MADRID.- La buena noticia es que la miel pura es un producto extraordinario. 
La mala es que posiblemente no la has probado nunca. La mayoría de las 
mieles de supermercado son falsas, importaciones de bajo costo, o están 
incluso mezcladas con sustancias, siropes, azúcar o agua. No me 
atrevería a decir que en todos los casos no es auténtica miel. Ni mucho 
menos. Pero es de una calidad muy inferior que pierde las propiedades de la miel pura: la auténtica. Un subproducto, a juicio de www.merca2.es 
En
 España hay miel fabulosa. Pero como el español medio compra casi 
siempre por precio (¡qué lástima!), la miel española, la de calidad de 
verdad, acaba en el mercado de la exportación. Nuestra miel es muy apreciada en países que pagan lo que cuesta.
 Estamos fuera de ese mercado. Eso es lo que provoca que comamos un 
producto menor, lo que generalmente conocemos por “miel” en la 
estantería de muchos supermercados.
La miel es fundamental para nuestra salud. Ese remedio de la abuelita
 de tomarse una cucharadita de miel en el desayuno para no ponerse malo 
con gripe en todo el invierno funciona, si es miel de verdad, y se hace 
regularmente. Esto tiene base científica.
Una cucharadita de miel 
pura contiene 20 tipos de vitaminas, 18 tipos de aminoácidos, más de 15 
minerales e importantes dosis de antioxidantes y fitonutrientes. Ese es 
el motivo por el que la miel representa una sustancia antifúngica, antiviral, y antibacteriana de primer nivel.
Las
 mieles adulteradas, las de baja calidad, las mezclas y las que no 
provienen de flores (en ocasiones apicultores sin escrúpulos 
proporcionan a las abejas azúcar en vez de flores para producir más 
rápido y más cantidad), no tienen ni de lejos esas propiedades. Si 
quieres encontrar miel “buena” hay que buscar “miel pura”. La “miel industrial” no es ni buena ni mala, simplemente es otra cosa. Por desgracia, el 90% de los españoles es la única miel que consume, aprecia y conoce.
Casi
 toda la miel que se vende en nuestro país es de origen chino o 
ucraniano. El único motivo es el precio. Eso explica el coste irrisorio 
de los supermercados, muy por debajo del precio de producción en España,
 salvo contadas excepciones.
La amenaza de la miel china
China
 es el primer productor de miel del mundo. Eso, que no es una novedad y 
que también ocurre en otros muchos sectores, tiene algunas 
particularidades si hablamos de la producción de miel.
En primer lugar, en el mundo se ha perdido en los últimos 50 años el 40% de la producción de miel.
 Los principales motivos son el cambio climático, con la consiguiente 
desaparición de las abejas, y las enfermedades de las mismas. 
¿Culpables? Pesticidas y herbicidas que merman su población.
En 
ese escenario de reducción de la producción mundial sólo un país, China,
 lejos de sufrirlo como el resto del mundo, aumenta su producción de 
forma exponencial. Este hecho es muy significativo y alimenta las 
sospechas internacionales sobre el mercado de la miel en China. Muchas 
voces se alzan para criticar que detrás hay “más laboratorio que 
abejas”. Hoy China produce 450.000 toneladas de miel al año. Una auténtica barbaridad, y lo hace a un precio tan barato, que sus mieles inundan el mercado mundial.
España consume 30.000 toneladas de miel al año, y produce 34.000 
toneladas. Es decir, deberíamos autoabastecernos y podríamos exportar. 
Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Importamos 30.500 toneladas al año, la gran mayoría de China. ¿Cómo es posible está circunstancia? Sencillo.
Nuestra
 miel, por la variedad floral del país y la temperatura, es de gran 
calidad. Producimos el 15% de miel de la Unión Europea. Mercados como el
 francés, el inglés y el alemán valoran nuestra miel y la importan por 
sus extraordinarias cualidades. Se llevan 25.000 toneladas del total de 
nuestras 34.000 anuales. El resto, unas 9.000 toneladas al año, se 
quedan en España, pero no necesariamente se utilizan bien.
Mucha de esa miel no se vende directamente sino que se mezcla en mínimas proporciones con una gran parte de miel barata, procedente de China, Ucrania o de otros países. Así, nutrimos despensas en países europeos, y nos tomamos la miel importada de bajo coste.
Nuestro
 mercado productor, por su volumen, es de referencia en Europa. El 
pasado año producimos un 4% menos de miel por la desaparición de las 
abejas. Esa 
caída en el primer productor europeo es una preocupación para Europa.
¿Es malo que tomemos miel barata de otros mercados? Bueno, depende de cómo lo miremos, pero debemos entender que la miel en países como China no tiene los controles de calidad que si tiene la europea.
 En ella se encuentran, en ocasiones, trazas de pesticidas y herbicidas 
que están prohibidos en Europa. Se han detectado numerosos casos de miel
 adulterada con agua, azucares, colorantes e, incluso, aluminio.
En España hay unos 2,7 millones de colmenas. El coste de producción de la miel pura es de 3 a 5 euros el kilo. La miel procedente de China llega a España a 1,5 euros el kilo, y eso que en ese precio se incluye el arancel de aduanas que la carga con el 17% al entrar a Europa.
Christophe Brusset, ingeniero agroalimentario francés, autor del celebré libro ¡Cómo puedes comer eso!
 (Península, 2017) declaraba hace años en una entrevista a El País que 
“el mayor fraude alimentario es la miel de los supermercados”. Y añadía 
que ha visitado fábricas de exportación de miel en China “cuyo nivel de 
equipamiento científico y sofisticación es brutal. Técnicamente parecen 
hospitales. Es terrorífico”.
Hace años la miel China no estaba permitida en Europa. Había un embargo al haber sido detectadas sistemáticamente sustancias como metales pesados, antibióticos y otros elementos. Aquel embargo se levantó tras las promesas de las autoridades del país asiático de aumentar los controles sobre los productos.
Un
 informe de la Unión Europea determina que, al menos, el 20% de las 
importaciones de miel son fraudulentas. Eso es especialmente 
significativo por ser la UE tremendamente deficitaria en la producción 
de miel, y de largo el 
primer importador mundial. Del mismo modo la UE señala que la miel es el tercer producto más adulterado del mundo.
La tomadura de pelo del etiquetado 
La
 diferencia de calidad sobre las mieles tiene un añadido. El absurdo 
etiquetado fomenta la picaresca. Si compras miel en el supermercado 
verás que casi seguro la etiqueta pone “Mezclas de miel procedentes de 
la UE y fuera de la UE”. Eso hace que conocer la procedencia del producto que consumimos sea imposible.
 Bajo esa etiqueta puede esconderse una miel de calidad y, lo más 
habitual, combinaciones absurdas pero legales. Por poner un ejemplo 
extremo. Un 99% de miel China y 1% de miel ucraniana, podría llevar la 
leyenda “mezcla de mieles procedentes de la CE y de mieles no 
procedentes de la CE”.
De esta forma tenemos varios tipos de 
etiquetados, sin sentido para el consumidor, ya que uno no sabe a que 
atenerse. La ley beneficia en este caso al fraude y al engaño:
— «mezcla de mieles de la CE»,
 — «mezcla de mieles no procedentes de la CE»,
— «mezcla de mieles procedentes de la CE y de mieles no procedentes de la CE».
Una
 de las grandes cooperativas españolas es Montemiel. Fundada en 1978, y 
situada en comarca de la Siberia extremeña, cuenta con más de 300 
socios. Su secretario, José Antonio Babiano, explica a MERCA2 el caos de
 la reglamentación: “Este etiquetado, «mezcla de mieles originarias y no originarias de la UE», no nos permite interpretar nada. Ese es el verdadero problema, la falta de información al consumidor sobre la procedencia de la miel,
 y ampara absolutamente todas las posibilidades en porcentajes de mezcla
 y en países de origen. Sirve para una mezcla de miel de China y 
española tanto como para una mezcla de miel francesa y mexicana por lo 
que no existe interpretación posible”.
Es importante recordar que, aunque sea ridículo, este etiquetado es 
legal y se encuentra amparado por la directiva 2001/110/CE del Consejo 
de 20 de diciembre de 2001 a través del Real Decreto 1049/2003, de 1 de 
agosto, por el que se aprueba la Norma de calidad relativa a la miel.
Ahí
 entran en el juego una buena parte de nuestras 9.000 toneladas al año 
de consumo propio en nuestro país. Parte se vende como miel pura, pero 
otra parte acaba siendo utilizada para mezclar mieles baratas y de baja 
calidad procedentes de otros mercados. Será miel, pero no es lo que 
esperas de la miel. Es una engañifa legal y tolerada que no conoce el consumidor y las autoridades.
 Para José Antonio Balbiano, no hay duda: “Una gran parte de las mieles 
que se comercializan en supermercados corresponden a mezclas de 
diferentes mieles de importación (a precios muy económicos) como hemos 
comentado antes, lo que incrementa el margen de beneficio de las grandes
 empresas”. Con la actual ley en la mano, es totalmente lícito.
Es
 obvio que un frasco de 500 gramos de miel no puede costar 1,5 euros en 
un supermercado. O bien, no es miel o, al menos, no es miel pura.
Así se falsifica la miel
La
 miel se falsifica de múltiples maneras. Y lo peor es que hay sospechas 
de que determinados países lo han sofisticado mucho más estos años.
En
 primer lugar, y aunque parezca mentira, purificándola: la miel tiene 
ceras y polen; son ingredientes naturales y necesarios. Se pueden 
filtrar para obtener un producto de más calidad, pero en ocasiones se 
extraen todas para dar una imagen uniforme. Eso lo hace más atractivo a 
nivel visual a ojos de un consumidor que quiere ver todo homogéneo, pero
 resta propiedades y calidad. Esta practica es empleada sin pausa para 
generar fraude. Al eliminar el polen y las ceras es casi imposible conocer la procedencia de esa miel. De manera que es una practica generalizada para evitar que se detecte el mercado de origen.
En
 segundo lugar, añadiendo azúcares o agua. Es algo bastante habitual. 
Todos estos aditivos dan mucho más de si la cantidad de miel una vez 
mezclados. Por supuesto la calidad resultante queda adulterada, pero el costo se abarata extraordinariamente. Se aumenta el porcentaje de producto de forma paralela pero, a su vez, si era miel pura, deja de serlo inmediatamente.
Por
 último, según su producción. Las condiciones de recolección de las 
abejas son importantes. Poco o nada tienen que ver las abejas de bosque,
 que recolectan polen en su hábitat, con auténticas granjas en países 
asiáticos en las que las ceban con jarabes y azúcares. Las medican para que produzcan más y no ven una flor ni en primavera.
 La producción no tiene nada que ver y la presencia de exceso de 
azúcares, ausencia de propiedades beneficiosas, e incluso detección de 
metales pesados en la miel, llega a ser constante.
¿Cómo podemos reconocer la miel de calidad? 
Desde
 Montemiel nos ponen sobre la pista. El análisis de la “autenticidad” de
 la miel (que sería lo más parecido a garantizar su calidad) es complejo
 y costoso. En estos momentos se está comenzando a utilizar tecnología 
de Resonancia Magnética Nuclear, lo que puede hacernos ver las 
dificultades que entraña. Por ello no se disponen de cifras reales de presuntos fraudes o posibles adulteraciones. Esto hace que sea prácticamente imposible detectar estas “presuntas” prácticas a nivel de consumidor.
Las
 recomendaciones básicas para adquirir una miel con mayores garantías de
 “autenticidad” serían: huir de las marcas blancas etiquetadas con la 
leyenda “mezcla de mieles originarias y no originarias de la UE”; 
adquirir, si es posible, la miel a través de productores o cooperativas 
apícolas; o bien, adquirir producto que se encuentre etiquetado de 
manera clara con el país-países de origen (ej. País de origen: España). 
Igualmente las certificaciones de DOP, IGP, etc, como marcas de calidad,
 ofrecen garantía para los productos que comercializan. Internet es un 
gran aliado para ello, permitiendo el acceso directamente a cooperativas
 donde se puede adquirir el producto directamente sin intermediarios.
Una de las complicaciones más comunes es encontrarse con miel 
procesada. Esto se hace con la intención de que el producto dure más 
tiempo pero como contraposición nos encontramos con un tipo de miel a la que se le añade fructosa. De esta forma la miel no se cristalizaría, proceso que es natural en las mieles puras.
Hay
 diferentes formas para comprobar si estamos tomando miel natural o 
procesada. En primer lugar, y como ya se ha comentado con anterioridad, 
la miel se solidificará –o cristalizará– con el tiempo. Otra de las 
formas para comprobar que estamos comprando una buena miel es mirar la 
etiqueta y asegurarse de que no aparezca en ningún momento: “jarabe de 
alta fructosa”.
Si ya tenemos la miel en casa, y queremos saber si
 se hizo bien en comprarla o no, se pueden hacer pequeños y sencillos 
experimentos como coger miel con una cuchara e introducirla en un vaso 
con agua: si esa cucharada se disuelve, la miel es procesada. Por 
último, podemos mojar un trozo de pan en miel y ver si al rato el pan 
está blando o sigue duro. Si se mantiene duro, la miel es pura.
Beneficios para la salud
La
 miel es uno de los alimentos naturales que más controversia crea en el 
mercado, no solo por la gran diferencia de nutrientes –buenos y malos– 
que podemos encontrar, sino también por la adulteración que sufre antes 
de su venta.
A pesar de esto es necesario conocer que la miel es altamente beneficiosa para la salud,
 ya que es mucho más que simple fructosa líquida. La miel, como alimento
 natural, contiene diferentes antioxidantes, polen, vitaminas, minerales
 y aminoácidos como arginina, lencina y alanina. En una porción típica 
de miel puedes encontrar un 82% de azúcar por peso: del total, un 40% es
 fructosa.
La miel es conocida por sus múltiples usos medicinales.
 Puede ayudar a los órganos internos pero también a los problemas que se
 dan en la piel por sus funciones antibacterianas y cicatrizantes. En 
muchos de los conocidos como ‘remedios de la abuela’ se pueden encontrar
 recetas en las que se incluye la miel como herramienta para nutrir el 
cabello y, al mismo tiempo, para combatir el acné, la sequedad de la 
piel y las heridas abiertas.
A lo largo de los años se han ido 
desarrollando diferentes estudios que demuestran cómo funciona la miel 
en nuestro sistema inmunológico y arterial. Es capaz de reducir la 
proteína C-reactiva (CRP), proteína que avisa de algún tipo de inflamación.
 Del mismo modo, consigue reducir los niveles de colesterol LDL –más 
conocido como ‘colesterol malo’– y triglicéridos en sangre.  A pesar de 
ser un producto que proviene del polen y las flores, también cumple con 
la función de controlar las alergias.
La miel no solo le hace 
frente a pequeñas irritaciones o inflamaciones, también se enfrenta a 
enfermedades de gran envergadura como lo puede ser la demencia. Según un
 estudio realizado en el departamento de Biológica Molecular de la 
Universidad Jahangirnagar de Bangladesh, sus componentes polifenólicos previenen la inflamación de los tejidos neuronales. En
 esta misma línea, la miel se conoce como un relajante natural que 
reduce el estrés metabólico; gracias al glucógeno que crea el hígado a 
raíz de la fructosa se evita la liberación de las hormonas del estrés, 
se recupera el sueño e incluso puede regular el ciclo menstrual de la 
mujer.
Todo esto se debe a los diferentes componentes con los que 
cuenta y de las transformaciones que hace el cuerpo humano con ellos. A 
pesar de todos estos beneficios no está recomendada para el consumo en 
niños menores de tres años y para todas aquellas personas que son 
diabéticas por su alto contenido de azúcar.
No hay una sola manera de tomar miel y tampoco una única dosis 
correcta porque cada cuerpo es un mundo diferente. Lo que sí sirve como 
norma general es que no es bueno abusar de ningún alimento. Lo mismo 
pasa con la miel. Es beneficiosa en muchos ámbitos pero también tiene un
 alto contenido de fructosa, lo que significa que el nivel de azúcar es 
muy elevado. Se recomienda tomar una cucharada al día, 
ya sea por la mañana o por la noche, o incluso incluir este alimento 
como condimento en nuestro desayuno o merienda, pero no se recomienda 
tomar grandes cantidades de miel diariamente.
Diferentes tipos de miel
Se
 pueden encontrar infinidad de tipos de miel en todo el mundo, ya que 
dependerá de la flor que predomine en un hábitat concreto. Centrándonos 
en algunas de las que podemos encontrar con más facilidad en España 
tenemos:
- Miel de tomillo. Aunque su color 
suele variar dependiendo de la época del año, suele tener un aspecto 
rojizo y un aroma muy intenso. Entre sus propiedades más destacables 
está la de ayudar a la regulación menstrual. Además, es recomendable 
consumirla para controlar el asma y la tensión arterial.
- Miel de tilo.
 Es uno de los tipos que más fácil se cristaliza. Tiene un color 
amarillento y un aroma fragante. Es beneficiosa para tratar las ulceras 
gástricas y la ansiedad.
- Miel de trébol. Aunque
 es históricamente conocida por su función como aclarador de cabello y 
piel por sus pequeñas cantidades de peróxido de hidrógeno, también se 
conoce por poseer una función energizante.
- Miel de espliego.
 Se produce a través de la flor de lavanda y tiene un gran poder 
antiséptico y bactericida, por lo que se recomienda para heridas e 
incluso para procesos de diarrea.
- Miel de eucalipto.
 Es originaria de Sudamérica y se utiliza como tratamiento para 
resfriados y para afecciones respiratorias, de la misma forma que se 
utiliza la flor en sí.
- Miel de romero. Sirve en
 gran medida para los problemas digestivos, siendo un gran estimulante 
hepático, ya que ayuda a la descongestión del hígado.
- Miel de azahar.
 En este tipo de miel podemos encontrar un conjunto de propiedades que 
ya hemos conocido con anterioridad como la función cicatrizante o 
relajante.
Entre todas, las más recomendables son aquellas que tienen la tonalidad más oscura por su potencial antibacteriano.
Como
 sucede con los demás alimentos, no se debe abusar de la miel, por lo 
que hay que saber cuándo y cómo tomarla. Se puede utilizar como 
endulzante del café o la leche, como acompañamiento de nuestra tostada o
 yogurt. También como salsa para las ensaladas o simplemente tomar una 
cucharada al despertar o antes de irse a dormir.
La mejor manera de llevar un control es tomarla en el desayuno o incluso en pequeñas dosis en el café, ya que la miel endulza más que el propio azúcar.
En España piensas en La Granja San Francisco
Cuando
 hablamos de miel de supermercado, siempre pensamos en La Granja San 
Francisco. Es la marca más conocida de miel en España. Mucho de ese 
efecto viene conseguido por medio de la televisión.
Granja San Francisco es una empresa española con más de 83 años de 
tradición e historia: desde 1934 ofrece miel y presumen de respetar al 
máximo el ecosistema de las abejas.
Mi primera duda es de 
párvulos; ¿existe realmente “La Granja San Francisco” propiamente dicha?
 ¿O no es más que una marca comercial? La solución es sencilla: no existe una Granja San Francisco.
 La miel se extrae de colmeneros de diferentes fincas, pero algunas 
fuentes de época vinculan conventos y monasterios franciscanos de la 
zona de Valencia con el origen de las primeras mieles que se elaboraron.
La
 Granja San Francisco llegó a tener una cuota de mercado del 25% en 
nuestro país. En el último año de registro de cuentas (2016), con la 
herramienta Insight View, vemos que facturaron 31 millones de euros, con
 un resultado neto de 393.000 euros, contando con una plantilla de 63 
personas contratadas.
Tienen algunas mieles 100 x 100 españolas: 
son las monoflorales y las ecológicas. Y también de otros orígenes 
europeos, suramericanos o asiáticos, en función de las épocas del año y 
el clima.
Podemos ver la 
diferencia de precios de unas y otras. Miel monofloral 100×100 española 15,57 euros el kilo  Mientras que
 la miel no española de flores de
 la misma marca la encontramos a 6,60 euros el kilo. No sólo operan en 
España sino que presumen de ser la marca de miel no árabe más vendida en
 países como Iraq, Túnez, Argelia, Líbia, Jordania, Líbano y Marruecos.