MURCIA.- Era un precursor del futuro desde su doctorado en Filosofía y Letras, tras sus primeros estudios en Alicante, y uno de esos prohombres que ahora tanto se echan en falta en nuestra región.
El aristócrata Adrián Viudes Guirao se adelantó a su tiempo en el primer tercio del siglo XX desde su condición de gran enamorado de la agricultura y de lo que hoy llamamos aplicación de las tecnologías, en su caso de base industrial, que él mismo diseñaba y daba utilidad en la Vega Baja del río Segura. En 1914 abrió en Murcia la primera concesionaria para venta de automóviles, que eran 'Ford', lo que supuso el arranque de su progresión empresarial.
El aristócrata Adrián Viudes Guirao se adelantó a su tiempo en el primer tercio del siglo XX desde su condición de gran enamorado de la agricultura y de lo que hoy llamamos aplicación de las tecnologías, en su caso de base industrial, que él mismo diseñaba y daba utilidad en la Vega Baja del río Segura. En 1914 abrió en Murcia la primera concesionaria para venta de automóviles, que eran 'Ford', lo que supuso el arranque de su progresión empresarial.
El Museo de la Ciudad cerró anoche un ciclo dedicado a ese tipo de personajes que forjaron la más cercana grandeza de Murcia, en la que antecedieron a la sesión sobre Viudes la del empresario Joaquín Cerdá Vidal -creador de los legendarios almacenes 'La Alegría de la Huerta'- y del irrepetible Juan López-Ferrer Moreno, un conocido hombre de negocios coétaneo de los dos anteriores, aunque un poco más jóven, que revolucióno los modos y la forma empresarial de la Región desde empresas suyas tan adelantadas como 'Vigaceros'.
Un nieto del personaje, el economista Adrián Ángel Viudes Viudes, desarrolló a lo largo de una hora toda su peripecia desde su destacado tiempo en Almoradí (Alicante), que le debe el mayor impulso de bienestar y progreso conocido en este pueblo, para luego trasladarse a vivir a Murcia, mientras otro nieto, el ingeniero agrónomo José Luis Albacete Viudes, ilustró a la audiencia, en su mayoría descendientes directos del recordado emprendedor, sobre su faceta agraria innovadora, como los abonos compuestos, selectivos según cultivo, para los que se inspiró leyendo una revista norteamericana especializada de la época. Y el análisis gratuito de tierras de cultivo en su laboratorio edafológico.
De lo que no quedó duda, al final, fue de que la mejor historia de Murcia en la primera mitad del siglo XX no se puede entender sin conocer la vida y obra ejemplares de Adrián Viudes Guirao, un noble - descendiente directo del primer embajador del Reino de España ante el Gobierno de George Washington- que volvió a probar su nobleza tres siglos después y del que sus nietos aún vivos recuerdan de él una gran bondad y ternura con todos ellos.
De lo que no quedó duda, al final, fue de que la mejor historia de Murcia en la primera mitad del siglo XX no se puede entender sin conocer la vida y obra ejemplares de Adrián Viudes Guirao, un noble - descendiente directo del primer embajador del Reino de España ante el Gobierno de George Washington- que volvió a probar su nobleza tres siglos después y del que sus nietos aún vivos recuerdan de él una gran bondad y ternura con todos ellos.
Hijo del diputado Adrián Viudes Girón (III Marqués de Rioflorido) y de Delfina Guirao y Girada, obtuvo el doctorado en Filosofía y Letras por la Universidad de Murcia, aunque su verdadera vocación fue la de empresario en el campo agrario, hostelero (hotel 'Los Arcos'), sanitario (sanatorio 'Vírgen de la Vega') y automovilístico (distribuidor de los automóviles 'Ford'). También patentó en los años 40 una silla plegable. En 1907 contrajo matrimonio con Amparo Romero Elorriaga (con ella en la imagen inferior), una murciana con sangre vasca, hija de Luis Romero Saínz, coronel de Ingenieros, y persona determinante en el devenir vital de su marido.
Adrián Viudes comenzó como vendedor de harina a comisión, seguido de vendedor de abonos químicos. Montó una agramadora para el cáñamo e instaló los primeros motores de gas pobre que le sirvió para el alumbrado de su fábrica, aunque después empezó a dar servicio de electricidad a todo Almoradí y pueblos cercanos, comprando la energía a Riegos de Levante.
En el programa de la Feria de Almoradí en 1930 se podía leer: “hombre estudioso a cuya invención se debe el elevador “Sadrián” aparato patentado para surtir de aguas potables a nuestro pueblo. Además del suministro de aguas y distribución eléctrica, su fábrica de hielo (montada según todos los adelantos modernos) abastece a todos los pueblos de la comarca. Molino de pimentón, venta de abonos y primeras materias primas, diferentes clases de máquinas agrícolas y representación de los afamados vehículos Wipper y Willys”.
Adrián Viudes comenzó como vendedor de harina a comisión, seguido de vendedor de abonos químicos. Montó una agramadora para el cáñamo e instaló los primeros motores de gas pobre que le sirvió para el alumbrado de su fábrica, aunque después empezó a dar servicio de electricidad a todo Almoradí y pueblos cercanos, comprando la energía a Riegos de Levante.
En el programa de la Feria de Almoradí en 1930 se podía leer: “hombre estudioso a cuya invención se debe el elevador “Sadrián” aparato patentado para surtir de aguas potables a nuestro pueblo. Además del suministro de aguas y distribución eléctrica, su fábrica de hielo (montada según todos los adelantos modernos) abastece a todos los pueblos de la comarca. Molino de pimentón, venta de abonos y primeras materias primas, diferentes clases de máquinas agrícolas y representación de los afamados vehículos Wipper y Willys”.
Su fugaz inmersión en la política comienza durante la Dictadura de Primo de Rivera, cuando le fue ofrecida la alcaldía de la ciudad de Murcia, un cargo que nunca llegó a ocupar al ser retenido en Castellón por carecer de un salvoconducto. Fue presidente de la Confederación Hidrográfica del Segura en 1935 y presidente de la Cámara de Comercio de Murcia en 1944, desde donde adquirió terrenos en Alcantarilla para el aeropuerto civil 'Cierva Codorniu' que luego fueron cedidos al Ejército del Aire. Finalmente, en 1952, impulsó la Feria de Muestras, que luego devendría en la Feria de la Conserva y Alimentación, y el Centro de Inspección de las Exportaciones en la estación Blanca-Abarán. También presidió el Círculo Mercantil de Murcia.
Durante la Guerra Civil Española
organizó talleres dentro del Campo de Trabajo de Orihuela, en los
que se elaboraban cestos de pita y rafia y cinturones que luego eran vendidos a los
combatientes de las Brigadas Internacionales en el frente. Hasta inventó un telar. Ayudado por el resto de reclusos y sus familiares (que aportaban desde la calle el material necesario), consiguieron vender sus productos principalmente a los rusos, hasta ganar 90.000 pesetas de la época en un año.
Tras serle expropiadas tierras y negocios, fue condenado a muerte por rebelión (acusado de ser en Murcia cabeza de la Quinta Columna) por el Tribunal Especial Popular, hasta serle conmutada esta pena por la de cadena perpetua. Sin embargo, durante el Franquismo no se mostró abiertamente en contra pero no era nada partidario del Régimen aunque llegó a ser recibido personalmente en El Pardo por el Generalisimo y fue el primer presidente provincial en Murcia de la Hermandad de Cautivos por España.
En un chalet de su propiedad se estableció el Liceo Politécnico de Almoradí en 1946, dos años antes se había inaugurado el campo de fútbol “Sadrián” (nombre de su empresa) en terrenos (también de su propiedad).
Tras serle expropiadas tierras y negocios, fue condenado a muerte por rebelión (acusado de ser en Murcia cabeza de la Quinta Columna) por el Tribunal Especial Popular, hasta serle conmutada esta pena por la de cadena perpetua. Sin embargo, durante el Franquismo no se mostró abiertamente en contra pero no era nada partidario del Régimen aunque llegó a ser recibido personalmente en El Pardo por el Generalisimo y fue el primer presidente provincial en Murcia de la Hermandad de Cautivos por España.
En un chalet de su propiedad se estableció el Liceo Politécnico de Almoradí en 1946, dos años antes se había inaugurado el campo de fútbol “Sadrián” (nombre de su empresa) en terrenos (también de su propiedad).
Aficionado a la pintura, llegó a
realizar bocetos para las carrozas del Entierro de la Sardina y la Batalla de Flores, en la línea artística y creativa heredada por su malogrado nieto y dramaturgo Luis Federico Viudes Viudes, al que incluso se parecía físicamente a su misma edad, aparte de ser una gran melómano y recurrente jugador de ajedrez con su chófer Juan y su nieto Alfonso Albacete como compañeros fijos.
Las principales posesiones de Adrián Viudes Guirao, dedicadas predominantemente al cultivo de cítricos, se encontraban en Almoradí y Beniaján. Su finca beniajanense de Monteazahar, de la mano de su incondicional ayudante Domingo López, llegó a ser una de las más productivas del Levante español; en esta localidad también mantendría su residencia habitual, donde se erigía la casa-palacio familiar de Villa-Azahar en estilo modernista. En verano era un habitual de Santiago de la Ribera, donde igualmente poseía una casa en primera línea de mar (Menor) y que, como persona detallista y generosa, hizo construir en estilo de las de caserío vasco en homenaje a su madre política, Filomena Elorriaga Ibarreta.
Etapa en Almoradí
Etapa en Almoradí
Este aristócrata, político, y principalmente empresario, es hoy un
gran desconocido para la mayoría de los habitantes de Almoradí, al que sin embargo, le
deben el mayor impulso de bienestar y progreso conocido en este pueblo del sur de Alicante.
Una gran parte de su niñez la pasó aquí, en Río-Florido, donde su
padre tenía extensas propiedades, y donde daría comienzo un proyecto
empresarial que acabaría transformando completamente Almoradí.
Aquí heredó una importante finca, la de Sadrián, donde construyó
poco antes de su boda con Amparo, celebrada en 1907, una
imponente casa-chalet que en 1946, ya en estado de abandono, cedió a su
amigo y profesor Antonio Sequeros para el tan añorado Liceo Politécnico.
La Quinta Sadrián, así era conocida esta bella casa solariega, se
construyó en puro estilo español entre un inmenso bosque de eucaliptos y
palmeras (aún queda alguna detrás del campo de fútbol), y su interior
atesoraba bellos muebles castellanos del siglo XV, valiosos cuadros y
una importante biblioteca.
En un increíble salto acrobático, este hombre equilibrado y tranquilo percibido siempre como un caballero, cambió la aristocracia y su
licenciatura en Filosofía y Letras por la venta de sacos de harina, y
más tarde, por la fabricación de sus propios abonos químicos compuestos de inspiración norteamericana de marca
“Sadrián”.
Aquí se dió cuenta de lo interesante que podía ser el agramado del
cáñamo y montó una primera agramadora mecánica con motores de gas pobre,
alimentados con la gramiza de la propia planta.
Con esa energía comenzó a suministrar electricidad, por primera vez
a todo el pueblo, y mas tarde, a todos los de alrededor, aunque para
ello tuvo que acabar comprándola a Riegos de Levante… y así nacieron las Distribuciones Eléctricas Sadrián.
Con la electricidad llegó otro gran negocio: la venta de hielo,
producto que también era demandado por toda la comarca. Y con el hielo,
las primeras fuentes de agua potable y la distribución de la misma a
todo Almoradí. Para ello inventó y patentó el elevador Sadrián, un
impulsor centrífugo que elevaba grandes caudales de agua desde la
Acequia Mayor hasta sus balsas de potabilización. Nacía así otra gran empresa: “Aguas Potables Sadrián”.
Pero esto solo fue el comienzo, ya que le seguirían un Molino de
pimentón, distribuciones de todo tipo de maquinaria agrícola e
industrial…hasta la Caja Rural de Ahorros de Almoradí, que fundó junto a Ramón
Martínez Grau y Mariano Cortés el día de San Andrés de 1902.
Por entonces entró a trabajar en su empresa un joven llamado Manuel
Follana López, muy avispado y resuelto, que le pidió ser
mecánico y que, tras algunos años en Alicante en su delegación de
automóviles (era distribuidor exclusivo desde 1914 de las marcas
“Maxwell”, “Ford” y “Lincoln”), se convirtió en la persona de
confianza y encargado de todos sus negocios en Almoradí, y en un
adelantado a su época.
Viudes llevó a Almoradí el primer automóvil a motor, y también, ya en
la década de los cincuenta, un ingenio presentado en la Feria de
Bruselas y que él mismo describió como “una caja de madera y cristal por
delante al que llaman televisor”. Aquella caja de madera y cristal,
situada convenientemente en la ventana de su casa (en la fábrica de la
luz), se convirtió en una atracción para todo el que pasaba camino del
Liceo. Los llegó a fabricar con la marca 'Sadrián'.
Con la llegada de la Guerra Civil le fueron expropiadas tierras y negocios. La finca Sadrián pasó a manos de la Colectividad de Obreros
Agricultores que la llamó “Francisco Galán”. El Tribunal Especial
Popular le condenó finalmente a cadena perpetua por el delito de rebelión y fue
encerrado en el Campo de Trabajo de Orihuela, donde organizó la
producción de cinturones y cestas que vendía al Ejército Republicano.
Acabada la contienda intentó fabricar un pequeño automóvil de
plástico que finalmente no le fue autorizado. Lo que sí fabricó fueron
sus propias motocicletas, las “Sadrián”, con un motor diseñado en Cataluña.
El progreso trajo cámaras frigoríficas que acabaron con la demanda de
hielo y las distribuciones de agua pasaron a manos municipales tras el
acuerdo alcanzado por el alcalde Guillermo Morales con la familia Viudes
y la Mancomunidad de los Canales del Taibilla, ya al inicio de los años ochenta del
pasado siglo.
Por entonces ya hacía varias tiempo, al comienzo de los sesenta, que
la fábrica de la luz se había vendido a la empresa Riegos de Levante,
absorbida años después por Hidroeléctrica Española.
En terrenos de su propiedad se construyó, en 1944, el primer campo de
fútbol municipal (hoy parte del parque de la “U”), al que seguiría, ya
en 1986, el “Nuevo Sadrián” sobre las ruinas del Liceo.
De todo aquello solo encontramos hoy el recuerdo de su finca y sus
empresas en el nombre del actual estadio de fútbol; y en un soterrado
brazal, que parte desde la Acequia Mayor y que un día regó los extensos
viñedos del marqués, que ocupaban toda la finca.
Su nombre, el de Adrián Viudes, se puede encontrar en la calle que,
precisamente, conducía por lo que entonces era un estrecho camino entre
naranjos y fuerte olor a azahar, hasta la desaparecida Quinta Sadrián.
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