VIGO.- Ligada a los movimientos vecinales y sociales desde muy joven, Carmen 
Avendaño se cansó de ver morir a una generación ante la indolencia de 
los poderes públicos y se convirtió en uno de los símbolos de la lucha 
contra el narcotráfico en Galicia. Hoy habla en profundidad y extensión en www.eldiario.es 
Implicada, valiente, contestataria. Carmen Avendaño no 
para. Nacida en el barrio obrero vigués del Calvario hace 73 años, y 
ligada a los movimientos vecinales y sociales desde joven, se cansó de 
ver morir a una generación a su alrededor ante la indolencia de los 
poderes públicos. Su determinación y la de tantas "madres contra la 
droga" están detrás del ocaso de los grandes narcotraficantes gallegos 
de los años 80.
A punto de ser bisabuela, Avendaño 
sigue dando conferencias allá donde la llamen y su agenda está repleta 
de ocasiones para "crear estado de opinión, y dar la alarma de lo que 
sigue pasando y como evitarlo". 
Las circunstancias de la vida la 
llevaron a investigar y aprender hasta llegar a convertirse en una 
autoridad en la lucha contra las drogas y en la defensa de la 
reinserción. Hace 33 años fundó la asociación Érguete a la que luego 
sumó una fundación, porque "todo el mundo merece una segunda 
oportunidad, y a veces, muchas más".
Últimamente asistimos al éxito de las series televisivas como Narcos o Fariña,
 con los grandes capos del narcotráfico como protagonistas, algo sobre 
lo que usted es toda una experta, aunque no fuera por voluntad propia. 
¿Cómo explica el apogeo del narcotráfico en la Galicia de los 80?
El
 dinero fácil, normalmente, es para gente que no tiene escrúpulos. 
Galicia siempre fue muy maltratada y se dieron varias circunstancias: 
hubo una fuerte emigración a América, para que las familias pudiesen 
sobrevivir, después hubo otra época cuando se marchaban a Europa; luego 
comenzaron con el tema del tabaco y después la reconversión en otras 
cosas que en principio fue la marihuana. Yo no lo justifico en absoluto,
 pero creo que Galicia era un caldo de cultivo para poder hacer ese tipo
 de prácticas. Los jefes contrataban hombres del entorno que les estaban
 muy agradecidos porque en una noche de descarga a lo mejor ganaban lo 
mismo que trabajando en la construcción un mes. Siempre hay que explicar
 los porqués: primero la emigración, los medios de la ría que son 
idóneos y por supuesto la carencia de perspectivas laborales que había. 
Nosotros cuando dimos guerra nunca íbamos contra los marineros, siempre 
contra la cabeza de la organización porque los marineros arriesgaban (y 
mucho, porque la justicia iba contra ellos con más rigor) para mantener a
 sus familias. Por lo tanto, quiero dejar claro que una cosa es el narco
 como tal, que son unos personajes que todos conocemos, y otra es la 
mano de obra de la que se aprovechaban los propios narcos, por las 
carencias que había.
En Fariña pudimos
 ver las flagrantes relaciones que había entre los narcos y los 
gobernantes entonces. ¿Usted tiene constancia de esas relaciones?
Sí.
 Está superclaro, y los más beneficiados de esas relaciones eran los del
 Partido Popular. No quiero decir que no haya habido de otros partidos, 
pero en general eran más los de siempre porque el contrabando estaba 
tomado por gente que después se reconvirtió. Esa gente entonces se 
ganaba la vida con las descargas de tabaco. Los grandes eran como 
benefactores de la sociedad y a los otros les daban sus buenos sueldos 
para mantener a sus familias. Todo es complejo pero tiene una razón. Y 
financiaban a los partidos políticos, claro. Tuvo mucha incidencia. Era 
lamentable ver cómo salía a la calle gente que tenías identificada como 
narcotraficante con banderas españolas diciendo "ganaron los nuestros". 
Los más visibles eran los de derechas, lo que no quiere decir que no 
hubiera de otros partidos.
El propio presidente de la Xunta tiene unas fotos con el narcotraficante Marcial Dorado...
Sí,
 y no las utilizamos demasiado, pudimos, pero no lo hicimos. Cuando 
salieron las fotos nosotros no hicimos un pronunciamiento de crítica, 
porque no queremos desacreditar a las fuerzas políticas. Eso es un 
desprestigio, es algo malo para la propia sociedad. Llevábamos muchos 
años luchando. Cuando fuimos a Madrid, años antes, le dijimos a Aznar, 
que aún no gobernaba, hace 30 años: "ojo, que tenéis gente en el partido
 que está en el tema" y va él, que era tonto, y nos suelta los nombres 
de tres alcaldes de la provincia de Pontevedra, nos dio los nombres, 
todos de ayuntamientos pequeños. El narcotráfico siempre se va a acercar
 al poder, por interés. Aquí estaban financiando los partidos políticos y
 el más financiado era el PP, pero todos estuvieron. Y era algo que se 
sabía. Nosotros nos somos tontos.
Afortunadamente son tiempos pasados…
Aún
 colean, pero a la gente también le sirvió para abrir los ojos y darse 
de cuenta del daño que se estaba haciendo. Digo los asalariados. Muchos 
de nosotros vimos como nuestros hijos caían en el mundo del consumo. Eso
 fue creando un estado de opinión que no tiene nada que ver con el que 
qué había entonces, en los años 80, cuando ibas junto a los chavales y 
le preguntabas por el tema y te decían: "de puta madre, yo quiero entrar
 para comprar una moto grande". La atracción del dinero daba poder y 
daba caché de alguna manera. Hasta que se fue demostrando lo que estaba 
pasando. De alguna manera los propios contrabandistas se dieron de 
cuenta de la situación.
Estoy segura de que muchos de 
ellos tuvieron y padecieron en sus propias familias el problema. El 
interés económico quedó un poco secundado y hoy hay mucha más conciencia
 social, desde mi punto de vista. De hecho, las descargas no se hacen 
por Galicia ahora. Vienen por Andalucía, suben por Portugal y después sí
 que se distribuyen desde aquí para Europa. Pero ha cambiado el sistema 
porque le falta mano de obra. Se creó mucho estado de opinión. 
Escenificar fue difícil. Cuando se creó la asociación hace ya 33 años 
una de las cosas que perseguíamos era la concienciación. Creo que hemos 
conseguido una conciencia social muy diferente y fuimos un ejemplo a 
través de la política y de la policía, que se vieron obligados a tomar 
medidas y legislar de una manera más seria el tema.
Había que adaptar la legislación a la nueva realidad con el problema evidente del narcotráfico…
Cuando
 ya estábamos en plena virulencia, nosotros nos reunimos con todos los 
líderes políticos. Justo antes de salir el nuevo código penal hablamos 
con Aznar, que aún no gobernaba, con Felipe González y Anguita. Había 
cosas muy sorprendentes. Recuerdo que fuimos un día a hablar con el 
delegado de Hacienda en Galicia para decir que cómo era posible que no 
hubiese investigaciones económicas sobre el patrimonio de esta gente y 
dijo que él no podía hacer nada, que sólo controlaba las nóminas. Todos 
se eximían de responsabilidades. Pero al final logramos que el nuevo 
código recogiera embargo de bienes, condenas más duras para el 
narcotraficante, no para el que trapichea con dos papelinas, los 
registros bancarios, etc. Es decir, gran parte de la legislación que 
viene contemplada posteriormente en el código penal, recoge muchas de 
las propuestas que nosotros les hicimos llegar personalmente a todos los
 partidos políticos que estaban en el Parlamento. Tuvimos una influencia
 muy fuerte en ese aspecto y una influencia real en la sociedad.
Acaba
 de ganar en el juzgado a Laureano Oubiña, que consideró lesionada su 
honor por usted... Son muchas victorias contra el narcotráfico en su 
vida. 
Eso fue una chorrada. Vete tú a saber 
dónde tenía el honor. Yo no dije lo que él denunció, porque yo sólo dije
 que se dedicaba al contrabando de tabaco y "a otras cosas". No dije a 
hachís, marihuana ni coca. Pues me puso la denuncia, pero el juicio se 
disolvió porque se vio que no había nada. El tiempo pone a cada uno en 
su lugar y también le dije que tuviese cuidado porque se chuleó en el 
juicio de que tenía un hijo que fumaba porros pero no consumía otras 
cosas y eso es muy grave, porque no puede hacer apología en una sala. Le
 dije que tuviera cuidado porque lo más probable es que estuviese 
consumiendo coca. Pero muchas veces la propia ignorancia hace hablar de 
más y si tienes dinero, peor.
¿Se considera un símbolo de la lucha contra el narcotráfico?
Yo
 sólo soy la voz. Pero es todo un movimiento asociativo. Toda la gente 
que formamos la junta directiva ya ha muerto. Fueron muriendo, pero de 
pronto. Eso es algo que tengo muy grabado y trataré de que investiguen 
que el sufrimiento también mata. Mueren hijos, padres y madres. Yo tengo
 cinco hijos y tuve dos con problemas de drogas. Afortunadamente ni 
tienen sida, ni tuvieron hepatitis, y dejaron las drogas, por lo que son
 una afortunada. Pero murieron muchos y eso produce muchísimo dolor, ver
 cómo van muriendo todos a edades muy tempranas.
Fue
 la cabeza visible de una lucha que libraron las madres de los chicos 
que se enganchaban a las drogas sin que a los poderes públicos pareciera
 importarles. Visibilizaron ese problema. ¿Cómo recuerda esos años de 
lucha?
Antes los que consumían drogas estaban
 en la calle, en grupos, y daban esa imagen de desestructurados, de 
familias desarraigadas, etc. Pero la realidad vino demostrando que los 
pobres no son los más afectados por este problema. Todo eso fue 
cambiando por el trabajo que hicimos. Yo llegué a tener amenazas serias.
 Y dos veces cortaron los frenos de mi coche. Una vez viniendo de 
Pontevedra con mi padre, en la bajada al llegar a Arcade me di cuenta de
 que no funcionaban los frenos. Tuve la suerte de darme de cuenta y dejé
 el coche ir muriendo en la subida. Fuimos al taller y me dijeron que me
 habían cortado los frenos y mi padre, nerviosísimo, decía que había que
 ir a la Policía pero no quise, porque no iban a hacer caso. Otra vez ya
 vi que habían vuelto a cortar los frenos, pero ya no anduve porque 
desde el primer susto siempre comprobaba antes de moverlo. Amenazas 
verbales siempre hubo, pero yo por mí no tenía miedo. Por mis hijos sí. 
Es más, no quería ir sola con ellos en el coche, porque tenía miedo que 
les hicieran algo.
Pero la cosa quedó allí, también 
porque creamos un clima de opinión poco a poco en su contra. Además, yo 
ya era una persona muy conocida, ya venía de los movimientos sociales 
anteriores, de la lucha contra el Franquismo. Ellos sabían que si a mí 
me pasaba no iba a quedar ahí la cosa y no porque yo sea muy guapa, sino
 porque fui muy comprometida toda mi vida y toda la gente demócrata de 
esta ciudad me conocía y conoce. Entonces, creo que llegó un momento que
 tenían miedo a la reacción de la sociedad, no porque no tuvieran ganas,
 que seguro que tenían. Yo no soy ninguna heroína. Me tocó ser la 
portavoz de un grupo que quería demostrar a la sociedad lo que estaba 
ocurriendo, porque eso de que te habían tachado de familia 
desestructurada, de padres dejados, de niños abandonados, no podías 
consentirlo.
Es la voz y también la presidenta de 
Érguete, una institución muy reconocida, que benefició a más de 4.000 
personas en integración y a casi 2.000 en formación durante 2018. 
Las
 personas tenemos cualidades y a mí me tocó el papel de comunicadora 
porque siempre fui una mujer muy implicada. Ya de soltera era una mujer 
muy contestataria con mi padre, con todo el mundo. Pero no tengo más 
importancia que otros. Lo que soy es trabajadora. Hoy, entre la 
asociación y la fundación tenemos 100 trabajadores, la mayoría mujeres, y
 trabajamos la reinserción como creo que hay muy pocas asociaciones que 
la trabajan en España. La reinserción desde gente que está en prisión 
con largas condenas cumplidas, que los trabajas en prisión y después 
vienen a la formación laboral. Tenemos un 70% de reinserciones 
laborales. El trabajo que se realiza es muy serio. Y ya no soy yo. Yo el
 único mérito que tengo es que supe elegir los equipos, pero el resto 
del trabajo lo hacen ellos.
Lo que comenzó como una asociación hace 33 años para reinserción ahora también cuenta con una fundación que este año cumple 20.
La
 fundación nació por la necesidad de formar a esta gente que comienza en
 las drogas muy joven y que cuando conseguimos que salgan no tienen 
estudios. ¿Y que hacemos con ellos? Pues habrá que formarlos. Tenemos 
una profesora constantemente y el aula está llena de gente que ha tenido
 problemas y drogas y que no. Gente que está en exclusión o camino de 
ella. Entonces se produce una cuestión fundamental, que es la 
solidaridad entre el grupo de personas. Una mujer maltratada, un hombre 
de 50 años que se quedó en el paro, un chaval que pasó años en la 
cárcel, por ejemplo. Si juntas al grupo la tragedia es compartida. La 
solidaridad es lo que mueve el mundo. La asociación es para seguimiento,
 autoestima, para la parte jurídica, con dos abogados desde hace 30 años
 con nosotros. Todo el mundo merece una segunda oportunidad y a veces 
muchas más. Y la fundación es para dar formación, para que pudieran 
tener los estudios para acceder al mundo laboral y al mismo tiempo para 
que normalizase la relación entre empresarios porque al principio si 
sabían que los posibles trabajadores habían tenido problemas ya no los 
querían, pero en cambio ahora llaman y las prácticas ya las van a hacer a
 las propias empresas.
Aunque los 
datos oficiales no pueden confirmarlo, en las calles se lleva detectando
 desde finales de 2017 un repunte en el consumo. ¿Están notando esa alza
 en la asociación?
Sí, eso es un peligro. 
Estamos notándolo y además con gente muy joven. En mi opinión este 
repunte no va a ser tan dramático como fue en su momento. En primer 
lugar porque las familias están más informadas, si hay una conducta 
irregular pueden detectarla antes. Nosotros entonces no sabíamos si era 
por la edad, la adolescencia... pero ahora la gente sabe que puede haber
 detrás un problema. Y después hay otro hecho que también es 
interesante, ahora los jóvenes que se inician cuando empiezan a perder 
el control piden ayuda. Eso quiere decir que por sobredosis muere menos 
gente. Además, las jeringas ya no se comparten, el VIH está paralizado 
porque la gente usa preservativos... Todo eso fue surgiendo junto con 
los mensajes y fue cuajando. A mí me da mucha pena ver que aún hay gente
 que se inicia, pero también veo que se retira mucho antes. No se va a 
producir aquella tragedia de cientos de muertos como hubo. El 
conocimiento va a frenar más el tema, pero es una forma de evasión que 
los jóvenes por curiosidad siguen probando, claro. No tengo datos 
estadísticos pero a nivel social se ha mejorado. Hay una percepción de 
mucho más conocimiento ahora del que había hace 30 años, 
afortunadamente.
¿Qué cambios a nivel legal cree que hacen falta actualmente en el ámbito del consumo o venta de drogas?
Creo
 que habrá que terminar legalizando el cannabis. Yo siempre estuve en 
contra y cada vez tengo más dudas. Es menos dañino que el alcohol. Hablo
 de excesos, claro. Porque ahora ves los chavales los sábados tirados 
por ahí y es por consumo de alcohol y esas pastillas que no saben ni que
 son. Creo que hay que educar en el consumo responsable y creo que la 
marihuana se impondrá en el comercio de vicios que ya existen como es el
 tabaco y el alcohol. A mí me parece desmedido que puedan meter en la 
cárcel a un chaval por repartir un porro. Francamente me parece 
desmedido. Yo creo que siempre va a haber vicios. Ojalá que los jóvenes 
no bebieran, que lo hiciesen sólo de mayores pero sin excesos. Pero la 
sociedad tiene vicios y el cannabis se va generalizar. A mí me preocupa 
mucho la falta de control en los chicos. Debe ser que ya me estoy 
haciendo abuela porque los lunes veo los sucesos y siempre hay muertes 
de jóvenes en accidentes de coche y la mayoría de ellas son por consumo 
de drogas o alcohol y eso me preocupa mucho, porque ahí no hemos creado 
la suficiente conciencia social.
Afiliada
 al PSOE desde siempre, partido con el que fue concejal, ¿cómo está 
viendo la deriva política en España? La preocupa el surgimiento de 
partidos como Vox?
Entra dentro de lo que 
está ocurriendo en Europa, algo que me lleva mucho tiempo preocupando. 
Está habiendo una formación de derechas que aquí aún no tiene mucho 
impacto pero en Europa, ojo. La extrema derecha está consolidándose de 
una forma grave y yo tengo la impresión de que la sociedad en general no
 se está enterando de esta derechización. Me preocupa el tema porque 
está muy extendido, pero no sé qué va a pasar. Ya están en Andalucía, 
que siempre fue de izquierdas y van a tenerlos en todos sitios. No 
gobernando con mayoría, pero ahí metidos fastidiando sí, y eso me da 
mucho miedo. Como el presidente de los Estados Unidos, que no para de 
decir barbaridades. La sociedad tiene que empezar a reaccionar y 
transmitir la preocupación, porque forma parte también de la 
concienciación. La responsabilidad no puede ser de los medios, que 
muchas veces están supeditados a subvenciones y otras cosas. La sociedad
 debería reaccionar mucho más y, por el contrario, se deja arrastrar. 
Toda la vida hemos sido emigrantes y ahora nos rasgamos las vestiduras 
porque vienen inmigrantes. ¿Y que van a hacer? ¿Morirse de hambre? La 
sociedad es muy egoísta y muy individualista. Es sorprendente la 
cantidad de gente joven que es carca.
Hablemos
 de algo más positivo: como consejera del Celta, acaba de ganar otra 
pequeña o gran batalla, pues ya se está hablando de la creación del 
equipo femenino. ¿Fue difícil convencer a la junta directiva?
La
 verdad es que ahí no tengo mucho mérito. Yo ya lo había propuesto dos 
veces y hubo una actitud virulenta, por lo que no lo volví a proponer 
más. Pero ahí quien tiene el protagonismo es el presidente, que ha dado 
mucha cabida las mujeres en los puestos directivos. Yo estoy encantada 
con el equipo femenino y las sigo, son bravas. Responde un poco a toda 
la corriente de igualdad que está circulando.
Evidentemente
 no hemos conseguimos aún los techos de igualdad, pero ya nos estamos 
imponiendo mucho más. Afortunadamente, las mujeres hemos perdido el 
complejo, porque antes estábamos educadas de forma machista. Yo soy la 
mayor de 10 hermanos y las cinco primeras fuimos mujeres y siempre fui 
muy contestataria.