La Transición ha muerto y el bipartidismo se acabó. Todo esto ya está en
 la Historia reciente de España con sus luces y sombras y no hay vuelta 
atrás. Por ello las reglas del juego político que alumbraron los pasados
 años no sirven para el tiempo nuevo que está en marcha tras las 
elecciones generales del 20-D. Las que ha dibujado un mapa político 
innovador que algunos consideran inviable porque están empeñados en 
aplicar a la nueva situación las prácticas de la vieja política. La que 
ya no sirven para nada porque España ha cambiado, y algunos todavía no 
se quieren enterar para, entre otras cosas, salvar sus privilegios.
Para
 no perder tiempo, he aquí un ejemplo de acuerdo para una ‘gran 
coalición’ entre el PP y PSOE y con apoyo de Ciudadanos: se pactaría la 
investidura por dos años de un presidente próximo al PP y sin exceso de 
protagonismo en los últimos años, con experiencia en la economía y la 
política nacional e internacional, por ejemplo: Josep Piqué; y a mitad 
de legislatura se da paso con su investidura a otro presidente del PSOE 
por otro dos años que reúna cualidades similares a las mencionadas, como
 podría ser el caso de Josep Borrell.
Curiosamente dos políticos de Estado, catalanes, claros defensores de
 la unidad de España con excelentes currículums nacionales e 
internacionales. Dos políticos, que hoy están en un segundo plano, que 
podrían pactar un programa de gobierno y de reformas democráticas como 
las que necesita el país. En Italia este modelo se ensayó y triunfó en 
la persona de Mario Monti, entonces ¿por qué en España no se puede hacer
 algo así?
Y esta propuesta que aquí hacemos es solo un buen ejemplo -puede 
haber otros- de lo que se podría hacer con una nueva política para un 
tiempo nuevo como el español. Se trataría de abrir un paréntesis en la 
legislatura 2016-2020 para culminar una reforma democrática y una vez 
concluida dar paso a nuevos y jóvenes dirigentes políticos que son 
posteriormente los que deben liderar la segunda Transición.
Hace falta imponer, pues, una cultura democrática nueva, audaz e 
imaginativa, al estilo de las grandes democracias de nuestro entorno 
europeo. Dejando atrás el modelo partitocrático, autocrático y muchas 
veces corrupto de los últimos años. Pero en el corto plazo que tenemos 
ante los ojos atónitos de los españoles vayamos al fondo de la cuestión:
 ¿cómo van a pactar un gobierno de coalición nacional Mariano Rajoy y 
Pedro Sánchez tras su brutal desencuentro político durante la pasada 
legislatura, sus mutuas acusaciones de corrupción y cuando solo hace 
días que, ante toda España y durante el debate electoral televisado, se 
acusaron mutua y personalmente de ser ‘deshonestos y miserables’?
Los dos, Rajoy y Sánchez, han tenido un pésimo resultado electoral y 
justo es que en la noche del 20-D hubieran anunciado su dimisión en la 
cúpula de sus respectivos partidos. Tal y como ocurre en la UE en casos 
similares. Pero no, ahí siguen atrincherados los dos y ello impide, y 
nos parece lógico, cualquier tipo de acuerdo entre perdedores que además
 están enfrentados en todo y hasta en lo personal.
Y ¿qué se puede hacer en estas circunstancias? En vez de jugar el uno
 y el otro al escondite, intentar permanecer en sus cargos y buscar 
pactos contra natura en lo programático, ideológico e institucional, 
como lo sería el acuerdo del PSOE con Podemos?
Pues se pueden hacer muchas cosas si hay voluntad política y algo de 
responsabilidad. En primer lugar Rajoy -que es el ‘abuelo’ del PP con 
responsabilidades en los casos de corrupción- debe retirarse de la 
presidencia del PP y no optar, como pretende, a presentarse a unas 
elecciones generales ¡por quinta vez!, si se adelantan los comicios al 
mes de mayo. Su marcha es esencial para renovar el PP y favorecer 
acuerdos de gobernabilidad con el PSOE y Ciudadanos pero con otros 
protagonistas al frente del PP.
Y lo mismo debe hacer Pedro Sánchez que ha hundido el PSOE más de lo 
que ya estaba y a pesar del batacazo del PP. Y que corre el riesgo de 
convertir el PSOE en un PASOK a la griega tras la senda que, con tanto 
entusiasmo, inauguró Zapatero en 2011. Sobre todo si finalmente se 
convocan nuevas elecciones generales en mayo y Podemos se apodera del 
casi millón de votos que IU sacó el 20-D, lo que sería bastante fácil 
que se convirtiera en una realidad.
De manera que punto final a la vieja política y a los que han 
enterrado el bipartidismo en las elecciones del 20-D, con pésimos 
resultados y peores maneras, como ocurre con Sánchez y con Rajoy. Y vía 
libre a la nueva política con una gran coalición presidida por políticos
 limpios, con experiencia y preparación para llevar a cabo las reformas 
que nos conduzcan a la nueva transición. Piqué y Borrell son buenos 
ejemplos que debíamos recuperar para liderar el tiempo nuevo y la 
innovación. Una legislatura de trámite y ‘constituyente’ como la que 
necesita este país.
Propuestas de reformas democráticas para la segunda Transición
En cuanto a las grandes reformas democráticas que se deberían poner 
en marcha, adjuntados a continuación un decálogo de propuestas que desde
 República.com consideramos útiles y necesarias para el inicio de la 
segunda transición, y que por supuesto son debatibles, ampliables y 
mejorables pero que, en nuestra opinión, pueden ayudar a orientar el 
cambio político que acaba de comenzar.
1. Ley Electoral y pacto económico y social. Urge la
 reforma de la ley electoral, en favor de un modelo que prime la 
representación directa de los ciudadanos y la elección directa y por su 
nombre de principales gobernantes y representantes de la vida pública: 
Jefe del Ejecutivo, Alcaldes y Presidentes autonómicos, parlamentarios y
 concejales. España es el único país de nuestro entorno que no elige 
directamente a ¡ninguno! de sus gobernantes y representantes dado que 
todo pasa por las listas cerradas de los partidos). Son muchas las 
modalidades posibles y entre ellas, como se ha hecho en otros países 
europeos, se puede incluir normas que faciliten la estabilidad y 
gobernabilidad del país (elecciones a dos vueltas, o una prima de 
escaños para el partido ganador, etcétera).
La reforma de la ley electoral ha de ser acompañada de un gran pacto 
nacional por la recuperación económica y el empleo en la legislatura 
2016-2020 con el objetivo de garantizar, en un ámbito de estabilidad 
económica y social, la elección de unas Cortes Constituyentes –que no 
existieron al inicio de la Transición- representativas del conjunto de 
la ciudadanía y ajenas a las que se derivan del actual modelo 
oligárquico y partitocrático.
2. Reforma Constituyente. Concluida la reforma 
electoral y pactado el modelo para la recuperación de la economía y el 
empleo, el Gobierno disolverá las Cortes y convocará elecciones 
“constituyentes” para la reforma de la Constitución de 1978 y su 
aprobación en Referéndum, en el que, además de la Carta Magna, se deberá
 de incluir una pregunta expresa sobre la elección de la forma del 
Estado, entre la Monarquía y la República.
3. Separación de los Poderes del Estado. El nuevo y 
futuro texto constitucional debe garantizar la separación de los tres 
poderes del Estado, Ejecutivo, Legislativo y Judicial, que en la 
actualidad está reducida a la simple separación de sus funciones, para 
que de ello resulte el equilibrio y el control democrático de todos los 
poderes públicos y ahí incluido el llamado ‘cuarto poder’ relativo a los
 medios de comunicación públicos y privados.
El Estado, y el Gobierno velarán por la independencia y viabilidad 
del pluralismo informativo y libertad de expresión en medios públicos y 
privados, las redes sociales y los sistemas multimedia que se derivan de
 las nuevas tecnologías. Garantizando el reparto equitativo de toda 
publicidad institucional con los criterios de difusión, cultura y 
calidad.
Los medios de comunicación del Estado no pueden estar controlados por
 los gobiernos de turno y sus responsables y directivos han de acreditar
 su independencia y valía profesional. Los grandes grupos de 
comunicación, que disfrutan de concesiones del Estado no podrán 
especular con las concesiones públicas que volverán al Estado en el caso
 de que cese su explotación, por lo que no podrán ser vendidas o 
alquiladas a terceros.
4. La Justicia. En la reforma se ha de incluir la 
independencia de los órganos rectores del Poder Judicial mediante su 
elección -con muy exigentes criterios de calidad, preparación y de 
experiencia- por el conjunto de los cuerpos jurídicos del Estado. Y sin 
injerencia en este proceso de los poderes Ejecutivo y Legislativo (que 
al día de hoy son la misma cosa). Y poniendo fin a la dualidad y 
contradicción permanente entre los más altos tribunales del Estado, 
Constitucional y Supremo, revisando la situación de los Tribunales 
Superiores autonómicos y las competencias de la Audiencia Nacional. Y 
garantizando la autonomía del Ministerio Fiscal y de la Abogacía del 
Estado.
5. El presidencialismo. La separación de los poderes
 Ejecutivo y Legislativo es la más compleja y requiere del modelo 
Presidencialista, para que el Jefe del Ejecutivo –con la Monarquía o con
 la República- sea elegido directamente por los ciudadanos de manera 
‘mayoritaria’ y con sufragio universal (a dos vueltas, si nadie obtiene 
la mayoría absoluta en la primera votación), lo que implicará la 
participación de todos los españoles en el nombramiento del Jefe del 
Ejecutivo. La consecuencia de ello obliga el Presidente y jefe del 
Ejecutivo deberá de constituir un Gobierno –con o sin Primer Ministro- 
con el apoyo de su partido, o con coaliciones afines, e incluso con 
partidos de ‘su’ oposición siguiendo el modelo de lo que se ha llamado 
en Francia la ‘cohabitación’.
En otras elecciones y fecha distinta, estas sí legislativas, se 
votarán a los representantes del Parlamento bajo la normativa de la 
nueva ley electoral con una sola Cámara legislativa, el Congreso de los 
Diputados, mientras el Senado deberá convertirse en solo Cámara 
territorial.
6. Presidencialismo y La Corona. El modelo 
presidencial constituye además, en lo que afecta a La Corona, un modelo 
de estabilidad que permitiría a la Monarquía asumir funciones de 
representatividad en lo que a la Tradición e Historia española se 
refiere. Además de funciones representativas –no ejecutivas- en el 
Ejército y en la Diplomacia y de manera especial en América. Asimismo, 
habrá que regular por ley las funciones del monarca y el estatus de la 
Corona y la Familia Real, la igualdad de los derechos sucesorios entre 
el hombre y la mujer y lo relativo a posibles casos de Regencia o 
Abdicación.
7. El Parlamento. El Congreso debe garantizar el 
derecho a la palabra y libertad de voto de los diputados con un nuevo 
Reglamento que de verdad impida -no como ahora ocurre- ‘el mandato 
imperativo’ de los jefes de los partidos. Asimismo el Parlamento tendrá 
las garantías, al margen de la mayoría gobernante, de investigación 
independiente de cuestiones como la corrupción o presuntos abusos de los
 gobernantes.
Y se exigirá a representantes y gobernantes la asunción y depuración 
de sus responsabilidades políticas al margen de las administrativas y 
judiciales (un código de ética política). Se eliminarán los aforamientos
 masivos de parlamentarios y altos cargos, con la excepción de algunos 
que afectan a la figura del Rey (sin inviolabilidad), Jefe del Ejecutivo
 y ministros en ejercicio.
8. Partidos y calidad de los gobernantes. Los 
Partidos deberán con la reforma de la Ley de Partidos reformar su 
organización democrática, dando paso a unos procesos de elección directa
 por sus bases de los dirigentes y los candidatos, para evitar abusos de
 poder orgánicos y el control de compromisarios o grupos de presión. A 
la vez se incluirán garantías de transparencia y el control de sus 
órganos directivos y de sus finanzas.
Por otra parte, los miembros del Gobierno y altos cargos y 
autoridades del Estado (Tribunal de Cuentas, Consejo de Estado, CNMV, 
Banco de España y embajadores del ‘primer nivel’) deberán ser examinados
 por una Comisión del Parlamento antes de asumir sus funciones para que 
se que dictamine su idoneidad para el cargo. Ex ministros del Gobierno y
 ex altos cargos de la Administración podrán trabajar, tras un largo 
periodo de incompatibilidad como directivos y empleados en empresas de 
su especialidad.
Los partidos políticos, los sindicatos, las organizaciones 
empresariales, las fundaciones y organizaciones privadas (como la 
Iglesia Católica y otras religiones) que emanan de la sociedad civil no 
podrán recibir la financiación del Estado (salvo en lo relativo a la 
asistencia social y al patrimonio cultural) ni disfrutar de excepciones 
en la fiscalidad.
9. El modelo territorial. Las Cortes Constituyentes 
reformarán el vigente y ahora muy deteriorado modelo territorial y 
autonómico del Estado sobre la base de la igualdad y la solidaridad. Así
 como del pluralismo y las distintas identidades políticas y culturales 
de cada región. Un debate al día de hoy muy complejo por errores 
originales del modelo actual que debería incluir la reducción del número
 de Autonomías –muchas impostadas- y su reubicación en el conjunto del 
territorio nacional.
Asimismo se abordará la organización territorial del Estado relativa a
 la Diputaciones, Provincias y circunscripciones electorales. Así como 
la conversión del Senado en Cámara territorial y la revisión equitativa 
del actual modelo de financiación autonómica. Ahí incluido el debate de 
los fueros y el concierto fiscal de algunas autonomías, que están fuera 
del ordenamiento jurídico de la UE y que, algunos casos y normas, rompen
 el principio de igualdad y solidaridad.
La Constitución expresará que el Estado, y en su nombre el Gobierno 
de la nación, no consentirán la deslealtad constitucional o el ataque a 
la unidad nacional ni a los símbolos del Estado –que se han de pactar de
 manera definitiva-, ni la violación de la legalidad por los gobernantes
 nacionales, autonómicos o locales ni por cualquier institución, entidad
 privada o persona física.
10. Universidad y la Alta Escuela. El acceso a la 
enseñanza pública y a la Universidad debe garantizarse por el Estado de 
manera gratuita y sin ventajas algunas para los colectivos sociales 
económicamente más fuertes. Se deben recuperar cotas de máxima calidad 
de Universidades españolas y de profesores y catedráticos, con unas 
oposiciones justas. La investigación científica y tecnológica deben ser 
prioridades de la acción docente, y la asignatura de Historia del país 
debe ser única e inequívoca en el conjunto del Estado. El uso en público
 y en privado y el aprendizaje del idioma español, o castellano, debe 
ser obligatorio en la enseñanza y en las Administraciones, y ninguna 
otra lengua cooficial puede imponerse como por encima de la lengua 
oficial del Estado.
El Estado, en colaboración con las Universidades públicas y privadas,
 españolas y americanas creará una gran Universidad Hispana con 
proyección especial en la América de habla hispana (Latinoamérica y 
EE.UU.) y con la máxima calidad.
Asimismo, se creará la Alta Escuela de Funcionarios del Estado para la 
formación de altos Cuerpos y funcionarios del Estado: diplomáticos, 
registradores, notarios, interventores, inspectores fiscales, técnicos 
comerciales, de turismo, etcétera, abierta también a profesionales de 
las naciones latinoamericanas. Una Alta Escuela estatal como las que 
existen en otros países europeos y occidentales.
Un tiempo nuevo
Hasta aquí nuestro decálogo de propuestas para una reforma de la vida 
democrática española, que pueden y deben ser mejoradas, debatidas y 
ampliadas en pos de un gran consenso nacional. El que debe aparecer a lo
 largo de la legislatura que ahora comienza si los protagonistas del 
cambio alumbrado el pasado 20-D están a la altura del gran momento 
español que sin demora debe comenzar.
(*) Periodista