Tomo prestada la pregunta que se hacía ayer en Facebook Jaume d’Urgell
y lo felicito por haber encontrado una forma tan concisa y diáfana de
plantear uno de los asuntos más turbios de la política española. Si
también tomara prestada la respuesta casi unánime que recibía de sus
lectores (“al Anti-PSOE”) este post acabaría aquí.
Pero
hay algo más. Por supuesto, la causa a la que Julio Anguita ha
consagrado su vida ha sido impedir que el PSOE gane elecciones. Ese es
su principal objetivo, il sorpasso. Es una fijación compartida
con muchos comunistas que, a falta ya de otros signos de identidad, solo
se reconocen en su animadversión a la socialdemocracia.
Anguita
es un superviviente del viejo leninismo, el que rompió con la
socialdemocracia traidora con ánimo de liquidarla. Es el continuador del
estalinismo que tanto contribuyó al desarrollo del fascismo europeo con
su política antisocialista. Un testigo amargo del último intento
comunista de quitar el sitio a la socialdemocracia como quiso hacer
Carrillo con aquel invento del Eurocomunismo y que ahora pretenden reeditar los neocomunistas de Podemos.
Anguita
dice “deberse” a IU. Al fin y al cabo, la fundó él con la clara y
esperable intención de dar matarile al socialismo democrático en los
años 80. Pero alaba a Podemos y prácticamente pide el voto para ellos.
También es de ese Foro Cívico que ha puesto en marcha como plataforma
personal. Y, por supuesto, supongo, del PCE. En definitiva, ¿cuál es su
partido? Ninguno. El que en cada momento más ayude a hundir al PSOE.
Esta
izquierda fragmentada, enfrentada en incontables corrientes, suspira
por la unidad como el personaje de Kafka espera inútilmente que se le
abran las puertas de la Ley. Y tan anhelada unidad se prevé, no ya al
margen del PSOE, sino en contra de él. La fórmula, prodigiosamente
inepta de PSOE-PP la misma mierda es, sintetizada por mandato de Twitter en PPPSOE no es nueva en la intención. Los comunistas han llamado siempre cosas feas a los socialdemócratas, socialtraidores, socialfascistas en el siglo pasado y socialiberales
en este. Los pobres socialistas cargan siempre con algún sambenito.
Curiosamente la socialdemocracia es la única forma de la izquierda que
ha gobernado en Europa antes y después de la segunda guerra, la única
que ha hecho algo tangible, por ejemplo, el Estado del bienestar, que
ahora todos consideran meta deseable. Hasta quienes lo están dinamitando
en el PP. Las otras izquierdas no han hecho más que hablar. Y, en donde
han hecho más que hablar (en Europa oriental), mejor es no hablar. La
prueba es que en eso, al menos, están calladas.
No,
no, se dice. Lo de ahora es nuevo. La socialdemocracia ha traicionado a
la socialdemocracia. Hoy, el programa socialdemócrata es
revolucionario. La “verdadera” izquierda se ha hecho “verdaderamente”
socialdemócrata, como cabía esperar, porque la vieja socialdemocracia se
ha hecho neoliberal. Probablemente haya mucho de verdad en este juicio y
la socialdemocracia haya ido perdiendo sus rasgos distintivos hasta
incurrir en la actual crisis ideológica, más parecida a un marasmo del
que no sabe cómo salir. Pero el juicio es inadecuado. En primer lugar no
es cierto que sea algo nuevo. Los comunistas nacieron hacia 1919
acusando a la socialdemocracia de traición. Y así siguen.
En
segundo lugar, hay una evidente injusticia. La socialdemocracia se ha
adaptado a la lógica neoliberal en gran medida. Pero ¿por qué se juzga
como una traición y no como un fracaso? Todos los ojos miran hoy a
Grecia, a ver si puede articularse una política socialdemócrata no
neoliberal. De momento no lo parece. Y más allá de Grecia. Al hundirse
el comunismo realmente existente, los comunistas ya no propugnan la
socialización de los medios de producción, la planificación centralizada
ni la abolición del mercado. ¿Han traicionado o reconocen
implícitamente que fracasaron? Y, si eso es así, ¿por qué el fracaso de
la socialdemocracia a la hora de defender su propio Estado del bienestar
no es un fracaso sino una traición? Porque los socialdemócratas están
condenados de antemano por la “verdadera” izquierda, hagan lo que hagan.
Son inherentemente, traidores. O algo así piensa Anguita.
Bueno, en último término, este rollo está muy bien, pero son neiges d’antan.
No tan lejanas como las de la guerra civil pero tampoco de ahora, como
las de la lucha contra los desahucios, que es en dónde hay que estar, en
la transversalidad de los movimientos, la unidad popular, el
empoderamiento de los de abajo, sin trileros de izquierda ni derecha, en
lo espontáneo y asambleario, en el populismo bien entendido, en la
soberanía de todos, en lo nacional-popular.
Entonces,
¿por qué sacar a Anguita? ¿Por qué declararlo referente? ¿Por qué
escucharlo como al oráculo de Delfos? ¿Por qué reconocer su autoridad?
En su obsesión anti-PSOE, Anguita destruyó IU y, al abrazarse ahora a
Podemos, también lo está destruyendo.
Los
sondeos llevan una temporada señalando tendencia a la baja del partido
de los círculos, con gran contento de numerosos analistas que piden
reconocimiento de yoyas, yo ya lo dije, yo ya
lo sabía. Por el contrario, Palinuro, que siempre ha apostado por una
coalición PSOE-Podemos por considerarlos a ambos izquierdas, está
desolado.
Es
dudoso que la constelación IU/Podemos invierta la tendencia bajista en
intención de voto en el escaso mes que queda. Sobre todo porque
interviene el imprevisible factor Ciudadanos. Pero, mientras tanto,
debieran preguntarse si la decisión de sacar a Anguita como si fuera el
Séptimo de caballería no es disparatada. Anguita trae puesta la bronca
PSOE-comunistas. Es su vida. En España, hoy como ayer, la línea de
fractura es entre izquierda y derecha. Los nuevos líderes lo niegan,
pero la gente sigue pensando en términos de izquierda-derecha y,
atención, centro, el punto geométrico sobre el que pivota esa etérea figura de la centralidad política. Y no es difícil ver aquí el truco de decir que ambos términos no son lo mismo porque el centro es un mazacote inmóvil y la centralidad política consiste en seducir al mazacote y llevárselo a un extremo.
Dos
preguntas: 1ª) ¿cómo se espera alcanzar el centro si se echa a patadas a
la izquierda que se relaciona con él? 2ª) ¿cómo se espera triunfar
cuando no se dispara contra los de enfrente sino contra los del mismo
campo? No es esperable (aunque no sea imposible) que gane la guerra un
ejército que combate contra sí mismo.
Exageran
quienes dicen que, en el fondo, lo que Anguita quiere es que gane el
PP. No es así exactamente. Está dispuesto a hacer pinza con él como ya
la hizo en los años 90 y todavía hoy emplea más tiempo y energía en
anatematizar al PSOE que en criticar al PP, al que prácticamente, no
menciona. Pero su fin no es que gane la derecha, sino que pierda el
PSOE. El triunfo de la derecha es una consecuencia colateral no querida.
Lo mejor para él sería que el PSOE perdiera y las elecciones las ganara
el Partido Comunista, bajo su forma prístina o en alguno de sus
camuflajes, como IU, Podemos o lo que sea. No siendo así, mientras no
gane el PSOE, ¡qué vamos a hacerle si gana el PP!
Este PP.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED