Para su número 32, dedicado a 
Emociones y política, le hicieron una entrevista que ahora se publica y se reproduce aquí 
íntegra. Es curiosa casualidad que haya coincidido con la conferencia de
 Cartagena. Quien la lea quizá no deba olvidar que se hizo a finales del
 pasado mes de marzo, lo que obliga a cierta perspectiva.
Más Poder Local (MPL): 
Ha sido reiterado por políticos y 
académicos un supuesto triunfo discursivo de la derecha, a pesar del 
fracaso de sus políticas. ¿Por qué triunfa el discurso de la derecha?
Ramón Cotarelo (RC):
La
 realidad es de derechas y carece de discurso. No hay triunfo de la 
derecha porque este se limita a justificar la realidad existente o 
mentir sobre su intención de cambiarla cuando es tan cruel e injusta que
 amenaza con una revolución. El triunfo y la derrota son cosa de la 
izquierda que alcanza aquel cuando consigue comprender y explicar la 
realidad, y transformarla, según recomendaba Marx en la 11ª tesis sobre 
Feuerbach. Si no lo hace, es derrotada. Resumiendo, no hay que buscar 
las razones del triunfo discursivo de la derecha, sino las de la derrota
 de la izquierda y estas son muchas. La fundamental, sin embargo, es la 
incapacidad para formular una teoría que habiendo comprendido y 
explicado la realidad pueda luego convertirse en práctica. Una teoría 
que sea un mentís a la principal conclusión del postmodernismo de la 
imposibilidad de un “metarrelato” dado que la realidad, según se dice, 
solo es comprensible fragmentariamente, con lo que esta novedad 
desactiva la vieja afirmación hegeliana de que “la totalidad es la 
verdad”. Ahora, la totalidad es la no-verdad, como decía Adorno, que se 
adelantó en esto a los tiempos actuales. Ese resignado abandono de la 
gran teoría es un retorno al irracionalismo que, llevado a sus últimas 
consecuencias, supone un atentado contra la verdad como parámetro 
cognitivo y desemboca en el reinado de la llamada posverdad. Si 
atribuimos a este el triunfo del discurso de la derecha, coincidiremos 
en que su razón es solamente el correspondiente fracaso de la izquierda.
 La derecha triunfa porque, al carecer la izquierda de propuestas 
propias, se torna realidad el cierre del TINA de Thatcher (There is no 
alternative)
MPL: 
Podemos logró introducir con fuerza 
el concepto de “casta”, recientemente ha estrenado “trama”, ¿qué hace 
posible y determina el éxito de un nuevo concepto? ¿Se está limitando el
 debate político a una lucha por imponer “marcos”?
RC: 
Ni
 “casta” ni “trama” han tenido éxito por su esencia contingente y falta 
de rigor. En cuanto a qué haga posible el “éxito” de un concepto, 
depende de qué se entienda por éxito. Si se entiende su funcionalidad 
como poder creador de teorías emancipadoras, el éxito dependerá de que 
alumbre líneas de investigación posteriores que sean de beneficio 
general. Ejemplo, el concepto de la dignidad del ser humano no es muy 
popular pero, sin él, no hubiera habido Renacimiento, Ilustración etc. 
Si se entiende su difusión social, el éxito dependerá de la capacidad 
metafórica del concepto y su identificación con una realidad cotidiana. 
Ni “casta” ni “trama” identifican la especificidad de España como lo 
hacen “oligarquía y caciquismo como formas de gobierno de España”, de 
Joaquín Costa que se traslada a nuestra época dibujando la corrupción 
moral de un país gobernado por delincuentes amparados por los jueces, 
protegidos por los militares y bendecidos por los curas. Una verdadera 
distopia. Lo de los marcos es inevitable, pero no pienso que sea una 
limitación. ¿Qué otra cosa cabe hacer sino deliberar, discutir, debatir y
 decidir? Y ningún debate es posible sin posiciones previas, sin las 
premisas personales que exigía Ayn Rand. Lo importante no es que haya 
marcos, pues los habrá siempre, y todo el mundo se valdrá de ellos 
porque muchas veces lo hace incluso inconscientemente. Lo esencial es 
que haya capacidad para deconstruirlos cuando nos son adversos.
MPL: 
Tras la vuelta de Pedro Sánchez a la Secretaría General del PSOE ¿cree posible un entendimiento entre Podemos y PSOE? 
RC:
Posible
 lo ha sido siempre. Pero no probable. Ahora ya se revela además como 
imprescindible pues los dos partidos de la izquierda suponen 
(correctamente o no, es otro tema) que ninguno de ellos alcanzará 
mayoría absoluta y ambos se necesitarán si quieren llegar al Gobierno. Y
 ambos parecen querer, no resignarse a ser izquierda testimonial. Se 
entenderán si quieren sobrevivir. No hay otro remedio. Pero, para ello, 
los dos sectores tendrán que soltar lastre: Podemos, el peso muerto del 
esclerótico comunismo anguitesco y el PSOE, la confabulación derechista 
de submarinos del PP en forma de “vieja guardia socialdemócrata”.
MPL: 
¿Considera que hubiera sido más fácil si Errejón estuviera al frente de Podemos? 
RC: 
Una
 cuestión típicamente contrafáctica. No sabemos qué hubiera pasado de 
suceder lo que no sucedió. A saber. Lo curioso es por qué en cambio 
sucedió lo que sucedió; esto es, por qué fue derrotado Errejón y, sobre 
todo, por qué se habla de “derrota” y hasta se asume como tal por los 
afectados, especialmente teniendo en cuenta que Errejón sigue en el 
partido cuya línea general, en principio, no comparte. El territorio en 
el que hay que considerar esto es el de la historia de los partidos 
comunistas, en donde hay un museo de muestras de este tipo de conflictos
 y sus variadas soluciones. A la unidad también se encaminará Iglesias 
por la cuenta que le trae si, después de no asaltar cielo alguno, quiere
 alcanzar algo de poder terrenal.
MPL: 
¿Cómo ve el futuro de la izquierda en España? 
RC: 
Sombrío.
 En España no hay izquierda, sino un simulacro sin fuste ni horizonte 
porque, en realidad, tampoco tiene raíces. No cronológicas, que las 
tiene y profundas, sino teóricas. Aunque las izquierdas (socialistas y 
comunistas) se hayan organizado casi siempre como secciones de entes 
internacionales (I, II, II y media, III y IV internacionales) sus 
trayectorias han estado determinadas por sus culturas nacionales. No son
 lo mismo el Partido Laborista que la Socialdemocracia alemana, como 
tampoco eran lo mismo el Partido Comunista italiano y el francés. El 
problema de la izquierda española es que carece de esa tradición 
autóctona pues sus orientaciones han consistido siempre en imitar 
modelos exteriores. A la fecha de hoy, así sigue siendo. A falta de esa 
conexión con la cultura política propia (que, a su vez, también es un 
parcheo de imitaciones exteriores) el discurso de la izquierda española 
es una mezcla de tópicos y plagios. Podemos es una organización 
literalmente copiada de otras, desde el nombre del partido hasta el de 
su secretario general.
MPL: 
¿Cree que habrá 
movimientos en los espacios ideológicos que cubren actualmente los 
cuatro principales partidos de ámbito estatal, en España?
RC: 
Cabe
 pensar en cambios posicionales con fines mediáticos. Ideológicos, 
pocos. El fementido bipartidismo se ha convertido en un “bifrentismo” 
cuya solidez, estabilidad y permanencia están por demostrarse. En el 
espacio de la derecha, la relación entre el PP y C’s podría alterarse 
si, como es razonable esperar, la corrupción pasa factura por fin al 
partido del Gobierno. Pero la ideología será la misma: 
nacional-catolicismo aliado a neoliberalismo. El intento de C’s de 
aportar una perspectiva más europea tropieza con el hecho de que la 
capacidad teórica de los miembros de este partido es inexistente y la 
seguridad que transmite su líder, ilusoria. En el campo de la izquierda,
 el enfrentamiento no es nuevo. PODEMOS ha tomado el lugar de la vieja 
IU, incorporando también al Partido Comunista y esta izquierda no es 
nueva ni sabe cómo serlo. Lo que ha hecho ha sido beneficiarse de la 
crisis del PSOE para invertir la proporción tradicional en la izquierda 
española entre socialistas y comunistas. Y no lo ha conseguido. Sobre 
todo porque, el ave fénix del PSOE ha renacido. Pero ese renacimiento 
tampoco es garantía alguna de que haya movimiento perceptible de tipo 
ideológico. Sánchez asegura estar en la izquierda, pero la afirmación, 
de momento, no es sino una promesa y más bien propia de la polémica de 
los universales.
MPL: 
Un aspecto al que ha dedicado 
numerosos análisis es a la cuestión catalana. Más allá de los debates 
históricos, jurídicos, políticos y económicos, los cuales aborda con  profundidad
 en su libro, "La República catalana", ¿dónde considera que está el 
fallo comunicativo por parte del Gobierno de España?  
RC:
En
 su incapacidad para revertir la obra de destrucción de España como 
nación que hizo el franquismo. No solo no la ha revertido, sino que la 
ha continuado a base de evitar ajustar cuentas con la herencia de la 
dictadura, de la que sus miembros son los herederos y directos 
responsables. ¿Fallo de comunicación? ¿Qué le parece que el Rey actual 
–capitoste y símbolo de la derecha por antonomasia– haya tardado 40 años
 en reconocer que el franquismo fue una dictadura pero siga sin 
condenarla explícitamente?
El fallo de comunicación es que ni entiende 
el país que quiere gobernar y sobre el que quiere reinar. Si algo fue la
 Transición fue un pacto implícito de mutuas cesiones. Las izquierdas 
renunciaban a sus símbolos y hasta objetivos estratégicos y las derechas
 se comprometían a no volver a las andadas de la dictadura 
nacional-católica, a civilizarse y europeizarse. Las izquierdas 
cumplieron (al precio de una crisis ideológica que todavía arrastran) 
pero las derechas, no. El triunfo por mayoría absoluta del PP fue una 
verdadera restauración de franquismo, un neofranquismo indisimulado que 
ha roto todos los diques del pacto y literalmente ha provocado en 
Cataluña el incendio del independentismo.
En resumen el fallo de 
comunicación está en que el Gobierno, no siendo demócrata, sino 
franquista, no entiende que la comunicación es legitimación. Para él, la
 legitimación es el ordeno y mando y la “españolización de los niños 
catalanes”. Y el resultado ha sido que un Gobierno deslegitimado por su 
carácter corrupto y presuntamente delictivo de su partido, carece de 
toda autoridad moral para enfrentarse a las reivindicaciones 
independentistas. Que un Gobierno con un presidente citado como testigo 
en un proceso penal y más de 900 cargos de su partido penalmente 
imputados, pida a los catalanes que cumplan la ley cuando el primero que
 no lo hace es él es más que un fallo de comunicación. Es un fallo de 
conciencia y temple moral. Es una prueba de incompetencia y 
culpabilidad.
MPL: 
Cambiando de hemisferio, las 
pasadas presidenciales argentinas, la crisis en Brasil y Venezuela, y el
 proceso generalizado de ralentización económica, parecía apuntar a un 
cambio de rumbo ideológico en el Cono Sur. Sin embargo, parece que estos
 cambios no terminan de cristalizar. ¿Hacia dónde cree que apunta el 
futuro político en América Latina? ¿Verdaderamente estamos ante un 
cambio de rumbo, como se presagiaba hace apenas un par de años?
RC: 
No
 lo sé. América Latina lleva más de doscientos años anunciando cambios 
políticos, pero la realidad es que el continente (todo él, también el 
norte) no se ha movido políticamente ni un milímetro en ese periodo, al 
menos en comparación con Europa. Los mismos países, los mismos regímenes
 con cambios alternantes entre autoritarismo y seudodemocracias del Sur,
 excepción hecha de alguna extravagancia como el Imperio del Brasil o el
 de Maximiliano en México. Más o menos los mismos partidos y las mismas 
relaciones entre la Iglesia y los Estados. En el Norte, nada de cambios,
 salvo que se llame cambio al desbarajuste de México. América no ha 
cambiado nada en doscientos años, ni siquiera en sus esporádicas 
revoluciones (mexicana, nicaragüense, Arbenz en Guatemala, Cuba, Allende
 en Chile, etc.) o ideologías peculiares, como el populismo, el 
laborismo de Vargas, el justicialismo, el aprismo, etc. Si comparamos 
esta balsa de aceite con Europa, en donde en doscientos años ha habido 
todo tipo de cambios, han aparecido y desaparecido Estados, partidos, 
movimientos, revoluciones, etc., y nada es como era cinco años antes, la
 diferencia es abrumadora. Hablar de cambios en América desde Europa 
resulta, por lo menos, paradójico.
MPL: 
Sabemos que a Palinuro le apasiona el arte ¿Qué obra le inspira más?
RC: 
Todas
 pero en especial, el arte de la Antigüedad clásica (Grecia), el 
Renacimiento flamenco e italiano y el romanticismo europeo con inclusión
 de las vanguardias. Del clasicismo, el siglo de Pericles, toda la 
escultura y el teatro, muy especialmente La Orestiada (Esquilo) y Antígona
 (Sófocles). Creo que ambas, sobre todo Antígona, debieran ser lectura 
obligada en la carrera de Políticas. Y, por supuesto, la rquitectura. La
 pintura flamenca prerrenacentista y renacentista prácticamente sin 
limitación, desde Holbein el viejo hasta Breughel, pasando por Vermeer, 
Bouts, Bosco, Teniers, Eyck, etc., y el absoluto maestro, Durero. Del 
Renacimiento italiano, todo, absolutamente todo: escultura, pintura, 
arquitectura, literatura, música, teatro y hasta ensayo que, en parte, 
adquirió formas artísticas en Pico della Mirandola o Baltasar 
Castiglione. Del Renacimiento arrastro un gusto muy afín con el 
manierismo y confieso ser admirador incondicional del Parmigianino, (a 
cuyo lado, Escher tiene poco que hacer) en su autorretrato en un espejo cóncavo.
 Una genialidad. Y Caravaggio, el pintor que inspiró el tenebrismo 
español. Monteverdi, Buonarroti, Rafael, Da Vinci, Bramante, Giorgione, 
Tiziano, Donatello, Torcuatto Tasso. La gloria del espíritu humano.
Del 
Romanticismo me quedo también con todo, pero muy especialmente con la 
novela histórica estilo Walter Scott, que recuerda otro género del que 
también soy admirador, rendido: la literatura caballeresca de la que se 
burla Cervantes y, muy en concreto, el ciclo artúrico, por el que siento
 pasión. Se añade la literatura gótica (Walpole y otros) el teatro de 
Victor Hugo, la pintura y la poesía simbolistas, la música de Beethoven,
 Schubert y Mahler, las vanguardias, todas las vanguardias, en donde el 
arte se funde con la política: el prerrafaelismo, los nazarenos, el 
impresionismo, expresionismo, surrealismo, dadaísmo, futurismo, 
constructivismo, vorticismo, cubismo, abstracto, etc. Me alargo a la 
cultura austriaca/vienesa de fin del XIX, primeros del XX: Kafka, Musil y
 Proust son los pilares de la literatura contemporánea. Su resultado más
 brillante y el autor quizá más fascinante del XX, Faulkner. Si tengo 
que elegir por individuos: en escultura, Rodin; en arquitectura Le 
Corbusier; en pintura, Dalí;en literatura, Thomas Mann; en música, 
Stravinsky. Por supuesto, muy abierto e interesado por las novísimas 
corrientes del ciberpunk y arte digital.
MPL: 
Finalmente, nos gustaría conocer acerca de tus preferencias en cuanto a series y películas de temática política.
RC:
No sé nada de series porque no veo la TV jamás. En cuanto a cine, la lista sería interminable, desde Nacimiento de una nación (Griffith) hasta cualquiera de las de hoy, como Trumbo (Jay Roach), por ejemplo. Hay películas políticas inolvidables de muy diferentes condiciones: Metrópolis, de Fritz Lang, La voluntad de poder (Leni Riefensthal), Roma, ciudad abierta (Roberto Rossellini), Viridiana (Luis Buñuel), Tierra y libertad (Ken Loach), etc. Precisamente estoy escribiendo un ensayo por encargo sobre Todos los hombres del presidente
 (Alan J. Pakula), un film típicamente político que ha sido como un 
resumen de la sociedad mediática y el poder de los medios. En esa línea,
 en cierto modo, una réplica a Ciudadano Kane (Orson Welles).  
Incluyo, además, la observación de que no se agota la cosa en la 
temática política, ya que prácticamente todo el cine es tremendamente 
político, aunque los filmes concretos parezcan alejados.
Por ejemplo, 
dos películas que encuentro fascinantes (también políticamente) pero que
 no son de “temática política”: Jules et Jim y Los 400 golpes (ambas de Truffaut), como política es, por ejemplo, Memorias de África (Sydney Pollack) y, desde luego (aunque en otro sentido), ñordas como Sissi emperatriz (Ernst Marischka) o Raza (José Luis Sáenz de Heredia) y exitazos aparentemente alejados, por ejemplo, algunos films de John Ford (El hombre que mató a Liberty Valance) o Grupo salvaje
 (Sam Peckinpah).
El cine es el arte político por excelencia y el que ha
 caracterizado el siglo XX. No obstante, si se me obliga a mencionar un 
director y una obra en concreto: Costa Gavras y Z  una película 
absolutamente simbólica de un tiempo, una sociedad y un sentido 
revolucionario de la existencia. Más cercanos, ciertas distopías, como Soylent Green (Richard Fleischer) y Blade Runner (Ridley Scott).