
Se asombra Mark Thoma del evidentemente  intenso deseo  de Raghuram   Rajan de hallar algún argumento, cualquiera, en favor del  incremento de los  tipos de interés, aun cuando el desempleo está cerca  del 10%. Como bien  observa, Rajan se limita a argüir que la Reserva  Federal estadounidense debería  amentar los tipos porque el desempleo es  bajo en Brasil. 
Al leer esto, me percato de que ya  vi algo parecido  antes. En verano de 2008, cuando el mundo se estaba  precipitando en la  recesión, Ken Rogoff exigía   que la Fed y el BCE aumentaran los tipos dados el aumento de los  precios de  las mercancías y las presiones inflacionistas en los países  en vías de desarrollo.  También aquí, resultaba muy difícil entender qué  modelo económico podía andar  detrás de esa exigencia.
Y me permitirán que meta a Jeff  Sachs en esta mezcla.  Brad DeLong se asombra de la opinión   recientemente   expresada por Sachs, urgiendo a la austeridad fiscal ya, pero ya,  ya,  arguyendo que la expansión fiscal ha tenido todo tipo de efectos  negativos que,  de hecho, no se ven por ningún lado cuando se observan  los datos. 
¿Qué pasa aquí? No creo que yo que  se pueda recurrir  aquí a argumentos de lucha de clases. Lo que yo creo que  estamos  asistiendo a la profunda seducción que sobre los economistas (y otros)  ejercen  lo que bien podríamos llamar posiciones de dureza intelectual a  favor de  infligir daño a la economía (y a la población que la  compone).
Keynes sabía eso. Escribiendo sobre  el peculiar  atractivo ejercido por la teoría económica clásica , aun en un  mundo en  que ésta había fracasado manifiestamente, observó esto:
"Que llegue a conclusiones harto  distintas de lo que  esperaría una persona común poco instruida, no hace, supongo  yo, sino  aumentar su prestigio intelectual. Que sus enseñanzas, trasladas a la   práctica, fueran austeras y a menudo repulsivas, le confería virtudes  añadidas."
Algo parecido, creo yo, está pasando  ahora. Las  urgencias a la austeridad y al dinero difícil dan la sensación d   coraje, rigor mental y virtud; permite a los economistas que las hacen  adoptar  la pose de personas serias que se mantienen firmes ante los  chicos del dinero  fácil.
Si, ya sé que eso resulta insultante.  Pero lo  llamativo es que, en los tres casos aquí mencionados, se trata de   economistas con mucha preparación –es decir, de gentes que han empleado  toda su  vida en construir argumentos cuidadosamente fundados en  modelos— que se sirven  de argumentos sin fundamento ninguno en modelo  divisable alguno.  
Y se me permitirá decir que,  entregándose a la  seducción de las exigencias de dolor, algunos de mis colegas  están  haciendo un daño inmenso. En un tiempo en el que necesitamos de verdad   claridad intelectual, lo que hacen es, al revés, aumentar el  obscurantismo  intelectual prevalente.
 
 
