El 21 de noviembre del pasado año escribía en este mismo espacio que el nerviosismo inhabitual en Alfredo Pérez Rubalcaba,  ministro de Interior, resultaba ser el síntoma más evidente de que el  Gobierno no funcionaba. Decía entonces y mantengo ahora que el político  cántabro, de natural sereno, se siente profundamente incómodo con la  mediocridad política de su entorno. Desde entonces, las cosas no han  hecho otra cosa que empeorar. Agosto ha sido un mes de grandes errores  del presidente del Gobierno, continuación de otros que se arrastran de  muy atrás.
En una operación cuyas interioridades sólo se atisban, Pérez Rubalcaba, por un lado -el del Gobierno-, y José Blanco  -por el del partido- están tratando de hacerse con el timón y  reorientar la errática trayectoria del uno y del otro. Hay  circunstancias que, como reconocen fuentes socialistas que persisten en  su anonimato, desembozan lo que está ocurriendo y, entre ellas, las  siguientes:
Las primarias en Madrid 
El responsable del posible descabalgamiento de Tomás Gómez  de la candidatura a la presidencia de la Comunidad de Madrid es el  ministro de Interior en coordinación con el vicesecretario general del  PSOE, José Blanco, cuya confianza en el secretario general del PSM es  nula (“Una cosa es el liderazgo orgánico y otro el social”, ha declarado  a este respecto el ministro de Fomento sobre Gómez), entre otras, por  las razones que explicó Jesús Cacho el pasado miércoles en El Confidencial.  Ambos manejaron ante Zapatero la encuesta que ofertaba a Trinidad Jiménez  un 16% más de voto que a Tomás Gómez. De forma innecesariamente patosa  -el presidente no es un dechado de perspicacia en la ejecución de las  estrategias-, Zapatero pidió a Gómez su renuncia, éste rechazó la  petición y se pusieron en marcha las primarias. Rubalcaba, sin embargo,  ante la torpeza del presidente, ha tomado el testigo y se está empleando  a fondo en laminar a Gómez. No sólo fue el titular de Interior quien  cifró todo “el activo” de Gómez en “decir no al presidente”, sino que,  tanto en los medios como en la Ejecutiva Federal, puso las cosas en su  sitio: Gómez fue a postularse, Gómez ofreció a Jiménez la segunda plaza  en las listas, era Gómez el que no quería primarias. 
En paralelo,  Rubalcaba, con telegenia y verbo fluido, se está encargando de celebrar  públicamente las virtudes de Trinidad Jiménez como si de su jefe de  campaña se tratase, con la discreta pero eficiente ayuda de Blanco, que  mide los tiempos en la entrega del censo del PSM o devuelve a los  militantes de Móstoles -todos de Trini- la facultad de voto después de  que Gómez disolviese aquella agrupación. Mientras tanto, Zapatero -“No  me juego nada en estas primarias”- ha dado un paso atrás distanciándose  de una pelea interna que le sitúa en arenas movedizas. Sus ministros de  Interior y Fomento están vigilantes.
La crisis con Marruecos
Ni  el presidente del Gobierno ni el ministro de Exteriores –salvo en  funciones internas- dirigieron la crisis que desató Rabat con el bloqueo  a la ciudad de Melilla. La resolvió -en la medida en que se pueden  resolver estas crisis con nuestro inquietante vecino del sur- Rubalcaba,  quien preparó cuidadosamente la visita a la capital marroquí donde,  además de entrevistarse con su homólogo, consiguió el muy infrecuente  privilegio de ser recibido por Mohamed VI, que  consideró al titular de Interior suficiente y sólido interlocutor,  cuando consta que el Rey alauita no se ha puesto al teléfono con el  propio presidente del Gobierno. 
Rubalcaba, además de venirse con el acuerdo bajo el brazo y la visita real, arremetió contra el PP: “Rajoy  y el PP hacen la política a cabezazos, y nosotros con cabeza”. Este  tipo de frases sentenciosas, forman parte del arsenal semántico -rápido y  ocurrente- del ministro, que no estaba dispuesto a que la parsimonia de  Moratinos o la ignorancia de Zapatero en el área  internacional creasen un enorme problema con Marruecos, en el que el  pretexto de Rabat consistía en supuestos malos tratos perpetrados en la  frontera por miembros de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado.  Rubalcaba ha conseguido que el roce con Marruecos quede como un mero  recuerdo veraniego.
Los Presupuestos Generales
Si  algún ministro del Gobierno conoce las interioridades del Partido  Nacionalista Vasco, ese es Pérez Rubalcaba. El titular de Interior tuvo  que trajinar con las huestes -más difíciles que las de ahora- que  dirigió Xavier Arzalluz, ha negociado transferencias  con los nacionalistas, ha urdido estrategias parlamentarias y ha  recompuesto situaciones complejas. Ahora que los seis votos del PNV son  decisivos para aprobar los Presupuestos, el presidente ha echado mano de  la veteranía de Rubalcaba, que desempeñará un papel trascendental, aunque siempre discreto, en una negociación en la que Elena Salgado y José Antonio Alonso  serán secundarios. Mariano Rajoy mostró públicamente su extrañeza por  el hecho de que el responsable de un departamento tan alejado de  Economía y Hacienda fuese el interlocutor fundamental ante los  nacionalistas.
Lucha antiterrorista y tregua de ETA
Pérez Rubalcaba ha marcado la pauta antes que el propio Zapatero.  Su respuesta al comunicado de la banda terrorista ETA, en la que  afirmaba que no perpetrará atentados “ofensivos”, fue inmediata -el  lunes, en el programa matinal de TVE-, antes de que se pronunciase el  presidente del Gobierno y la vicepresidenta primera. El titular de  Interior fue gráfico y terminante en el rechazo a cualquier cambio de la  actual política antiterrorista, descartó que la Ley de Partidos fuese a  modificarse o a permitirse la presentación en las elecciones  municipales y forales de la izquierda radical abertzale. 
La  fulminante intervención del ministro evitó especulaciones sobre la  postura del Gobierno y, sobre todo, despejó la sospecha de cualquier  maniobra oculta entre el Ejecutivo y enlaces de la banda para obtener el  alto el fuego terrorista. Tras las declaraciones del titular de  Interior, los demás cargos socialistas han ido chupando rueda. No hay  que olvidar que el actual ministro de Interior fue coautor del Pacto  Antiterrorista con el PP y el interlocutor del Gobierno de Aznar durante la tregua de ETA de 1998. Pisa un terreno firme.
Afganistán
El  asesinato de dos guardias civiles y de su traductor -también español- a  manos de un terrorista afgano conmovió al país. Pérez Rubalcaba ejecutó una repatriación de los cuerpos en un tiempo récord,  con una también rapidísima organización de las exequias que fueron  presididas por los Príncipes de Asturias, quienes el día anterior se  encontraban en una isla griega celebrando la boda de Nicolás de Grecia.  Las explicaciones sobre el atentado y el protagonismo en la recepción de  los restos mortales de los guardias civiles recayeron sobre el ministro  de Interior, quedando la responsable de Defensa, Carme Chacón, en un segundo término.
Silencios
Nuestro personaje, sin embargo, ha pasado como la luz por el cristal en dos temas abrasivos: la liberación de los cooperantes catalanes en el Sahel  (tema que coordinó y negoció Exteriores), en el que medió el pago de un  rescate y la excarcelación de un terrorista; y se ha cuidado muy mucho  de pronunciarse con la soltura que le caracteriza sobre el Tribunal Constitucional, su sentencia sobre el Estatuto catalán y la situación allí creada en estas vísperas electorales. Y los silencios y ausencias de Rubalcaba casi siempre hay que interpretarlos a la inversa.
Todas  estas circunstancias están propiciando en el seno de un PSOE  desorientado -en el que surgen primarias como setas y arrecian los  gritos de "¡Zapatero, dimisión!", coreados en las concentraciones  sindicales- que Pérez Rubalcaba resulte ser el alfiler del abanico, el  presidente efectivo. El ministro es conocido como Fouché -y  algo tiene del personaje francés-, pero nadie en el socialismo español  se imaginaba al actual Gobierno sin el político cántabro, y avanza el  perfil de una posibilidad que se formula en interrogante: ¿Rubalcaba  candidato a presidente del Gobierno por el PSOE sostenido por su buen  amigo José Blanco?
Supongo que no hace falta reiterar que Jaime Lisavetsky, que disputará la alcaldía a Ruiz-Gallardón,  es íntimo amigo de nuestro nunca bien ponderado ministro de Interior, o  sea, del presidente efectivo del Gobierno. En Ferraz hay quien dice que  el postzapaterismo ha comenzado de la mano de un felipista.
http://www.elconfidencial.com/notebook/presidente-efectivo-gobierno-20100911-6377.html