BARCELONA.- Industrializarse para seguir siendo rentables ha sido la apuesta exitosa de los criadores de cerdos en España, segundo productor europeo, para afrontar la crisis de precios y el embargo sanitario decretado por Rusia.
Al igual que en 
Francia y en el resto de la UE, el sector atraviesa en España horas difíciles 
debido al embargo sanitario ruso decretado a principios de 2014, en 
respuesta a las sanciones europeas por la crisis de Ucrania. Este 
embargo ruso privó al sector de un importante destino, generando un 
exceso de animales y una caída de precios.
Pero la mayoría de los 
criadores españoles están protegidos de los azares del mercado por un 
modelo de integración vertical, que les permite adherirse a grupos 
industriales.
En la provincia catalana de Lérida, en el corazón de
 la industria porcina española, la granja Albesa Ramadera, con sus 
instalaciones y sus técnicas de última generación, está a la vanguardia 
de este sistema.
Trabaja para el fabricante Piensos Costa. "Es una
 empresa muy eficaz", asegura uno de sus asociados, el veterinario Joan 
Sanmartín, recordando los seis millones de euros invertidos en la 
explotación.
Cerca de 3.300 cerdas reproductoras repartidas en 
grupos de 160 circulan libremente por su corral y cada año paren 102.000
 lechones. Cada animal tiene un chip electrónico. Cuando una cerda tiene
 hambre, entra en una zona adyacente a su corral.
Una máquina que 
distribuye la comida lee su 'chip' electrónico y le sirve una ración en 
función de sus necesidades y su estado de gestación. "Ahorramos en 
alimentación", que representa un 70% de los costes, asegura Joan 
Sanmartín.
El sistema informático desplegado en la granja va más 
allá. Registra el peso de cada cerda, su consumo diario, el número de 
veces que ha estado preñada y el número de lechones por camada, etc, y 
genera incluso alertas en caso de problemas.
El modelo de 
integración vertical, importado de EEUU, distingue a España de Alemania,
 primer productor de cerdos europeo, y del tercero, Francia, donde 
priman las ganaderías individuales y las cooperativas, menos protegidas 
de las fluctuaciones.
"La clave del éxito del sector porcino 
español está en su propia estructura basada en un modelo de integración 
vertical", dice Alberto Herranz, director de Asociación Interprofesional
 de Porcino de Capa Blanca (Interporc).
En
 resumen, el ganadero no es propietario de los animales, sino que 
trabaja para una compañía, a menudo empresas de piensos. Estas compañías
 suministran el ganado, la alimentación, los productos veterinarios y se
 encargan de la matanza. El ganadero soporta el coste de las 
instalaciones y la mano de obra. El industrial le paga por el servicio 
de criar el ganado. 
En España, en torno a un 60% de los cerdos 
son criados dentro de ese marco, un 18% en cooperativas y un 22% en 
explotaciones individuales, calcula Miguel Ángel Higuera, presidente de 
la Asociación Nacional de Productores de Ganado Porcino (Anprogapor). 
"Los contratos de integración tienen un precio fijo por cerdo producido y
 ese precio es independiente tanto de materias primas como del mercado",
 explica. Así, el ganadero tiene un ingreso asegurado y en caso de 
crisis, es el grupo industrial, más sólido, el que encaja el golpe.
España
 dispone de otras ventajas: su sistema de fijación de precios en el 
mercado de Lérida. "Es muy transparente y muy respetado" por ganaderías y
 mataderos, según Ramón Armengol, ganadero y representante del sector 
porcino en el seno de las Cooperativas Agroalimentarias de España.
El
 consumo por habitante de carne porcina -incluido el típico 'jamón 
ibérico'-, es mayor que en Francia, los costes salariales son menores y 
las ganaderías más competitivas, según el Instituto del Cerdo (Ifip) 
francés. Las explotaciones más grandes, de 500 cerdos de media, frente a
 los 260 en Alemania y 230 en Francia, permiten también economías de 
escala.
Como resultado, España registró en 2014 un año récord, 
según las últimas cifras conocidas. Con cerca de 44 millones de cerdos 
sacrificados, el país es el cuarto productor mundial, por detrás de 
China, EEUU y Alemania.
El sector se ha reforzado en el extranjero
 y exporta el 40% de su producción a un centenar de países, siendo 
Francia su primer cliente. Generó un excedente comercial de 3.000 
millones de euros en 2014 y emplea a 180.000 personas, según Interporc.
Incluso
 las cooperativas ganaderas admiten las ventajas del sistema integrado. 
"No tenemos otra opción que intentar copiar el sistema de integración, 
adaptándolo a nuestra peculiaridad", dice Armengol. "Por mucho que nos 
quejemos, eso es como una gran apisonadora", concluye.

 
 





