Los nuevos pactos de la Moncloa que defendía a capa y espada Pedro Sánchez como una idea del laboratorio Ivan Redondo para socializar su fracaso político acabarán en una comisión parlamentaria
 que trabajará en el Congreso de los Diputados para tratar de alcanzar 
un acuerdo. 
Mucho menos de lo que pretendía el gobierno bipartidista, 
una apuesta casi gratis para el PP que podrá cortocircuitar la agenda de
 trabajo cada vez que quiera, una rebaja significativa del papel de 
Ciudadanos con su insignificante decena de diputados y una plataforma 
para Vox para poder canalizar sus populistas y extremas propuestas en 
una época de doble crisis, sanitaria y económica. 
Es más que probable 
que no haya un acuerdo global y que la política española colapse entre 
golpes bajos y peleas cainitas por destrozar al rival.
En este marco, que ya no es el de los pactos de la Moncloa, los independentistas deben jugar sus cartas, estar presentes en la comisión  y exponer abiertamente y sin complejos cuales son sus propuestas políticas. El punto de partida no puede ser otro que el derecho a la autodeterminación, el referéndum acordado en un plazo razonable, el retorno de los exiliados y la puesta en libertad de los presos. 
Solo un paquete de propuestas políticas que desencallen la situación 
que atraviesa Catalunya permitirá la construcción o la reconstrucción de
 un país que está en riesgo de ser, esta vez de verdad, poco más que una
 gestoría a la hora de decidir el futuro de sus ciudadanos.
Habrá que poder decir, utilizando las mejores palabras y sin que 
nadie se ofenda más de la cuenta, que Catalunya no puede 
sentirse solidaria del fracaso que ha sido la gestión llevada a cabo por
 el gobierno español de la crisis sanitaria desatada por el coronavirus. 
Porque lo que no vale es aprobar cuando te da la gana el decreto de 
alarma, arrebatar las competencias a las autonomías por decreto, decidir
 las medidas que se han de aplicar por decreto, establecer las compras 
de material desde el Ministerio de Sanidad por decreto y con opacidad 
y avalar unilateralmente si el confinamiento es parcial o total 
prescindiendo de la opinión de los expertos. Eso no vale. Ya que el que 
quiere él solo la victoria no puede esperar que se acuda en auxilio de 
su fracaso.
El independentismo tiene su proyecto político y sus urgencias para 
salir del pozo a que han conducido los respectivos gobiernos españoles 
la autonomía catalana. No nos engañemos: han arrasado con ella, le han 
dejado solo el nombre y la imposibilidad de realizar cualquier política 
que así se llame y precise de una dotación económica. Todo son pedazos y
 más pedazos. Pero hay que ir a la comisión y negociar. Sin falsas 
esperanzas y sin injustificables renuncias.
(*) Periodista y director de El Nacional

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