
 
En la pantalla iluminada del móvil se leen tres letras mayúsculas: RLV.
 Conecto la llamada, y al instante se derrama sobre mí una bronca como 
no conocieron los siglos. El expresidente brama, a voz en grito, en un 
tono insólito en él en lo que a mí respecta, aunque alguna vez ya 
percibí asomos y otras fui testigo involuntario de arrebatos similares 
con otras personas, también vía telefónica. No doy crédito a lo que escucho, sobre todo por los modos y las maneras.
Está fuera de sí. «Ya empezaste con aquello de Domingo Valera,
 y ahora acabas con esto». «No te has leído el auto». «Si te hubieras 
leído el auto, verías que no se refiere a mí, sino a otros... o a 
otras». «O rectificas mañana o te llevo a los juzgados». Son algunas de 
las frases que recuerdo entre lindezas menos reproducibles. Intento 
mantener el diálogo „qué diálogo; es su monólogo„, en previsión de que, 
en efecto, no haya leído con la debida atención el primer auto el juez 
Abadía sobre el caso Novo Carthago.
Estoy en casa y no lo tengo a mano. Mi lectura de él está en el periódico de esa mañana: «El juez señala a Valcárcel como el Señor X del caso», había titulado mi artículo.
 Algunos colaboradores de Valcárcel me advirtieron tiempo atrás de que 
el recitado de sus broncas telefónicas siempre lo hacía en presencia de 
testigos, para demostrar su dominio ante terceros, y mientras escucho su
 desaforada imitación de negrero me pregunto quién podría estar a su 
lado.
Lo que tengo muy claro es que debo contenerme. A otro, lo habría mandado a freír monas, por decirlo así, pero se trataba del expresidente de la Comunidad, y
 mis impulsos personales en estos casos están condicionados por el 
respeto a mi oficio. Poco importa que quien, como él, representa a 
instituciones públicas y cobra de nuestros impuestos se salte las normas
 de cortesía y recurra incluso a la amenaza. Alguien tiene que mantener 
la calma.
Acudo a la Redacción y releo con todo detalle y precisión el auto, y al hacerlo veo con más claridad que el Señor X,
 aunque innominado, es Valcárcel para el instructor, y que éste, con su 
llamada, ha pretendido que derive esa interpretación hacia Pilar Barreiro, que sí aparece mencionada, lo que resulta expresivo de su solidaridad con el propio staff.
Hay
 que recordar en ese contexto que el abogado de la entonces alcaldesa de
 Cartagena había lanzado las sospechas hacia la Comunidad, lo que 
provocó un rifirrafe personal entre un familiar directo de Valcárcel que abordó de malas maneras a Barreiro, incidente del que sólo existe información off the record.
Por
 supuesto, no rectifico mi valoración sino que me ratifico en ella en el
 artículo del día siguiente, si bien durante un tiempo, cada día que abro el buzón, espero encontrar la denuncia judicial de Valcárcel, que nunca llegó.
 Supongo que no se produjo porque hubiera reflexionado „nunca me llamó 
para pedirme disculpas„, sino porque al poco, el siguiente auto del 
instructor dejaba claro que Valcárcel era presuntamente el jefe de la trama Novo Carthago, aunque hasta hoy se haya visto libre de imputación por su calidad de aforado.
Algunos
 compañeros intentan aliviarme del temblor de piernas que 
inevitablemente produce el hecho de que el tipo políticamente más 
poderoso de tu Región te amenace a voz en grito con meterte una 
querella.
Son gajes del oficio, me dicen. Yo no lo entiendo así. En
 una sociedad libre y democrática no es de recibo que los políticos 
investidos de poder, con la autoridad moral que les delegan los votos, 
intenten amedrentar a los comentaristas políticos o, pongamos por caso, 
acudan a los editores de los periódicos a pedir las cabezas de sus 
directores si no les bailan el agua. Es preciso considerar estos 
movimientos en la categoría a que corresponden, sin despreciarlos como 
incidencias circunstanciales.
No hay que tener miedo, claro, pero hay que estar prevenidos.
 Véase lo que se ha llevado por delante la simple instrucción del caso 
Novo Carthago. En primer lugar, una operación política perfectamente 
diseñada para sacar la instrucción del TSJ, donde la investigación 
estaba tocando las zonas sensibles: se forzó con urgencia la dimisión 
del consejero de Agricultura, Antonio Cerdá, imputado en el caso, a fin 
de intentar la prescripción o de que pasara a un juzgado ordinario y 
quedara fuera del alcance del juez Abadía, quien había conseguido 
aportar indicios muy ilustrativos acerca del interés en aquel desarrollo
 urbanístico. Cerdá no se ha repuesto todavía de esto y no ha dado una 
explicación a la opinión pública, dada su lealtad al presidente que lo 
mantuvo en el cargo casi tanto tiempo como duró su mandato.
Pero una sola acción no bastaba, de modo que el también ´agradecido´ Vicente Martínez Pujalte contribuyó, con su visita impropia a la sede de la Fiscalía General del Estado,
 a deducir la impresión de que intentaba influir en la desimputación en 
el Supremo de la alcaldesa de Cartagena, Pilar Barreiro, no por amistad o
 simpatía hacía ella, inexistentes, sino porque se intentaba cortar el 
fuego del caso en su origen: si no existió delito en la tramitación 
municipal, preceptiva para las autorizaciones de la Comunidad, podría 
alegarse que el caso decaería.
Sea por la extraña visita del diputado por Murcia que se dedicaba a asesorar a empresas contratistas con la Administración a 5.000 euros el informe verbal ante un cafelito,
 o sea por la propia convicción de la Fiscalía del Supremo, lo cierto es
 que Barreiro se va librando, y con ella, tal vez, la responsabilidad de
 quienes venían a respaldar la urbanización „recuérdese: 10.00o 
viviendas en la linde del Mar Menor, zona LIC, ZEPA y ZEPIN y de 
protección del trasvase, todo un canto al respeto ecológico„ desde el 
Gobierno de la Comunidad.
La gestión de Martínez Pujalte, quemado él mismo en sus cafelitos, por los que está imputado, ha sido generosamente agradecida, y esto es un dato, al colocar a su esposa, Isabel Borrego, en el número tres de la candidatura del PP para el 20D y para el 26J, a pesar de que no es murciana. No es casual.
Y como tan sólo dos acciones no bastan,
 el Gobierno central procedió a la destitución inmediata del delegado de
 Hacienda en Murcia, quien había realizado un excelente trabajo de 
investigación „a instancia judicial„ que había detectado algunos de los 
presuntos manejos de influencia que permitieron la imputación de 
familiares directos tanto de Valcárcel como de otros miembros del 
partido, caso de Sánchez Carrillo.
Pero, por si faltaba algo, también hay que computar la comparecencia pública de Valcárcel, tras la publicación de la investigación inicial que desvelaba presuntos favores del promotor de Novo Carthago
 a personas de su entorno, en la que insinuaba de manera impropia en un 
dirigente público la existencia de intereses inconfesables, que no 
detalló „lo hicieron después sus propios„ en el juez instructor, una 
descalificación en toda regla del sistema judicial para intentar 
justificar las evidencias que, en cualquier caso, quedaban a la vista.
Todo
 un rosario de actuaciones a la desesperada, sin espacio para el 
disimulo, con el fin de zafarse de las implicaciones de intentar 
promover una urbanización planeada por amigos, como se deduce del hecho 
de que el promotor, presunto empleador indirecto de la hija del 
presidente, fuera invitado a la boda de ésta.
Si a esto añadimos los problemas que para el erario público está suponiendo la desaladora de Escombreras
 „una iniciativa inicialmente privada que, sin embargo, puede acabar 
repercutiendo en los impuestos de los murcianos con un coste de 
seiscientos millones de euros„, que a todas luces es una instalación 
concebida para suministrar recursos a la urbanización Novo Carthago,
 tendremos el conjunto de claves que nos explican tanto nerviosismo, 
tanto desafuero y, en origen, aquella llamada destemplada en la que 
confundió a un periodista con uno de sus lacayos.
Ahora lo que falta saber es qué extraños interés concurren alrededor de la titular del juzgado ordinario que ha ratificado las imputaciones del primer instructor del TSJ,
 porque algo tendrán que decir sobre ella para descalificarla como a su 
antecesor so pena de dar por buena la previa instrucción.
No cabe esperar que Valcárcel acepte el requerimiento de declarar voluntariamente,
 pues para algo está el recurso del aforamiento (aunque no sea por causa
 de su función en el Parlamento Europeo, que es lo único que la 
justificaría), y querrá mejor arroparse en los jueces del Supremo, que 
por algo los nombra el Gobierno.
Lo que sí va quedando claro es 
el motivo por el que el presidente del PP no asistió esta semana al 
mitin de Rajoy en Murcia, una vez advertidos en el PP de que a partir 
del jueves podrían producirse decisiones judiciales como la dictada 
sobre Novo Carthago, lo que habría producido un álbum 
de fotos que podrían haber creado cierta incomodidad en el candidato 
popular a la presidencia del Gobierno, aunque éste, es sabido, no se 
incomoda por nada. Una pena, porque, según su costumbre, podría haberle 
dicho de viva voz a Valcárcel: «Ramón Luis, sé fuerte».
Piezas separadas
- El Gobierno quiere ´unir´ s a Secuoya y GTM.
 El Gobierno regional pretende que la actual concesionaria de la 
televisión autonómica, Secuoya, comparta sociedad con el Grupo de 
Televisión Murciana (GTM), la anterior titular del canal, con la 
perspectiva de la renovación de la concesión, que se habrá de producir 
en los últimos meses de este mismo año. Como modo de resolver el 
conflicto entre ambas empresas, el Gobierno aspira a una solución 
salomónica que le permitiría prorrogar la concesión, pero con la 
incorporación de nuevos accionistas, los procedentes de GTM, que 
mantienen emisiones a través de su canal privado de televisión local. 
Falta saber si el Gobierno se limita a plantear esa sugerencia o 
intentará actuar como mediador, pero la negociación se prevé difícil, 
pues tendrá que decidirse, no sólo qué empresa mantiene la mayoría del 
accionariado, sino que parecería obligado que GTM retirara el abundante 
número de denuncias y querellas que mantiene contra Secuoya tanto por el
 concurso de la concesión como por presuntos incumplimientos de su 
contrato público. 
- Pedro Antonio Sánchez dispone  de interlocutores en la dirección nacional de Ciudadanos.
 Las relaciones políticas entre el Partido Popular y Ciudadanos en la 
Región de Murcia son complicadas, no sólo por la natural competencia 
política entre ambas formaciones sino porque los populares aseguran que 
encuentran muchas dificultades para distinguir a interlocutores sólidos,
 y ya se han producido muchos casos en que, tras un acuerdo entre ambos 
grupos parlamentarios, Ciudadanos ha cambiado de posición en el último 
momento, a veces durante el mismo debate de la cuestión a desarrollar. 
En el PP aseguran que a falta de confianza en los distintos portavoces 
que se dicen autorizados, el presidente de la Comunidad, Pedro Antonio 
Sánchez, ha establecido contactos con la dirección nacional a fin de 
hallar interlocutores válidos que le permitan llevar a cabo estrategias 
que le permitan conocer de antemano si cuentan con el apoyo del partido 
de Albert Rivera, un supuesto aliado natural que sólo actúa como tal en 
ciertas ocasiones y no siempre las esperadas.
 
    http://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2016/06/19/ramon-luis-fuerte/746525.html