Las cosas parecen ir rodadas. Sánchez, cuya pegada
 como líder está sembrando el desconcierto, ya se ha reunido con 
Iglesias en el comienzo de lo que acabará siendo una unidad de acción 
del PSOE y Podemos, lo llamen como lo llamen. Es lo lógico y lo que 
innumerables voces reclaman hace años. La unión de la izquierda. 
Palinuro ha sido siempre partidario. Incluso propuso una fórmula para 
resolver el siempre intratable tema catalán, consistente en que 
orillaran sus diferencias sin eliminarlas. Y ver luego cómo reaccionaría
 el bloque independentista ante una moción de censura (MC) con Sánchez 
de candidato. 
Desde
 luego, la propuesta de unidad de la izquierda no se agota en la MC y 
hasta puede prescindir de ella. Pero, para llegar al gobierno, la 
izquierda necesita ganarla y esto solo es posible, manteniendo la línea 
de izquierda, con los votos independentistas catalanes.
Hay
 otras variantes, sin duda, pero todas tienen peplas. La primera sería 
una MC apoyada por PSOE, Podemos y C's que tendría una clara mayoría 
absoluta sin precisar los votos catalanes. Pero parece ser la más 
improbable, dada la incompatibilidad existente entre Podemos y C's, que 
sus dirigentes convierten en inquina personal.
La
 segunda variante sería olvidarse de la MC y seguir la legislatura 
arbitrando una oposición de "geometría variable". En algunos aspectos la
 mayoría sería con C's y en otros con los indepes catalanes. Esta opción
 es en parte la que (salvando el vade retro a Podemos y los 
indepes) proclamaba como propia el PSOE de la extinta Gestora. Una 
oposición dura a un gobierno en minoría. Nadie se lo tomó en serio pero 
la llegada de Sánchez ha cambiado visiblemente las tornas. 
Esta variante
 tiene otros inconvenientes. Retrasa el acceso del PSOE y la izquierda 
al gobierno hasta las próximas elecciones y se abre a un resto de 
legislatura sobresaltado y probablemente inoperante. En la medida en que
 el Parlamento fortalezca su posición, el gobierno intensificará su 
política de enfrentamiento con él, derivando todo lo que pueda a la vía 
judicial o a la jurisdicción constitucional, desde la posibilidad de 
vetar la legislación hasta la de suspender las comisiones de 
investigación que le incomoden, como la de la financiación ilegal del 
PP.
En
 realidad, la única unidad de la izquierda con perspectiva de 
estabilidad, por paradójico que pueda parecer, es la triangular, PSOE, 
Podemos y el bloque independentista. El obstáculo es el referéndum, 
contra cuya celebración viene pronunciándose Sánchez siempre que puede. 
Palinuro, que no es nada original, cree la consulta muy razonable, lo ha
 creído siempre, como lo cree medio mundo por ahí fuera, incluido el New York Times. El
 nacionalismo español -ese que, según él mismo, no existe- tiene algún 
tipo de dificultad congénita para apreciar la conveniencia de una 
decisión que otros pueblos civilizados y democráticos han tomado en 
similares circunstancias. 
Cabe
 aceptar tan lamentable condición pero ello no es óbice para que se 
recuerde que alguna diferencia habrá de existir entre la derecha y la 
izquierda en cuanto a la llamada "cuestión catalana". Esa diferencia 
está clara respecto a Podemos, que acepta un referéndum pactado. No lo 
está, sin embargo, respecto al PSOE. No aceptar el referéndum es 
exactamente lo que hacen el gobierno y el PP y C's. 
Pero el PSOE tendrá 
que proponer algo más, algún terreno de diálogo y entendimiento que no 
sea el de la confrontación, la represión, la violencia. Porque, caso de 
no hacerlo, estará dando la razón al independentismo cuando este plantea
 la separación de un Estado que ignora y no respeta los derechos y las 
reivindicaciones de los catalanes. Que no las tiene en cuenta. 
El interés de España
Un
 editorial del NYT sobre el referéndum ha provocado una polémica por el 
sentido que algunos medios nacional-españoles han dado a una frase sobre
 el interés de España y el de Cataluña. Sin duda, la traducción de que 
el interés de España sea que el referéndum se celebre y el de Cataluña 
que salga el “no” es falsa y está ideológicamente motivada. Pero aun 
así, el párrafo es confuso: dice cuál es el interés de España y ello es 
evidente (permitir el referéndum y que gane el “no”), pero no dice cuál 
sea el de Cataluña en un sentido u otro. 
Desde
 luego, lo que sí parece cierto es que, según el diario neoyorquino, el 
interés de España no es que el referéndum no se celebre. Ni lo menciona.
El
 asunto es más profundo. ¿Por qué se supone que el voto “no” de los 
catalanes esté en interés de España? Habría que precisar antes de qué 
España se habla. Y el NYT, siendo un periódico pragmático, lo tiene 
claro: de esta España que hay ahora. Pero esta España de ahora es 
apoyada por menos de un tercio del electorado. Sin duda mucho, dada la 
condición del partido corrupto y presuntamente ilegal al que vota pero, 
en todo caso, menos de una tercera parte y, en Cataluña, bastante menos.
¿Por
 qué ha de ser perjudicial para los intereses de España el voto “sí” a 
la independencia en el referéndum? A primera vista, ese voto plantearía 
una crisis constitucional sin precedentes que obligaría a negociaciones 
de carácter constituyente y pondría a España ante sus propias 
contradicciones y la sospecha de haber llegado a un punto de disolución 
porque si un Estado democrático no consigue la lealtad de sus ciudadanos
 voluntariamente sino por la violencia, no es un Estado democrático. Ni 
siquiera es un Estado. Es una banda. Con lo cual es posible que no tenga
 otro remedio que aceptar una intervención exterior de mediación en 
detrimento de su soberanía.
El
 enconamiento del conflicto en los últimos años es prueba del 
agotamiento del sistema del 78, que no tiene nada que ofrecer a las 
aspiraciones catalanas al autogobierno salvo la negativa y el retorno a 
lo anterior, justamente al momento en que se incubó la actual 
ingobernabilidad de la situación.  Esto es válido para las ofertas del 
nacionalismo español de derechas, consistentes en dejarlo todo como está
 por la violencia, y del nacionalismo español de izquierdas, 
consistentes en algunos cambios cosméticos que también dejen las cosas 
como están pero disimulando un poco, aunque el recurso a la violencia no
 esté en absoluto descartado.
En
 esta situación de parálisis política, económica y social, con una 
población resignada a que siga gobernando un partido de presuntos 
delincuentes y corruptos que ha arruinado el país, ¿de dónde saca el NYT
 que esté en interés de España que salga el “no” en el referéndum? ¿De 
qué España? ¿De la que vota menos de un tercio de la población? ¿Y la 
que votan los otros dos tercios? Esa también deberá ser tenida en 
cuenta, sobre todo si, en un acto coraje decide que, justamente, el voto
 “sí” de los catalanes puede ser el empujón, la sacudida que obligue a 
reaccionar a esa España anestesiada y resignada al sempiterno gobierno 
de esta derecha ultrarreaccionaria, nacionalcatólica, corrupta y 
delictiva cuya población es incapaz de sacudirse el yugo de una 
oligarquía de señoritos reaccionarios que depositan los caudales robados
 en paraísos fiscales.
Lo
 que de ningún modo puede estar en interés de España (al menos de una 
España que aspire a la legitimidad de ser un Estado democrático de 
derecho en el concierto de las naciones civilizadas) es la continuación 
de la podrida situación actual. No puede estar en ese interés que una 
asociación de presuntos malhechores haya capturado el Estado y todas sus
 instancias, incluida la judicial, para perpetrar sus fechorías con la 
impunidad de que hacía gala Bárcenas en su insultante comparecencia 
parlamentaria. No puede estar en interés de esa España la continuación 
de un gobierno compuesto por ministros que condecoran vírgenes al tiempo
 que conspiran con otros secuaces para perpetrar delitos y operaciones 
de guerra sucia en contra de sus adversarios políticos.
No
 puede estar en interés de España que los presuntos delincuentes del PP y
 su gobierno que en conjunto han esquilmado el país por lo público 
(regalándoselo a los bancos) y lo privado (llenándose los bolsillos con 
lo robado a base de comisiones, sobresueldos, etc.) sigan negando por la
 fuerza a un 80 por ciento de la población catalana el ejercicio de sus 
derechos. Y ello con el único fin de tenerla sojuzgada y esquilmada en 
pro de los intereses particulares de los delincuentes y de un proyecto 
de país retardatario, beato, machista, taurófilo, injusto y corrupto que
 solo apoya menos de un tercio del cuerpo electoral y menos de la cuarta
 parte de la población.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED 

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