A media tarde del pasado jueves, Isabel Franco recibió una llamada 
de Inés Arrimadas. Entre cordialidades mutuas estaba implícito el motivo
 de ese contacto directo, de tú a tú, sin mediaciones de secretariados o
 gabinetes. Arrimadas quería saber qué opinaba la vicepresidenta del 
Gobierno de la Región de Murcia sobre la moción de censura contra sus 
socios del PP firmada en la noche del martes anterior, y sobre la cual a
 Franco no se la había consultado previamente. 
AVE, CÉSAR.
        
        
                
        
        
                
        
        
                            
    Tal vez en la cúpula central de Cs se dieron cuenta demasiado tarde 
de que el impulso de la moción de censura chocaba con ‘el factor humano’
 en el interior del propio Grupo Parlamentario que debía apoyar el 
ingenio elaborado en Madrid. En realidad, lo que Cs proponía era 
convertir en presidenta de la Comunidad a la coordinadora regional, 
impuesta a dedo desde las alturas, con el necesario sufragio de quienes,
 a la vez que apretaban el botón para llevarla a la gloria se 
autodestruían. Y esto sin consulta previa, sin sesiones de coaching para
 hipnotizar a las víctimas, y por la cara. Ave César, morituri te 
salutant.
        
        
                
        
        
                
        
        
                            
    En estos casos, parece normal que se produzca algún gesto de 
resistencia. La tarde-noche del pasado martes, ante la presencia en la 
sede del partido de Carlos Cuadrado, vicesecretario general de 
Arrimadas, todos los diputados de Cs y los concejales del grupo 
municipal de Murcia firmaron sendas mociones de censura, la autonómica y
 la local capitalina. Solo hubo dos leves desacuerdos, como aquí ha 
quedado dicho. La diputada Valle Miguélez no lo veía claro, y el 
concejal Mario Gómez no entendía que él no resultara alcalde. La sesión 
se alargó, y no hubo tiempo, por el toque de queda, para que Cuadrado y 
Franco pudieran cenar, como tenían previsto, para comentar las 
consecuencias de la iniciativa. En lugar de eso, la vicepresidenta y su 
compañero de escaño en la Asamblea, Francisco Álvarez, se reunieron 
probablemente en el domicilio de alguno de ellos. 
        
        
                
        
        
                
        
        
                            
  11.14.
        
        
                
        
        
                
        
        
                            
    A las 11.14 de la noche, el presidente de la Comunidad, Fernando 
López Miras, recibió una llamada en la que se le advertía de que los 
diputados y concejales de Cs habían salido de la sede regional de 
Centrofama tras firmar las mociones de censura. Según el testimonio de 
López Miras, el chivatazo provenía del «amigo de un concejal naranja», 
pero a las ocho de la mañana del día siguiente Carlos Herrera anunciaba 
en la Cope «lo que se cuece en Murcia» atribuyéndolo al testimonio de 
«dos diputados de Cs». Podemos deducir sin ningún reparo que Franco y 
Álvarez advirtieron al presidente de lo que se le venía encima, y con 
este gesto ya mostraban explícitamente su desacuerdo con lo firmado 
pocas horas antes, «por disciplina de partido», dijo Franco el viernes 
después de romperla. 
        
        
                
        
        
                
        
        
                            
  LAS TRES VÍAS. 
        
        
                
        
        
                
        
        
                            
    Lo primero que hizo López Miras después de pasmarse fue llamar al 
secretario nacional, Teodoro García, quien a su vez pulsó el teléfono de
 Arrimadas a pesar de la hora, sin obtener retorno. Después, entre 
ambos, López Miras y Teodoro, analizaron la situación. Tres 
posibilidades. Una: sospechaban que al día siguiente se presentara 
Cuadrado en San Esteban con las firmas de la moción para presionar al 
presidente a fin de obtener mayores ventajas en el Ejecutivo. Dos: 
existía la posibilidad de activar de inmediato la convocatoria de 
elecciones, pero si Miras lo hiciera, pensaron ambos, Cs no reconocería 
haber firmado una moción de censura, de modo que la iniciativa del PP 
podría aparecer como algo extravagante, sin respaldo en un pretexto 
políticamente explicable, como en el caso de la madrileña Ayuso. 
Esta 
inhibición se ha interpretado, incluso en el interior del PP, como una 
falta de reflejos condicionada por el hecho de que un adelanto electoral
 inmediato habría excluido la posibilidad de que López Miras pudiera ser
 candidato, pero existía una tercera posibilidad de reacción menos 
dramática, a la vista de las disensiones internas del Grupo 
Parlamentario de Cs: si había desacuerdos en este partido que pudieran 
expresarse en contra de la moción no sería necesario convocar 
elecciones, que en todo caso no habrían sido, a pesar de la defección de
 López Miras como candidato, previsiblemente favorables para el PSOE y, 
desde luego, para Cs. Por tanto, a pesar de la madrugada trágica, López 
Miras y Teodoro García apostaron por la tercera vía: «Vamos a esperar a 
ver».
        
        
                
        
        
                
        
        
                            
    Pero a la mañana siguiente, y aunque esto no lo confirman ni 
siquiera off the record las fuentes oficiales del PP, se puso en marcha 
un mecanismo de defensa, por lo que pudiera pasar, plenamente confirmado
 por las, a fuentes no oficiales, fuentes fiables. En el PP sacaron del 
cajón ‘el archivo Martínez Vidal’, es decir, el historial de actuaciones
 en su etapa de concejala de Infraestructuras en el ayuntamiento de 
Murcia. 
A la vista de las intenciones a este respecto casi cabe creer 
que Martínez Vidal ha tenido mucha suerte al ser desplazada de su opción
 a la presidencia de la Comunidad, pues habría caído sobre ella un 
raudal de informaciones que pretenderían poner en cuestión su integridad
 política y que tal vez habrían interceptado su carrera hacia la 
investidura del próximo jueves. En algún diario digital nacional ya se 
perciben indicios de este derrame informativo, aún en modo advertencia, y
 es posible que no se use la artillería pesada, si es que realmente 
existiera, porque, contra la literalidad del dicho, contra moro muerto 
no se ha de desperdiciar lanzada.
        
        
                
        
        
                
        
        
                            
  VALLE DE ESPERANZA. 
        
        
                
        
        
                
        
        
                            
    La pregunta del millón, después de la ‘madrugada negra’, es cómo se 
obtuvo el voto que se necesitaba para partir en dos a Cs y reducir la 
suma de los 23 que precisaba la mayoría de la moción. Cuesta creer que 
Isabel Franco negociara esta cuestión con Valle Miguélez, que constituía
 la clave, pues entre ambas no hay una relación de confianza. Aseguran 
en el PP que fue ella misma, Valle, quien llamó a López Miras para 
anunciarle su desmarque, y es muy probable, pero esto debió ocurrir tras
 un trato fino con Teodoro García, pieza clave en esta operación, que 
para él ha significado una medalla de oro, ganada por méritos propios en
 lo que se refiere a sus intereses políticos. Está aceptado que la 
convergencia entre el dúo Franco/Álvarez y, de otra parte, Miguélez, 
obedece a la gestión del PP, pues entre ellos mismos no habrían llegado 
al acuerdo.
        
        
                
        
        
                
        
        
                            
    El paso decisivo de Valle Miguélez se debe también al ‘factor 
humano’, por mucho que ella intentara argumentar su disidencia de la 
moción de censura con argumentos políticos. Esta diputada ha debido 
sentirse todavía más humillada que Isabel Franco por el modo displicente
 con que Martínez Vidal la ha venido tratando, a veces incluso en 
público. Aunque ha tenido más paciencia que la vicepresidenta, y por 
esto no ha exteriorizado sus emociones. Hasta que ha llegado el momento 
del basta ya. Pero en ambos casos, Franco y Miguélez, además del 
componente emocional más o menos contenido, está sobre todo el 
pragmático.
        
        
                
        
        
                
        
        
                            
    Una y otra, cada una por su parte, están conectadas al latido del 
partido, con contactos externos al margen de la línea oficial que 
promocionaba y sostenía a Martínez Vidal y que a ésta le parecía 
suficiente para ejercer su poder sin necesidad de establecer relaciones 
de empatía con los diputados que le pudieran ser adversos.   
        
        
                
        
        
                
        
        
                            
  EL SALVAPANTALLAS. 
        
        
                
        
        
                
        
        
                            
    Algo que puede parecer una anécdota y que, a la vista de lo que está
 pasando, podemos advertir como categoría: la táblet de Franco, que 
porta a todos lados, reproducía hasta antes de la designación de 
Martínez Vidal como coordinara regional un salvapantallas con la imagen 
de ella misma junto a Arrimadas en el famoso mitin que ambas 
compartieron en la plaza Belluga. Pues bien, ese portal ha cambiado, 
sustituido ahora por una fotografía de Franco junto a Albert Rivera, 
precisamente cuando Rivera está aparentemente fuera. Es una imagen que 
va con ella a todas partes y que en este contexto desvela un guiño. 
Podríamos interpretarlo como una expresión de que no se considera la 
única disidente: ahí están Villacís (Madrid), Cantó (Comunidad 
Valenciana), el andaluz Juan Marín y otros que, en teoría, la van a 
montar en la reunión de la ejecutiva nacional de Cs, y de los que se 
dice que están en sintonía estratégica con el anterior líder y fundador.
  Ojo al dato: ¿Y si pronto, los diputados murcianos de Cs que van a ser
 expulsados del partido recobraran la militancia por un posible vuelco 
en la dirección nacional que se llevara a Arrimadas por delante? 
Desde 
luego, es previsible que caiga Cuadrado, pues el fiasco que ha 
propiciado en Murcia es la guinda de su papel como jefe de campaña de 
las elecciones catalanas. Y el incombustible Hervías tiraba ayer la 
toalla con aparente desprendimiento, lo que puede significar un 
principio de desplome del actual estatus.
        
        
                
        
        
                
        
        
                            
    En la Región de Murcia, el primer síntoma de malestar interno lo han
 manifestado los concejales de Cs que leyeron en este periódico que el 
pacto de las mociones de censura alcanzaba a varias ciudades, además de 
la capital, sin que ellos fueran previamente advertidos. Era gracioso 
ver en televisión que mientras el socialista Diego Conesa confirmaba esa
 información, Martínez Vidal la desmentía al minuto siguiente, a 
sabiendas ésta seguramente de que en las localidades señaladas nadie iba
 a imponer a los de Cs que cambiaran de socio por un pacto cerrado en 
las cúpulas. 
No es extraño que, por esta razón, a Franco le hayan 
llegado aplausos y adhesiones desde los pueblos, pues Cs es un partido 
poco ordenado, como es bien visible. Si todo se hace a dedo, cuando el 
del dedo pierde pie, todo cae. 
        
        
                
        
        
                
        
        
                            
    La crisis política de Murcia y su expansión al ámbito nacional 
permite, desde luego, lecturas políticas estrictas desde las respectivas
 posiciones y también, claro, los análisis fríos más objetivos. Pero no 
es posible prescindir en este caso de la más notoria motivación, más 
allá de la política: el factor humano ha sido decisivo. Y la llamada de 
Arrimadas a Franco tenía un tono melancólico. Demasiado tarde. 
 
(*) Columnista
 
https://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2021/03/14/factor-humano-42481006.html