Pasa el tiempo y los problemas -siempre agravados- del medio ambiente no suscitan de las instituciones el menor interés directo, serio y comprometido. Tampoco cuando nos enfrentamos a la situación del Mar Menor, como muestra “El Gran Debate” que, previsto para este 29 de febrero en el Ayuntamiento de Los Alcázares, exhibe el lema de que “El Mar Menor une a los grandes expertos en su materia”, y del que lo primero que ha llamado mi atención ha sido el formato del cartel anunciador, que más parece el del anuncio de un circo asentado en la localidad que el de una sesión para luchar por nuestra albufera.
(Que no se me olvide: esa preciosa figura del caballito de mar, que marca y adorna el pasquín, ya no es un indicador de la limpieza de las aguas marmenorenses, sino una señal de frivolidad y ñoñería. Yo la hubiera sustituido por un campo ilimitado de lechugas sobre el que se distinguieran cuatro o cinco personajes barrigudos de frac, puro y chistera, abrazando bolsas de euros/dólares y meando nitrato diluido a lo largo de toda La Ribera, de cuyas aguas sobresalieran peces anóxicos).
En efecto, al día de hoy, convocar a un “gran debate” resulta tan demodé como ridículo. Y el unir a los “grandes expertos” es una tontería de tal calibre que suena a gilipollez. Así no se anuncian las cosas serias, que lo de los “expertos” hace tiempo que produce grima, y un gran debate hace mucho que sobrevuela al Mar Menor sin necesidad de personajes que vengan convocados a darle vueltas a lo que todo el mundo sabe y a marear la perdiz; todo ello, ejemplarmente ajustado a la moda del greenwashing aborrecido, a lo que ya las instituciones y las empresas se apuntan con entusiasmo, generalmente para encubrir sus vergüenzas.
Con esta introducción general quiero decir que, en estos momentos, obrar de este modo queda fuera de lugar y no dignifica a las instituciones, y por eso cuando tantos “expertos” son convocados a actuaciones de este tipo, estos debieran de ser más cuidadosos con su prestigio, estar alerta frente a la finalidad perseguida y ser siempre capaces de decir que no, si deducen que se les conduce a una impostura.
Pues decía que aparecen, en el elenco de figuras, buenos y malos, es decir, culpables de la contaminación del Mar Menor y defensores de su integridad ambiental.
Me pregunto si es que los organizadores no quieren distinguir, si es que creen que puede hacerse “tajo parejo”, si cabe el “contraste de pareceres” entre unos y otros (¿para convertir a los malos en buenos, quizás?) y si es que “todos somos culpables”, “estamos en el mismo barco” o “hay que contar con todas las partes”.
Y me contesto que, a estas alturas del problema, así no debe enfocarse lo del Mar Menor. Porque, menudas estupideces encierran todas esas posturas. La situación y los tiempos que corren marcan una única dirección: la guerra sin cuartel contra los culpables, lo que excluye toda convocatoria de ese tipo (carente de alma y tirón), ni siquiera por aquello de ser “elegantes” con el enemigo (ya que este no lo es con el Mar Menor, ni mucho menos).
De ese programa del día 29 aludiré a lo que más oportuno me parece, así que ni quiero ni, honestamente, puedo pretender un análisis global y minucioso. De la primera parte, el “debate ambiental”, yo podría tener alguna esperanza sobre que llevase a un debate conflictivo y a cara perro, dada la presencia del ingeniero Pedro Fernández, factótum de la Fundación Ingenio, esa formación guerrillera ultraderechista que, generosamente financiada por destacados enemigos del Mar Menor, avanza y marca tantos ante la inexistencia del frente crítico necesario (que ni siquiera tiene visos de organizarse).
En este debate ambiental figuran dos ambientalistas, que yo conozca: Miguel Ángel Esteve, prestigioso biólogo y curtido ecologista, y Pedro García, líder de ANSE y antiguo (muy antiguo) ecologista.
Sólo Esteve puede hacer frente a las pretensiones, aguerridamente antiecológicas, del ingeniero Fernández, pero ambos saben que el problema del Mar Menor no tiene nada de científico, ya que es eminentemente político, y que la tecnología que se maneja y propone no puede resolver nada importante, mucho menos las causas de la contaminación (que es de origen, precisamente, tecnológico: química orgánica e inorgánica, productos fitosanitarios...).
Esteve deberá actuar en ecologista, más que en científico, sabiendo como sabe que la ciencia es una institución equívoca, que no puede pretender verdades absolutas y que se desenvuelve entre manoseos y canalladas; además de evitar que, en tiempos tan procelosos, llegue a convertirse en científico de Corte y Cámara.
Pedro García es un empresario verde que se dedica a hacer negocios con todo quisque, incluyendo los enemigos activos del medio ambiente, y no es apto para debates de esa índole; acabo de ver a ANSE junto al Grupo Hortofrutícola Paloma -que atufa y envenena a los aguileños quemando residuos agrícolas cuándo y dónde quiere-, con no sé qué acuerdo conservacionista de colaboración, y hace nada ha sido beneficiado con un proyecto de la CHS de repoblación de un tramo del Segura con especies autóctonas de ribera, en lugar de criticar a esa entidad y calificarla -como debiera- de nido de prevaricadores; su alianza con la CHS, que evidentemente excluye cualquier tipo de crítica, es ignominiosa, y yo le pediría a Esteve y a su organización, Ecologistas en Acción, que se distancien urgente y expresamente de ANSE por tóxica y contaminante, y que se desprendan de esa cierta y perversa alianza que mantienen, con no poco de temerosa admiración (que empieza a llevarlos por el mismo mal camino).
En el segundo debate, el del “agua” destaco antes de nada que eso de señalar a dos participantes como “científico 1” y “científico 2” me recuerda a las obras de teatro, con esos figurantes anónimos, de relleno y sin lustre, identificados como “soldado 1”, “indio 2” o “aguadera 3”... muy en consonancia con el escenario de la farsa, tan vista y vieja.
La presencia de Manuel Martínez Madrid, representante de la principal entidad responsable, directa e inmediata, de la asfixia del Mar Menor, que es la Comunidad de Regantes del Campo de Cartagena, me invitaría a pensar que saltarán chispas en su encuentro con Julia Martínez, bióloga y ecologista, pero esta última lleva mucho tiempo contemporizando con el poder político, sufriendo su capacidad crítica de irremediable atenuación, y no la veo lanzándose a la yugular del Gran Regante, cuyos colmillos retorcidos son ya bien conocidos. Pero ya me contarán los asistentes.
De la tercera parte, “debate económico”, me permito dudar de que Vicente Carrión, de la COAG, sepa una palabra de los costes ambientales que esa gente ocasiona.
Del “debate social”, reconoceré la emoción que me suscita saber que en él estará un representante de PROEXPORT, puro extracto de agropoder y voz de esos que, para enviar sus productos al exterior, y ser competitivos, tienen que envenenar nuestras tierras y nuestras aguas, además de beneficiarse de la explotación de miles de seres humanos con salarios de miseria.
No sé si Paca Baraza, que ahí aparece, entrará a ese trapo: el de los villanos de categoría que dicen ser la “Huerta de Europa” y exigen que se les reconozca el estatus de padres de la patria y alimentadores de la Humanidad (o poco menos), tan satisfechos de sus fechorías.
Como representante del Gobierno central, nada menos que como “Comisionada del Ciclo del Agua”, mi paisana Paca creo que no va a reconocer que quien manda en el agua es la CHS, autónoma e impune, a la que ni ella ni su Ministerio se atreven a meter mano, siendo como es la primera y la última responsable del ciclo del agua, y en consecuencia del desastre del Mar Menor; ni la van a limpiar de indeseables elaborando un paquete de expedientes a unos cuantos funcionarios y responsables.
No: al parecer, la comisionada tiene la misión de organizar e incluso orquestar el ingente -y en gran medida inútil- gasto en proyectos y ocurrencias de freno de los nitratos que envenenan el Mar Menor, que irá a cargo de los dineros públicos (incluyendo la subvención generosa a los autores de estas perversidades), sabiendo ella muy bien que debieran ir a las espaldas de los contaminadores, es decir, del agropoder intocable del agrocantón murciano, y no del pueblo soberano; para una servidora pública de tan larga trayectoria estas cosas debieran hacerle temblar el pulso: menudo papelón.
A la periodista Rosa Roda apenas la conozco, pero espero que, después, nos regale con alguno de sus sabrosos artículos con lo que vea y oiga en esa reunión, que tanto promete como danza de malvados, hipócritas e incautos.
De las asociaciones locales se ha invitado a “Pacto por el Mar Menor”, de la que solo quiero destacar ese nombre, más inquietante que ambiguo: ¿Con quién se trata de pactar? ¿Qué tipo de pacto se desea para el Mar Menor, un pacto entre buenos y malos? ¿Un pacto entre todos ya que to er mundo es bueno? ¿Un pacto/acuerdo por el que reine la paz sin estrategia de recuperación, gestión y conservación, y sin que queden atribuidas claramente las responsabilidades y obligaciones de los culpables? Si es así, no hay mucho que esperar, ya que no es eso -pacto, negociación, generalización de culpas- lo que se necesita o se ha de buscar.
Finalmente, el “debate jurídico” cierra el programa, con la actuación conjunta de Teresa Vicente y Eduardo Salazar, que trabajan juntos y que por tanto no van a debatir nada; se trata de dos valiosos juristas que, por ello mismo, debieran de ser los primeros en desconfiar de la Ley, que es a lo que lleva el más profundo conocimiento del Derecho y su filosofía, siempre que no se excluya el análisis sociológico.
Esto también afecta a esa ley que ellos en primer lugar se han currado, la famosa ILP del Mar Menor; ya que no se escamaron de la facilidad con que el texto se abría paso entre instituciones sin sensibilidad ambiental, ahora tienen que alarmarse de la hostilidad, aviesa y militante, del poder judicial, cuyos espolones reaccionarios cubren y disimulan, precisamente, las leyes.
Se lo tengo dicho, ya que son amigos y admirados compas: tampoco son las leyes las que modifican, mejorándola de verdad, nuestra realidad atosigante, ya que son redactadas o aprobadas por fuerzas y agentes que reflejan una sociedad injusta y antiecológica, y sobre cuyo articulado hay que estar siempre en guardia; y que si se aprueban no se van a cumplir según el espíritu que se les quiso atribuir; y que si se cumplen será de forma parcial y temporal, ineficaz y frustrante.
Total, veo en esta reunión y en sus organizadores un miedo evidente a hacer política, que es lo que hay que hacer, sobre todo cuando interviene un ayuntamiento y se convoca a los “expertos” para tratar de un asunto tan integralmente político como es la degradación del Mar Menor.
Un asunto de política económica, agraria en primer lugar, pero también urbanística, ecológica y social, en definitiva. Pero el Ayuntamiento de Los Alcázares -del que me dicen que no es el peor de entre los cuatro marmenorenses- no muestra intención alguna de comprometerse, alzar la voz o, mucho menos, capitanear la ofensiva en representación de sus vecinos y ciudadanos en general de ese entorno maltratado: si de verdad quiere esa corporación hacer algo que valga la pena, que se deje de postureos y hable con otra gente (y, si se atreve, que me convoque a tomar un café estimulante); ni los dos o tres políticos que intervienen sospecho que vayan a hablar de política y montar el pollo, como les correspondería.
Bueno,
pues, amigos científicos, ambientalistas, economistas y políticos:
así no se hacen las cosas, y ni los tiempos ni el Mar Menor están
para citas repetitivas y aburridas de expertos y figurones, maniobras
del poder incapacitado o conciliábulos de este jaez.
(*) Activista ambiental, ingeniero, politólogo, sociólogo, profesor universitario y ensayista