Una esperanza recorre Europa: que la gestión del agua sea 100% de 
gestión pública. Un escenario del cual, como en tantas otras realidades 
de esta desafortunada región, Murcia se aleja enormemente con 
prácticamente todos sus servicios municipales de agua privatizados. Sin 
embargo, el pasado lunes, 17 de febrero, la ciudadanía europea, en 
ejercicio de su derecho de participación democrática, tuvo la 
oportunidad de debatir en el seno del Parlamento Europeo la primera 
Iniciativa Ciudadana Europea (ICE): «El agua es un derecho humano, no 
una mercancía». Representantes de la sociedad civil y de los sindicatos 
trasladaron la voz de los casi dos millones de ciudadanos europeos que 
firmaron la ICE-Agua, para solicitar a la Comisión que elabore una 
propuesta legislativa que garantice el derecho humano al agua y al 
saneamiento así como que la gestión del agua no sea liberalizada.
El
 reconocimiento europeo del derecho al agua desde una óptica de derechos
 humanos, como plantea la ICE-Agua, resulta imprescindible en un 
contexto de crisis económica como el actual. Si la Comisión atiende las 
demandas ciudadanas, la incorporación del derecho humano al agua en los 
ordenamientos jurídicos internos impedirá la aplicación de políticas 
regresivas con los derechos humanos como hasta ahora se viene haciendo.
En
 algunos Estados, entre ellos España, los gobiernos municipales ante la 
falta de liquidez de su arcas públicas ceden a la privatización de 
servicios básicos como el agua, depositando en manos privadas 
(multinacionales como FCC, Veolia o Suez) la gestión del suministro a 
cambio de un canon concesional que nuestros gobernantes invertirán en 
enjuagar sus deudas y no en el mantenimiento, mejora o ampliación de los
 servicios de distribución de agua y saneamiento. El proceso de 
privatización acarrea de manera casi inmediata subidas desproporcionadas
 del precio de los servicios (las tarifas del agua) que algunos 
ciudadanos no pueden asumir. En el contexto de la crisis económica, y su
 correlato de privatizaciones y desmantelamiento de las protecciones 
sociales, los incrementos de las tarifas traen consigo un aumento 
considerable de la morosidad en el pago, especialmente entre las 
personas de bajos ingresos o en riesgo de exclusión. Habitualmente, la 
respuesta ante el impago se traduce en el corte de suministro. No 
solamente se despoja a la ciudadanía del control de un bien común 
fundamental como es el agua, sino que además las familias con menos 
recursos sufren la violencia del corte de suministro.
La 
Resolución 64/292 (2010), de la Asamblea General de Naciones Unidas 
reconoce el derecho humano al agua y al saneamiento como derecho humano 
esencial para el pleno disfrute de la vida y de todos los derechos 
humanos. Los Estados están obligados a respetar, proteger y cumplir los 
derechos humanos; y en el caso del derecho al agua y al saneamiento, la 
obligación de respetar implica que los Estados actúen para que quienes 
ya disfrutan de su derecho al suministro sigan haciéndolo prohibiendo el
 corte por impago y estableciendo medidas proporcionales y alternativas 
acordes a la situación que padecen. Por todo ello, la respuesta de la 
Comisión, reconociendo el derecho humano al agua, supondrá la obligación
 de los poderes públicos de revisar su legislación y sus prácticas en 
orden a garantizar el derecho humano y a satisfacer de un mínimo vital 
en todos los países de la UE. El mínimo vital se corresponde con el 
mínimo existencial necesario para llevar una vida digna cuyo déficit, 
los poderes públicos en su caso, deben corregir al margen de cualquier 
problema presupuestario o financiero.
La ciudadanía debe recuperar
 el control democrático de sus servicios municipales de aguas. Es la 
única forma de poner a disposición de las necesidades colectivas un bien
 indispensable para la vida como es el agua. Solamente el agua será un 
bien común bajo la gestión cien por cien pública y el control ciudadano.
 De esta forma no habrá cortes de agua a las familias golpeadas por la 
crisis y el desempleo, las tarifas del agua dejarán de incrementarse 
artificialmente y se construirán como tasas y no como precios. Además, 
las inmensas ganancias de las empresas privadas que gestionan hoy el 
agua volverán a ser públicas y controladas democráticamente. A este 
proceso lo llamamos remunicipalización.
En el municipio de Murcia, 
aunque Emuasa es una empresa mixta público-privada, en la práctica las 
decisiones estratégicas son tomadas por la parte privada, es decir, el 
grupo Agbar y la multinacional Canal de Suez, sin ningún control público
 digno de tal denominación. Las principales ciudades de Europa han 
entendido perfectamente que es un absoluto disparate que los servicios 
municipales de gestión del agua estén privatizados y controlados por 
tres multinacionales. Por ello, ayuntamientos como Berlín o París han 
tomado la determinación en los últimos años de recuperar el control 
público de sus antaño privatizados servicios de aguas. En España también
 se están viviendo interesantes experiencias de remunicipalización del 
agua como en Medina Sidonia (Cádiz), o el de los 17 municipios 
sevillanos agrupados en la sociedad Aguas del Huesna. Y municipios como 
Alcázar de San Juan están desarrollando una lucha ejemplar contra la 
privatización del servicio de aguas (#AlcázarEnLucha).
En la 
Región de Murcia, todos los servicios municipales están prácticamente 
privatizados. Ahora que se acercan unas elecciones europeas debemos 
decir a los gobernantes que queremos que los servicios de aguas de La 
Unión, Santomera, Lorca, Las Torres de Cotillas o Murcia vuelvan a manos
 públicas como han hecho las principales ciudades de Europa. Hemos de 
constituir una marea azul que imponga de nuevo la democracia y la 
participación ciudadana en la gestión del agua. Sólo así podremos decir 
que el agua es realmente de todos.