En el minuto 4 del video que 
Libertad Digital grabó en mi biblioteca en junio de 2014 aparece un tomo
 fatigado en cuya primera página puede leerse un verso de la Eneida de 
Virgilio: "At trahere, atque moras tantis licet addere rebus". 
Son las palabras de la diosa Juno cuando viene a decir que aunque no 
podrá impedir que se cumpla el destino, "al menos será posible dilatar 
las cosas y poner obstáculos". Tengo una traducción inglesa que añade "in the way of those mighty". Es decir "en el camino de los poderosos". 
Es la cita que encabeza el número uno de El Español
 de Blanco White publicado en Londres ("en la imprenta de R. Juigné, 17,
 Margaret-Street, Cavendish-Square") en 1810. Aunque según el 
catedrático Garnica Silva, especialista en la vida y obra del exilado, 
"la colección completa sólo se conserva en la Biblioteca Nacional", la 
verdad es que yo la tengo ahí, desde hace años, a siete metros de la 
mesa, como una premonición candente, mucho antes de que se me ocurriera 
fundar EL ESPAÑOL. 
Es emocionante repasar la 
declaración de intenciones de "quien nunca ha intentado otra cosa que 
oponer a la injusticia el pequeño obstáculo que sus fuerzas le 
permiten". Blanco White se refería a la invasión napoleónica pero hacía 
extensible su reflexión a "todo género de tiranía". Y pronto convertía 
su diagnóstico en pálpito y razón vital: "No porque la situación de 
España sea muy triste al presente, se han de cerrar los ojos a la 
esperanza. La España renacerá más gloriosa si no se deja apagar el fuego
 del patriotismo, que aunque sin dirección y esparcido, penetra todas 
sus venas. Luces necesita la España, que valor nace con sus naturales". 
Blanco White iluminó a los 
españoles con sus argumentos "contra unos y otros", pero también con sus
 exclusivas periodísticas pues fue quien publicó el decreto original de 
la convocatoria de las Cortes de Cádiz por estamentos que la Junta 
Central había ocultado en un cajón. Lo esencial era su disposición al 
combate intelectual en un entorno adverso. Esa fuerza inconformista que 
se reencarna en Ortega cuando en 1915 declara a su revista España, hija del "enojo y la esperanza". 
Con toda humildad, postrados
 ante el árbol frondoso de la opinión pública, los fundadores de EL 
ESPAÑOL, hemos "duplicado la apuesta" esta semana al proclamar en 
nuestro primer "rugido del león" -vulgo editorial- que nacemos con tanta
 "indignación" como "entusiasmo". Indignación por lo que nos han hecho, 
entusiasmo por contribuir a corregirlo. 
Hemos empezado así a arrimar el 
hombro. A llevar a la práctica el "por mí no quedará" de Antonio Maura, 
otro gran español que se apoyó en un periódico llamado El Español.
 No está en nuestras manos enmendar los yerros de la Transición, y en 
especial los de la última década, de un día para otro. Pero sí 
contribuir a "poner obstáculos" en el  camino de quienes se empeñan en 
usurpar los derechos de participación política de los españoles, de 
quienes abusan del poder de forma corrupta, de quienes hacen de la capa 
del oportunismo el sayo de su ambición como si ni siquiera existiera 
tuitoteca, de quienes ofrecen como alternativa el paraíso de las ideas 
falsas y por supuesto de quienes, so pretexto de acabar con sus 
"rabias", quieren matar a la Nación para fragmentarla en patrias más 
pequeñas y más rancias. 
Aunque a los periodistas de 
EL ESPAÑOL sólo les he pedido dos cosas -"buscad la verdad y respetad la
 sintaxis"-, en la redacción se trabaja desde el primer día con un 
tercer gran sobrentendido: "Zancadillead a los falsarios que se creen 
impunes". Esa es la labor esencial del periodismo, su manera de ejercer 
de contrapoder. Salir al paso, "poner obstáculos", tirar por tierra, 
dejar en evidencia. No para suplantar a los que mandan, ni para alcanzar
 glorias o riquezas, sino por amor al arte de contribuir a que la 
sociedad sepa todo lo que tiene derecho a saber. Desde ahora mismo digo,
 a título personal, que cualquier beneficio que yo obtenga de EL ESPAÑOL
 será reinvertido euro a euro en EL ESPAÑOL. 
Que nadie espere efectos 
fulminantes. No es verdad que se coja antes al mentiroso que al cojo 
porque el mentiroso nunca tropieza en la primera valla. Pero de la misma
 manera que todos los españoles pudieron saber hace dos años que Rajoy 
quiso comprar el silencio de Bárcenas con sus mensajes de apoyo, después
 de que se descubriera la fortuna oculta en Suiza,  todos los catalanes 
ya pueden saber, desde que el 14 de octubre de 2015 lo desveló EL 
ESPAÑOL, que un documento secreto enterrado en la cripta de un Banco de 
Andorra desmonta la patraña del legado del abuelo a los nietos, pone de 
relieve que el Molt Honorable tenía dinero escondido en el extranjero 
siendo presidente de la Generalitat y deja en evidencia que engañó como a
 chinos a la ciudadanía y a los miembros del Parlament.
                                                    
Los
 periodistas no dictamos sentencia. Tampoco cobramos las deudas. El 
tiempo de la justicia es uno y el de las urnas otro. Pero además está el
 de la opinión pública que sirve de heraldo a lo demás. Ese es el 
nuestro. Ahí es donde cumpliremos expectativas.
                                                      
                                                    
Allá
 películas si muchos incautos se dejan envolver por las cortinas de humo
 de las polémicas huecas, hábilmente trazadas como mecanismo de control 
de daños. Por muchos ratos amenos que nos deparen el toro Montoro y el 
gallo Margallo, nosotros no nos apartaremos de la cuestión candente del 
momento en que nos ha tocado nacer: ¿debe permanecer al frente del 
Gobierno alguien que ha demostrado el nivel de inoperancia y la 
disposición a la falsedad de Mariano Rajoy?    
                                                    Allá
 películas también si muchos catalanes prefieren la servidumbre al mito 
aldeano de la ruptura con el resto de España al ajuste de cuentas con 
quienes de verdad les roban y empobrecen por la senda del bono basura. 
Que no haya medio humano de hacer entrar en razón a según qué tipo de 
ofuscados, no significa que las razones no existan. Por grande que sea 
el estruendo de la cobla separatista blandiendo sus bastones hacia los 
jueces, aprovechando la buscada coincidencia con el fusilamiento de 
Companys para exaltar a Mas como nuevo mártir catalán, ahí seguirán los 
audios, divulgados por EL ESPAÑOL, en los que los inspectores de 
Educación detallan cómo la Generalitat instó a los directores a entregar
 las llaves de los colegios para poner en ellos las urnas prohibidas por
 el Tribunal Constitucional.
El delito de desobediencia fue 
palmario y aunque no esté en nuestras manos impedir que los magistrados 
nombrados por el parlamento autonómico exoneren a los jefes del 
parlamento autonómico, sí que acabamos de ponérselo más difícil, 
flagelando de paso el ignominioso artículo 330.4 de la Ley Orgánica del 
Poder Judicial que cualquier candidato regeneracionista debería 
comprometerse a derogar.
                                                    
Somos
 conscientes de hasta qué punto la propia idea de España ha sido puesta 
en almoneda, enfangada como está por la corrupción de tantos próceres, 
atrapada en la putrefacción de una vieja política capaz de comprar a 
quien se venda -ay, Irene-, pero intencionadamente execrada por quienes 
pretenden repartirla en diez retales. Para ahora mismo parecen escritos 
los versos que Machado publicó en el primer número de la revista de 
Ortega: "...Fue un tiempo de mentira, de infamia. A España toda/la 
malherida España, de Carnaval vestida/nos la pusieron, pobre y escuálida
 y beoda/para que no acertara la mano con la herida".
                                                    
Seamos
 esa mano que aplica el cauterio. Desde este nuevo periódico 
denunciaremos todo lo denunciable, pero no quedaremos atrapados en el 
masoquismo estéril que termina haciendo el juego a los enterradores de 
nuestra democracia constitucional. Porque como advirtió el poeta, "el hoy es malo, pero el mañana... es mío".
                                                    
Hay
 muchas maneras de ser español y baste como muestra el plural y 
abigarrado retablo de periodistas, escritores y políticos insignes 
asociados a las distintas reencarnaciones de El Español en las 
que rebrotó la semilla de Blanco White. Desde Andrés Borrego y Larra que
 encontró en el periódico el "nido largo, ancho, desahogado" en el que 
recaló el último año de su vida, a Unamuno, Baroja, Araquistaín o el 
Azaña del "nosotros somos nuestra patria", pasando por el implacable 
Bonafoux que veía a sus colegas "uncidos, como el buey al arado, al 
carro del capital ajeno, y tirando, tirando de mala gana, para arrastrar
 en triunfo a tal o cual imbecilillo de la política traidora y venal, 
repantigado como un marrano sobre el sufrido lomo de la redacción 
menesterosa".
Al emprender este tercer viaje 
de Colón estoy dispuesto a intentar devolver al periodismo todo cuanto 
el periodismo me ha dado en la vida; pero EL ESPAÑOL sólo podrá cumplir 
su doble misión de poner trabas al mal e impulsar el bien si conserva su
 independencia fundacional. Eso equivale a ser económicamente 
autosuficiente en un periodo de tiempo razonable, a través de un modelo 
mixto que incluye publicidad y suscripciones. Somos ya muchos, diez mil 
quinientos entre accionistas y suscriptores fundadores, pero no 
bastantes. Necesitamos que nuestra fraternidad intelectual aumente.
                                                    
Después
 de haber presentado ya las primeras credenciales en forma de exclusivas
 y formatos innovadores a través de nuestra web, EL ESPAÑOL afronta 
ahora la fase decisiva de su lanzamiento. Culminará muy pronto con la 
puesta a disposición de todos de nuestra aplicación para los terminales 
con sistemas IOS y Android. Para los lectores en general supondrá una 
manera más cómoda y grata de navegar por nuestra Portada y nuestro Río. Y
 a partir de ese momento cada suscriptor podrá descargarse cada noche al
 filo de las diez la Edición de EL ESPAÑOL, el primer periódico 
concebido, diseñado y editado para dispositivos móviles. Será lo nunca 
visto.
                                                    
Tenemos
 pues el propósito, tal y como lo formulara hace 215 años Blanco White 
-"excitar en la Nación la idea de una libertad más apetecible que la 
vida"-, y tenemos el instrumento de nuestro pacto de pertenencia. A los 
que ya formáis parte de EL ESPAÑOL os doy  la bienvenida a vuestro 
hábitat. Y ante los demás me permito invocar humildemente el precedente 
de todos cuantos rugieron antes en pos del progreso de España para 
invitaros a dar el paso. Suscríbete a EL ESPAÑOL. Hazte león.
(*) Periodista y director de 'El Español'