La Edad de Oro de la propaganda que estamos 
viviendo facilita la creación y propagación de histerias colectivas 
—como lo fue la pandemia—. ¿Estamos ante una de ellas con la guerra de 
Ucrania?
El primer indicio de una histeria colectiva es una 
antinatural unanimidad de opiniones consecuencia de un previo bombardeo 
mediático destinado a ablandar los sesos y encender los ánimos. Todo el 
mundo piensa igual, lo que suele indicar que nadie está pensando en 
absoluto.
El segundo indicio es un maniqueísmo simplista que 
presenta todo como una lucha entre buenos (nosotros) y malos (ellos). 
Irónicamente, los yonquis del poder, campeones del relativismo, no dudan
 en apelar al bien y al mal ―conceptos en los que no creen― con tal de 
que les sirva a sus propósitos.
El tercer indicio es una población
 manipulada presa de pasiones desbocadas (miedo e ira) que extinguen 
cualquier intento de apelar a la razón, a la serenidad o al diálogo. El 
pensamiento único se convierte en dogma y la heterodoxia no se tolera, 
lo que da lugar a sobrerreacciones emocionales ante cualquier opinión 
contraria. Las críticas argumentativas son sustituidas por críticas ad hominem (negacionista,
 quintacolumnista, etc.) y se justifica la falta de respeto o incluso la
 violencia —no necesariamente física— para acallar al disidente.
La
 histeria colectiva transforma al individuo racional en individuo-masa. 
El individuo racional piensa y pondera argumentos y se une a otros como 
decisión individual, por convencimiento. El individuo-masa, por el 
contrario, se mueve por impulsos y emociones primitivas y se funde con 
la masa en grupo, por simple contagio. El individuo racional muy raras 
veces es capaz de linchar a nadie; el individuo-masa es capaz de linchar
 al disidente entre gritos de júbilo.
La «conversación» en el Despacho Oval
Último
 acto. Escena primera. «No está usted en muy buena posición. No está 
ganando esta guerra. Está jugando con la vida de millones de personas. 
Está jugando con la Tercera Guerra Mundial».
Es difícil encontrar 
una sola mentira en esta frase que Trump le espetó al presidente 
ucraniano en el penoso espectáculo que protagonizaron en el Despacho 
Oval. En efecto, Zelensky lleva tres años intentando arrastrarnos a una 
Tercera Guerra Mundial, como cuando mintió al culpar a Rusia de disparar
 un misil cuyos restos cayeron sobre Polonia (territorio OTAN) matando a
 dos personas. El misil había sido disparado por los propios ucranianos[1].
Sin
 embargo, la reacción mediática a lo ocurrido en la Casa Blanca ha 
consistido fundamentalmente en echar espumarajos por la boca, actitud 
que no es muy útil para analizar la realidad. Así, el odio un poco 
enfermizo que nuestra clase periodística siente por Trump (y ahora 
también por Vance, tras su discurso en Múnich) le llevó a repetir la 
consigna oficial que tildaba el incidente de «encerrona».
Sin
 embargo, dado que el encuentro fue televisado de principio a fin, 
sabemos que los hechos (y la lógica) no sustentan tal relato. A pesar de
 la actitud hosca y en ocasiones provocadora del ucraniano, los primeros
 cuarenta minutos de conversación en el Despacho Oval transcurrieron sin
 incidentes, y estaba programado un almuerzo privado entre los dos 
presidentes y la firma del acuerdo comercial en el ceremonial East Room, la sala más amplia de la Casa Blanca.
El
 desastre diplomático, por tanto, fue un error de Zelensky, que ha 
perdido el sentido de la realidad y perdió también los papeles: chulesco
 e impertinente, se dirigió con innecesaria hostilidad a Vance tras 
contestar éste a un periodista polaco que había que dar una oportunidad 
«a la diplomacia». Vance no se había dirigido a él, pero el desubicado 
presidente ucraniano se encaró con el vicepresidente, le tuteó con 
desdén («JD») mientras éste le trataba educadamente de «Sr. presidente»,
 y luego entró en barrena con Trump, su anfitrión y financiador.
¿Qué le pasa a Europa?
Sin
 embargo, el incidente no pasa de ser una anécdota. Más relevante es el 
nerviosismo del contubernio político-periodístico europeo. La impostada 
«cumbre» en Reino Unido nos hace preguntarnos por qué Europa no ha 
tenido ni una sola iniciativa de paz en tres años de guerra, y 
escenifica lo que resumió acertadamente Orbán hace unas semanas: el 
mundo ha cambiado y la única que no se ha enterado aún es Europa. Se 
aproxima un baño de realidad.
¿No es extraño que una iniciativa de
 paz para Ucrania haya sido recibida en Europa con recelo e indignación?
 Sin duda, el carácter perdonavidas de Trump no le gana adeptos, pero 
Obama y Biden eran también enormemente arrogantes. ¿Por qué surge 
entonces este visceral rechazo? ¿Acaso no es preferible la paz a la 
guerra? ¿No vale más un mal arreglo que un buen pleito? ¿O es que vamos a
 gritar ¡victoria o muerte!, como hacen los periodistas y políticos 
europeos con la ligereza de quien ni va al frente ni envía a sus hijos a
 morir?
«Es mejor y más seguro una paz cierta que una victoria 
esperada», escribía Tito Livio hace 2.000 años. Pero es que Ucrania no 
tiene esperanza alguna de victoria: la alternativa a la paz es una mayor
 pérdida de territorio y de vidas humanas y el potencial retorno a la 
no-existencia que ha sido la norma de este país a lo largo de su breve 
historia.
Quizá Europa se haya creído su propia propaganda, aunque
 sus dirigentes digan una cosa en público y otra muy distinta en 
privado; o quizá le moleste su creciente irrelevancia, pues, como he 
defendido desde un principio, los dos actores principales de este 
conflicto siempre fueron Rusia y EEUU, mientras que Ucrania y la UE eran
 sólo actores secundarios o meras comparsas.
En cualquier caso, 
algo nos pasa. Trump es mucho más popular en su país que en Europa. A 
Zelensky le pasa al revés: es mucho más popular en Europa que en su 
propio país. Por lo tanto, o los ciudadanos de esos países no se enteran
 de nada o somos los europeos los que no nos enteramos. ¿No estaremos de
 nuevo cegados por una histeria colectiva que impide un análisis 
racional de los hechos?
La excesiva canonización de Zelensky
En
 el resto del mundo Zelensky carece de la aureola que le rodea en 
Europa. Estéticamente, el presidente ucraniano fue siempre una cuidada 
construcción publicitaria ―uniforme verde/negro, corte de pelo militar y
 barba de tres días―, pero ya es algo más: un líder mesiánico y 
bunkerizado que «se engaña a sí mismo», como reconoció uno de sus 
colaboradores a la revista Time hace un tiempo. «No nos quedan 
opciones, no estamos ganando, pero intente usted decírselo», se 
lamentaba el frustrado ayudante del presidente ucraniano[2].
Decía
 Kissinger que el poder es el afrodisíaco supremo. Deslumbrado por los 
focos, Zelensky nunca comprendió que estaba siendo utilizado por el Deep State de Biden ni parece haber comprendido que en EEUU se ha producido un cambio de régimen: el Deep State que lo aupó perdió las elecciones frente a Trump (como pronostiqué que ocurriría), y Trump quiere la paz.
Por
 lo tanto, por mucho que simpaticemos con la heroica resistencia del 
pueblo ucraniano, resulta difícil comprender la canonización de un 
yonqui del poder (otro más, como los de Moscú, Washington o Bruselas) 
que ha arrastrado a su país a la destrucción con una guerra perdida de 
antemano contra un adversario implacable que no podía perder.
Los 
medios también ocultan que el presidente ucraniano es un líder 
autoritario. En efecto, «con la excusa de la guerra» (en acertada 
expresión de la revista Newsweek) ha practicado una clara 
política represiva, cerrando medios de comunicación hostiles y 
encerrando, persiguiendo judicialmente o sacando del país a sus 
opositores[3].
 Hace un año destituyó (¡en mitad de una guerra!) al competente general 
Zaluhzny enviándole de embajador a Londres porque en las encuestas 
Zaluzhny obtenía un 41% de apoyo popular frente al magro 24% que obtenía
 él[4]. Como apunta Newsweek, resulta muy dudoso que la Ucrania de Zelensky pueda hoy considerarse una democracia[5].
Una paz poco deseada
¿Desea
 el presidente ucraniano la paz? En 2022 aprobó un decreto prohibiendo 
las negociaciones con Putin, es decir, convirtiendo en delito buscar la 
paz[6].
 ¿No es un poco extraño? No podemos obviar que Zelensky tiene un 
incentivo perverso para mantener su belicismo: mientras dure la guerra y
 la ley marcial, no tiene que convocar elecciones, puede seguir con sus 
giras de vanidad internacionales y controla los dineros de uno de los 
países más corruptos del mundo, pero cuando haya paz y se convoquen 
elecciones, las perderá, y el negocio se acabó.
Existe, por tanto,
 un potencial conflicto de interés entre el presidente de Ucrania y sus 
ciudadanos, pues el primero no tiene prisa por alcanzar la paz, pero los
 ucranianos sí, a pesar de los odios generados durante esta cruenta 
guerra. Contrariamente a lo que insinuó Zelensky en la Casa Blanca, el 
52% quiere negociar el final del conflicto y está dispuesto a hacer 
concesiones territoriales para lograrlo. Sólo un 38% quiere continuar 
luchando, porcentaje que baja cada mes que pasa[7].
Resulta
 curioso que el otro día el presidente ucraniano basara su negativa a 
negociar la paz en que Putin supuestamente no respeta los acuerdos que 
firma. Trump se lo rebatió, basándose en su experiencia con el autócrata
 ruso en su primer mandato. Bill Clinton estaba de acuerdo con Trump: 
preguntado en 2013 si se podía confiar en Putin, Clinton respondía: 
«Cumplió su palabra en todos los acuerdos a los que llegamos»[8].
Las ventajas del análisis racional
Como
 he tenido ocasión de argumentar en muchos artículos, la propaganda 
occidental, transmitida al pie de la letra por el contubernio 
político-periodístico europeo, ha construido un relato falaz sobre las 
causas últimas y el desarrollo de la guerra. Según dicho relato, nos 
encontraríamos ante una lucha entre buenos y malos, entre ideales de 
democracia y tiranía, y la invasión rusa habría salido de la nada 
(«agresión no provocada», es el mantra) como preludio de una nueva 
invasión de Europa, a pesar de que desde 1991 las fronteras de Rusia no 
se han movido un ápice (no así las de la OTAN).
Todo esto son 
paparruchas, pero en España han encontrado especial eco debido a nuestra
 nobleza, que admira la valentía y defiende al débil frente al fuerte. 
Así, una guerra en un país que muy pocos españoles sabían situar en un 
mapa hace tres años ha levantado una quijotesca reacción antirrusa muy 
distanciada de lo que un análisis más sosegado de los datos invitaría a 
tener y, desde luego, muy lejos de lo que conviene a nuestros intereses 
nacionales.
El camino es otro. Para lograr una comprensión de la 
realidad y una cierta capacidad de previsión de los acontecimientos 
debemos sustituir esta volcánica erupción emocional por un análisis 
racional y lógico. Condición necesaria, desde luego, es llevar una dieta
 estricta de prensa: leer poco y no creerse nada.
Así, para el 
afortunado no-lector de prensa, los datos y la lógica permitían desde un
 principio comprender que no estábamos ante un conflicto entre Rusia 
(Goliat) y Ucrania (David), sino ante un conflicto indirecto entre EEUU y
 Rusia provocado por EEUU, en el que Ucrania ponía los muertos y Europa 
el suicidio económico (y geopolítico). Mientras los medios hacían creer 
que Ucrania iba ganando la guerra, este blog informaba de la realidad, 
esto es, que para Ucrania la guerra estaba inevitablemente perdida desde
 un principio, y criticaba la futilidad del envío de armas y carros de 
combate occidentales, que, lejos de ser armas milagrosas, sólo lograrían
 posponer lo inevitable.
Aunque la habitual niebla informativa 
dificulte conocer con precisión las bajas de los contendientes, el orden
 de magnitud de las bajas ucranianas se situaría hoy entre 750.000 y 
900.000 hombres frente a un mínimo de 150.000 bajas rusas. Estos datos 
deben tomarse con cautela, pero la proporción es inversa a la que 
predican los medios. Como indicador indirecto, en los intercambios de 
cadáveres los rusos están entregando entre 5 y 10 veces más cuerpos de 
soldados ucranianos muertos que los cuerpos de rusos entregados por 
aquéllos.
Un análisis ecuánime de la realidad, por ejemplo, nos 
permitió comprender que uno de los objetivos de EEUU en este conflicto 
era descarrilar el proyecto del gaseoducto Nord Stream 2,
 como defendió este blog cinco meses antes de que los norteamericanos 
(solos o en compañía de otros) presuntamente lo sabotearan, y prever el 
colosal fracaso de la contraofensiva ucraniana de verano de 2023, 
jaleada por unos medios que cantaron victoria prematuramente mientras 
empujaban a los ucranianos a la muerte.
En conclusión, un análisis
 sereno y emocionalmente distanciado de los hechos permite comprender la
 realidad, prever acontecimientos y desechar sinsentidos, como la 
extrema debilidad del ejército ruso (incompatible con su intención de 
conquistar Europa), el cáncer, Párkinson y desequilibrio mental por 
aislamiento covid de Putin, o la posibilidad de que Rusia usara armas 
químicas o nucleares, relatos que se ponen en circulación para ser 
retirados y olvidados en cuanto pierden su utilidad.
Los antecedentes
La
 propaganda se apoya frecuentemente en la falta de memoria de la 
población, por lo que conviene recordar algunos antecedentes del 
conflicto. Como decía Eurípides, «sencillo es el relato de la verdad, y 
no requiere de rebuscados comentarios».
La guerra en Ucrania no 
nació por generación espontánea, sino que ha sido el culmen de una 
constante política de provocación por parte de EEUU. Al terminar la 
Guerra Fría, EEUU prometió a Rusia que la OTAN no se expandiría «ni una 
pulgada» hacia su frontera[9],
 pero la OTAN incumplió su promesa: aprovechando la debilidad rusa, se 
fue ampliando hacia el Este, un «error fatídico», en palabras de George 
Kennan[10].
Para
 entonces la OTAN había abandonado su carácter meramente defensivo, como
 ha quedado patente en su agresiva participación en un conflicto de un 
país no miembro. De hecho, en 1999 había atacado Serbia, país aliado de 
Rusia, cuya capital bombardeó durante 78 días sin mandato de la ONU.
En
 2007, Putin denunció la expansión de la OTAN en la Conferencia de 
Seguridad de Múnich. Una vez más, la respuesta norteamericana fue 
ignorar y provocar a Rusia: en su cumbre de Bucarest del siguiente año 
(2008), la OTAN aprobó el proceso de anexión de Albania y Croacia y 
acordó la futura incorporación de Georgia y Ucrania[11].
Respecto
 de Ucrania, EEUU sabía por su embajador en Rusia (más tarde director de
 la CIA) que su incorporación a la OTAN era «la más roja de las líneas 
rojas» no sólo para Putin, sino para toda la clase dirigente rusa: 
«Durante más de  dos años de conversaciones con las principales figuras 
políticas rusas, desde los mayores defensores de una línea dura en el 
Kremlin hasta los más acerbos críticos de Putin, no he encontrado a 
nadie que no considerara la pertenencia de Ucrania a la OTAN como un 
desafío directo a los intereses de Rusia»[12].
En 2014, EEUU instigó un golpe de Estado en Ucrania[13] que desalojó del poder a su entonces presidente, democráticamente elegido, que abogaba por una neutralidad amigable con Rusia[14].
 Ante esta política de hechos consumados, Rusia reaccionó por la vía de 
los hechos y se anexionó Crimea, que había pertenecido a Rusia desde 
finales del s. XVIII hasta 1954 (cuando Kruschev la regaló a Ucrania 
dentro de la propia URSS) y cuya importancia radica en que acoge desde 
hace 240 años la única base naval rusa de mares cálidos (Sebastopol). Lo
 hizo sin disparar un solo tiro, pues la población de la península de 
Crimea era claramente rusófila, como manifestó el posterior referéndum 
de adhesión a Rusia (a priori sospechoso, pero corroborado por encuestas
 occidentales)[15].
Tras
 los turbios acontecimientos del 2014, Rusia y Ucrania firmaron los 
Acuerdos de Minsk, que pronto serían papel mojado. El tradicional 
victimismo ruso fue vindicado por el posterior reconocimiento por parte 
de la excanciller alemana Merkel de que los Acuerdos habían sido meras 
maniobras dilatorias de Occidente para dar tiempo a Ucrania a rearmarse 
para un futuro conflicto con Rusia[16].
A
 partir de 2014 la OTAN comenzó a armar y entrenar al ejército ucraniano
 en mitad de una guerra civil en el Donbas. Por lo tanto, la guerra en 
Ucrania no comenzó en 2022 sino en 2014, como reconoció el secretario 
general de la OTAN[17].
En
 junio de 2021, la OTAN declaró que «reiteraba la decisión tomada en 
2008 de que Ucrania se convertirá en miembro de la Alianza»[18].
En
 diciembre de 2021 Rusia presentó a la OTAN una propuesta de acuerdo de 
seguridad mutua que incluía la no incorporación de Ucrania a la 
organización, junto con otras propuestas más maximalistas[19]. La propuesta-ultimátum fue rechazada con desdén por los EEUU de la Administración Deep State-Biden.
La invasión
Finalmente,
 en febrero de 2022 Rusia invadía Ucrania con un contingente de tropas 
relativamente escaso que a todas luces no estaba destinado a la 
conquista del país ni a un largo conflicto, sino a lograr una rápida 
capitulación: «el arte supremo de la guerra es someter al enemigo sin 
luchar» (Sun Tzu).
Durante unas semanas pareció que eso era 
precisamente lo que iba a ocurrir. Sin embargo, las negociaciones 
celebradas en Turquía en marzo del 2022 tras sólo un mes de hostilidades
 (que apuntaban a un acuerdo inminente) fueron torpedeadas por EEUU e 
Inglaterra, que levantaron a Ucrania de la mesa. Así lo aseguró el ex 
primer ministro de Israel[20]y
 lo corroboró, como testigo de primera mano, el ministro de Asuntos 
Exteriores turco: «Tras la reunión de ministros de Asuntos Exteriores de
 la OTAN, la impresión es que (…) hay quienes, dentro de los Estados 
miembros de la OTAN, quieren que la guerra continúe: dejemos que la 
guerra continúe y que Rusia se debilite, dicen. No les importa mucho la 
situación en Ucrania»[21].
Como
 escribí en junio de 2023, «hasta entonces el conflicto apenas había 
causado muertos, pero, para algunos, debilitar a Rusia bien valía 
sacrificar un país pobre y lejano del que nadie se acordaría cuando todo
 hubiera acabado, aunque fuera a costa de acabar con la vida de 
centenares de miles de personas».
Occidente provocó la guerra y debe propiciar la paz
Aunque
 la lectura de estos acontecimientos admita matices y Rusia diste mucho 
de ser una víctima angelical, esta sucesión de hechos tiene un hilo 
conductor: el belicismo y arrogancia del Deep State norteamericano y, en segundo plano, la obsesiva rusofobia inglesa.
Pero lo que resulta indiscutible es que, como han denunciado muchos expertos[22],
 esta guerra ha sido «evitable, predecible e intencionadamente 
provocada» por Occidente, en palabras del último embajador de EEUU en la
 URSS[23], y deliberadamente alargada. El pueblo ucraniano siempre fue un daño colateral aceptable para el Deep State norteamericano,
 pues en el gran tablero de ajedrez en el que juegan los yonquis del 
poder la vida humana es tan prescindible como un peón adelantado. Pero 
el Deep State perdió las elecciones frente a Trump, y éste está tratando de detener una matanza inútil.
De
 hecho, los ucranianos pronto serán olvidados por los mismos medios de 
comunicación que los empujaron al desastre, y dentro de un año, quizá 
dos, ni un solo medio occidental volverá a hablar de ellos. ¿Qué les 
quedará cuando los focos se apaguen? Nada, salvo el recuerdo de los 
muertos.
 
(*) Economista 
 
[1] Biden and Zelensky Clash Over Poland Missile Strike Evidence – Newsweek
[2] Volodymyr Zelensky’s Struggle to Keep Ukraine in the Fight | TIME
[3] Zelensky: Defender of Democracy or Opponent of Religious Freedom? | Opinion – Newsweek
[4] Zelensky Receives Polling Blow from His Former Top Lieutenant – Newsweek
[5] Ukraine Sure Doesn’t Look Like a Democracy Anymore | Opinion – Newsweek
[6] Zelenskyy Bans Negotiations With Putin – Jamestown
[7] Half of Ukrainians Want Quick, Negotiated End to War
[8] CNN’s Piers Morgan Speaks with President Bill Clinton – 2013 CGI Annual Meeting
[9] I was there: NATO and the origins of the Ukraine crisis | Responsible Statecraft y NATO Expansion: What Gorbachev Heard | National Security Archive
[10] The U.S. Decision to Enlarge NATO: How, When, Why, and What Next?
[11] NATO – Official text: Bucharest Summit Declaration issued by NATO Heads of State and Government (2008), 03-Apr.-2008
[12] The Back Channel, William J. Burns, Random House 2019
[13] America’s Ukraine Hypocrisy | Cato Institute
[14] The US Provoked the War in Ukraine, and Even Ian Bremmer Recognizes That — Jeffrey D. Sachs
[15] One Year After Russia Annexed Crimea, Locals Prefer Moscow To Kiev
[16] Angela Merkel’s gift to the Russian war narrative
[17] NATO
 – Opinion: Doorstep statement by NATO Secretary General Jens 
Stoltenberg ahead of the meetings of NATO Defence Ministers in Brussels,
 14-Feb.-2023
[18] NATO – Official text: Brussels Summit Communiqué issued by NATO Heads of State and Government (2021), 14-Jun.-2021
[19] Russia’s draft agreements with NATO and the United States: Intended for rejection?
[20] Western
 Bloc Led by ‘Aggressive’ Boris Johnson Ruined Russia-Ukraine Peace 
Deal, Leading to Year-Long Bloodshed, Says Ex-Israel PM
[21] Turkish FM says some NATO states want Ukrainian war to continue – Türkiye News
[22] John Mearsheimer on why the West is principally responsible for the Ukrainian crisis
[23] I was there: NATO and the origins of the Ukraine crisis | Responsible Statecraft