Los  últimos datos del CIS se imponen a la realidad política del país.  Demuestran que, a pesar de la deriva del Gobierno hacia la derecha  económica, la izquierda política no consigue rentabilizar en las  instituciones la frustración, el enfado y las ganas de cambio de los  votantes más progresistas. Una situación “ideal”, en términos puramente  electorales para el crecimiento de la izquierda, y con una huelga  general convocada por los sindicatos más representativos, se convierte  en un retrato desolador del presente de la propia izquierda.
 ¿A quién  deberían votar ahora los que gritaban en la sede del PSOE “no nos  falles”? La lógica diría que a Izquierda Unida. La realidad dice otra  cosa muy distinta. Ni los nuevos votantes de izquierda, ni los  decepcionados por el giro conservador de Zapatero, ni quienes se habían  abstenido en otras ocasiones o votaban opciones marginales  “anticapitalistas” se muestran interesados por la opción que representa  IU. Y no es un problema de liderazgo. 
La excelente valoración cosechada  por su portavoz en el Congreso, Gaspar Llamazares, en el último debate  sobre el estado de la nación sólo añade más incertidumbre al umbral del  cinco por ciento al que parece estar condenada IU (punto arriba, punto  abajo) en sus resultados electorales pasados o futuros. Por una razón,  los futuros votantes de izquierda todavía no saben que Llamazares, la  mayor y mejor representación de la izquierda en las instituciones, no  será el candidato de IU a las próximas elecciones generales. Y aunque lo  fuera, eso no solucionaría por sí mismo el problema de IU y mucho menos  el de la izquierda.
Cualquier propuesta política requiere cuatro  elementos básicos para garantizar el éxito. Proyecto, liderazgo,  organización y condiciones sociales. Llamazares tuvo las dos primeras,  media organización en su contra y las peores condiciones sociales. En  cambio a Zapatero le bastaron para ganar las elecciones del año 2000 las  condiciones que le proporcionaron la nefasta gestión del gobierno de  Aznar tras los atentados del 11-m. 
Hoy, para la izquierda, hay  condiciones y organización social y, en cambio, falta por articular un  nuevo proyecto político con un nuevo liderazgo. La izquierda a la  izquierda del PSOE está por hacerse y no sólo rehacerse. No es un  problema de refundaciones ensimismadas, ni de sumas de siglas  artificiales, ni de exclusiones preventivas. Es un problema estructural  de la propia izquierda que está por abordar. 
La distancia que hay entre  la izquierda social e ideológica y la institucional es abismal, al  margen de una legislación electoral injusta.La desnudez de la izquierda  que constatamos nos obliga a impulsar un nuevo proyecto en el que se  puedan ver representados muchos y variados colectivos progresistas en  torno a un proyecto común y un liderazgo de fuerte respaldo y prestigio  social. 
Ese proyecto debe ser atractivo, simpático y amable con los  votantes de izquierda del PSOE. Tendrá que superar y subsumir la actual  IU sin excluirla y sumar a las izquierdas nacionalistas que quieran  contribuir a un proyecto común de estado por muy plural que sea. Tendrá  que retomar, y no engullir, el espacio verde progresista de fuerte  implantación europea que ahora parece moverse de forma más unitaria de  la mano de ICV y López Uralde. 
Y, por supuesto, deberá sintonizar con  las nuevas formas de organización y movilización social que permiten las  nuevas tecnologías.Afortunadamente se están dando los primeros pasos en  esa dirección. Estamos en un momento de “ebullición silenciosa” donde  muchos preparan algo y lo importante es que todos o casi todos confluyan  en el resultado. Las próximas elecciones generales son el objetivo y la  suma de ideas, encuentros y propuestas está en plena efervescencia. 
El  próximo curso político será el que defina el proyecto, le dé forma y  también el que tendrá que alumbrar el nuevo liderazgo. Éste requiere un  amplio y plural reconocimiento, fuerte proyección social, honestidad,  novedad, transparencia, identidad progresista y, por supuesto, un gran  consenso en su respaldo. 
En definitiva, tenemos las condiciones idóneas,  mucha gente dispuesta a impulsar esta nueva propuesta, la tecnología  precisa para hacerlo con pocos recursos y una gran red social de apoyo.  
Si las personas que pueden y deben liderar este proyecto dan ese paso,  costoso pero decisivo, estaremos en las mejores condiciones para que la  izquierda social y la institucional sean más fuertes en la calle y en el  parlamento.
(*) José Francisco Mendi, miembro del Consejo Político Federal de IU y autor del libro Rojos en la Red.