Como si la España del siglo XXI fuera el 'Far West' del XIX, los extremismos llevan
 un lustro desafiándose a la luz pública. Si esto fuera de bandos, como 
pretenden los intolerantes enfrentados, este sería el duelo definitivo 
de OK Corral: solo uno podría quedar vivo. Por fortuna, no es así.
Frente a las falsedades de quienes buscan la confrontación a
 toda costa, que los hay a ambos lados, emerge otra realidad: ni todos 
los catalanes quieren un referéndum a cualquier precio, 'peti qui 
peti', ni en el resto de España es unánime el rechazo a una consulta 
acordada y vinculante en Catalunya. Las últimas generales y los sondeos 
prueban que esa es la verdad, la diga Agamenón o su (equidistante) 
porquero. 
Si nos despojamos de las orejeras gregarias y ampliamos 
el campo de visión, el conflicto catalán tiene muchos responsables. El 
error de cálculo del tripartito (2004-2005) al no incorporar al PP al 
consenso sobre el Estatut. Las campañas catalanófobas de los populares y
 sus maniobras en el Constitucional para mutilar la Carta catalana (2005-2010). La indolencia del PSOE a
 la hora de defender ante el alto tribunal lo pactado y votado en 
Catalunya. El ansia de venganza de CiU por su desalojo del poder, que le
 llevó a mutilar el Estatut a cambio de recobrar la Generalitat. 
Las 
huidas hacia adelante de Artur Mas, que lo pusieron primero en manos de ERC (2012) y luego de la CUP (2015). Una crisis que han gestionado las derechas pero ha indignado y dividido a la izqiuerda. El inmovilismo de Mariano Rajoy en el último lustro. El cisma territorial del PSOE y los consiguientes vaivenes de Pedro Sánchez. La lectura errónea por parte de Junts pel Sí de
 unas autonómicas que presentaron como las definitivas plebiscitarias y,
 al perderlas en votos, reconvirtieron en el partido de ida.
Hasta aquí la retahíla de reproches que explica (pero en 
absoluto justifica) que la Generalitat y el Estado estén, 
metafóricamente, en pie de guerra. Hasta el referéndum de independencia (o
 no) debemos evitar entre todos que esta disputa deje secuelas 
irreparables en la sociedad catalana. Para que, tras el 1-O, volvamos a 
ser 'un sol poble'.
 (*) Periodista y director de El Periódico de Cataluña

No hay comentarios:
Publicar un comentario