 MURCIA.- Como  cientos de propietarios y agricultores de la Huerta de Murcia, un grupo  de vecinos afectados por planes de urbanización en las huertas de Senda  de Granada quiso cuestionar al Ayuntamiento sus decisiones y se encontró  con un muro. Un muro que no atiende otras maneras de vivir ligadas a la  agricultura, que no respeta un paisaje agrario de gran valor cultural y  medioambiental, que no da soluciones para integrar la vida urbana con  la rural o, simplemente, el crecimiento armónico entre la ciudad y su  entorno de huerta.
MURCIA.- Como  cientos de propietarios y agricultores de la Huerta de Murcia, un grupo  de vecinos afectados por planes de urbanización en las huertas de Senda  de Granada quiso cuestionar al Ayuntamiento sus decisiones y se encontró  con un muro. Un muro que no atiende otras maneras de vivir ligadas a la  agricultura, que no respeta un paisaje agrario de gran valor cultural y  medioambiental, que no da soluciones para integrar la vida urbana con  la rural o, simplemente, el crecimiento armónico entre la ciudad y su  entorno de huerta. 
"De modo que nos encontramos ante un crecimiento  descontrolado y especulativo que devora su entorno y amenaza con la  expropiación a todos los que en él viven. En la mente de todos queda el  recuerdo de los huertanos Violante y Pedro, que resistieron  pacíficamente hasta el final para impedir la destrucción de su vivienda y  su huerto. Conflictos similares se han dado con vecinos disidentes de  otras zonas del municipio, como en El Puntal, Puente Tocinos, El Palmar,  la Costera Sur, etc.  
 Así,  en cuanto la Asociación de Vecinos Senda de Granada empezó  a solicitar información y quiso participar en las decisiones en  relación a la reclasificación de terrenos protegidos de huerta para  impedir su cambio a suelo urbano de alta densidad, empezaron los  obstáculos y la sospecha de corruptelas por soluciones tomadas de  antemano.
  
 Los  vecinos se pusieron en contacto con la Asociación para la Conservación  de la Huerta de Murcia (HUERMUR) y abogados ambientalistas (Asociación  para la Justicia Ambiental, AJÁ) que les indicaron la mejor manera de  ejercer su derecho a participar: obteniendo información, haciendo  alegaciones, denunciando situaciones injustas y acudiendo a los  tribunales si sus derechos no les eran reconocidos o bien se incumplían  las leyes que protegen la Huerta de Murcia.
  
 Después  de casi cinco años de lucha, y pese a que las leyes reconocían todas  las posibilidades a los vecinos para intervenir en el proceso  urbanístico, los huertanos se dieron cuenta que el Ayuntamiento  beneficiaba a los promotores porque las decisiones ya están tomadas  previamente, y a los ciudadanos que se acercan se les interponen  barreras para no participar, tales como precios desorbitados por  solicitar información que es pública (2 euros por página y 60 euros por  plano), denegación de información en formato digital, ausencia de  respuesta, plazos breves para participar y en períodos festivos, así  como procedimientos judiciales contenciosos eternos e injustos.
  
 Esta  situación, como confirman numerosos informes – algunos dedicados a  estudiar la corrupción como los de “Transparencia Internacional” – es  común a todas las Administraciones, frente a las que el ciudadano está  totalmente indefenso, y es por eso que estos vecinos de Murcia  decidieron recurrir a instancias internacionales para exigir el  cumplimiento de normas para la democracia participativa vigentes en  España y que las autoridades públicas se resisten a cumplir, aunque las  incluyan en sus discursos. Quizá estemos ante el nacimiento de un nuevo  movimiento vecinal urbanístico que una vez más tiene su origen en esta  castigada región y que supone una vía alternativa a la vía política que  se usó con el Informe Auken.
  
 El  Convenio de Aarhus es un tratado internacional de la ONU que pretende  que los ciudadanos defiendan su derecho humano al ambiente saludable, a  la participación pública y a la transparencia administrativa. Hasta  ahora las quejas y las condenas se han dirigido a países exsoviéticos,  con una democracia aún frágil y unas autoridades con pocos recursos. En  el caso de Senda de Granada, por primera vez se planteaban cuestiones  básicas en un Estado comunitario y otras más complejas que tenían que  ver con el acceso a la Justicia.
  
 Varios  representantes de la asociación de vecinos tuvieron que acudir a la  ciudad de Riga (Letonia) en junio de 2008, para presentar su queja ante  un primer tribunal, que tras estudiarla la admitió a trámite. Después de  esperar casi un año tuvieron que viajar a la sede de la ONU en Ginebra  (Suiza) para asistir al juicio en abril de 2009. A pesar de que el  Estado Español y el Ayuntamiento de Murcia se defendieron negando todas  las acusaciones, finalmente las pruebas y argumentos de los huertanos  demostraron la culpabilidad de las administraciones.
  
 El  resultado ha sido muy positivo para los vecinos puesto que, aunque aún  no han recibido respuesta de los tribunales regionales sobre los 16  procesos judiciales abiertos contra el Ayuntamiento de Murcia y la  Comunidad Autónoma por la reclasificación de terrenos de huerta  protegida, ni ha finalizado la investigación que la fiscalía tiene  abierta, han podido comprobar que un organismo internacional  independiente ha reconocido las trabas que el Ayuntamiento de Murcia, la  legislación urbanística y los Tribunales, les han puesto para proteger  de forma pacífica y democrática su forma de vida en la Huerta de Murcia.
  
 La ONU ha sido muy severa a través del Comité del  Convenio de Aarhus, y ha determinado que los costes de la información  de la Gerencia de Urbanismo de Murcia son excesivos, que se debe  responder a las solicitudes de información y además en el formato  requerido.
Por otro lado, que los plazos de participación de la Ley del  Suelo son insuficientes y además no pueden ser dispuestos en las  vacaciones, cuando nadie puede atenderlos, y que los convenios  urbanísticos son un fraude a la participación por cuanto suponen tomar  decisiones que luego no pueden variarse.
Así mismo, el Comité cuestiona  el sistema judicial español en relación a las medidas cautelares – por  ejemplo la suspensión de las obras – que son difíciles de obtener y  además llegan muy tarde, o el sistema de imposición de costas para  asociaciones que defienden el interés general, en este caso la  protección de la huerta murciana.
  
 Las  consecuencias son la necesaria revisión de las tasas por información  de la Gerencia de Urbanismo del Ayuntamiento de Murcia, la  modificación de la Ley del Suelo, el estudio y eventual revisión  del sistema judicial contencioso-administrativo y la necesaria formación  a autoridades y operadores jurídicos en la materia del Convenio de  Aarhus. La falta de cumplimiento de las recomendaciones de la ONU  supone la posibilidad de que España sea amonestada y sancionada.
  
 La  dimensión del caso no sólo se reduce a la Huerta de Murcia, sino que  sirve a cualquier persona que habite en los Estados que han ratificado  el Convenio de Aarhus, y es pionera pues se trata de la primera condena  rotunda a un Estado comunitario.
  
 La Asociación para la Justicia Ambiental valora esta condena como una muestra de  que el Convenio de Aarhus es una norma de derecho internacional viva y  accesible para cualquier persona, y que permite promover cambios reales  en situaciones de falta de transparencia administrativa, que suelen ser  nido de corruptelas y de decisiones insostenibles.
  
 HUERMUR considera que esta condena demuestra que  no se ha permitido una participación ciudadana efectiva en la  planificación urbanística que se ha llevado a cabo en Murcia. La  consecuencia de esto es que el desarrollo que se ha realizado en el  municipio no ha sido en base al interés general de todos, sino al de  unos pocos, lo que se llama urbanismo a la carta, dando como resultado  un crecimiento caótico e insostenible, que en el caso concreto de la  ciudad de Murcia ha sido a costa de nuestro espacio natural más  emblemático; la huerta, y de las gentes que en él habitan".