
Le sigue López
Viejo, hoy procesado y Juan José Güemes quien llegó a estarlo en su
día, si bien la causa se archivó. Ella, sin embargo, tan ufana,
creyéndose una especie de Rey Sol, cuando hacía a sus cortesanos el real
favor de dejarlos contemplar cómo se levantaba o cómo hacía sus
necesidades. Y hasta es posible que aquellos cortesanos tuvieran más
respeto por Luis XIV que estos expeditivos espabilados por su jefa
quien, haciéndose la rubia, obtenía "más de los hombres", esto es, el
mayor caso de corrupción de la historia de Madrid. Y los ha habido
sonados.
Este "hacerse la rubia", al parecer, jerigonza de las feministas teresianas, procede del imaginario de Los caballeros las prefieren rubias,
de Anita Loos y, con ello no pretendo llevarlas a los años de aquella,
pero sí a los de la adaptación cinematográfica, interpretada por Marilyn
Monroe y Jane Russell. El imaginario del mundo del eterno femenino en
la época de nuevas oportunidades. Estas son quienes luego dicen que las
mujeres no necesitan cuotas, pues llegan a sus objetivos por sus
méritos propios. Lo que no dicen es que consideran méritos propios
"hacerse la rubia".
Según parece la rubia Aguirre dimitirá hoy, quizá mañana. Lo dice OK diario e
ignoro qué fiabilidad tiene la noticia aunque, como están las cosas,
igual es cierto. A partir de aquel Congreso en que fracasó en su intento
de sustituir a Rajoy en la presidencia del PP, pues Barberá y Camps
sostuvieron al presidente, este se sentó con la retranca a la puerta de
su casa y ocho o nueve años después ve pasar el cadáver de su enemiga. O
su alma en pena, llorando tan amargas lágrimas como las dueñas barbadas
que liberó don Quijote.
Si
Aguirre dimite, se va un fantástico factor de entretenimiento en la
capital. Pero será sustituido con creces por Cospedal, a la que se le ha
quedado chica La Mancha y empieza a asombrar a España entera con sus
peculiares modos. La bandera a media asta para dolernos por la muerte de
Cristo fue el toque de atención. Luego se presentó en las Nuevas
Generaciones a decirles que se avergüenza de la corrupción de su partido
pero que no se puede generalizar.
Ciertamente, es difícil generalizar
un comportamiento como el suyo al mantenerse en un cargo del que decía
haber de dimitir si se descubría que alguien de su partido tuviera
cuentas en Suiza, cuando es el lugar en el que más cuentas tienen. Por
lo menos, esta no viene "haciéndose la rubia" sino más bien "la
descarnada" con peineta y mantilla, como en un cuadro de la España negra
de Solana, y con un cirio de los Novísimos.
Rubia
se hace también la candidata Díaz, que tiene encandilados a los hombres
de la junta gestora de su partido y los viejos guerreros de la
socialdemocracia cansada. Pero no parece que con estos especímenes vaya a
alzarse mucho más de donde está. Hacerse la inocente rubia predicando
paz, amor, concordia y compañerismo para difuminar la imagen de la fría
ambiciosa, dispuesta a pasar por encima de sus rivales sirve de poco.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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