Este  movimiento, que nació pocos días antes de las últimas elecciones  municipales y autonómicas y que aún “colea” en forma de algún que otro  escarceo con las fuerzas del orden, ha supuesto un toque de atención  para la clase política española y se mira de reojo desde Europa y EEUU. 
Su  aparición, en unas fechas clave para la vida política española, ha  abierto una serie de debates a todos los niveles en España. Sin embargo,  a mi modesto modo de ver, el movimiento se pierde en la heterogeneidad,  siendo el único nexo de unión entre los manifestantes, el profundo  cansancio, yo diría incluso agotamiento, provocado por esta situación  económica de crisis que se alarga sin horizonte final a la vista y que  ahoga a buena parte de la población española.
Mientras  vivíamos en la euforia del buen momento económico a nadie le  preocupaba, o eso parecía, la Ley Electoral, los beneficios de los  bancos, los sueldos de los ejecutivos de las grandes corporaciones, la  corrupción política, etc., …. . Hace mucho tiempo que se especula con  las reformas que hoy se exigen pancarta en mano. Lo que hoy son  problemas que mueven masas en las calles y provocan cargas policiales,  no pasaban entonces de ser comentarios de café o entretenidos debates  entre amigos.
Ahora todo ha cambiado.
La  estrechez de recursos nos tiene profundamente angustiados y ahora no  pasamos ni media a nadie. La crispación se palpa en el ambiente del día a  día y se refleja en nuestras relaciones personales a todos los niveles.
Pero esto no es nuevo.
Ya durante el Imperio Romano se aconsejaba aquello de “pan y circo”. Maquiavelo en su libro El Príncipe  también aconseja mantener a la población bien alimentada y entretenida  para el buen gobierno del Estado y en tiempos más modernos, los  revolucionarios comunistas de principios del siglo XX, acusaban a la  socialdemocracia de complicidad con el capitalismo, puesto que el  aburguesamiento de las masas eliminaba el caldo de cultivo para su revolución.
En  resumen, parece ser que nos movemos mucho más “por el estómago” que por  los ideales y “sin estómagos vacíos” no habrá revolución. Parece  evidente que en este primer mundo en el que vivimos, hambre, lo que se  dice hambre, pasa poca gente.
El  problema es que, durante el período de abundancia nos acostumbramos a  unos niveles de confort y consumo que no tenemos ahora, y lo que es  peor, no se vislumbra en el horizonte temporal un plazo en el que  volvamos a tenerlos. Ese es el verdadero origen de la” revolución”.
Todo  esto no quiere decir que no sea legítima la protesta, o que buena parte  de lo que se reivindica no sea lógico. Dada la heterogeneidad del  movimiento y de sus demandas, es difícil que exista alguien que no  coincida con ” los indignados” en algunas cosas. 
Es  evidente que la Ley Electoral es profundamente injusta, partiendo de la  base de que otorga grandes privilegios a determinados grupos locales,  que de no ser así, no tendrían representación en el Congreso. También es  evidente que si la clase política se otorga a sí misma sus propios  sueldos y privilegios, difícilmente veremos como éstos se recortan a si  mismos… . Pero no voy a entrar a valora cuestiones cuyo mecanismo  desconozco. 
Como  de lo que entiendo un poco es de economía y finanzas, me limitaré a  valorar las pretensiones de los “indignados” en estas materias.
En  cuanto a cuestiones económicas, gran parte de las demandas parecen  salir del ideario sindico populista, (trabajo para todos, renta  universal, reducción de la jornada, jubilación a los 65 años…). El hecho  de que renieguen de los sindicatos mayoritarios no los aleja de sus  tesis. Realmente, han dado la espalda a los sindicatos porque éstos se  han aburguesado y apoltronado hasta tal punto que resultan patéticos y  terminan no defendiendo su ideario mas allá del Dia del Trabajador u  otros eventos por el estilo. 
Abonados  a la “teta” del Estado, los sindicatos españoles se han convertido en  meros pseudofuncionarios, bien alimentados, agarrados a sus privilegios,  politizados y serviles. Sin embargo, los “indignados” caen en el mismo  error que éstos. Dicen lo que desean pero no detallan cómo conseguirlo y  las pocas ideas que aportan en esta línea, (mayor imposición a las  rentas altas, incremento de la tributación sobre los beneficios  empresariales, impuesto sobre el patrimonio,…), ya han demostrado su profunda ineficacia en algunos países para generar crecimiento económico y por tanto empleo.
También  se reivindica el derecho a la vivienda, pero claro, por la vía de la  expropiación forzosa de viviendas no utilizadas. No crean, en estos  tiempos, más de uno se apuntaría a la expropiación de alguna de sus  viviendas a precio de tasación.. . En un país como España, donde  predomina la propiedad privada de la vivienda, esta medida conduciría en  realidad al empobrecimiento de las clases medias, al encarecimiento de  la vivienda libre, (sí, usted tiene derecho a una vivienda del Estado,  pero muy difícilmente podrá tener en propiedad la vivienda que usted  quiera) y a la práctica desintegración de un sector económico vital en  la economía española como el sector promotor y constructor. En síntesis,  más paro, más pobreza, …. .
Otra  reivindicación muy observada en las pancartas exhibidas en las  manifestaciones de los “indignados” ha sido la de que los bancos estén  obligados a cancelar los créditos ante la petición de entrega de las  viviendas hipotecadas. 
En  primer lugar, sería muy injusto aplicarlo con efectos retroactivos,  puesto que las decisiones de riesgo que en su momento tomaron los  bancos, teniendo en cuenta la legalidad vigente, no hubiesen sido las  mismas si la situación hubiese sido otra. Sería como empezar a jugar un  partido de fútbol y en medio del mismo, pedir que cambien las normas  porque me son desfavorables. Otra cosa sería aplicar dicha norma a los  contratos que se suscribiesen a partir de ahora. Pero, imaginemos que se  implanta esa norma… . 
Lo  que en principio parece beneficioso para el público y desfavorable para  los “apestosos” bancos, pronto se volvería del revés. Las entidades  financieras se tornarían mucho más exigentes a la hora de conceder un  préstamo hipotecario, lo cual afectaría a las clases menos pudientes de  la sociedad.
Sí parece más viable la implantación de la llamada Tasa Tobin.  No está del todo claro en que medida terminaría el usuario pagándola,  pero bueno, probablemente el efecto de la competencia terminaría  repartiendo el impacto de dicha tasa entre los usuarios y los bancos.
Amigos  revolucionarios, siento decepcionaros, pero el mundo no es tan  sencillo. No se arregla todo con unas cuantas imposiciones en contra de  los ricos y poderosos. En economía, tocar una ficha suele desembocar en  efectos en cadena, en ocasiones de magnitudes insospechadas, por tanto  debemos ser muy cautos. Y si no, que se lo pregunten a los venezolanos o  cubanos, a los que sus gobernantes prometieron todo tipo de políticas  de “medidas de justicia social”, que han acabado en situaciones de racionamiento.
Estoy  plenamente de acuerdo en que hay muchas cosas que reformar, en especial  en nuestro país, pero las imposiciones, las medidas drásticas y en  síntesis, las revoluciones, solo conducen al caos y a situaciones peores  que las iniciales y a tiranías peores que las que combatieron.
En  otra ocasión hablaré de lo que pienso que se debe reformar, como  hacerlo y las consecuencias que pueden traer dichas reformas.

 
