Como he documentado en artículos anteriores, el problema mayor que 
existe en Catalunya es el enorme deterioro de la calidad de vida de la 
población que ha ocurrido durante el periodo conocido como la Gran 
Recesión (ver “El mayor problema que tiene hoy Catalunya del cual no se 
habla: la crisis social”,  Público, 30.06.17). Un dato que 
resume la gravedad de tal deterioro es que la tasa de mortalidad en 
Catalunya, que había ido descendiendo antes de que se iniciara la Gran 
Recesión, ha aumentado sustancialmente a partir del 2010 (un 10,1%). 
Como he indicado recientemente, una situación semejante ha aparecido en 
el resto de España durante el mismo periodo (ver El nuevo régimen social de España, Público, 23.06.17).
Las causas de este deterioro son fáciles de ver aun cuando los 
mayores medios de comunicación no informen de ello. Las responsables de 
esta situación son las políticas públicas neoliberales, que incluyen las
 reformas laborales que han debilitado enormemente al mundo del
 trabajo, como los sindicatos (causando el descenso de los salarios, de 
la ocupación, de la calidad de los puestos de trabajo y de la protección
 social) y los enormes recortes del gasto en las transferencias
 públicas como las pensiones –que están siendo reducidas 
significativamente– y  los servicios públicos del Estado del Bienestar 
(como sanidad, educación, servicios sociales, vivienda social, escuelas 
de infancia, servicios domiciliarios para personas con dependencias, y 
prevención de la pobreza y de la exclusión social, entre otros). 
Tales 
políticas neoliberales alcanzaron su máximo desarrollo durante los 
periodos que Catalunya y España han estado gobernadas por partidos de 
clara sensibilidad conservadora y neoliberal: Convergència Democràtica 
de Catalunya, hoy redefinido como Partit Demòcrata Català, en Catalunya,
 y el Partido Popular, en España. La evidencia  del enorme impacto 
negativo de esas políticas en el bienestar de las clases populares es 
abrumadora (ver mi libro Ataque a la democracia y al bienestar. Crítica al pensamiento económico dominante. Anagrama, 2015).
La respuesta popular a la Gran Recesión: 
el 15-M en Catalunya y en el resto de España
Durante todos estos años de lo que debiera llamarse la Gran Crisis Social,
 el pensamiento neoliberal dominante en los establishments públicos 
mediáticos gobernantes en Catalunya y en España, canalizado a través de 
los mayores medios de información (estando los públicos claramente 
controlados por los partidos gobernantes y los privados por intereses 
financieros), fueron transmitiendo la imagen de que tales políticas 
neoliberales eran las únicas posibles debido al contexto europeo e 
internacional. Esta explicación, transmitida desde arriba, contrastaba, 
sin embargo, con la información que la gente normal y corriente recibía 
en base a su propia experiencia cotidiana, que le daba una visión 
diferente y opuesta a dicha información sesgada y manipulada desde 
arriba. 
De ahí que cuando apareció el 15-M, cuestionando la sabiduría 
convencional de que no había alternativas, sus denuncias fueran 
inmediatamente muy populares. Las encuestas detallaban que la mayoría de
 catalanes y españoles estaban en desacuerdo con el pensamiento 
dominante que afirmaba que no había alternativas, coincidiendo, en 
cambio, con una de las principales tesis del 15-M, que era afirmar que sí que había alternativas. 
Fue un motivo de gran orgullo para mí que en su primera manifestación 
en la Puerta del Sol en Madrid el movimiento 15-M mostrase, enfrente de 
los medios que cubrían tal evento, el libro que Juan Torres, Alberto 
Garzón y yo habíamos escrito titulado Hay alternativas. Propuestas para crear empleo y bienestar social en España (Sequitur,
 2011), en el que documentábamos que, en contra de lo que sostenía el 
pensamiento neoliberal dominante, había otras políticas alternativas 
que, de aplicarse, hubieran podido prevenir el enorme daño que las 
políticas públicas inspiradas en tal pensamiento, impuestas por los 
partidos gobernantes en España y en Catalunya, estaban causando al 
bienestar de las clases populares, corrigiendo, a la vez, las enormes 
injusticias y desigualdades que existían y continúan existiendo en el 
país (ver fotografía aquí).
El hecho de que estas políticas alternativas no se aplicaran se debía
 a que aquellos partidos gobernantes no estaban representando a las 
clases populares. En su lugar, estaban representando los intereses 
financieros y económicos que dominan la vida política y mediática del 
país, a través de un entramado de poder que obstaculizaba y continúa 
obstaculizando el desarrollo democrático de las instituciones llamadas 
“representativas”. El eslogan del 15-M “no nos representan” fue enormemente popular a lo largo del territorio español, incluyendo en Catalunya, como también lo fue otro eslogan, “no hay pan para tanto chorizo”,
 que denunciaba la extendida corrupción en las instituciones políticas, 
resultado de la existencia de aquel entramado de poder 
político-económico-financiero.
El tsunami político que le siguió
Tal movimiento 15-M generó un tsunami político, apareciendo 
movimientos político-sociales a lo largo del país que constituyeron una 
amplia coalición de nuevos partidos políticos (Podemos, En Marea y En 
Comú Podem) a la que se unió una reformada Izquierda Unida y Equo. El 
éxito electoral de esta coalición no tenía precedentes en Europa. En 
menos de dos años llegó casi a ser la segunda fuerza política del país.
Su gran impacto en la vida política proviene de representar un deseo 
de cambio profundo en la sociedad española (incluyendo en la sociedad 
catalana) y en sus instituciones político-mediáticas, lo cual creó una 
predecible hostilidad por parte de los establishments 
político-mediáticos existentes tanto en Catalunya como en España hacia 
esta coalición de nuevas izquierdas que estaba exigiendo una reversión 
de las políticas de austeridad, una anulación de las reformas laborales,
 una democratización masiva de las instituciones del Estado (fuera este 
central, autonómico o local), así como otras muchas otras propuestas, 
entre las cuales destacaba la demanda de una visión plurinacional de 
España, distinta y opuesta a la visión uninacional y jacobina del Estado
 español que siempre ha caracterizado a las derechas españolas. 
Su 
aparición en la vida política del país y su rápida expansión 
determinaron toda una serie de hechos de gran transcendencia, que 
incluyeron, entre muchos otros eventos, la renuncia del monarca Juan 
Carlos I; la denuncia a la corrupción generalizada en las instituciones 
del Estado; la redefinición de España, con la creciente aceptación de la
 plurinacionalidad del Estado español; la rebelión de las bases 
militantes del PSOE frente al aparato y dirección de tal partido 
(exigiendo la unidad de las izquierdas para parar a las derechas), y 
otros muchos hechos incluyendo el gran debilitamiento del bipartidismo. Y
 en Catalunya este impacto fue incluso más allá, terminando con el 
bipartidismo, con un cuestionamiento del pujolismo y su absoluto control
 sobre los aparatos de la Generalitat de Catalunya.
Las nuevas izquierdas en Catalunya
En Catalunya, como consecuencia del tsunami político que representó 
el 15-M, aparecieron nuevas fuerzas políticas como En Comú y la rama 
catalana de Podemos (Podem), que al aliarse ganaron las elecciones 
legislativas en Catalunya, creando un revuelo y gran oposición por parte
 de los partidos tradicionales (incluidos partidos de la izquierda 
catalana). Y en la ciudad de Barcelona  un movimiento ciudadano de 
carácter vecinal, liderado por una mujer joven, Ada Colau, activista en 
los barrios populares contra  los desahucios, ganó las elecciones 
municipales en contra de todo pronóstico, mostrando la nueva alcaldesa 
de la ciudad un gran coraje y valentía en su enfrentamiento con las 
estructuras de poder que habían gobernado Barcelona y Catalunya durante 
muchos años. 
Tal coraje la ha convertido en una de las dirigentes 
políticas más populares de Catalunya. Esta popularidad fue paralela a la
 popularidad que Podemos despertó, a nivel de todo el Estado, incluyendo
 a Catalunya, generando un gran crecimiento de la rama catalana de 
Podemos. De ahí que la alianza En Comú Podem fuera esencial para 
conseguir el amplio apoyo electoral que explica sus consecutivas 
victorias en las legislativas, convirtiéndose en una fuerza política 
determinante tanto en Catalunya como en España. La alianza entre En Comú
 y Podem fue clave para conseguir el amplio apoyo electoral que explica 
su victoria en las legislativas. Nunca antes, durante el periodo 
democrático posdictatorial, se había visto un caso semejante en 
Catalunya.
La enorme oposición a las nuevas izquierdas en Catalunya
Predeciblemente, hubo inmediatamente una oposición y hostilidad hacia
 En Comú Podem por parte de los mayores medios de información en 
Catalunya y por parte también del gobierno de la Generalitat de 
Catalunya, cuyos aparatos han sido controlados abrumadoramente por la 
antigua Convergència durante la mayor parte del periodo democrático. 
Este partido, representante de la derecha catalana (ahora bautizada de 
nuevo como Partit Demòcrata Europeu Catalá), es la misma derecha 
responsable de la aplicación de las políticas neoliberales que generaron
 la enorme crisis social en la que viven las clases populares en 
Catalunya. 
Sus políticas económicas y sociales eran casi idénticas a las
 impuestas por el Partido Popular, y ello no se debía (como los 
independentistas de derechas indican) a que el Estado español se lo 
impusiera, sino a que ambos partidos (el PP y CDC) pertenecían a la 
misma familia política conservadora-neoliberal. En realidad, los 
recortes de gasto público social y las privatizaciones de los servicios 
públicos del Estado del Bienestar (sanidad, educación, servicios 
sociales, vivienda, escuelas de infancia y servicios domiciliarios, 
entre otros) fueron más masivos en Catalunya que en España.
Y dentro de las izquierdas, algunos sectores de ERC –un partido de 
centroizquierda- vieron también a En Comú Podem como su mayor 
adversario. De la misma manera que el PSOE había indicado explícitamente
 que su mayor adversario no era el PP, sino Unidos Podemos, algunos 
dirigentes de ERC indicaron que su adversario mayor no era la derecha 
catalana, sino En Comú Podem. En realidad, ERC fue incluso más allá que 
el PSOE. Aun cuando fue en una posición subalterna, ERC formó gobierno 
con CDC. Esta alianza contra natura, entre un partido de derechas 
neoliberales y un partido que se autodefine de centro-izquierda, está 
hoy gobernando Catalunya, siendo el punto de unión entre ambos partidos 
el tema nacional, promoviendo la secesión de Catalunya del resto de 
España como tema principal, aduciendo que el enorme problema social se 
resolverá una vez se haya alcanzado tal secesión. Para ambos partidos 
(que predeciblemente anuncian que el tema nacional y el social van 
juntos) la resolución de la Gran Crisis Social se pospone hasta que se 
haya conseguido la independencia: el tema nacional toma prioridad sobre el tema social.
La desunión de las nuevas izquierdas catalanas
Un deseo intenso por parte del gobierno de Junts Pel Sí (que ha 
priorizado, como parte de su estrategia política, la resolución del tema
 nacional) ha sido debilitar a En Comú Podem, rompiendo la alianza entre
 En Comú y Podem, que es una coalición entre dos fuerzas políticas 
soberanistas, pero no independentistas. Soberanismo es el compromiso
 de un partido con el derecho a decidir, concepto distinto al 
independentismo, que es el compromiso de una fuerza política con la 
secesión de Catalunya de España. Tal distinción entre soberanismo e
 independentismo nunca se hace. Todo lo contrario, de una manera un 
tanto manipuladora, ambos conceptos son considerados, en el discurso 
tanto del nacionalismo españolista como del independentista, idénticos e
 intercambiables. 
Pero tal distinción aparece claramente en el hecho de 
que la mayoría de la población catalana desea poder ejercer el derecho a
 decidir, pero solo una minoría (grande, pero minoría) desea la 
secesión. Constantemente se olvida (o se quiere olvidar) que todo 
independentista es soberanista, pero que no todo soberanista es 
independentista. En Comú Podem es una coalición soberanista pero no 
independentista, que ha hecho de la resolución del tema social su tema 
central, ahora y sin esperar a después. Y ahí hay una gran diferencia 
entre Junts Pel Sí, aliado con la CUP, por un lado, y Catalunya en Comú y
 Podemos, incluyendo a Podem, por el otro.
Las divisiones dentro de Podem
La situación actual de tensiones dentro de las nuevas izquierdas 
catalanas (que las está debilitando enormemente, y que está también 
haciendo mucho daño a Podemos a nivel del Estado) está consiguiendo lo 
que Junts Pel Sí siempre ha deseado, es decir, debilitar a En Comú 
Podem, pues la rama catalana de Podemos (Podem) se ha distanciado de En 
Comú, precisamente en el momento en el que hay un intento en Catalunya 
de consolidar una amplia alianza que incluya las nuevas izquierdas y las
 ya existentes, como ICV y EUiA, confluyendo en una nueva formación 
política. 
Naturalmente, y como sería de esperar (en cualquier país y en 
cualquier lugar, resultado de diferencias de cultura política e incluso 
de personalidades), hay diferencias entre lo nuevo y lo no tan nuevo. 
Pero el paso tomado en España por Podemos, por un lado, e Izquierda 
Unida, por el otro, para establecer Unidos Podemos atestigua que sí que 
se pueden trascender estas diferencias, si los líderes de tales 
formaciones anteponen la necesidad común del país  a las necesidades 
partidistas y/o personales. Había, pues, que intentar tal alianza.
Este entendimiento de la necesidad de mantener la unión explica que 
hubiera serios intentos de evitar la desunión entre la dirección de 
Podem y la de En Comú, intentos en los que participé activamente y 
gracias a los cuales se firmó un acuerdo que luego no se cumplió al 
oponerse a ello la dirección de Podem. Creo que ello fue un gran error 
para Podem que le afectará negativamente como también afectará 
negativamente a Catalunya en Comú. Al distanciarse Podem de En Comú, 
perdió la posibilidad de influenciar a tal coalición de partidos en la 
dirección deseada por Podem. 
En Comú necesita a Podem, pero Podem 
necesita también a En Comú. Sin dicha alianza, y sin apoyo de Podemos, 
Podem será como máximo otro grupo minoritario que perderá capacidad de 
influencia en la vida política catalana. Y ello sería una enorme 
(repito, enorme) pérdida para el país, pues Podem, como parte de 
Podemos, ofrecía un gran potencial de transformación. Pero la mayoría de
 votantes votan a Podemos en su totalidad, y de ahí también deriva el 
gran atractivo que ha ofrecido Podem en el pasado.
Es más, la separación y creciente hostilidad de Podem hacia 
Catalunya en Comú, acusándola injustamente de inmovilista entre otras 
cosas, está creando unas enormes tensiones dentro del propio partido 
Podem que no están siendo resueltas como deberían resolverse, a través 
del diálogo, sino a través de medidas expeditivas, purgando y excluyendo
 a más y más gente en un comportamiento que recuerda una práctica que 
siempre han llevado a los que las practican a ser fuerzas muy 
minoritarias.
Las consultas para ser creíbles no pueden percibirse como 
instrumentos de afirmación de lo que la dirección y el aparato del 
partido desea. En el primer redactado de la pregunta que va a 
preguntarse a los inscritos para saber su opinión y decisión sobre el 
mal llamado referéndum daba claramente la impresión que estaba sesgada 
para que los inscritos votarán a favor de la decisión previamente 
firmada por la Dirección y gran parte del aparato del partido. La 
protesta desde las bases ha forzado un cambio que es menos sesgado que 
el anterior. Pero los cambios deben ser mucho más sustanciales, pues el 
futuro de Podem viene condicionado por su capacidad de expansión, siendo
 inclusivo en lugar de exclusivo, tal como fue Vistalegre II, donde las 
minorías continúen enriqueciendo a Podemos con la diversidad, 
continuando en la dirección. 
En realidad, Podemos nunca ha sido más 
diverso que ahora, con varias sensibilidades presentes en la dirección. 
Lo opuesto está ocurriendo en Podem. Y esto predice mal para el futuro. 
Catalunya necesita de Podem, y que además pase a ser parte de esta nueva
 alianza de las izquierdas que se está estableciendo en Catalunya. 
Debería ser obvio que se podrá influenciar esta nueva fuerza política 
desde dentro mucho más que desde fuera de ella.
Lamento que la dirección de Podem no lo vea así, y lo que es más 
lamentable y censurable es que la gran visibilidad mediática que se está
 dando a la dirección actual de Podem por parte de los medios de 
información controlados por el gobierno de la Generalitat y medios 
afines, está siendo utilizada para debilitar a Catalunya en Comú y a 
Podemos, convirtiéndose  en cómplice de las fuerzas que se han opuesto a
 las nuevas izquierdas, complicidad que ha alcanzado en algunos momentos
 niveles extremos como cuando se escoge como fórum para atacar a Podemos
 al diario El País, el rotativo que ha dirigido la campaña mediática masiva contra Podemos y su secretario general.
¿Qué está pasando en Catalunya? El referéndum no es un referéndum
Hoy, uno de los movimientos más positivos que existen en Catalunya es
 un amplio movimiento de rechazo hacia el Estado central español 
(controlado por el PP con la ayuda, hasta hace poco, del PSOE), 
movimiento generado en gran parte por la Gran Crisis Social que 
Catalunya está viviendo, y también por la enorme insensibilidad y 
hostilidad del Estado español (especialmente cuando es gobernado por los
 herederos del franquismo, el PP, el máximo exponente del nacionalismo 
españolista uninacional) hacia la nación catalana, que ha sido una 
constante desde que el Tribunal Constitucional vetó elementos 
importantes del Estatuto propuesto por el gobierno Maragall de la 
Generalitat de Catalunya después de ser aprobado por el Parlament, las 
Cortes Españolas y refrendado por la población catalana.
Este gran movimiento de rechazo, sin embargo, lo está hoy dirigiendo 
institucionalmente el gobierno de la Generalitat de Catalunya, 
hegemonizado por el partido de las derechas catalanas (CDC), las mismas 
que, como he indicado en varias ocasiones, han controlado durante la 
mayor parte del periodo democrático todos los aparatos de la 
Generalitat. Tal partido, corrupto hasta la médula, es la versión 
catalana del PP, y es el corresponsable, junto con tal partido, de las 
políticas neoliberales causantes de la enorme crisis social de 
Catalunya. Este dominio está hoy facilitado por ERC (partido al que le 
han sido cedidas partes del aparato de la Generalitat, tales como 
Catalunya Ràdio –permaneciendo TV3 en manos de CDC–), quien atribuye tal
 enorme crisis social al “expolio” realizado por España, lo cual oculta 
la causa real de su enorme retraso social, que no es el déficit fiscal, 
sino las leyes aprobadas por las derechas catalanas y españolas, tanto 
en Catalunya como en España.
En realidad, si no fuera por el enorme peso del tema nacional en la 
vida política catalana hoy veríamos un rechazo generalizado hacia el 
régimen pujolista que ha dominado Catalunya durante la mayor parte del 
periodo democrático. Es un enorme error creer que con la desaparición 
del clan Pujol ha desaparecido el pujolismo en Catalunya. Toda la 
estructura de poder institucional de la Generalitat de Catalunya está 
imbuida de la ideología nacionalista conservadora que caracteriza el 
pujolismo. Esta crisis del régimen pujolista, sin embargo, no se está 
dando. Todo lo contrario, se está reforzando debido al liderazgo que 
está ejerciendo en este proceso de secesión.
Hacer esta observación no quiere decir, como maliciosamente se 
interpreta constantemente cuando hago esta observación, que yo crea que 
CDC (con la ayuda de ERC) hayan generado el movimiento independentista. 
Este es un movimiento de importantes sectores de la sociedad civil 
catalana con gran autonomía (aun cuando son conocidas las relaciones 
entre CDC y Òmnium Cultural). Pero es de una enorme ingenuidad no ver 
que CDC (ahora PDeCAT) está intentando liderar tal movimiento, pues su 
futuro depende de la posibilidad de que mantenga su liderazgo en tal 
movimiento. Y su influencia en el movimiento independentista no ha sido 
menor. El president Puigdemont es el dirigente institucional del 
movimiento independentista, y detrás está el expresident Mas, líder en 
la sombra de tal movimiento.
Recuerdo vivamente que en las manifestaciones del 11 de septiembre de
 los pasados años, los dirigentes del movimiento independentista 
liderados por Convergència abucheaban las manifestaciones dirigidas por 
el Procés Constituent (movimiento soberanista de izquierdas). Y hemos 
visto en estos meses cómo el Pacto Nacional por el Referéndum, que 
incluía la mayoría de los movimientos soberanistas en Catalunya, 
incluyendo los sindicatos, fue marginado por el gobierno catalán en la 
preparación de lo que se llamaba el proceso constituyente. Es este 
dominio de Junts pel Sí de  tal proceso lo que está precisamente 
dificultando la plena realización del soberanismo (la celebración de un 
referéndum). Y no me estoy refiriendo predominantemente a la 
condicionalidad de que sea pactado con el Estado central (la historia de
 los movimientos progresistas está llena de desobediencia civil), sino a
 la necesaria movilización de las clases populares a favor de tal 
movimiento, condición esencial para conseguir el establecimiento de una 
nueva Catalunya, sea esta o no independiente.
Una nueva Catalunya es necesaria para resolver la Gran Crisis Social
Como consecuencia de la Gran Crisis Social, hoy habría posibilidades 
de movilizar a las clases populares en un movimiento de oposición tanto 
al Estado central como a la Generalitat de Catalunya. Hay que recordar 
que los que fundamos el Procés Constituent (movimiento en el cual 
estaban algunas de las figuras hoy más conocidas de las izquierdas 
catalanas, como Gerardo Pisarello, Xavier Domènech, Jaume Asens, Albano 
Dante, entre otros) teníamos como eslogan “el Estado español (a diferencia del pueblo español) no es el nuestro”, pero “la Generalitat de Catalunya de hoy tampoco”. 
El “no nos representan” aplicaba tanto a las Cortes como al Parlament. Y
 los datos así lo muestran. Hoy los independentistas tienen una mayoría 
parlamentaria que no corresponde a una mayoría electoral. No es cierto 
que, Junts Pel Sí, con el apoyo de la CUP, estén hablando en nombre del 
pueblo catalán. Están utilizando al pueblo catalán para conseguir sus 
objetivos partidistas. Y están intentando transformar el conflicto de 
los de abajo frente a los de arriba (tanto en Catalunya como en España) 
en un conflicto entre dos Estados, el español dominado por las derechas y
 el catalán (la Generalitat) bajo el control mayoritario de las derechas
 catalanas. Y lo están consiguiendo. Este es el gran error de las 
izquierdas que están apoyando la hoja de ruta del gobierno actual de la 
Generalitat dominado por la antigua Convergencia. 
Una nueva Catalunya no puede hacerse sin el apoyo de la clase trabajadora y otros sectores de las clases populares
La necesaria transformación de Catalunya hacia una nueva Catalunya 
constituida desde abajo hacia arriba no puede estar liderada por las 
fuerzas de siempre que han controlado aquellos aparatos de la 
Generalitat de Catalunya. Dicha transformación tiene que ser liderada 
por fuerzas políticas comprometidas primordialmente con las clases 
populares. De no ser así, estas clases no apoyarán la necesaria 
transformación del país, y la Catalunya resultante no será muy distinta 
de la actual. Los datos muestran que en las últimas elecciones al 
Parlament de Catalunya la suma de los votos a los partidos 
independentistas alcanzó la mayoría en los barrios barceloneses cuyo 
nivel de renta estaba por encima de la media de la ciudad, mientras que 
los no independentistas sumaban mayoría en los barrios por debajo de la 
media, todos ellos barrios populares. Hoy la mayoría de la clase 
trabajadora catalana no es independentista.  
¿Cómo pueden entonces 
algunas izquierdas aceptar las condiciones que se ponen a la 
convocatoria del 1 de Octubre, en el que será vinculante la decisión en 
un proceso -el referéndum- en el que casi seguro que el voto a favor de 
la independencia no representará más que un tercio de la población que 
podría votar en Catalunya? ¿Cómo puede sostenerse tal postura antidemocrática?
 Si los porcentajes de participación fueran semejantes a los del 9-N (y 
es más que probable que así sea), esta sería la situación. ¿Cómo puede 
una persona con conciencia democrática aceptar tal propuesta (en el que,
 además, no se reúnen las más mínimas normas de comportamiento 
democrático, como es la pluralidad de los medios públicos de la 
Generalitat, lo cual no se debe, única y exclusivamente, al gobierno 
central, sino también al gobierno de la Generalitat que controla 
abusivamente sus medios públicos de información) violando las más 
mínimas reglas democráticas?
¿Cómo pueden voces de izquierdas aceptar estas condiciones, que 
indudablemente (y tal como está diseñado) dará un resultado abrumador a 
favor de la independencia, cuando la mayoría de las clases populares 
–incluyendo la clase trabajadora– no están a favor de la independencia?
 Es de una enorme arrogancia, además de sectarismo, decir que el pueblo 
catalán desea la secesión, manipulando sectariamente la interpretación 
del “pueblo”. Por favor, vean los datos. Incluso entre los sindicalistas
 (el sector más politizado de la clase trabajadora) la mayoría no son 
independentistas. ¿Qué no ven los datos? Cuando dirigentes 
independentistas dicen con toda solemnidad que la mayoría del pueblo 
catalán desea la independencia que digan cuál es la fuente de tales 
datos. La única evidencia que muestran es su mayoría en el Parlament, 
resultado de una ley electoral de claro sesgo en contra de la clase 
trabajadora, que en sus orígenes había diseñado el Movimiento Nacional 
como condición para disolverse. Tal ley diseñada en el periodo 
predemocrático fue modificada más tarde durante la Transición, pero sin 
alterar su sesgo anti clase trabajadora. Y cuando se le dio al gobierno 
de la Generalitat de Catalunya la oportunidad de cambiarla, el pujolismo
 lo mantuvo.
El conflicto de los de abajo frente a los de arriba no 
puede convertirse en un conflicto entre Estados, ambos dirigidos por los
 de arriba
El reto para las izquierdas no es solo denunciar al gobierno del PP 
por su oposición a reconocer a Catalunya como nación y a su pueblo como 
soberano, sino también a aquellos que, siendo responsables de la Gran 
Crisis Social, hoy están utilizando un gran movimiento de liberación 
nacional con fines claramente partidistas y excluyentes, lo que implica 
que alcanzar la secesión no significaría un cambio y fin de la Gran 
Crisis Social. 
Una transición a la nueva Catalunya bajo el dominio de 
los aparatos de la Generalitat, controlados por el pujolismo, no nos 
llevaría a la nueva Catalunya, sino a una en la que las clases populares
 no tendrían ningún protagonismo. Estoy de acuerdo con mi buen amigo 
Joan Tardà, de la izquierda de ERC, al cual aplaudí en las Cortes 
Españolas desde la tribuna de invitados (discurso también aplaudido 
desde el grupo de Unidos Podemos), en la moción de censura al gobierno 
Rajoy, en cuyo discurso resaltó que el cambio en Catalunya ayudaría al 
cambio en España, haciendo también suya la causa de la liberación de 
todo el país. Ahora bien, el punto de desacuerdo es que no creo que haya
 un cambio notable en Catalunya (y en España) sin la participación 
masiva de aquellos sectores de la población que están por debajo del 
nivel de renta media del país, que son la gran mayoría de las clases 
populares.
Sectores dirigentes de Podem están intentando 
maliciosamente reforzar su postura presentando su desacuerdo como un 
conflicto entre Catalunya y España 
Lo cual me lleva a mi última observación. Querer convertir el 
desacuerdo entre Podem y Podemos en uno de Catalunya contra Madrid es 
falso y malicioso, pues el desacuerdo entre el uno y el otro no se basa 
en catalanismo o no (en realidad, según los estatutos de Podemos, el 
Secretario General puede destituir a la dirección de Podem, pero no lo 
ha hecho, ni ha utilizado tal amenaza, en contra de lo que se ha dicho, 
publicado y magnificado en los medios como parte de las hostilidades 
mediáticas hacia Podemos y su Secretario General), sino que es un 
desacuerdo entre catalanes sobre la estrategia a seguir en la campaña 
del 1 de Octubre y sobre sí hacer o no la alianza con En Comú Podem que 
hasta ahora ha sido enormemente exitosa. 
La propuesta (que no es un 
mandato de Podemos a Podem) es animar a que Podem sea plural y que pueda
 continuar expandiéndose, dentro de una coalición de izquierdas, que ya 
se ha visto que es factible a nivel estatal y que sería bueno para todos
 que funcionara a nivel catalán. Si a nivel del Estado, Podemos está en 
alianza con En Comú, es difícil de entender por qué no puede también tal
 alianza funcionar a nivel de Catalunya. Por otra parte, me consta que 
en Catalunya en Comú está a favor de apoyar las movilizaciones en contra
 del PP y a favor del soberanismo, y en este sentido, entiende el 1-O 
como un posible acto de afirmación de derechos pero no entrará a validar
 una hoja de ruta que en la manera que se ha desarrollado no es 
percibido como el paso para alcanzar esta nueva Catalunya que todos 
deseamos. Podemos, a diferencia de la dirección de Podem, está 
totalmente de acuerdo con esta postura. Lamento que algunos buenos 
amigos y amigas de Podem y otras fuerzas de las izquierdas catalanas no 
lo vean así.
(*) Catedrático de Economía Aplicada en la Universidad de Barcelona

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