MADRID.- 2050, la población mundial alcanza los 9.700 millones de
 personas, alimentarlas significa tener que producir casi un 50% más de 
alimentos, forraje y biocombustibles respecto a 2012. Cómo hacerlo, en 
un contexto de escasez de recursos, es el desafío al que debemos 
enfrentarnos hoy, según publica www.eldiario.es. 
Este panorama que se complica aún más por el alarmante
 aumento del número de plagas y enfermedades transfronterizas que ponen 
en riesgo la seguridad alimentaria en las zonas afectadas, con 
importantes y negativas consecuencias económicas, sociales y 
medioambientales.
 No en vano, las plagas y 
enfermedades provocan el 40% de las pérdidas de las cosechas cada año. 
Esta cifra se duplicaría sin los productos fitosanitarios. Pero, 
¿sabemos realmente que son estos productos?
 Los fitosanitarios son las medicinas de las plantas 
aplicadas a los cultivos con diversas técnicas, la más común la 
pulverización, resultan eficaces soluciones fruto de un gran esfuerzo en
 I+D. 
Las cifras hablan por sí solas: registrar una nueva sustancia 
activa supone una media de 11 años de investigación y una inversión de 
entre 250 y 300 millones de euros. Aún así, sólo 1 de 139.000 principios
 activos ensayados sale adelante. 
El motivo no es otro que la estricta 
regulación a que están sometidos estos productos y que deben cumplir 
para proteger nuestra salud y el medio ambiente. Europa establece así el
 marco necesario para garantizar la sostenibilidad de la agricultura.
 Sin embargo no podemos obviar la desfavorable percepción que la 
ciudadanía tiene de estos productos, sin duda motivada por la 
desinformación sobre los mismos y su preocupación por todo lo 
relacionado con la seguridad alimentaria. 
Cada día llegan a nuestra mesa
 la cantidad de alimentos frescos necesarios para seguir la dieta sana y
 variada que los facultativos recomiendan y que nos proporciona una 
calidad y esperanza de vida impensable para las generaciones que nos 
preceden. La damos por segura, pero ¿conocemos realmente la realidad que
 existe detrás de los alimentos?
 Nunca habíamos dispuesto de alimentos tan seguros como 
los actuales. Así lo confirma cada año la Agencia Europea para la 
Seguridad Alimentaria (EFSA). Su último informe señala que los alimentos
 producidos en Europa son los más seguros como lo confirman los datos 
relativos a más de 84.000 muestras realizadas en los países EU, Noruega e
 Islandia, que indican que el 96,2% de las muestras se encontraban por 
debajo de los Límites Máximos de Residuos (LMRs) y un 50, 7% libres de 
todo residuo cuantificable. 
Un año más,  el grado de cumplimiento ha 
sido mayor por parte de los productores europeos con un 97,6%  de 
muestras por debajo de los LMRs. En el caso de España, los resultados se
 encuentran en línea con los demás países analizados. De las 2.300 
muestras realizadas, el 96,8% se encontraban dentro de dichos límites.
 El concepto de LMRs no alude a límites de seguridad o toxicidad, sino 
estándares comerciales que indican la cantidad máxima permitida de un 
ingrediente activo que puede estar presente como traza en el interior o 
superficie de un producto no transformado (por ejemplo, un plátano o una
 naranja sin pelar) tras su utilización. 
Es decir, confirman que un 
producto fitosanitario ha sido utilizado de manera correcta. Estos 
límites se establecen en aproximadamente 100 veces por debajo de aquel 
en que tuviera algún efecto negativo para la salud con un consumo 
diario, lo que garantiza un margen amplísimo de seguridad. 
Un ejemplo 
gráfico, habría que comer 150.000 porciones de zanahoria cada día de 
nuestra vida, para que tuviera algún efecto sobre nuestra salud por los 
productos fitosanitarios que contuviera.
 Por tanto, 
la seguridad de los alimentos que consumimos y que han sido protegidos 
con productos fitosanitarios está garantizada en primer lugar gracias a 
la investigación de las compañías que permiten el desarrollo de 
productos cada vez más eficaces y seguros; en segundo lugar, por los 
estrictos controles de evaluación que deben superar para ser 
autorizados, responsabilidad de las Administraciones; y, por último, por
 el correcto uso que de ellos hace el agricultor. 
Esto significa que 
sean aplicados siempre y cuando sea estrictamente necesario, en su justa
 medida y siguiendo las indicaciones de la etiqueta del producto y en 
las dosis prescritas por el técnico asesor.  Deben emplearse dentro del 
modelo agrícola basado en la Gestión Integrada de plagas (GIP) y con una
 formación obligatoria necesaria para su adquisición.
 Utilizando una equivalencia, los productos fitosanitarios son a las 
plantas lo que las medicinas a las personas. 
En caso de enfermedad 
acudimos a un médico que diagnostica la enfermedad y prescribe un 
medicamento, la dosis y frecuencia de toma del mismo. Las medicinas son 
dispensadas exclusivamente por farmacéuticos titulados y, por último, 
deben ser tomadas de manera responsable por el paciente siguiendo las 
pautas indicadas. 
En la ‘sanidad vegetal’ la figura del técnico asesor 
equivaldría al médico, el distribuidor autorizado al farmacéutico y el 
agricultor al cuidador del paciente, que en este caso sería el cultivo 
afectado.


 
 









