MADRID.- Este 
2018 celebramos un aniversario muy especial: el de nuestra compañera 
roja y amarilla. No en vano fue un 13 de octubre de 1843 cuando la reina
 Isabel II estableció que el pabellón elegido por su bisabuelo Carlos 
III para los barcos de guerra sería el que portarían con orgullo todos 
sus soldados. Una decisión que pretendía unificar la infinidad de banderas existentes en el Ejército. 
Desde entonces, y salvo la excepción de la Guerra Civil, la rojigualda 
ha representado a la nación tanto en tragedias como la batalla de 
Trafalgar (donde marinos de la talla de Cosme Damián Churruca lucharon 
por ella hasta morir), como en gestas inolvidables. Y también por ello, 
las Fuerzas Armadas han organizado todo tipo de eventos para conmemorar,
 en los próximos meses, esta fecha mágica. Algunos tan destacados como 
la exposición temporal «Rojo, amarillo, rojo: la bandera de todos. 175 aniversario» que acoge el Museo del Ejército. 
En origen, la historia de la rojigualda comenzó cuando Carlos III
 se propuso evitar los inconvenientes que creaba contar en los barcos de
 la Marina con una enseña blanca. Y es que, el tono era utilizado por 
otros muchos países como Francia y podía provocar trágicos y 
desafortunados cruces de cañones en alta mar. Fue entonces cuando el 
monarca tomó la decisión de elegir una nueva enseña que flameara en sus 
buques. Una en la que la dinastía quedase en un segundo plano en favor 
de una buena identificación de la nación desde la toldilla de los 
bajeles. El ministro de Marina Antonio Valdés y Fernández Bazán presentó
 doce propuestas al monarca, y este se decantó por dos: una para los 
buques de guerra (nuestra actual bandera) y otra para su flota mercante 
con tres franjas amarillas y dos rojas. No obstante, hizo algunas 
modificaciones en la primera relacionada con el tamaño de las listas.
Visible en el mar
Carlos III dejó claros sus
 objetivos en el Real Decreto del 28 de mayo de 1785: «Para evitar los 
inconvenientes y perjuicios que ha hecho ver la experiencia puede 
ocasionar la bandera nacional de que usa mi Armada Naval y demás 
embarcaciones españolas, equivocándose a largas distancias o con vientos
 calmosos con las de otras naciones, he resuelto que en adelante usen 
mis buques de guerra de bandera dividida a lo largo en tres listas». A 
su vez, el documento incidía en que la franja central debía ser más 
grande que el resto para que se distinguiera a la perfección el escudo, 
siendo «la alta y la baja encarnadas y del ancho cada una de la cuarta 
parte del total». Por descontado, terminaba la descripción incidiendo en
 que «la de en medio» debía ser amarilla.
Aquellos tonos, sin embargo, no fueron seleccionados al azar. Ni mucho menos. Algunos expertos afirman que se usaron los colores de Aragón (rojo y amarillo) debido a que en el escudo habían adquirido mucha importancia los símbolos de Castilla y de León. Por su parte, el Comisario de la exposición del Museo del Ejército y Teniente Coronel de Infantería Antonio Manzano Lahoz es partidario de que también pudo influir la herencia hispana. «En toda la heráldica medieval española los colores que más se usaban eran el rojo, el oro y la plata. Esto es vital para comprender como aparece la bandera roja, amarilla y roja», afirma en declaraciones a Abc. Más allá de que el debate siga vivo a día de hoy, lo cierto es que el poder expansivo de esta enseña la hizo popular en un tiempo muy breve.
Aquellos tonos, sin embargo, no fueron seleccionados al azar. Ni mucho menos. Algunos expertos afirman que se usaron los colores de Aragón (rojo y amarillo) debido a que en el escudo habían adquirido mucha importancia los símbolos de Castilla y de León. Por su parte, el Comisario de la exposición del Museo del Ejército y Teniente Coronel de Infantería Antonio Manzano Lahoz es partidario de que también pudo influir la herencia hispana. «En toda la heráldica medieval española los colores que más se usaban eran el rojo, el oro y la plata. Esto es vital para comprender como aparece la bandera roja, amarilla y roja», afirma en declaraciones a Abc. Más allá de que el debate siga vivo a día de hoy, lo cierto es que el poder expansivo de esta enseña la hizo popular en un tiempo muy breve.
Isabel II
Mientras los navíos españoles daban a conocer la futura bandera nacional en los mares, el Ejército siguió utilizando multitud de enseñas para representar a sus unidades. Al menos hasta 1843, año en que la joven Isabel II decidió extender la rojigualda a todas sus tropas. Así quedó claro en el Decreto del 13 de octubre: «La unidad de la monarquía española y la actual organización del Ejército y demás dependencias del Estado exigen imperiosamente desaparezcan todas las diferencias que hasta ahora han subsistido». De esta guisa terminó de expandirse entre los diferentes ejércitos un paño que, para entonces, ya era conocido.Desde entonces, la rojigualda ha mantenido sus colores de forma casi ininterrumpida. Solo ha habido una excepción: la Segunda República. Durante la misma, su tercera franja fue cambiada por el morado. Tras el franquismo, y durante la Transición, se decidió que la bandera fuera bicolor a pesar de la existencia de la tricolor. Y así quedó claro en el artículo 4 de la Constitución: «La bandera de España está formada por tres franjas horizontales, roja, amarilla y roja, siendo la amarilla de doble anchura que cada una de las rojas». Y así ha permanecido hasta hoy, víspera del día en que celebramos su aniversario.
 
 




