Hay en la vida pública española algunos políticos que siguen necesitando a ETA para construir cualquier discurso. Todo es ETA. Y lo que no es aceptable es que detrás de la sangre que los terroristas han dejado se trate de hurtar a la sociedad una gran victoria democrática. 

Se preguntaba este viernes el exlehendakari Juan José Ibarretxe: "Pero... ¿no era esto por lo que suspiramos durante 40 años?". Y no le falta razón. Ha habido una rendición de la banda terrorista en el único rincón de Europa en que hasta hace muy pocos años se seguía asesinando a ciudadanos inocentes. Catalunya lo ha padecido en varias ocasiones en estas décadas y ha perdido ciudadanos anónimos y también ilustres, como Ernest Lluch. 

 Todos han sido víctimas de la barbarie, pero la nueva época no se debe construir desde el rencor. El dolor de las víctimas es muy legítimo, pero debe hacerse un esfuerzo de mirar hacia adelante. Y la sociedad vasca, en este aspecto, está ofreciendo desde hace un cierto tiempo un inmenso ejemplo.

No se puede seguir viviendo contra ETA ya que la banda ha dejado de existir. Esta debe ser a partir de ahora la gran lección porque, como ha dicho Ibarretxe era la noticia más esperada desde hacía muchos años y los que han hecho de este tema su modus vivendi no deben contaminar la situación actual. 

Discursos como el del exministro del Interior Jaime Mayor Oreja vinculando el terrorismo de ETA con el independentismo catalán no solo es un insulto hacia el conjunto de la sociedad catalana, sea independentista o no, sino una gran mentira. No solo Catalunya se ha opuesto a cualquier tipo de violencia siempre sino que incluso el propio independentismo de la época -años noventa- ayudó a desmontar los pequeñísimos núcleos existentes que simpatizaban con ETA. Cualquier otro análisis está alejado de la verdad y Mayor Oreja lo sabe perfectamente. Otra cosa es que le guste.

El independentismo vasco será más o menos fuerte que el catalán. Hoy es difícil de saber en la realidad cotidiana de la sociedad vasca, pero institucionalmente el catalán lleva una cierta ventaja. El lehendakari, Íñigo Urkullu, ha hecho una apuesta moderantista suscrita muy mayoritariamente por el PNV a partir de una incomparable situación financiera de las arcas de la comunidad autónoma vasca. La opción del PNV es legítima, como es legítima la vía del independentismo catalán. 

Aquel discurso de la transición de que en ausencia de violencia se podría hablar de todo se ha visto que eran tan solo palabras. Ni antes ni ahora se ha podido hablar de todo. Pero ETA ya no está y muchos discursos no se podrán seguir haciendo si no es a riesgo de hacer el ridículo. Mayor Oreja ha llevado al PP en el País Vasco casi al extraparlamentarismo y nunca populares y socialistas habían tenido una presencia tan reducida en la Cámara de Vitoria: 18 de 75 escaños. Por no hablar de Ciudadanos, que tiene cero escaños.

Dejemos que ETA se diluya en el tiempo y aprovechemos para acercar a los presos. La paz bien se lo merece. 


(*) Periodista y ex director de La Vanguardia