CIUDAD DEL VATICANO.- El Papa Francisco tachó este viernes de "vergüenza" las "imágenes de devastación, destrucción y naufragio que se han convertido en ordinarias" en el mundo actual, tras presidir orante y en silencio el rito del Via Crucis en un Coliseo romano blindado.
"Cristo,
 nuestro único salvador, regresamos a ti también este año con la mirada 
baja de vergüenza y el corazón lleno de esperanza. Vergüenza por todas 
las imágenes de devastación, de destrucción y de naufragios convertidas 
en ordinarias en nuestra vida", lamentó.
Francisco, ante 20.000 fieles según
 la Santa Sede, denunció "la sangre inocente que cotidianamente es 
derramada de mujeres, niños, inmigrantes y personas perseguidas por su 
color de piel, pertenencia étnica o social o por su fe" en Jesús de 
Nazaret.
También tuvo palabras de crítica hacia la propia Iglesia,
 por "las veces que nosotros, obispos, sacerdotes, consagrados y 
consagradas, hemos escandalizado y herido tu cuerpo y hemos olvidado 
nuestro primer amor, nuestro primer entusiasmo y nuestra total 
disponibilidad".
También arremetió contra "el silencio ante las injusticias"
 y denunció "las manos perezosas en el dar pero ávidas a la hora de 
arrebatar y conquistar" o los "pies veloces en la vía del mal y 
paralizados en la del bien".
Francisco reclamó que la "cruz 
transforme nuestros corazones endurecidos en corazones de carne capaces 
de soñar, de perdonar y de amar", que convierta "esta noche tenebrosa en
 alba fulgurante de la resurrección" de Cristo.
"Te pedimos que 
rompas las cadenas que nos mantienen aprisionados en nuestro egoísmo, en
 nuestra ceguera voluntaria y en la banalidad de nuestros cálculos 
mundanos", oró el pontífice.
Francisco de este modo puso fin al 
sugestivo rito del Via Crucis, que consiste en el recorrido de la cruz 
desde el interior del Coliseo hasta la colina del Palatino, donde se 
encuentra el papa, para simbolizar el escarnio y muerte de Jesucristo.
El
 Papa llegó en torno a las 21.00 locales (19.00 GMT) a la colina del 
Palatino, próxima al Anfiteatro Flavio, y fue recibido por la alcaldesa 
de la capital, Virginia Raggi, con quien conversó unos instantes.
La
 zona fue blindada con un férreo dispositivo de seguridad por la amenaza
 terrorista, en el que se sucedieron los controles y por el que los 
principales accesos a los alrededores del Coliseo fueron cortados al 
tráfico y bloqueados con grandes coches policiales.
Desde el 
Palatino, con una cruz conformada por velas a sus espaldas, Francisco 
asistió en profundo recogimiento al recorrido del crucifijo, que este 
año estuvo acompañado por las meditaciones de la teóloga francesa 
Anne-Marie Pelletier.
La cruz fue portada por el cardenal vicario
 de Roma, Agostino Vallini, pero también por otras personas como un 
discapacitado, dos estudiantes, una familia así como por laicos y 
religiosos como los dos frailes franciscanos de Tierra Santa, uno de 
ellos argentino.
Pero también por fieles procedentes de algunos 
de los países que el pontífice visitará este año, como Egipto, Portugal o
 Colombia, y otros a los que planea viajar, como India.
En las 
meditaciones, Pelletier equiparó el calvario de Cristo con situaciones 
actuales, con "todo lo que hoy clama a Dios desde las tierras de miseria
 o de guerra, en las familias desgarradas, en las cárceles, en las 
embarcaciones sobrecargadas de emigrantes".
Tuvo también palabras para las mujeres, cuyo llanto "no falta nunca en este mundo" en el que, recordó, "hay mucho que llorar".
"El
 llanto de los niños aterrorizados, de los heridos en el campo de 
batalla que llaman a su madre, el llanto solitario de los enfermos y 
moribundos en el umbral de lo desconocido", apuntó.
Y es que, 
recordó la biblista en sus reflexiones, "son innumerables los hombres, 
las mujeres, incluso los niños violentados, humillados, torturados, 
asesinados, por todas partes y en todas las épocas de la historia".
El
 rito del Vía Crucis fue instaurado en 1741 por orden de Benedicto XIV, 
aunque su práctica cayó en el olvido con el paso del tiempo, hasta que 
se retomó en 1925.
No fue hasta el año 1964 cuando el pontífice y
 beato Pablo VI eligió para acoger esta ceremonia el Coliseo o 
Anfiteatro Flavio, símbolo de la persecución de los primeros cristianos 
en época romana.
Se trata de una de las celebraciones más 
esperadas de la Semana Santa romana, que proseguirá mañana con la 
Vigilia Pascual y con los actos del Domingo de Resurrección.

 
 





