Con anterioridad a internet, este tipo de interacción entre los lectores y los diarios no se daba y para la posteridad sólo quedaban las crónicas periodísticas. Ahora, la historia de ese partido dirá que, a pesar de lo contado por los expertos, el público quedó encandilado con el juego barcelonista. Habrá más versiones de una misma realidad, cosa que enriquecerá la visión de lo sucedido.
Hay destacadas voces del periodismo partidarias de cortar de raíz este tipo de participación de los lectores aduciendo que no aportan nada y que llegan a dejar en mal lugar a los propios medios que acogen estos comentarios.
Son voces que hablan desde la miopía periodística o desde el miedo a perder el protagonismo logrado gracias a las dificultades que la población general tenía de acceder a los exclusivos púlpitos de los medios de comunicación.
Temen que alguien de esa plebe sepa más que ellos y les saque los colores aflorando alguno de los errores que también cometemos los periodistas o contradiciendo impresiones que hasta ahora eran únicas e inapelables.
Recientemente el Consell de la Informació de Catalunya (CIC), organismo que vela por el cumplimiento del código deontológico de los periodistas, algo así como el Santo Grial de la profesión, encargó que se estudiaran los comentarios en las noticias de los medios digitales.
La conclusión que hace el CIC del estudio sufre de uno de los males que el periodismo debería evitar: la generalización. Se dice que los comentarios son malos y que habría que abolirlos porque no aportan nada. Solo les faltaba añadir algo así como "no vaya a ser que estos freakys nos quiten el pan de la boca".
La participación de los lectores en los medios digitales serios va mucho más allá de los comentarios. Además, las opiniones inapropiadas que se vierten son una minoría y un equipo de moderación los retira o evita su publicación. El resto son comentarios que, sin ser periodísticos, sirven muchas veces como fuente de nuevas informaciones tras la comprobación y contraste que conlleva el oficio del periodista.
Por tanto, que nadie se preocupe, trabajo no va a faltar. Al revés, hay más aunque no lo sepamos ver. El periodismo se debe adaptar y no enrocarse en un conservadurismo impropio de una profesión vanguardista. El público quiere opinar, ser protagonista y contar historias. Renunciar a esa nueva fuente informativa sí es inapropiado.