un bloque, expulsa al gobierno corrupto mediante una
 moción de censura que podría dar lugar a un régimen "transitorio"cuya 
única finalidad sería convocar nuevas elecciones.
Porque,
 en definitiva, así parece que será: habrá elecciones nuevas. Al menos, 
todos los partidos se preparan para ellas ya sin ningún recato. Podemos 
insiste en vetar a C's y C's avisa de que un pacto con Podemos que 
incluya el referéndum de autodeterminacion de Cataluña, no será 
aceptable. Si ninguno de los dos cede, no habrá acuerdo y será preciso 
ir a elecciones en junio. 
 
Hasta qué punto puede llevar este fracaso a la
 degeneración de cualquier ideal de izquierda lo da la reciente 
reaparición del reaccionario Rubalcaba, auténtico submarino del PP en el
 PSOE, postulando la gran coalición. Su falaz argumento es que, si el PP
 vuelve a ser el partido más votado, los españoles lo habrán amnistiado
 y eso justificará una gran coalición en la que el PSOE apoye al PP e 
incluso se admita a Ciudadanos. Desde luego que los electores de la 
derecha votarán al PP pero no para amnistiarlo sino porque les parece de perlas votar a un partido de ladrones y corruptos. Quienes amnistiarían
 al PP en ese caso serían el propio Rubalcaba y los electores 
socialistas quienes, creyendo votar a la izquierda se encontrarían 
votando a un partido franquista gracias a las habilidades dialécticas 
del carcunda del exsecretario general.
 
 
Su único recurso es la represión
 
 
El gobierno español no parece tener ya 
otro propósito que frenar como sea al catalán. Iba a decir que incluso 
recurriendo al juego sucio, como si esto fuera algo extraño cuando el 
juego sucio ha sido el habitual en este gobierno de neofranquistas 
apoyado por un partido corrupto más banda de presuntos ladrones que otra
 cosa.
Juego
 sucio el que intentó hacer con Puigdemont, tratando de que no fuera a 
recibir a Renzi, el primer ministro italiano cuando vino a Reus con 
motivo del accidente de Freginals. Y juego sucio el que intenta la 
fiscalía y el juez de la Audiencia Nacional, Ismael Moreno, cuando 
imputa un presunto delito de sedición a un concejal de la CUP de Vic por
 unas afirmaciones en el consistorio (y por tanto, en ejercicio de sus 
competencias), apoyando la declaración de independencia del Parlamento 
catalán del 11 de noviembre de 2015 y llamando a no obedecer las órdenes
 de las autoridades españolas. 
 
Es un movimiento represivo típico de la 
derecha más reaccionaria que busca siempre golpear en la parte que cree 
más débil, en las personas individuales, su libertad o su economía. 
Basta recordar las bestiales cantidades con que los psicópatas del 
ministerio del Interior criminalizan las protestas callejeras a través 
de la infame Ley Mordaza para darse cuenta de que es lo mismo.
Si
 tan valientes son los fiscales y los tribunales españoles, que imputen y
 procesen al Parlamento catalán o, cuando menos, a los diputados que 
votaron a favor de la declaración de independencia. Pero no será el 
caso: seguirán con las personas y una vez más, fracasarán y harán el 
ridículo, como siempre, cuando el ejemplo de ese concejal de Vic se 
extienda a todos los electos de la CUP y a todos los cargos 
representativos independentistas catalanes.
Va a tener que procesar por sediciosa a la mitad de Cataluña. 
Hace falta ser estúpido.
 
 
Un pueblo de sedicios@s                                                                                       
Un
 incidente diplomático esta semana revela la idea que el gobierno 
central se hace de sus relaciones con el de la Generalitat, sus 
verdaderas intenciones y su indisimulada hostilidad hacia él. El 
episodio, como siempre, deja en ridículo al gobierno de España, su 
ministerio de Exteriores, en manos de un verdadero incompetente y la 
representación del Estado en Cataluña. Con motivo del accidente de 
Freginals, el primer ministro italiano, Renzi, aterrizó en viaje privado
 en Reus. Vaya por delante que, con ello, ya hizo más de lo que suelen 
hacer los políticos del PP cuando ocurre este tipo de desgracias que no 
solamente no acuden al lugar de los hechos, sino que pueden irse a un spa.
Y
 no solamente no van ellos, sino que tratan de impedir que vayan los 
demás. El gobierno avisó a su delegada en Cataluña para que recibiera a 
Renzi en Reus, pero no hizo lo propio con el presidente de la 
Generalitat. Como quiera que este fuera informado a tiempo, acudió al 
aeropuerto, en contra del deseo de La Moncloa. Esta dijo después que 
Puigdemont había hecho un “uso político” de la visita de Renzi. Al 
margen de la estupidez que implica calificar de “políticos” los usos de 
un político, como si fueran algo vergonzoso o impropio, el hecho es que,
 si la visita era privada en sentido estricto, la primera que no pintaba
 nada allí era la delegada del gobierno.
Y
 la prueba es que, al darse cuenta de que la presencia de Puigdemont la 
eclipsaba, se esfumó rezongando su disconformidad. El ridículo quedaba 
servido: el gobierno del Estado no manda en Cataluña y, cuando manda 
algo, se desmanda y tiene que remandarse a sí mismo. Pero su intención 
es obvia: imponerse sobre el de la Generalitat, arrinconarlo, no dejarle
 tomar decisiones en su propio ámbito de competencias. Porque si la 
visita de Renzi era privada y no de Estado, la reacción ante ella, no es
 cosa que al gobierno central sino al de la Generalitat.
Este
 episodio ilustra una clara tendencia de acción/reacción muy curiosa. En
 este momento tienen que interaccionar un gobierno catalán legítimo, en 
pleno uso de sus competencias y recién estrenado con mayoría 
parlamentaria absoluta y un gobierno central en funciones, sin mayoría 
parlamentaria ni expectativa de conseguirla, deslegitimado, incapaz y 
que, a mayor abundamiento, se ha declarado fuera de la ley al negarse a 
acatar las decisiones del Parlamento. Un gobierno que no sirve para nada
 salvo para poner palos en las ruedas del catalán y tampoco con mucho 
éxito.
Uno
 de estos palos ya lo ha puesto, con su habitual inepcia, la fiscalía 
del Estado y la judicatura española que, en sospechosa coincidencia con 
las orientaciones políticas del gobierno, ha imputado un presunto delito
 de sedición a un concejal de la CUP de Vic. La acusación es que el 
concejal apoyó la declaración de independencia del Parlament catalán del
 11 de noviembre de 2015 y llamó a desobedecer las decisiones de las 
autoridades españolas.
Es
 de suponer que tanto el fiscal como el juez de la Audiencia Nacional 
actuarán con profesionalidad y con suficiente base jurídica. Les ampara 
el principio de presunción de legalidad en sus actuaciones. Lo que no 
les ampara es el principio de la lógica y, cuando las actuaciones 
jurídicas no coinciden con las reglas de la lógica la que suele salir 
mal parada es la justicia. 
 
Porque, a todos los efectos, si apoyar una 
declaración de independencia del Parlamento es un acto de sedición, a 
quien correspondería imputar y procesar sería a ese mismo Parlamento o, 
cuando menos, a los diputados que votaron a su favor. Esto sería lo 
lógico y lo que haría –y siempre se muestra favorable a hacerlo- el 
diputado Albiol. A su juicio, el Parlamento y el gobierno de la 
Generalitat han ido más allá de sus atribuciones y han incurrido en un 
abuso de poder. Por ello, suele aconsejar el combativo exalcalde de 
Badalona, habrá que suspender la autonomía catalana.
Pero
 eso, obviamente, son palabras mayores que no corresponde pronunciar al 
fiscal ni a un juez de la Audiencia Nacional, sino que ya intervienen 
instancias más altas, como el Tribunal Constitucional, el gobierno del 
Estado o, incluso, el propio Congreso de los Diputados. Palabras mayores
 que no se atreven a pronunciar porque saben que eso llevaría el proceso
 a un peligroso punto de ruptura de consecuencias imprevisibles.
Por
 ello actúan más pegados a la tierra y, siguiendo una inveterada 
tendencia a la represión de la derecha militante, tratan de sofocar 
actitudes colectivas, movimientos de opinión, tendencias sociales 
compartidas atemorizando a las personas concretas, denunciándolas, 
llevándolas ante los tribunales. Así pretenden siempre yugular los 
movimientos reivindicativos, aunque para ello tengan que ignorar 
derechos como la libertad de expresión y convertir en delitos las 
opiniones políticas, como en tiempos del franquismo. Al juez de la 
Audiencia Nacional que ha imputado al concejal, antiguo policía, le 
sonará esta melodía. 
El
 problema, por supuesto, es si los comportamientos investigados se 
generalizan y los actos (o no actos) individuales, objeto de acusación 
como presunta sedición se repiten en situaciones parecidas. Si los 
cientos de cargos electos de la CUP hacen suyas las palabras del regidor
 de Vic, los tribunales ¿van a procesarlos a todos? Y si, como es fácil 
de barruntar, el presunto comportamiento sedicioso y el apoyo a la 
declaración de independencia se extienden a miles de concejales y cargos
 electos de ERC y CDC ¿qué harán las autoridades? ¿Una causa general 
contra el independentismo catalán? Si la gente de la calle también se 
solidariza y firma y apoya la declaración de independencia, ¿también van
 a procesarla? ¿Van a tratar de sediciosa a la mitad de la población? 
Hay
 un conocido y viejo dicho que reza “hágase la justicia y perezca el 
mundo” pero la verdad es que cuando verdaderamente perece el mundo es 
cuando se hace la injusticia.
 
 
 
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED