MURCIA.- El equipo de Cultivos Alternativos del Instituto Murciano de Investigación y Desarrollo Agrario y Alimentario (Imida) busca una segunda generación de cultivos silvestres adaptados a las condiciones climáticas y de riego de la Región de Murcia, que permitan ser explotados como recurso energético para obtener biocombustibles más baratos que los procedentes de plantas que tienen un uso alimentario.
Hasta ahora, los cultivos que se han utilizado para producir energía, como el trigo, el maíz, la soja o la colza, servían, asimismo, de materia prima para alimentos, una circunstancia que producía un encarecimiento de los precios de los productos de consumo. Desde la Administración pública se impulsó este proyecto, en marcha desde 2008, para encontrar una alternativa más rentable.
En concreto, el Imida investigará durante tres años una treintena de especies silvestres, 20 de ellas preseleccionadas entre la flora regional, y las diez restantes de otros lugares de España y del extranjero. Todas ellas "son capaces de producir mucha biomasa en poco tiempo, y con buena adaptación a sequía y frío", según informó el investigador principal del grupo, Enrique Correal.
Estas especies incluyen, por ejemplo, malas hierbas, como algunos cardos muy altos que crecen en los barbechos y contra los que tienen que luchar los agricultores. Igualmente, hay plantas más exóticas, como la mostaza de Etiopía, "una crucífera que es como la colza adaptada a zonas más secas", así como una gramínea perenne que aprovecha cualquier tipo de lluvia, recogida en las montañas del Atlas, en el norte de África.
El objetivo es seleccionar de tres a cinco especies capaces de producir más energía que las demás en las condiciones de la Región. Para determinar las mejores plantas, el Imida ha establecido una serie de criterios como, por ejemplo, que sean rentables económicamente, con capacidad de generar entre cinco y diez toneladas de materia seca --semilla, tallos y hojas-- por hectárea, de la que extraer la fibra necesaria para obtener energía.
En segundo lugar, la planta deberá ser perenne, de porte erecto, alta y fácil de recolectar, porque si la biomasa está pegada al suelo "es muy difícil de recoger", señaló Correal. Asimismo, deberán secarse en algún momento del año -normalmente en verano--, porque si contienen agua "es un inconveniente, ya que reduce su poder calorífico y el transporte es más costoso".
El científico consideró "fundamental" que la planta "germine bien" y, una vez recogida, debe reunir como requisito un poder calorífico alto. Además, los investigadores tendrán en cuenta que la especie pueda producir alguna otra sustancia de interés, como semillas de uso farmacéutico y aceite para alimentación, así como que sean comestibles por el ganado y sirvan para controlar la erosión, por ejemplo.
Las tres, cuatro o cinco especies finalistas serán sometidas a un estudio de toda su variabilidad genética, para conseguir aquellas que mejor se adapten al frío, a sequías, y que produzcan la mayor cantidad de biomasa con un alto poder calorífico en el menor tiempo posible. Asimismo, se establecerán las que mejor respondan al corte, y que menos inconvenientes tengan cuando vayan a ser quemadas o transformadas.
La materia seca resultante de la poda podrá utilizarse, por ejemplo, como combustible en calderas, una opción que Correal consideró la "más factible y más sencilla en estos momentos, ya que requiere poca cantidad de biomasa". En este caso, la energía se obtiene "quemando la materia para producir calor para calefacción, o quemándola para producir vapor de agua, que mueva una turbina y genere electricidad".
Otra posibilidad, que requiere más biomasa, es la producción de energía eléctrica, así como gasificar la materia seca de las podas. Correal avanzó que, en estos momentos, hay investigaciones de grandes grupos científicos que estudian degradar esa biomasa por procesos de fermentación o por procesos físico-químicos, que son el futuro de los biocombustibles, para hacer funcionar, por ejemplo, automóviles.
De salir adelante, supondrá una alternativa a los cultivos alimentarios que actualmente se utilizan para producir bioetanol o biodiesel, mediante su degradación por fermentaciones o por extracciones de aceites o alcohol. Este proceso "es fácil con alimentos, pero es muy costoso dado que los comestibles elevan su coste en paralelo al de la materia prima".
El científico explicó que "si la tecnología consigue degradar con gran eficiencia todas las fibras de las plantas, podremos tener energía de cualquier cultivo --desde un cardo a una crucífera o una gramínea de las que crecen espontáneas-- y podremos producir también combustibles para mover coches o tractores".
En este sentido, advirtió que la tecnología "todavía no está disponible a nivel de usuarios, aunque sí que es factible su aplicación a la calefacción de un colegio o de un edificio e, incluso, la energía eléctrica en zonas rurales, que se podría producir con materia vegetal desecada".
De momento, el grupo del Imida ha llevado a cabo una plantación experimental de las 30 especies en la finca de Aguas Turbias (Purias) del CIFEA de Lorca, donde estudiarán cómo se comportan para ver qué biomasa producen, cómo responden al corte, la densidad de plantación necesaria, y evaluarán la calidad de la biomasa, para lo que dispondrán de un sitio en el que coger muestras y analizarlas.
Las especies preseleccionadas entre las 1.491 especies o taxones de la flora regional, pertenecen a las familias y géneros de las asteráceas (onopordum, carthamus, scolymus, dittrichia, chrysanthemum), quenopodiáceas (atriplex, bassia, chenopodium, salsola), crucíferas (hirsfeldia), gramíneas (hyparrhenia, piptatherum) y otras (lavatera, zygophyllum).
Adicionalmente, se han seleccionado una decena de especies "control" potencialmente interesantes, ya investigadas en otras áreas mediterráneas, como cynara cardunculus, sylibum marianum, brassica carinata y arundo donax, y alguna especie no mediterránea de gran notoriedad internacional (jatropha curcas).
En total, y durante el segundo año del proyecto, se ensayarán las 30 especies en la finca de Purias para evaluar su comportamiento bajo cultivo, y obtener datos de producción, respuesta al corte y valor energético. En el tercer año, la investigación se centrará en las tres o cinco especies finalistas, a las que someterán a trabajos de fisiología, mejora y reproducción, para finalmente seleccionar material con buena tolerancia a frio y sequía, elevada producción de biomasa, y alto valor energético.
Esta plantación experimental servirá para obtener semillas de los cultivos silvestres --que no se comercializan-- y la intención del proyecto es trasladarlas en un futuro para su desarrollo en zonas de ensayo con potencialidades para recibir este tipo de especies silvestres, en las que no funcionan los cultivos tradicionales por las características extremas de frío o escasez de lluvias.
En concreto, el Imida estudia llevar cabo plantaciones en El Sabinar, donde los cultivos de almendra se hielan, así como en la zona de Lorca a Caravaca de la Cruz, bastante seca, en la que falta agua lluvia para los cultivos tradicionales como los cereales o el almendro.
El criterio económico final "es que la planta produzca del orden de cinco a diez toneladas de materia seca por hectárea. Además, esta materia seca debe tener mucha fibra y que la fibra tenga mucha energía, es decir, un alto poder calórico. Otra cosa que se busca es que genere pocas cenizas, porque molestan a la hora de la incineración", explicó Correal.