MADRID.- El inacabable proceso de reestructuración de las cajas de ahorros ha  dejado por el camino proyectos frustrados que, de haber salido adelante,  habrían cambiado radicalmente el sector financiero español actual. Los  más conocidos son el de Unicaja con CajaSur -cuyo fracaso determinó la  intervención de ésta- y la 'fusión diagonal' de Caixa Galicia, Caja Madrid y CAM...  que pone los pelos de punta a toro pasado. Pero mucho antes hubo otro  proyecto desconocido entre tres cajas que han acabado liderando  proyectos distintos: Asturias, Murcia y Navarra, revela hoy www.elconfidencial.com 
Según fuentes conocedoras de aquellas negociaciones, las tres entidades se empezaron a reunir a finales de 2008,  tras la quiebra de Lehman Brothers y en plena nacionalización masiva de  la banca mundial. Es decir, mucho antes de que el Banco de España se  diera cuenta de que eran imprescindibles las fusiones de cajas en  nuestro país (y muchísimo antes de que se planteara alguna operación  transfronteriza).
La idea era precisamente crear una entidad mucho  más grande y fuerte para poder aguantar una crisis financiera como no  se veía desde la Gran Depresión. De haber salido adelante, se habría  creado un grupo con más de 50.000 millones de activos y, sobre todo, con  una solvencia mucho mayor que los bancos que han  acabado creando estas tres entidades por sepatado. Desde luego, no  habría necesitado FROB, ni salir a bolsa, ni buscar inversores privados.
Pero  la idea no fraguó, por dos razones principales. La primera es que el  Banco de España, ante la evidencia del estallido de la burbuja  inmobiliaria, se encontró con la posibilidad de una quiebra masiva de  cajas. Por eso, prefirió que, en vez de fusionarse entre sí, estas tres  entidades sólidas absorbieran a otras con problemas para salvarlas. "No hubo una instrucción expresa, pero bastaron los sobreentendidos", asegura una de las fuentes consultadas. A veces MAFO no necesita decir nada para que le obedezcan... aunque otras se desgañite y nadie le haga caso.
La  segunda, a la que otras fuentes dan más importancia, es el evidente  problema de liderazgo que se planteaba entre tres pesos pesados del  sector como Manuel Menéndez (Cajastur), Carlos Egea (Caja Murcia) y Enrique Goñi  (Caja Navarra). "Demasiados gallos en un solo gallinero". Dado que las  tres tenían una solvencia elevada y que su tamaño era bastante similar  (Murcia era un poco más grande, pero la diferencia era escasa), ninguno  tenía autoridad suficiente para imponerse a los otros dos. Y las luchas  de poder habrían dado al traste seguramente con el proyecto, así que  todos prefirieron romperlo.
El  primero en abandonar el barco fue Goñi, que en octubre de 2009  sorprendía al mundo al rescatar de las catacumbas de la Ley de Cajas una figura llamada SIP  (sistema institucional de protección), que permitía a dos cajas  -Navarra y General de Canarias- hacer negocios juntas sin llegar a  fusionarse. "Fusión virtual" o "fusión fría" se llamó. La piedra  filosofal para inaugurar las fusiones transfronterizas a las que se  opinían furibundamente todos los Gobiernos autonómicos.
Como es  sabido, la fórmula fue usada masivamente a partir de ahí, aunque el  Banco de España acabó por equipararla a una fusión ordinaria para evitar  el mangoneo de los políticos regionales y porque era la única forma de  hacerla creíble. Fue el peaje que tuvieron que pagar por recibir dinero  del FROB 1 en vez de ser intervenidas.
En cuanto al proyecto de  Goñi, se acercaron muchas otras cajas como Sa Nostra y Granada, pero al  final sólo se sumó Caja Burgos. El antiguo director de marketing se sacó  de la manga otra idea genial para diferenciarse: el 
concepto de banca cívica, que puso por nombre al SIP. Llegaron entonces los obstáculos, como el sorprendente 
suspenso en los test de estrés de 2010, que intentó arreglar con la fallida entrada de JC Flowers en su capital. Pero el peor fue que el Banco de España le obligó a 
tragarse el sapo de Cajasol,  que necesitaba una fusión de urgencia para evitar ser fagocitada por  Unicaja. Un bicho demasiado grande que obligó al navarro a compartir la  presidencia con 
Antonio Pulido, en una reedición del  conflicto de liderazgo con Asturias y Murcia que aún no se ha resuelto.  Pero, a pesar de ello, es el único de los tres que ha culminado el  proceso de integración y recapitalización, con 
la salida a bolsa del 21 de julio. Aunque eso no significa que no tenga mucha tarea por delante, con un ratio de eficiencia aterrador del 80%.
Los otros dos todavía están en ello. El que ha alcanzado mayor fama es sin duda el asturiano Menéndez. Primero, porque "limpió la cartera" de todas las cajas  al conseguir que el Banco de España le diera los 3.000 millones de su  Fondo de Garantía de Depósitos para quedarse con la intervenida CCM en  marzo de 2009: fueron momentos de pánico y MAFO estaba dispuesto a darle  el oro y el moro con tal de que le solucionara la papeleta. Con esa  adquisición gratis y blindada contra pérdidas de una entidad mucho más  grande, Cajastur daba el gran salto de ser una cajita regional a jugar  en la liga de las grandes.
Y Menéndez no desaprovechó la oportunidad. Se ofreció a la CAM  como alternativa para librarse del 'yugo' de Caja Madrid e incorporó a  otras dos pequeñas, Extremadura y Cantabria. El resultado era la tercera  caja de España con unos activos de 135.000 millones. Un sueño que le  convertía en la nueva estrella de la banca española. Envalentonado por  lo de CCM, y con el argumento de que Cajastur era la solvente, Menéndez  obligó a los alicantinos a concederle poderes absolutos y blindados, lo  cual creó las primeras fricciones nada más firmar la integración. El  gobernador tuvo que actuar con contundencia esta vez para reconducirlos  al redil.
Pero el enfrentamiento estaba larvado -de hecho, la  nueva entidad nunca llegó a tener nombre, aunque se la conocía como  Banco Base- y las brutales pérdidas que el hundimiento del ladrillo  afloraba trimestre tras trimestre en CAM le permitieron exigir en marzo  de este año una revisión de los porcentajes en el banco conjunto a su  favor aprovechando la entrada del FROB. Los alicantinos no tragaron esta  vez y 
Menéndez desafió al Banco de España con la ruptura del SIP.  Un terremoto que dejaba a la CAM a los pies de los caballos y que a la  postre ha terminado con su intervención. Menéndez mantuvo la lealtad de  sus otros dos socios pese al cambio de color de los gobiernos regionales  y anda buscando 
los 519 millones que necesita para cumplir las exigencias de capital del Gobierno.
El tercero de aquel proyecto, el murciano Egea,  ha tenido una vida mucho más tranquila. Presentó el penúltimo gran  proyecto de integración de cajas -después de él sólo se produjo la  integración de Bancaja en el SIP de Caja Madrid- con Granada, Sa Nostra y Penedès. El  nexo común era que todas pertenecían a comunidades con vistas al  Mediterráneo, por lo que primero se llamó Caja del Arco Mediterráneo y  luego Banco Mare Nostrum. Nombre que tuvo que cambiar por BMN por un  conflicto de marca con Axa. Pero ése ha sido su único obstáculo: ni  luchas de poder -desde el principio estuvo claro que sólo mandaba él-,  ni abandonos, ni 'sapos', ni suspensos.
Por supuesto, ha tenido  los mismos desafíos que los demás: bregar demás para integrar a  entidades muy distintas y para reducir oficinas y plantillas, pedir FROB  del primero y buscar 637 millones para cumplir el Real Decreto. Ahí se  ha encontrado con la 
huida de Carlyle, que decidió no  invertir en la zona euro cuando estaba casi sellada su entrada en BMN.  Así que ha presentado el folleto de salida a bolsa como Plan B y ha 
pedido prórroga más allá del 30 de septiembre al Banco de España.
Como  se ve, las cosas habrían sido muy distintas de haber fraguado el primer  proyecto de fusión de la crisis. Pero lo más importante no sería que  ahora tendríamos una entidad mucho más fuerte que Banca Cívica,  Liberbank y BMN, sino que habría que haber intervenido muchísimas más cajas en estos años, porque habrían sido inviables de no haberse integrado en estos grupos.